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lunes, septiembre 15, 2008

Agatha Christie, reina de las novelas de detectives, hoy es noticia



Hoy leí en el NYTimes que encontraron un grupo de cintas de la señora Agatha Christie en una de sus casas por su único nieto. Son 27 cintas de esas de reel en las que la señora habla de su vida y de sus personajes, entre ellos, obvio, Hércules Poirot y Miss Marple, grabadas en los años sesenta para su autobiografía que fue publicada en 1977, póstuma.

De Poirot sólo dijo que es un egoísta completo. De Miss Marple dijo que era “puffy” y “spinterish”. Exactamente no sé que signifique lo primero pero lo segundo ha de ser como entrometida o de esas señoras que se la pasan elucubrando cosas.

Bueno, es cierto, la señora no escribió exactamente literatura, pero de que vendía muchísimo, vendía muchísimo. 500 mil copias de sus libros sólo en Inglaterra son muchas copias. Y la señora ésta muerta desde 1976. 32 años. 

Hagan de cuenta Elvis en escritora viejita.

Misterios como los que ella hacía, también son sus cintas. Solo cuenta en ellas del último tercio sobre su vida. Según esto fue así porque reusaba las cintas. Es posible.

Dice la biógrafa de ella, Laura Thompson, que las cintas son extraordinarias, que recuerda a un tiempo en el que los crímenes se hacían de manera aceptable, a arsénico, a chantaje entre iguales, 

o bueno, entre conocidos, a un puñal bien encajado en el pecho, a misterios, acertijos en casas grandes, señoriales, a autos que hoy parecen o clásicos o carcachas, a teléfonos con operadora, a, finalmente, cosas de la modernidad de la primera parte del siglo XX en Inglaterra. Respetando lo social, por supuesto. Siempre lo social, Inglaterra con esa división que tenía/tiene de castas invisible pero punzante y presente.

Miss Marple. En las cintas dice que no recuerda de donde la sacó. Nada de nada. Pero ahí estuvo. Es sabido de entre escritores que muchos de estos procesos creativos provienen de la misma oscuridad. Gatillos desconocidos oprimidos por impulsos olvidados que en ocasiones dan en el blanco inesperado. Cosas de los contextos por venir.

En esta época extraña en la que los Alien conocen a los Depredadores, El Santo a Blue Demon y los Thundercats a Superman, (pero no los Calderons a los Ebrard), es curioso saber, yo ni idea, que en las cintas grabadas ella se ponderaba si Miss Marple debería de conocer a Hercules Poirot. Y que ella rehusó hacer que eso sucediera. No le veía sentido. No tenía ninguna urgencia en hacerlo.

La señora Christie (mi mama siempre le dice “Agatha” cómo en “¿ya leíste ese de Agatha que me trajo tu tía Mary?”, o “¿es ese libro que dices como uno de Agatha?, si no, entonces no me lo traigas”, cosas de la familiaridad)

Veamos algo de su inventario:

Escribió 66 novelas de detectives. 163 historias cortas. 19 obras. 4 trabajos de no ficción. 6 novelas románticas. Sí, de esas novelas románticas que son como sus obras de detectives pero en las que no hay nadie muerto, lástima.

Ella mató a Hércules Poirot el 6 de agosto de 1975, noticia que incluso ocupó líneas en un obituario en la primera página del NYtimes, ese día. Ella murió el siguiente año a los 85.

Yo me la encontré algún día, supongo, por el mismo tiempo que conocí a Nadia Comaneci en el verano de las Olimpiadas de Montreal de 1976, junto con Rebeca, la deliciosa prima de Jaime en casa de este último. El papá de Jaime tenía/tiene de seguro una colección de  libros muy buena. Ahí descubrí a Agatha.

La primera novela de ella que leí probablemente fue El Misterioso Caso de Styles, su también primera novela escrita, en la que había un crimen dentro de un cuarto cerrado desde dentro, una de las tareas más complicadas para los escritores de novelas de detectives.

Ahí conocí a Hércules Poirot. Con cabeza en forma de huevo y con su bigote siempre engominado. Haciendo funcionar sus células grises. Eso de las células grises me tocó sentirlo en mano propia la primera vez que toqué un cerebro humano en una clase de neurofisiología en vivo cuando acompañé a una ex novia. Era un cerebro gris gris que se deshacía en las yemas de mis dedos.

