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jueves, noviembre 22, 2007

Un Tema de Juguete Parte I (y rematamos con Seinfeld, por supuesto)

Un buen amigo un día llegó con un llaverito que decía más o menos “el que se muera con más juguetes gana”. Lo vi y me reí. Se me hizo ingenioso. De eso han de haber pasado como veinte años de cuando lo conocí y todavía ese recuerdo está muy presente en mi cabeza. Digo, además de hablar enormidades de la psique de mi amigo, hablaba de otras cosas por ahí.

Y pensé que sí, ahí estaba clara ante mis ojos, una especie de competencia inherente en toda nuestra existencia. En el caso de los juguetes no es difícil concluir que los carritos Mattel se convirtieron en autos con rines y quemacocos especiales (un amigo me confesó en tiempos de una navidad hace años, andar con el remordimiento de haber comprado cuatro “rines” carísimos para su camioneta, y que lo que había gastado en juguetes para sus hijos era como la cuarta parte de ello), con el mejor autoestéreo MP3. Las pelotas se convirtieron en palcos deportivos. Las figuras articuladas con aditamentos se convirtieron en… aditamentos, gizmos y gadgets (mi pregunta actual: ¿saben los que compran un Ipod con 16 Gb cuanta música es eso? ¿Tendrán idea de cuantos CDs podrían guardar ahí, y el tiempo que se tardarían en llenar eso? Ah, es por si acaso. Ajá. Por si acaso.

Ya sabemos que ese tipo de competencias existen. Y de hecho se pueden dividir en más. Una puede ser para conseguir más atención, otra para conseguir más recursos y una más para conseguir más satisfactores. Y ultimadamente, no sé cuantas más podrá haber (poder, posición, dinero, influencia que tal vez también vendría a ser poder) pero sólo hablemos de los juguetes por el momento…

Algo está pasando con los juguetes desde hace pocos años. O algo está pasando ahora mismo. Pero antes de tocar ese tema hablaré de juguetes… pero desde mi punto particular de vista.

Acompáñame.

El acto de jugar es esencial para los seres humanos, son preludios a la socialización y se entienden como partes del proceso de nosotros para entender al mundo que nos rodea y para relacionarnos e integrarnos con él.

Cuando uno lee de esto y me refiero a la literatura realmente docta en el tema, es notable encontrar ese grado de profundidad y seriedad con la que unas personas vestidas de bata blanca se ponen a examinar a niños de muchas edades en el acto pleno de jugar. Lo que obtienen de ahí es el entendimiento de para qué nos sirve el juego en nuestras vidas.

Eso en la cuestión interior y exterior. Interior porque de algún modo hay que explicar los procesos emocionales e intelectuales que se desprenden de esa actividad. Una muñeca y lo que significa para una niña podrían sencillamente ser explicados desde varios puntos de vista, llámese de imitación, del deseo de ser madre, o sencillamente de ser como ella quisiera que su madre fuera con ella. No soy para nada especialista y estoy escribiendo esto de memoria pero sé que mucho de esto se saca de ahí, por decir, para entender si la maternidad es un concepto heredado o de ambiente. Se nutre o se nace. Y mil etcéteras.

El lado de los juguetes de los varones y sus deseos de tener figuras de autoridad y poder por sobre de otras también son objetos de estudio. A todo esto uno puede no entender realmente que tienen que ver los carritos con esto. Los carros no necesariamente son masculinos o varoniles, pero mucho se les asocia con los niños más que con las niñas. ¿Por qué? Debe de haber muchos estudios de eso por ahí. Prejuicios tal vez, mitos, ideas preconcebidas.

O sea, que una de dos: o no he entendido nada del estudio de los juegos y juguetes y todo lo tergiverso o hay mucho más por entender de lo que sucede en las mentes de los pequeños.

Añadámosle eso a lo que es la imaginación. La proverbial caja de cartón con un hilo que para alguien es un carro, el proverbial caballo de palo (el de Juanito, el de la canción aquella de aquél programa antiguo de Juguemos a Cantar, ¿se acuerdan?), o la muñeca mínima conceptual hecha de trapo, pero que era una hija para la niña que jugaba con ella.

Bueno, todo eso implica en alguna parte de nuestros cerebros el uso de la imaginación y de la creatividad a fin de cuentas. Mucha o poca, pero ahí hay algo trabajando que ronronea en la oscuridad escondida por su respectivo cráneo.

Y todo esto se estudia por psicólogos con doctorado para entender cómo es que la mente de un niño o niña tiene o adquiere esas características o habilidades, cómo evoluciona, cómo se manifiesta, en qué se convierte, que tanto impacta en los roles sexuales, sociales y cognitivos.

Y también los estudian los mercadotecnistas. Y los que tienen fábricas de juguetes. Y los que venden los juguetes. Y vaya que lo estudian.

Pero primero establezcamos varias cosillas.

Lo que también sé es dos cosas. Una, soy padre de dos, niña y niño, y también la otra, también básica e imprescindible, fui niño y sé que es un juguete divertido y con posibilidades (hasta cierto punto, claro).

Antecedentes pues, para entrar en calor.

En nuestros tiempos nos compraban figuras de plástico rígidas, o como se diría ahora, inarticuladas. Eran de plástico inyectado y se hacían por millares. Un astronauta de los 60’s por aquí (reconocible porque su traje de presión era muy delgado, su casco era mínimo y no tenía nada de equipo para soporte de vida), unos vaqueros e indios por allá (que ha de haber habido millones, y que además de esos indios y vaqueros, con su respectivo caballo, había árabes con cimitarra y legionarios, como verán, muy característicos de nuestras tierras), y finalmente unos soldaditos verdes tipo norteamericanos más por aquél otro lado de más allá.

Y del lado mexicano se tenían unos luchadores realizados a semejanza del Santo, de Mil Máscaras, del Blue Demon realzados en sus poses características y de otros que sirvieron como moldes a otros más que después sirvieron a su vez de nuevo como moldes para generaciones posteriores perdiendo en cada reencarnación el detalle que los hacía tan preciados hasta quedar convertidos en remedos grotescos que difícil convencen a nadie que tuvieron dignidad anterior. Juro que a mi edad de 10 años admiré como esos luchadores diminutos tenían sus rasgos bien plasmados, bien definidos. Algún artista del juguete que fue generosamente prolijo en sus máscaras. Con pinceles muy finos le pusieron los símbolos sagrados de cada máscara con claridad. Y con paciencia.

Y eso bastaba, ya que, como proverbialmente dicen, nosotros llenábamos esos espacios, esos movimientos y esos gestos. Batallas épicas que se desarrollaban bajo nuestro control, momentos en que éramos como precoces directores de cine filmando nuestras sagas antes de saber incluso que se llamaban así.

Teníamos nuestros favoritos. Y cómo sobrevivían a terribles caídas. Cómo se sobreponían al ataque de los malvados. Normalmente nuestras justas no eran muy complejas. Se trataba de enfrentar a los buenos y a los malos y a pelear sin mucha discusión o preámbulos. Para esto, el ser buenos y malos correspondían a códigos de ética sencillos. Si se veía que tenía habilidades de un brazo como para golpear “correctamente” en forma de un gancho al hígado o un certero karatazo era bueno, si parecía más bulto que otra cosa, era malo. O de plano el que pareciese de entre todos el más cool y ya, ese era el bueno.

Las peleas eran eternas, no podían tener fin alguno. Si ganaba tu personaje era porque luchaba con esfuerzo y poder, con voluntad y sin rendirse jamás. Y era mejor cuando peleaba en inferioridad numérica. Sólo así se podría demostrar que era fuerte y poderoso, porque después de ir perdiendo de alguna milagrosa forma recuperaba forma y atacaba con todos tus poderes. Y hay de los malvados que se atravesasen en nuestros caminos.