A esas células se refería Poirot. Y su fiel compañero Hastings. El que narraba sus historias. Siempre se me hizo demasiado parecido a Watson el de Holmes.

La manera en la que las novelas de Agatha es recordable, siempre poner al principio los personajes.

Por decir esta es una lista de ellos tomado del Misterioso Caso de Styles:

ANNIE, joven camarera de la familia Cavendish.

BAUERSTEIN, eminente toxicólogo londinense, amigo de esta familia.

CAVENDISH (John), hijastro preferido de la señora Inglethorp, que antes fue la señora de Cavendish y ma­drastra de John.

CAVENDISH (Lawrence), hermano del anterior, con el cual convive.

CAVENDISH (Mary), esposa de John.

DORCAS, antigua y fiel doncella de los Cavendish.

HASTINGS, el narrador de la novela, gran amigo y cola­borador de Poirot, por sus aficiones detectivescas.

HOWARD (Evelyn), compañera y factótum de la señora Inglethorp.

INGLETHORP (Alfredo), secretario que fue de la viuda Cavendish y luego segundo esposo de ésta.

INGLETHORP (Emily), vieja amable y generosa, esposa del anterior y madrastra de John y Lawrence.

JAPP (Jaime), inspector de policía de Scotland Yard.

MACE (Albert), ayudante de farmacia.

MURDOCH (Cynthia), protegida de la señora Inglethorp y enfermera.

PHILIPS, fiscal.

POIROT (Hércules), detective belga, protagonista de esta novela.

WELLS, abogado de la señora Inglethorp.

WILKINS, médico de cabecera de la familia Cavendish.

Etcétera.

El caso es que aquí uno los leía a la primera pensando qué saber de ellos en base a su descripción, si de casualidad de ésta podríamos ayudarnos a saber quien era el asesino, o asesina. Dorcas puede ser (Dorcas, ¿no tiene nombre de asesina?). ¿Cynthia Murdoch? Esa mujer no me late. ¿El abogado Wells? ¿John? ¿Lawrence? ¿Mary? Todos tenían su motivo pero… tienen su coartada, ¡maldición! Hastings no fue, de segur, ni Poirot, claro, pero no me fiaría de nadie.

De nadie.

No es que la novela sólo sea un ejercicio de saber quien es el asesino (¿o sí?). De ser un juego que creo Agatha contra sus millones de lectores para hacer una especie de reto, de “adivina quién fue”.

En dado caso leer una novela de estas es saber también de paso de manera indirecta que es lo que sucedía en la sociedad de Inglaterra en esos años. Como si fuera una telenovela en la que se ha cometido un crimen en familia o entre amigos. Y ultimadamente saber en que nos parecemos o en que nos diferenciamos de ellos.

Principalmente nos llega la idea de que nos diferenciamos de ellos en que el Bien siempre triunfa en la Inglaterra de Christie (y en sus dominios). Eso es claro. Tienen ellos a Poirot o a Miss Marple. Y a un asesino o asesina que será lo que sea, pero que tiene el roce de la sociedad (tan necesario en estos días, ajá), y que es civilizado/civilizada.

Y aquí en nuestra vida real tenemos a los Zetas o al Cártel no sé qué que se las dan de destazadores. No, muy mal, muy mal.

Insisto en esta realidad en la que convivimos, el caso no es así. (Para el ambiente sugerido en programas tipo CSI Somewhere todos sabemos que siempre ganan ellos en dar con el asesino ¡en menos de 24 o 48 horas!, con excepción en las finales de temporada donde alguien de ahí siempre es herido o muere… o algo así, ustedes me entienden)

Mejores novelas de Agatha, según mi humilde opinión, de mí, el peor de todos:

El Asesinato de Roger Ackroyd. Genial. No puedo decir nada de ella, ¡Vergüenza te había de dar, Agatha!

El Misterioso Caso de Styles. Ya dije, muerto encerrado en su cuarto.

El Asesinato del Orient Express. Hasta la película es buena. Minuciosa. Precisa. Todo.