Aún y que esas luchas eran eternas y podíamos entretenernos las tardes, y las mañanas en vacaciones y las tardes y las siguientes mañanas, no estábamos ciegos.

Mirábamos con codicia y avidez los juguetes que les compraban a nuestros vecinos más pudientes. Todo mundo conocía a alguien así. Juegos extranjeros como el de Fútbol Americano que se acomodaba en una mesa y que tenía un emparrillado que vibraba y que mucho del placer del mismo era admirar cómo se movían los jugadores de ambos equipos de las maneras más alocadas y aleatorias.

Por decir, desde que yo recuerdo los Hombres de Acción que fueron llamados posteriormente como su nombre original G.I.Joes y luego con incluso Agarre Kung Fu (y que no era sólo unos dedos no rígidos con los que podían manipularse las armas y que con el paso del tiempo terminaban, horror de los horrores, de romperse terminando con la admiración de ese juguete en específico) eran atractivísimos.

Si las niñas tenían su Barbie, nosotros teníamos al Hombre de Acción. Las palabras claves en esto, eran brutal, doloroso, terrible y temible. O algunas similares.

Pero antes del Agarre Kung Fu, de la barba y cabello que se sentía real, el Hombre de Acción podía conseguirse con sus trajes diferentes. Sin entender la conexión con los trajes de Barbie que se compraban por separado (que es donde estaba, y está, el negocio), al Hombre de Acción también se le podían comprar mil aditamentos. Desde un traje de hombre rana, fabuloso a como se veía en el paquete con todo y traje negro de goma y sus aletas (y su cuchillo), hasta uno de astronauta estilizado y todo de aluminio suave y dúctil. El del piloto de combate era bastante notable también, el casco era una obra maestra de ingeniería, pero dejaba serias dudas al respecto de si los que diseñaban esos juguetes en particular sabían su negocio. Es decir, ¿dónde ibas a jugar con un piloto de combate, si ni siquiera tenía avión? Le podrías poner su máscara de oxígeno cool, pero la fantasía no duraba mucho. No. No duraba. Y aquí en este ambiente, debe de durar.

En un alarde inaudito de ignorar algún estudio de mercado, en 1970, con lo del Mundial de Fútbol que se celebraba en México, los de Lili Ledy, os fabricantes en México de los que no sé casi nada, sacaron una edición magna de Hombres de Acción con uniformes conmemorativos de las selecciones compitiendo. Supongo que Brasil y México se llevaron los honores en cuanto a ventas se refiere. Ignoro cuantos quisieron comprar los uniformes conmemorativos de Israel, de Rumania, o de la misma superpotencia de por entonces, El Salvador y de su temible némesis, el equipo de Bulgaria. Y faltarían Perú, Italia, Inglaterra, Rusia, Alemania Occidental, Uruguay, Suecia, Checoeslovaquia y Marruecos.

Los Hombres de Acción eran multiarticulados y eran asexuales, no que uno buscara si tenía sus partes anatómicamente correctas o no, pero era algo que no podías evitar ver, situación que se resolvió con el paso de tiempo cuando le pusieron un traje de baño al Hombre de Acción para dejar de lado malos pensamientos.

Estaban también los soldaditos. Eran verdes, rígidos, pequeños y en varias posiciones. Después de un tiempo uno los quería más reales y el que se dedicaba a lanzallamas le tocaba eso, lanzar llamas. Después de algún experimento por ahí que incluía alcohol, unos cerillos y una jeringa, y de la creación de una cicatriz que todavía poseo en la parte superior de mi pulgar, opté por ya no jugar taaaan realisticamente.

Pero algo raro, en estos momentos también recuerdo que tenía un soldado rígido también como de 15 cm de alto, alemán, en posición de ataque, con su respectiva bayoneta cargada en su rifle. Que era parte de un como conjunto en la que recuerdo a un soldado japonés similar, de plástico también, con su sable desenvainado como para dar ordenes de avanzar. Eso sí, estaban muy bien detallados para lo que se podía esperar. Y es que, ¿qué podría importar a niños de 8 a 11 años el jugar con soldados mortales de juguete históricamente bien detallados? ¿Quién a esa edad los podría apreciar en ese contexto?

Por otra parte cabría agregar que en aquellos años, los mediados y finales de los sesentas la Segunda Guerra Mundial estaba todavía fresca en la mente de las personas, como lo atestiguan decenas de películas, libros, series de televisión que estaban de moda por entonces, y sí, juguetes. Para esto era curioso concluir que Vietnam en ese momento era incomprensible para todos, y lo sigue siendo de pronto, y creo que jamás salieron juguetes de esos lugares. Probablemente la razón era sencilla, la Segunda Guerra Mundial era cool y Vietnam, no lo era.

Ya había juguetes electrónicos por entonces. Pero eran más que nada los de control remoto, o más bien, seudo-control remoto y no lo digo por el cable sino porque de control no habría mucho. Patrullas que se le prendían las luces y monerías similares. Y en realidad no había mucho de sensación de juego o “playness” por decirle de alguna manera, que saliera de eso. Sí, se le veían las lucecitas y se movía por caminos caprichosos, producto de un conductor probablemente desquiciado ya que debajo del carro había una como ruedita independiente que hacía que el automóvil se moviera para todas partes. En alguna parte residía la diversión pero yo nunca acerté a encontrarla.

No hay un nombre mejor para camionetas o camionetitos que el de Tonka. Su nombre resuena con fuerza, como metal, como de devorador de caminos: Hummer, muérete de envidia, acaba de llegar un camión Tonka. Y no se diga más. Era poderoso como un Caterpillar. Amarillo con negro, los colores contrastantes de la precaución. Había también que tener precaución con alguien que tuviera un camión marca Tonka. Tosco, como los niños éramos, toscos, rudos, sin modales, como debíamos de ser los niños de siempre, sin civilización, rústicos. Camiones Tonka. Revolvedora y de volteo. Sólo nos faltaría la pala y la carretilla. Y músculos y sudor y esfuerzo.

En ocasiones uno se pone a pensar que el tema de los juguetes se abandona con el paso del tiempo cuando uno crece, como que sólo es tema como de negocios, o de lo que indica la moda, y más aún la tecnología. Antes de ya comenzar a comentar lo de un libro que estoy leyendo (y que dada la extensión de esto, será para después) hay que recordar el mejor homenaje a los juguetes desde el punto de vista adulto que me haya tocado conocer, y no, no es exactamente Toy Story (ya que esa era una película de juguetes finalmente para niños y no era una película sobre juguetes, enfocada en adultos).

Como remate de esta parte del tema de los juguetes, va lo siguiente:

Y no hay mejor manera de explicar cierta fascinación que tenemos ciertas personas con los juguetes que la siguiente (y que conste que no nos desvivimos por comprar ciertas cosas que caen dentro de lo que es nostalgia, que como se demuestra en los websites de subastas, sí hay muchos dispuestos a vender y muchos dispuestos también a comprar).

Resulta que en la serie de Seinfeld dieron un episodio un día llamado The Merv Griffin Show Episode, el número seis de la última temporada, de la novena precisamente.

Ya Senfield tenía por entonces serios problemas de creatividad. Muchos de los temas ya eran como que muy estirados, como que ya las mentes geniales de todo ya hubieran dejado a Jerry Senfield atrás, sobre todo Tom Cherones, uno de sus mejores directores y Larry David el co-creador de la serie.

Pero al final podían dar todavía algo interesante y estimulante.

Resulta que Jerry tenía una amiga, la novia en turno, que entre otras casas su papá había fallecido. En casa de la chica un día que invita a Jerry, éste hace un descubrimiento impresionante, en una sala de la casa había una pared llena de juguetes de los años sesenta, los años que precisamente Jerry pasó su infancia. Ahí había todos los juguetes que un niño pudo haber jugado por entonces, sobre todo, una colección del Hombre de Acción, el afamado G.I. Joe original, ni más ni menos.

Pero al ir querer tocar los juguetes queridos por su infancia, la novia no se los deja sacar de la casa: son recuerdos sagrados de su papá, intocables. Jerry empieza lo que con todas sus novias: se dedica a besarla pero mientras lo hace no puede apartar de su vista los juguetes inalcanzables de la pared. Cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo.

Para esto él tiene a su buen amigo George, otro treintón casi cuarentón, soltero como él, temeroso de los compromisos, hasta cierto punto tramposo y demás (si parece que lo muestro en luz negativa, y se preguntan como me puede gustar la serie es que jamás la han visto) con el que trama muchísimas de sus locuras, para decirlo al menos, y así es como urden un plan.

Aparecen los tres, en la mesa, en la casa de la chica. Están comiendo pero algo muy pesado, tipo pavo con vino y con mucho gravy sobre el plato. Dada la comida tan pesada inevitablemente la chica se queda dormida al momento. La escena que sigue se ven los dos, Jerry y George jugando con los juguetes de antaño. Intactos estos, recién salidos de la caja, posiblemente oliendo a lo que olían entonces. No se ve mal, sólo son dos seres que viajan a través del tiempo para recuperar algo de esos tiempos idos. Al fondo la novia de Jerry, dormida totalmente.

Aquí es donde se hace una pausa. Se habla de dos personas de cierta edad, que ya no son niños definitivamente. Y llegan a realizar el equivalente de narcotizar a una chica para poder completar o cumplir sus aviesos fines. Que no son nada de robar o violar o de nada más, excepto… jugar con sus recuerdos.

Yo no sé los demás. Quizá mis lectores son personas que maduraron al cien. Que ven un juguete de sus hijos y sólo recuerdan cuanto les costó, en dónde lo compraron y si han visto a su hijo jugar con él. O eso, pero sólo vagamente.

Pero esto que hicieron George y Jerry está en un punto nebuloso y gris entre lo que no tiene nombre y lo que sería natural de hacer por un par de tipos que de cierta manera valoran por todo lo ancho su infancia. Será idiosincrasia o lo que pueda ser, pero yo haría algo similar. Quizá no me hubiera atrevido a poner a mi novia en una narcolepsia inducida profunda, pero… algo hubiera hecho…

Entonces, George se lo comenta a Elaine, la inseparable amiga. La cual con suma razón los critica, como mujer y como ser sensible: ¿cómo en el nombre del Señor pudieron hacer algo tan ruin? Mira que dormir a una mujer para satisfacer sus inmaduros gustos extraídos de una infancia incompleta y lastimera. Hombres. Seres terribles.

“Elaine, la colección incluye un Horno Mágico (que en México lo hacía Lily-Ledy)”. “¡Queeeé!” La escena siguiente es ahora de cuatro. En la casa de la chica, ella ya está dormida y los otros tres jugando frente a la mesita de la sala, Jerry con un Erector, George con el G.I. Joe vestido de hombre rana y ¡Elaine jugando a las comiditas con el Horno Mágico!

Se oye una campanita. Dice ella, “¿Quieren?”, ofreciendo un panecito calientito y humeante recién salido del horno. “Elaine”, dice Jerry, “te recuerdo que esa masa en polvo tenía 35 años en su bolsita”. “¿Qué importa?”, responde Elaine, “huele riquísimo…”.

Por supuesto que al final del capítulo la chica se entera de todo y se arma la rebambaramba y todo aquello arde como Troya.

Eso es lo que hace pensar los juguetes de hace tantos años en la mente de los que no hemos crecido todavía…. Y que nunca creceremos. Tal vez… Y sólo tal vez.

Así que, a comprar juguetes para que el que se muera con más… gane…

Es sencillo. De verdad es… muy… sencillo.

lunes, noviembre 19, 2007

La lista de la gente, IMDB, criticada desde un punto de vista absolutamente personal

No crean que se me había olvidado. La secuencia de IMDB y sus 250 mejores películas de todos los tiempos según la gente sigue, y aquí estoy comentando cada una de las películas que viene en esa lista a fechas de agosto, porque ya había explicado, esa lista siempre está en movimiento algunas salen debido a que la gente siempre está votando, por decir a una película que está en 8.1 subió varios lugares debido a que la dieron en TV y la gente se vuelca de inmediato a dar su opinión buena o mala. Alguna la dan en televisión y más gente la ve y cada vez más gente opina en Internet.

Aquí se comenta algo de la película en sí, alguna curiosidad, alguna apreciación. Por supuesto que no he visto todas las películas que vienen aquí. La mayoría sí. Por ejemplo, acabo de ver Kill Bill Vol. 1 y Vol. 2 y no alcancé a comentarla en la entrega anterior. Pero ya llegará Kill Bill Vol. 1 y… habrá tiempo…

Bienvenidos sean…


Lugar 150, 8.1 puntos, Smultronstället (1957), 10,747 votos.
Esta película es Fresas Salvajes, del bueno de Ingmar Bergman, una película entrañable, difícil como algunas de él, pero no menos cálida, y que casualmente sigue el camino de Akira Kurosawa con su propia película de Madadayo, acerca de un anciano al final de sus días que va de un lugar a otro donde le van a hacer un homenaje. Y también similar a la de Humberto D. , una película que trata de la ancianidad en tiempos muy difíciles. Sencillo, no porque seas joven no querrás llegar a viejo, eso por un lado y no por lo mismo te gustaría llegar hasta allá de la mejor manera posible. Y es que los jóvenes se sienten tan indestructibles… Digo, no hay que ser necios. Woody Allen la homenajeó en su película de Deconstructing Harry.

Lugar 149, 8.1 puntos, Amores perros (2000), 32,561 votos. Increíble pero jamás la he visto en su entereza. De algún modo Alejandro González Iñarritú, a quien no se le podría negar que es muy buen cineasta, comienza con el entretejido de historias de alguna manera u otra entrelazadas muy a la Pulp Fiction, pero con un claro sabor mexicano-universal. Los perros por todas partes nos pueden recordar el mundo salvaje en el que vivimos, con ese recordatorio subyacente de que finalmente perro sí come perro… El problema de Iñarritú, con toda su sensibilidad, es que vuelve a lo mismo en su entramado de 21 Gramos y en Babel. No se negará nada de sus méritos y su aclamación mundial, pero aún así…

Lugar 148, 8.1 puntos, It Happened One Night (1934), 13,666 votos. Esta película si mal no recuerdo es de Frank Capra y sale Clark Gable y Claudette Colbert y la he visto ya varias veces y no me cansaría verla de nuevo. Es muy divertida, la Colbert está muy chispa, el enredo es tal vez mínimo, pero delicioso: la historia de una rica heredera a punto de casarse y que se escapa de su padre y la encuentra un periodista ambicioso que fue en su búsqueda ya que puede ser la mejor historia del año, eran otros tiempos, (ambicioso el muchacho pero algo típico de cine, de buen corazón) surge el romance inesperadamente y lo único que puedo decir es que cuando sucede la escena en el cuarto de motel dividido por una sábana y Gable es visto quitándose la camisa y dejándose ver también sin camiseta debajo, las fábricas de camisetas empezaron a decaer su producción y más de cuatro tuvieron que cerrar. Eran otros tiempos, era otro cine, pero eso sí, la mar de divertido… (¿Y dónde habrán conseguido tanto carro antiguo?)