Diez Negritos. Muy inteligente. Tramposa, se podría decir. Ingeniosamente tramposa.

El Enigmático Mr. Quin. Extraña. Suave. Deliciosa. La leí en diciembre de 1976. Wow. Todavía la recuerdo.

Intriga en Bagdad. Muy disfrutable. De espías. De antes de Saddam. Muy de antes de Saddam.

Cartas sobre la Mesa. Si te gusta el bridge la novela te gustará aún más. También muy precisa.

Un Gato en el Palomar. El juego del pasado y de las percepciones del presente.

Los Cuatro Grandes. Como leer una novela de organizaciones criminales de tipo Bond, James Bond.

Muerte en el Nilo. Las muertes en cruceros por lugares soporíferos. ¿Sin solución? ¡No!

Misterio en el Caribe. La portada era grotesca. Pero ahí estabas, pegado.

Y otro etcétera. (en Amazon, si le ponen “Best Christie” aparecen lo que los lectores consideran las mejores de ella, son sólo sugerencias de con cuales empezar).

Es muy posible que todas sus novelas e historias se parezcan al público lego, que como conmigo a mí con el paso del tiempo (alrededor de 30 años), que las tramas de Agatha no se diferencien lo suficientemente unas de otras como para recordar cada caso de sus detectives con su personalidad correspondiente.

En ese sentido y comparándolas con best sellers de aquellos años,  Stephen King tiene sus docenas de libros con más personalidad (sólo nos falta el de La Tostadora Asesina, claro), al igual que Irving Wallace con sus novelas grandilocuentes (al principio al menos, luego bajando y bajando cada vez más de calidad conforme avanzaba en su edad) o Robert Ludlum (con sus novelas de suspenso e intriga internacional de todos contra yo solito) o Clive Cussler (con sus temas marítimo-históricos en los que el destino del mundo depende de algo oculto en el fondo del mar o de un río que un día atrás ni se sospechaba) o con las de John Jakes (con sus sagas histórico-protagónicas en las que los personajes de una misma familia no las alcanzabas a distinguir unas de otros) o con las de James Michener (en las que el lugar mismo, la región, la bahía, el país, era el protagonista: desde las placas tectónicas del mesozoico que les dio forma hasta el McDonalds contemporáneo encima que les dio identidad y libertad, sin olvidar McNuggets).

Así las cosas mantengo una buena colección de esos libros en mi poder, los de Agatha, incluso de 

la misma venerable Editorial Molino, Selecciones de Biblioteca de Oro (las del buhito), la que sacaba esas fantásticas portadas que las mirabas una y otra vez con fascinación las imágenes algunas veces realistas en la que observaba la trayectoria y el acabado perfecto de la daga que mató a Roger Ackroyd por la espalda rasgándole la tela ensangrentada de su traje. O la de Trayectoria de Boomerang con su esbelta pistola Luger alemana y una vela prendida sobre un tapete azul ornamentado. O la cabeza con su ojo saliendo de Misterio en el Caribe, estremecedora.

Leer a Agatha siempre fue, es, una delicia. No esperemos literatura. No esperemos frases memorables. Esperemos inteligencia. Precisión. Retratos del ser humano. Es como comer Kisses o M&Ms. No te hacen mucho bien, pero que ricos.

¿Qué traerán las cintas recién descubiertas? Probablemente nada. Más de ella misma. O sea, para muchos de sus lectores, todo.

Delicias de 220-240 páginas estandarizadas. Intrigas de una escritora que dicen que imaginaba terribles y alevosos crímenes en la bañera comiendo manzanas. Que recordaba su enseñanza de venenos y la aplicaba de manera funcional y directa. Con sus finales sencillos de entender… después de que los leíamos.

Pero con la cosa de que cuando ibas leyendo el final en las ultimas páginas lo hacías cubriendo con tu mano el texto que faltaba por no querer adelantarte en lo absoluto a saber quien era el asesino…

Hércules Poirot. Miss Marple. Agatha Christie.

Inmortales.

Por siempre.

(Pero con una de las que está mencionada allá arriba, ¡nos la debe, la malvada!)

(¿O es con dos?)