Lugar 147, 8.1 puntos, The Graduate (1967), 46,562 votos. “Plásticos”, el mejor (y muy, pero muy real) consejo del mundo a un muchacho listo a conquistar ese mundo. La Señora Robinson. Goo-goo-ga-choo. Simon and Garfunkel. Katherine Ross. Ann Bancroft quitándose la blusa frente a un asombrado Dustin Hoffman. Una de las frases que cualquier joven moriría por decir: “Señora Robinson, usted está tratando de seducirme ¿verdad?”. Las estructuras sociales tambaleándose. También las estructuras amorosas, las económicas, las políticas y Paul Simon escribe y Art Garfunkel canta Los Sonidos del Silencio. No, no escribiré la letra de esa canción aquí. Pero bastaría hacerlo para explicar algo de El Graduado, el deterioro de ese tejido social tan aparentemente fuerte, pero finalmente tan endeble como una telaraña en el camino a la Scarborough Fair. ¿A dónde fuiste, Joe Dimaggio? Una nación busca su corazón. Y sigue sin encontrarlo. Es de Mike Nichols.


Lugar 146, 8.1 puntos, Kind Hearts and Coronets (1949), 6,805 votos. Esta no la vi y es de…. Y sale… y espero conocerla…. Y… y… es de Alec Guiness haciendo ocho papeles distintos, creo, ha de estar divertídisima, y... es de crímenes, y está buena, y...

Lugar 145, 8.1 puntos, The Princess Bride (1987), 83,052 votos. Tampoco la vi. Ya saben, la vergüenza es mía.

Lugar 144, 8.1 puntos, Battaglia di Algeri, La (1966), 6,256 votos. Es trepidante. (Por fin, por fin, quería escribir la palabra trepidante en alguna parte!!) Es trepidante. Es como un documental con actores casi casi aficionados. Es de Gillo Pontecorvo. Es intensa, es impresionante… es… ¿ya dije trepidante? Es una película que narra la guerra sin cuartel de allá de 1958 entre los insurgentes argelinos y los colonialistas franceses que estaban en pie de lucha, unos por defender un país a punto de nacer y otros por defender unos principios que ya no tenían razón de ser. Estuvo prohibida por muchos años en México, ya que es demasiado clara e incendiaria (explica el funcionamiento práctico con todo y diagramas de las células subversivas y casi solapa el punto de vista terrorista, que como dicen, un terrorista no es más que un patriota del otro bando), pero las cosas cambian, la vi en la TV, un domingo por la tarde. El ritmo es acelerado, ves las caras que buscan la libertad y los que buscan imponer el orden, o sea, claro, su punto de vista de lo que es el orden. Es relevante todavía porque las fuerzas de ocupación norteamericanas en Iraq la estuvieron poniendo (o lo seguirán haciendo, vete tú a saber) en sus cuarteles para que su personal militar al menos tuviera una noción de cómo un grupo subterráneo subversivo podría funcionar en una nación árabe o en Bagdad o en Kabul o en Falujjah o en… Hay escenas impresionantes como las de las tres mujeres que ponen sendas bombas en fuentes de sodas llenas de occidentales, una de ellas por explotar en una que tiene como música de fondo algo parecido a una música tropical reconocible en español, que mencionaba mucho la palabra “Yolanda”. Yo no sé como Ennio Morricone hace tantos soundtracks de películas, la mayoría memorables. Esta es una de ellas. Película que es, que es, ah, sí… trepidante. (¿Ya se los había mencionado?)


Lugar 143, 8.1 puntos, Diaboliques, Les (1955), 6,814 votos. Nunca la vi. Pero debería de verla, ¿no? Mínimo. De Henri-Georges Clozout, con Simona Signoret y Vera Clouzot. Las mujeres si que son diabólicas y malas. Y más cuando se juntan. Brrr. Es de miedo. ¿La película? Yo que sé. Cuando ellas se juntan. Siempre que ellas se juntan es de miedo…


Lugar 142, 8.1 puntos, Letters from Iwo Jima (2006), 19,486 votos. Es del bueno de Clint Eastwood, no la he visto. Es el punto de vista de los americanos en la batalla de Iwo Jima, una de las más costosas en vidas de norteamericanos, sobre todo la conquista del Monte Suribachi, la de la bandera izándose por los gallardos soldados americanos. Bueno, tal vez esa no es la intención de Eastwood, y de cualquier modo muchos han escrito que la película es sincera y honesta. Espero verla pronto.

Lugar 141, 8.1 puntos, Die Hard (1988), 103,402 votos. Yo no sé que tiene esta película que me gusta mucho y me divierte y que procuro ver cada vez que puedo. Será como una especie de placer culpable o algo así. El caso es que parece que fue la primera película de ese tipo de temas después ya tan recurrido como es la del rebelde policía o agente o lo que sea, que es el único que pude detener a los muchos-malvados-malditos-desgraciados que desean hacer un gran daño a la comunidad-localidad-sociedad-humanidad. El caso es que esta película tiene su chiste. Casualmente, para los fans de las teorías de la conspiración deberían de ver que hay relación entre la caída de las Torres Gemelas con las películas de Die Hard. Entre las tres películas hay un rascacielos que explota desde arriba (en la uno), un avión que se estrella en tierra por un acto terrorista (en la dos), escenas de Nueva York con explosiones, humo y gente huyendo en las calles (en la tres), etc, etc. Ok, serán débiles indicios que alejarán las sospechas de los enemigos de John MClane, pero con cosas más endebles, se han escrito libros. Y se han vendido. Del director John McTiernan, alguien que conoce bien de películas de acción. No es la gran cosa, pero es muy divertida. ¿Cuándo la repetirán?

Lugar 140, 8.1 puntos, Platoon (1986), 62,791 votos. De Oliver Stone, en su primera película que lo hizo famoso, antes de las teorías de la conspiración, antes del objetivo claro de analizar los sesentas. Pelotón tuvo mucho éxito en su momento, ya que dicen que retrató la guerra de Vietnam como sólo un excombatiente de Vietnam la pudo ver. La película la protagoniza Charlie Sheen y a mí en lo personal no me agrada del todo. La cuestión entre la dicotomía y maniqueísmo del bueno y del malo (William Dafoe y Tom Berenguer) se me hace demasiada explícita o autorreferencial. Me dijo un maestro de inglés, hace muchos años, que él sí había ido a Vietnam (y que me habló de las Zippo Parties, o sea, la quemazón de aldeas con encendedores encantadores del mismo nombre), que la mejor película de Vietnam sería Hamburger Hill, más desconocida y que creo que no se encontrará por aquí. Producto de su tiempo definitivo. Hasta portada del Time logró.

Lugar 139, 8.1 puntos, Crash (2004/I), 95,459 votos. Esta película, sencillamente, no la he visto. Mi pena la comparto con todos ustedes. Pero es de Paul Haggis.


Lugar 138, 8.1 puntos, The Deer Hunter (1978), 50,466 votos. ¿Quieres estar en una boda ortodoxa (porque parece que lo único que falta es que te den un vaso para brindar por los novios)? ¿Quieres ver la última película de un tan buen actor como lo fue John Cazale (quien salió en El Padrino y en Tarde de Perros)? ¿Quieres gozar con una de las primeras películas de Meryl Streep (recién salidita de Kramer contra Kramer)? ¿Quieres gozar con una de las primeras actuaciones weird de Christopher Walken (en la que presagiaba ese, su estilo weird de actuación)? ¿O de plano sólo quieres ver a Robert De Niro en un excelente papel como es éste (en la que hace de alguien que tenía que cumplir el papel del único que parecía estar despierto en medio de la pesadilla)? La película me gusta muchísimo. No es como Pelotón. Esta sí trata de meterse en la psique de los que fueron, y de los que regresaron. O algo más oscuro, de los que pudiendo, no quisieron volver. La ruleta rusa. La escena de la cacería. La triste y patética escena final. La pureza de la montaña. La locura de la guerra. No, lo último merece un plus al infierno: La locura de la Guerra de Vietnam.

Lugar 137, 8.1 puntos, Notti di Cabiria, Le (1957), 5,228 votos. Clásica película italiana no vista por mí. Canal Once, ¿dónde estás cuando te necesito? Es de Federico Fellini

Lugar 136, 8.1 puntos, The Killing (1956), 12,970 votos. Este es el primer largometraje de Stanley Kubrick. No la he visto, ¿Cómo ha podido ser vista por tantos? Maldita sea. Pero he visto los cortos, y vaya que parece interesante. Un asalto. Los tipos que van a asaltar. Stanley Kubrick. ¿No la tiene alguien para que me la preste? Juro que se la devuelvo.

Lugar 135, 8.1 puntos, V for Vendetta (2005), 109,228 votos. Esta película de es escrita por los Wachowsky, de Matrix fame, es basada en un comic de Alan Moore dibujado por Dave Lloyd. No he visto la película. He leído el comic varias veces. Me gusta mucho el comic, la verdad. Se va construyendo poco a poco una historia del no tan típico vengador de la oscuridad. La anarquía total para que renazca de las cenizas una nueva Inglaterra. Que muera el fascismo en todas sus maneras. Insisto, que él sea alguien que se tome la justicia por su propia mano no es más que una muestra clara y realista de la ambigüedad moral en la que muchos superhéroes están imbuidos y que sistemáticamente la evitan. Pero no todos. Este “V”, que ese es su nombre, no es del todo “bueno”, en el comic es un asesino que busca la vendetta, la venganza. Que quiera destruir al Gobierno Británico en sus mismas fundaciones ya es un bonus. Su máscara es enigmática. Sólo sé que Alan Moore, el cerebro detrás de todo, el que creó los parlamentos, la personalidad, sus rasgos, la trama, la historia, que barbaridad, su Majestad el ESCRITOR, CARAMBA, pidió que su nombre fuera retirado de los créditos y que todo fuera hacia el artista que dibujó el comic. No entiendo como es que a estos creadores, como Neil Gaiman o Frank Miller, Grandes Maestros del comic, pueden olvidar que cuando entras al cine, tu opinión queda por debajo de la del conserje del estudio. Y esa es la ley. Pero ya está al rescate, Robert Rodríguez. ¿Verdad, Frank Miller? Pero el comic es genial. Ya veremos que pasa con Watchmen, también de Moore.

Lugar 134, 8.1 puntos, Ladri di biciclette (1948), 13,726 votos. Esta película es de Vittorio de Sica y escrita por un tal Luigi Bartolini. Proverbial obra del neorrealismo italiano, actuada por puros aficionados. Se roban una bicicleta que es la única ventaja competitiva que tenía un trabajador. Es la Italia destrozada en su alma, espíritu y cuerpo. Los desplazados que buscan sus puntos de referencia. Un trabajo, una vida, una esperanza.

Lugar 133, 8.1 puntos, Life of Brian (1979), 56,297 votos. Monte Python es una troupe de varios actores ingleses entre los que destacan Eric Idle y John Cleese. Y junto con ellos el hipergenial de Terry Gilliam. El asunto es que jamás la he visto completa, pero es como si en lugar de Jesús, Brian fuera el Mesías. Y su lema es “Ofender muchísimo a dos tercios de la humanidad y severamente molestar al otro tercio también”. Y Brian no tiene el menor sentido de nada de lo que está pasando. Sátira hipergenial. Habrá que verla.


Lugar 132, 8.1 puntos, Gladiator (2000), 160,226 votos. Ridley Scott haciendo una película de gladiadores genial, pero sentimental. Con el bueno de Russell Crowe. O sea, puede aparentar que es de acción, y sí, es de acción, pero a final de cuentas a nuestro amigo lo mueve el sentimiento. De Scott me gustan más Alien y Blade Runner. Ni más que decir. Alguien que sabe mucho de esto me dijo que las primeras escenas son como si fuera Rescatando al Soldado Ryan, pero en la Roma Imperial. Joaquín Phoenix está genial. Pero es malo malo malo. Históricamente incorrecta, pero a estas alturas del partido eso no le importa a mucha gente.

Lugar 131, 8.1 puntos, Children of Men (2006), 68,549 votos. Esta la voy a ver por estos días, supongo. Es de ciencia ficción, y si así fuera reconocida, entonces Niños es la película mejor de ciencia ficción dirigida por un mexicano. La de Laberinto del Fauno, sería la mejor película de fantasía, dirigida por un mexicano, Guillermo del Toro. Pero serían películas mexicanas per se… No, no creo. Pero esta muy lúcida.

Lugar 130, 8.1 puntos, Ben-Hur (1959), 34,651 votos. Magnificente. Todavía aguanta en estos tiempos casi cincuenta años de haberse filmado. La carrera de cuadrigas es de lo mejor de Hollywood. Y con todo y todo, lo más gracioso es que mucha gente no se da cuenta de sus tintes hipercristianos que la pueblan. Oh. ¿Ya todos se habían dado cuenta? Bueno, lo que pasa es que el mensaje no es tan obvio. Y en esos tiempos lo Obvio era, eso, lo obvio. Y punto. La batalla naval también está genial. Ah, pero esa carrera, uff. Eso no se hace con efectos especiales, ¿verdad, Russell?


Lugar 129, 8.1 puntos, Finding Nemo (2003), 85,851 votos. Divertidísima. Pero. Pero. Pero. Pixar sólo sabe hacer películas cute, de valores familiares o de amistad, pareciese. Está bien que haya chistes, la pescada con voz de Ellen DeGeneres es fantástica, pero… digo, ¿¿¿no hay más en la vida más que películas generadas por computadoras, para niños??? (Y en eso que llega, poco a poco, Beowulf).

Lugar 128, 8.1 puntos, The Green Mile (1999), 108,760 votos. Formulaica y sentimental. La historia de Tom Hanks quien es guardia de una cárcel en donde se ejecutan a través de la Silla Eléctrica a reclusos condenados a muerte. Ya saben, el “French Fries” a todo lo que da, tal y como lo hacen en Texas todavía. Un drama sobrenatural y convencional que siempre que la dan en la TV lo evito de manera subliminal y hago como que no existe. Es donde te das cuenta que el bueno de Stephen King, autor de la historia, en ocasiones sentimentaliza demasiado. Pero la gente opina y vota, como lo volveremos a ver más adelante y la pone en este nivel de las mejores 250 películas. Y no hay complot a la vista. Es de Frank darabont, el de La Redención de Shawshank. Otra hipersentimentalidad que impacta por su, mmm, impacto. Ya lo veremos.

Lugar 127, 8.1 puntos, Per qualche dollaro in più (1965), 20,318 votos. El cinismo encuentra casa. Caballo. Silla. El Oeste. De vaqueros, magnífica. Es la primera si mal no recuerdo, dirigida en España por Sergio Leone. Acerca de un vaquero sin nombre y con sólo un apodo, Blondie, el güero o algo así. Es una visión decadente de cierta manera del oeste, si es que algo así existió en donde la ley la imponía la mejor pistola y el más rápido con ella. De cualquier manera es una belleza de película pero por razones que no se aciertan a explicar. Es admirar los veryveryvery close ups hacia los rostros de los personajes, para poder de esa manera adentrarnos en lo terrible de sus pensamientos más crueles, para recordarnos que la vida no es ni será jamás de color de rosa, que somos humanos y sujetos a la destrucción. Filmada en España como si fuera el viejo México. Clint Eastwood es como una catedral preludiada de arrugas. Siempre en control epitomizando lo que un vaquero cool debería de parecer. Y que DEBE de parecer. Cuando la ves a los veinte minutos te comienza a dar sed, y empiezas a sentir el calor. El calor. El calor.

Lugar 126, 8.1 puntos, The Sixth Sense (1999), 152,717 votos. Pretenciosa y aterradora. M. Night Shalamanyan es un director pretencioso, como se vio en sus siguientes películas, pero eso no lo hace ser un mal director, sino un común director que tiene pretenciones legítimas. Y ese es el problema, le pasa eso con sus demás películas, pero en esta se topa uno con algo diferente. Esta historia que ya muchos se saben el final y que no lo insinuaré por aquí es una que sólo alguien que conozca mucho de literatura oriental, ya sea hindú o china o japonesa pueda realizar por aquello de lo recurrente místico o lo autoreferencial del mismo destino. Algo debe de haber con ánimos sádicos quien quiera poner a un chico de seis o siete años a tener un poder terrible de ver a los muertos que no han terminado de saber que lo están. Las escenas están bien construidas aunque de repente se puede ver que el señor Shalamanyan hace trampa, como en la que sucede en el restaurant. Pero sin embargo, Bruce Willis nos convence y el chavito también. La película fue de terror y suspenso en la que el primero va cediendo para que al final se convirtiese en sólo una muy buena película de suspenso. Veo gente muerta. Ese es un gran slogan. ¿Y cúal fue el sexto sentido? ¿El de ver los muertos? No, mejor quedémonos así, o hasta que podamos ver debajo de las ropas de las mujeres sin que den cuenta. Ok, me vi muy sexista. Ni hablar…

Hasta aquí le dejo, porque 25 películas son demasiadas, más son 50, pero seguimos avanzando, total, que ya estamos a la mitad.

domingo, noviembre 11, 2007

Entre Miami Vice y el Blockbuster

Digo, para algo son los blogs.

No siempre me había gustado Miami Vice. No me agradan mucho las modas. Bueno, algunas modas. Pero en aquellos años, Miami Vice lo era. Y la imponía. Pero he aquí que con el paso del tiempo me agradó.

Me agradó hace pocos años cuando el canal sony la retransmitió subtitulada y más me agradó cuando el VH1 la volvió a transmitir, con doblaje original… y quedé enganchado…

El punto es que me impresionó el punto de que este programa todavía aguantaba el verlo a veinte años de distancia, no poca cosa.

Ver a actores conocidos ahora haciéndola de pequeños papeles fue un plus. Salió por decir Bruce Willis, Kyra Sedgwick, Ving Rhames, y por supuesto rockers de talla importante como Glen Frey, de Eagles, Gene Simmons de Kiss, el grandioso Ted Nugent, y sobre todo, Phil Collins, que hasta actuó en un capítulo entero.

Capítulos memorables. El de Calderone. Y el del Regreso de Calderone. El del Laberinto. El, o los, de traficantes de armas, uno en el que sale Bruce Willis, que está hipergenial su final, uno de los mejores en la historia de la TV. El otro, en el que destruyen el carro negro original de Sonny Crocket, Don Johnson, preparando el camino para conseguir su Testarrossa blanco que sería uno más de los distintivos del show. Y todos en los que salió el teniente Castillo, interpretado con disciplina samurai por Edward James Olmos con sus corbatitas negras ultradelgadas como las que yo mismo usé en aquellos tiempos.


Las luces de neón, las calles mojadas siempre, la ropa Armani, sacos utilizados con camiseta de colores, mocasines, colores pastel por todos lados, celestes, rosas, morados, todo de ultra de vanguardia, todo dando, entornando, esa atmósfera sensacional, que en suma es bastante atractiva.

Sí, son los 80’s. Pero, ¿qué importa?, por ahí anduve yo, probablemente tú, y no te arrepientes mucho de ellos, ¿verdad? Las secuencias ya sea de persecución, de acecho, de contexto incluso, acompañadas de la música del momento, son inolvidables.

Claro que en ese mismo momento se sabía que era imposible que existieran unos policías taaaaan de vanguardia, como que nadie con sueldo de policía de narcóticos iría en carros de ese tipo, tan llamativos, sólo para hacerla de un policía encubierto, con el pretexto de poder moverse en los bajos mundos de Miami, digo, ¿qué tantos narcos hay en Miami?, si este tipo se la pasaba atrapando narcos y matando a otros, entre otro tipo de criminales (el episodio de los invasores de casas también estuvo increíble), bueno, como para que no se pudiera correr la voz muy pronto entre los maleantes, ¿no? Ahí va un policía, en un Ferrari Testarrossa, cuidado con él.

Pero eso ultimadamente, qué nos importaba…

Así las cosas, la acción, los carros, los contextos, la hacen una serie bastante disfrutable.

Y todo iba bien. Digo, siempre me había dicho que algún día compraría las temporadas en DVD.

Pero he aquí que me encontré de golpe y porrazo, con Blockbuster.

Ahí estaban las temporadas. Ahí estaban vendiéndolas a muy buen precio, los discos separados de la primera temporada. Una de las mejores. O la mejor, ve tu saber.

No iba a comprarla a precio de temporada normal. No. Iba a comprarla a precio de ganga, después de todo eran discos usados. Pero no me importó. Tengo lo idea de que mientras tenga ese sellito de Blockbuster Garantiza cerrando de manera imponente las tapitas del estuche, todo sería perfecto. Soñado.

Seleccioné con cuidado mi título. Pongan atención, esto es importante:

Eran cinco estuches con los episodios de la serie los que estaban en el anaquel. Los cinco estuches dicen respectivamente “1-2”, “3-4”, “5-6”, “7-8” y repetido uno más con el “7-8”.

Busqué los capítulos que marcaban en el anverso del estuche y elegí el que considero es el mejor o el de los mejores. El de El Laberinto. Estaba en el presuntamente etiquetado “5-6”, precisamente en el recuadro impreso aparecía como que ese capítulo estaba en el “6” según el índice del estuche. Se me hizo cool. Bueno, los otros capítulos que lo rodeaban también. Serían 4 o 5 capítulos por los dos DVD’s. A 40 pesos el estuche con dos DVD se me hacía correcto el precio. Genial. Digo, estaban usados.

En un lugar de esos de remate estaba a 379 pesos más gastos de envío (35 dlls). Nueva y toda la cosa, envuelta demás, según esto. Es decir, cada DVD estaría a 47 pesos (4.35 dlls) aproximadamente. Nuevo. A 40 pesos (3.70 dlls), dos DVD usados es un poco a menos de mitad de precio.

Interesante.

Pero. No. La vida te lo cobra de maneras insospechadas. No sería tan fácil.

He aquí que llego a la caja y me dicen con amabilidad, siempre amables, eso sí, que no aceptaban tarjeta de débito, de hecho ninguna tarjeta. Sólo American Express (guuau!). Y no aceptaban tarjeta porque no tenían línea desde hace dos días. ¿Dos días? Dos días.

Mmmm. Son esas cosas que te hacen preguntar, ¿escuché bien? ¿No estará pasando algo que yo no sé?

Bueno, el punto es que pagué los 40 pesos. Ya me la marcaron. Y yo feliz en la alegría. Dos DVDs con más de 240 minutos de acción, bellas chicas, sentido del humor, balazos, correr, correr, correr, la tensión, el calor, los bikinis, Miami y el Vicio.

Y que se hago lo de siempre. La checo antes de salir. No me vaya a salir rayada o algo. Y que la abro delante del cuate. Y que sólo venía un DVD en el estuche que como mencioné, claramente indicaba que venían dos. Sorpresa. Me volteo a reclamarle al joven. Y que me dice, “pues elija otra”. No haga tanto rollo, le leí entre líneas.

Ni hablar, me ubiqué de nuevo en los anaqueles y ya no había otro “5-6”, ni hablar, fui por el estuche etiquetado “7-8” y que lo abro delante del tipo. Lo mismo, uno solo. Y caí en cuenta que sólo traerían un solo DVD donde debían de venir dos. Según la caja y lo que me digan deberían de venir dos.

Sin hallar solución ni satisfacción garantizada, me fui a buscar más títulos por 40 pesos y nada tampoco. Decidí que me devolvieran el dinero. Me indicó el joven que por sistema no se podía.

Amarrado estuve hasta que miré a otro joven con uniforme que andaba por ahí. Era el subgerente que no se había dado cuenta que había un cliente que no estaba satisfecho y que estaba criticando, con cierta voz alzada los servicios de calidad que Blockbuster entregaba (o trataba de).

No hago más largo el cuento. De manera milagrosa sí hubo manera para que me regresaran mis cuantiosos 40 pesos.

El punto es, Blockbuster no me dio satisfacción garantizada. No me hizo la garantía de manera explícita. Los DVD’s, no sé, estaban marcados de manera equivocada, no sugiero dolo ni nada, sólo eso, mal marcados y que por eso me guiaron mal en mi decisión de compra.

Cada DVD, de querer yo comprar la temporada completa, serían 47 pesos. Yo estaba creyendo comprar dos por 40 pesos. Nada mal, pero tampoco la superganga mundial.

Así las cosas no me llevé nada.

El motivo de esta discurrencia es airear mis pensamientos acerca de las circunstancias de servicio de una franquicia en una ciudad mediana del centro del país que no tenía línea siquiera para cobrar tarjetas. Que de alguna manera no había manera de que yo comprara el producto que yo deseaba. Y que al parecer no había modo de regresarme el importe y que tuviera yo que preocuparme de encontrar algo que sí me satisficiera, como si fuera cualquier tipo de cliente indiscriminante, que desgraciadamente no lo soy.

Así las cosas, salí de ese Blockbuster, molesto por partida doble. Por no haberme garantizado la satisfacción. Por haberme hecho perder mi tiempo. Me hubieran regresado el dinero a la primera.

Ninguno de los clientes me hubiera escuchado todo lo que dije acerca del servicio y de la calidad y el concepto de cliente satisfecho de haberme devuelto rápido mi dinero.

Había que protestar por pequeña que pareciera ser la causa de la protesta. Había motivo y eso era suficiente. Hoy 40 pesos, mañana un Wii de tres mil o cuatro mil pesos.

Blockbuster es una empresa gigantesca. Que si bien ahora tiene problemas por las compañías de renta de videos en línea, y por las tendencias que apuntan a que un día, en menos de diez años, si sigue aumentando el ancho de banda que llega a las casas, llegarán tus películas de video a tu TV por la red misma.

Sí, Blockbuster siempre ha sido gigantesca desde tiempos inmemoriales. En alguna parte supe que tenía ingresos anuales cercanos a los 10,000 millones de dólares. Y que de esa lana, un tercio de sus ingresos era por ¡multas a personas que no devolvían las películas a tiempo! En esta misma ciudad en ese Blockbuster, un futbolista ha pagado multas de hasta mil pesos por no regresar una película. Mil pesos así como si nada…

Pero para mí sí son algo 40 pesos.

Me salí de esa tienda con las manos vacías. Sin poder ver a Ricardo Tubbs ni a Sonny Crockett hacer de las suyas, en esa Miami del vicio. Sin saber más del vicio de Miami. Sin poder ver la arquitectura neo-deco de la que está poblada Miami. Sin ver los Everglades. Ni a los latinoamericanos malditos que envenenan a los pobres norteamericanos con drogas de todo tipo. Sin poder pensar en las cortinillas que tan hábilmente arreglaron los de VH1 como comerciales de ese programa durante el tiempo en que los transmitieron.

Sin poder ver la moda. Sin poder mirar a las mujeres doradas como espigas. Ni al sol de Miami. Ni a las playas de Miami. Ni a la escoria de la tierra que vaga por esa ciudad.

En fin.

Pero me regresaron mis 40 pesos.



lunes, noviembre 05, 2007

TÚ eres LA marca, LA marca eres TÚ

Con eso de que tengo acceso a una muy buena biblioteca universitaria y siempre ando a la caza de novedades específicas para mis ambientes en los que transito, llámese organizaciones (enfoques en duración y en el cambio en sí de las mismas), consultoría interna, las siempre eternas ventas, la constante (constante en sí y de constante necesidad) de las innovaciones y agentes de cambio, y bueno, todo eso que de alguna manera va permeando la mente de uno, enfocándola o redirigiéndola a circunstancias un tanto diferentes.

No es que se nos haya caído una venda de los ojos, pero hay cosas verdaderamente notables que no podemos dejar de reparar en ellas.

Ah, y ya sé que es materialmente imposible estar leyendo más de un libro a la vez. Bueno, más de cuatro libros, okay, lo acepto.

Por ejemplo, hace poquito me aventé el libro de No Logo de Naomí Klein. Este es un libro algo depresivo, la verdad. O deprimente.

Naomí Klein es una norteamericana-canadiense muy activa. En alguna parte le agarró el rollo a la onda de investigar las marcas y como trabajan. Sí, las marcas de ropa, de tenis, de productos, de todo lo que se te ocurra. Las marcas.

Para esto hay que reconocerlo hace un trabajo bastante extenso producto a su vez de una investigación muy extensiva al respecto. Viajó por todo el mundo para ver que estaba pasando.

El punto de las marcas. Es interesante como un emblema en una ropa la hace más cara. Un emblema que significa algo. Un algo al que queremos poseer porque nos hace distintos, o iguales, si preferimos verlo así. Que nos da una identificación frente al mundo. Tal vez una marca es un amuleto. Tal vez es nos da un poder. Si el comercial de Diesel o el de Levi’s es tan imponente, usar algo de ellos me da el poder que ellos muestran. No importa que no haya el contexto de las chicas anglosajonas. No lo capto, si uso esa marca soy anglosajón yo mismo. Todos somos Levi`s. Todos somos Niké. Todos somos Diesel. Todos somos Starbucks. Todos somos Microsoft. Todos somos Tommy Hillfiger.


Digo, es riesgoso en ocasiones concluir opiniones al respecto de asuntos muy espinosos. Por decir, primero que nada no pongo en duda los descubrimientos de Klein. Es harto sabido que Nike fabricaba su ropa deportiva y zapatos tennis en las llamadas sweatshops o talleres de sudor, algo así. Es decir las fábricas que están en Filipinas, Tailandia, Vietnam y puntos circunvecinos. Gente que trabaja en condiciones muy difíciles y cuyos sueldos que les pagan por hacer esos zapatos tennis por cada uno, tendrían que hacer decenas de esos tennis para que al cobrar pudieran poder pagar uno que ellas mismas hicieron.

Tal vez no serán condiciones infrahumanas, pero se acercan.

Pero Nike tranquilamente afirma que ellos no son los responsables. Que ellos no tienen empleados, que ellos no tienen fábricas ultimadamente. Que ellos sólo son la marca y que ellos encargan a fábricas terceras a que les maquilen sus zapatos tennis y demás de ropa deportiva. O sea, Nike, no fabrica nada. Todo se lo hacen. Al ponerles su marca, ya son Nike. Antes no.

O sea, Nike no es culpable de tener a esa gente infrapagada. Entonces, ¿quién es? ¿Nosotros, la gente que compra eso? ¿Qué de alguna manera leíste y te creíste el Swosh! O el Just do it! Digo, ese es el punto. Por perseguir la marca nunca quisiste ver donde estaba la tienda original.

No se trata de que nos rasguemos las vestiduras. O de que culpemos a las marcas de el desastre económico, ecológico o el de todas las desgracias de la humanidad.

Ellos responderían, nosotros sólo somos empresas que buscamos ganancias. Profits para nuestros accionistas. O dirán, el que esté libro de pecado que tire la primera piedra.

Mi primer empleo formal en mi área en que me desarrollé fue en sistemas en la extinta Cigarrera La Moderna, (que ya no existe porque la compró British-American Tobacco) y jamás fumé. Y sabía del peligro que es el cigarro en las personas. No estaba ignorante del hecho. Pero ellos me dieron trabajo, ¿soy culpable por asociación delictuosa por colaborar con una empresa que a sabiendas de lo que vende, contribuye a la muerte de no sé cuantos miles de personas al año en México por fumar?

Me regalaban 10 paquetes de cigarros cada quincena que yo regalaba más adelante. Nadie en esa oficina de sistemas tenía encendedor ni cerillos, cosa curiosa.

Todos somos Marlboro. Todos somos Donna Karan. Todos somos Prada.

Y cada tanto te regalaban un folleto en el que te reafirmaban los beneficios que la industria tabacalera prodigaba sobre el país.

Era hipertendencioso. Medias verdades y medias mentiras. Pero a nadie le preocupaba. Nadie se ha de acordar tampoco. Nadie iba a renunciar por ello, ¿verdad?

Es como trabajar en una Cervecería. Sabes que hay zonas marginadas en las que en cada calle hay dos o tres depósitos (lugares donde se vende cerveza, no exactamente una licorería) que en el colmo de la eficiencia, están abiertos en la tarde los domingos (hay lugares en los que la cerveza sólo se vende hasta las 5 de la tarde).

Y por algo existe el SanLunes. Y recuerdo haber visto personas alcoholizadas en una tarde de domingo. Y veo los titulares de los periódicos en los que se hace notar que el alcohol y el volante no se mezclan. Pero como insisten en hacerlo.

Y la gente no renuncia a Cervecería. Digo, puede ser perturbador, pero no mucho.

Y la gente sigue comparando al alcohol como una droga similar a los narcóticos. Y se preguntan de pronto cuanta gente mata la mariguana, cuanta gente mata el tabaco, los psicotrópicos en general. La pornografía incluso. Y no que esté propugnando la mariguana, pero el alcohol sí que mata gente. Y el tabaco, y no me lo podrán negar.

Y la gente no renunciará en masa el día de mañana ni a la Cigarrera ni a la Cervecería.

La sociedad ahí ha mostrado su tolerancia. Sin saber exactamente porqué.

El libro de No Logo cuenta otras cosillas por ahí. Sabrán que nadie en cantidad lee libros por ahí.

Por decir, que también se ha acusado a Disney de lo mismo que a Nike. Que contrata a personas en Haití a salarios irrisorios. Y ellos aducen que no tienen personal en Haití. Y eso es cierto. A Microsoft. Que ellos benefician sólo a los primeros empleados, los legendarios primeros millonarios. Que a los demás los contratan a través de terceros para que no puedan desarrollarse bajo la égida de Microsoft, precisamente y pueda ser sencillo de remover esa planta de trabajo sin que les afecte en prestaciones. Que UPS realiza cosas similares al contratar personal emergente para que cubran horarios no pico y lo mismo, para que no queden más que como empleados de medio tiempo. Aunque les falten pocas horas a la semana para serlo.

Que Starbucks lo que busca es saturar una zona de cafés. Verificar cuales son los que tienen mayor afluencia. Apretar a la competencia lo más que pueda. Que la competencia reviente y caiga. Aunque se lleven de encuentro a sus propios establecimientos. ¿Qué importa?, los locales son de ellos mismos.

Los Simpsons ya lo sospecharon alguna vez, en uno de sus episodios (le tengo que preguntar a mi hijo cual… ya me dijo, fue en el que Homero entra en la Marina, en la temporada nueve) esta familia amarilla entra a un centro comercial donde todas las tiendas son Starbucks. Todas. Bueno, había unas que decía “Próximamente Starbucks”.

Algo así me parecía que podía pasar con los Seven Eleven en Monterrey, o los Oxxos. Se trata de obliterar a la competencia con puro músculo. Algo similar a lo que pasa en la película Tienes un E-Mail en el que la gran librería destroza a las pequeñas. Aquí también pasó, los supermercados y Sanborns aplastaron a las librerías. Puede ser que hayan faltado lectores, pero no negaremos que estos dos hicieron su buena contribución.

Dice el libro de Klein que Starbucks incluso compra los contratos de renta de los cafés de alguna calle importante para establecerse ellos. Que muchas veces lo han logrado.

Que esa saturación de Starbucks ayuda a la marca a establecerse como omnipresente.

No lo había visto de esa manera. El poder de esta gente es impresionante. Ven un mapa y ven oportunidades de establecerse. Pero el costo social, esa es la pregunta.

Es como no querer en ocasiones preguntar a esa gente linda y bonita que te atiende, cuales son sus sueldos, prestaciones, horarios.

McDonalds en USA es similar. Se dice eso, que estas compañías son también conglomerados de bienes raíces inteligentísimos.

Tengo un conocido que si le comento todo esto me mirará con ojos entornados. Me dirá varias cosas.

Una, si tú fueras empresa, harías lo mismo. Serías sólo marca, de ese modo sólo venderías. Buscarías maximizar las ganancias de tu empresa, pues son para tus accionistas que para eso te debes. Que allá afuera es una guerra, que si no comes, te comen. Que las personas pueden elegir donde trabajar, que si eligen esos trabajos infrapagados, es por su elección, que no hay cadenas que los detengan, que no son esclavos. Que si hay países que permiten la mano de obra infantil, es porque de que otra manera le llevan dinero a sus casas. Que la alternativa es que esos niños se prostituyan en la calle o alternativas peores.

Eso diría mi conocido que un día hace años, comentando el asunto, lo veía todo con claridad y con lógica. No es correr personas, es sólo re-eficientizar a la empresa. Downsizing, reingeniería, rightsizing, outsourcing. Palabras que estuvieron de moda. Palabras que miles de personas aprendieron a temer.

Palabras que se entienden perfectamente.

Y todo está relacionado y el libro de No Logo no propone soluciones, quizá haya sido suficiente con reforzar la denuncia. Pero un artículo que leí sobre el libro en el semanario británico de The Economist apunta a lo contrario, que las fábricas extranjeras serán lo único que harán salir de la pobreza a esos países. Que Klein escribe como niña de secundaria idealista. Ahí es donde no estoy en desacuerdo con Klein. Ella investigó y definitivamente hay algo que huele mal en todo el mundo.

Desde esos lugares que sencillamente se aprovechan de la necesidad humana aduciendo excusas pueriles, hasta el mismo Wall Street aplaude cuando se entera que una organización pasa por una reorganización severa y le disminuye la planta laboral.

Hay algo perverso en este mundo. De alguna manera es notable como es que el mundo está de cabeza. Yo estuve en esos ambientes en que se decía a cada rato que iban a despedir gente allá por 1990 en mi empresa manufacturera en la que trabajaba. Éramos 120 al principio, luego 70, luego 50, luego 23 y luego ya me fui. Eso sí, al momento que veías las caras del miedo. Cada cara, una familia de tres personas más. Y eso sí, en navidad, no podíamos irnos temprano porque había que rezar el rosario. Muy cristianos. Su revista corporativa se llamaba “Nuestra Gente”. Ahora esa empresa la compraron los argentinos.

Y no soy socialista. Creo en la producción legítima de capital. Creo en que la gente se debe de beneficiar de lo que se reúne para hacer. Que hay personas que ponen su capital en riesgo y otras también se arriesgan a trabajar para engrandecer ese capital. Pero muchas ocasiones algo no conecta de manera correcta.

Por eso, ¿y la gente?

¿Qué se reacomode sola? Muchos podrán, pero muchos no.

Por algo sabía que No Logo era depresivo. O deprimente. O ambos.

¿Soluciones? ¿Formar parte de eso? ¿Estar en contra? ¿Meditar? ¿Negarse? ¿No comprar nada? Tampoco lo sé. ¿Resistir? ¿Fluir con el mundo? ¿Protestar? ¿Ser parte de ellos? ¿Ver TV? ¿Ver los comerciales? ¿Los panorámicos? ¿Los anuncios? ¿Los banners? ¿Los…?

Todos somos Calvin Klein. Todos somos Dolce & Galbana. Todos somos Corona. Todos somos…