Blog posiblemente considerado como de un tema de tono aparentemente más bien ligero, pero démosle cierta seriedad a las cosas ligeras, y démosle cierta ligereza a las cosas serias.
Busquemos el zen en el zeitgeist. Equilibremos.
Algo tenía o tiene el Silver Surfer que siempre me ha fascinado. Supuestamente es el que más le fascinó a Stan Lee cuando lo creó, allá en su guarida de Marvel.
Sabremos que Stan Lee fue el cerebro básico de la creación de cientos de héroes que pueblan Marvel (Y que acabo de verlo hace unos minutos haciendo un cameo de segundos casi al final del episodio de hoy de Heroes, es el conductor de autobus que va a trasladar a Hiro a Las Vegas). Que Marvel es una de las dos casa principales de comics de los Estados Unidos, Hulk, Spiderman, X-Men, Daredevil, Blade, Elektra y todos esos.
Que la “otra” es DC Comics, la casa de Superman, Batman. Green Lantern, Justice League, Wonder Woman y demás. Que ambas son sedes de las principales casas de comics industriales de los EU.
Que otra importante puede ser Image, con Spawn, por decir. Que está también Dark Horse, más pequeña, pero muy significativa con 300, Sin City y Hellboy, para que me entiendan.
Que él, Lee, tenía a un cuate que se llamaba Jack Kirby. Que si la esencia del personaje es de Stan Lee, no bastaría tal si no fuera por la majestad proyectada por los trazos de este.
Así las cosas, el Silver Surfer surgió casualmente, como una especie de coda agregada a un tema ya establecido con rumbo, destino y todo.
Corría el año de 1966.
Los comics de la “otra” casa de por entonces nos pueden parecer insulsos, ¿los han leído alguna vez? (tal vez insulsos pero con cierto encanto). Historias lineales, metódicas, sencillas, sin muchas emociones, sin ironías, sin pasiones, sin sabor, quizá por la autocensura que hubo diez-doce años antes, en 1954, por culpa de la sobrerreacción en contra de la violencia de otros comics, visto desde un contexto de vioencia juvenil, ascenso del rock and roll, películas de James Dean y Marlon Brando de rebeldes e indiferentes, todo contribuyendo a que había que ser obediente y cobardemente las editoriales de comics se pusieron su bozal sólos.
Superman no salía de derrotar siempre a Lex Luthor, de evitar a Luisa Lane; Batman no salía de siempre derrotar al Joker, al Pingüino y de evitar a la Catwoman (no querré reparar en patrones de conducta curiosos por ahí). Siempre cubiertas sus identidades, las historias no eran exigentes porque no había lectores exigentes. Así de sencillo. Los temas eran finalmente, terrestres, todos bajo este delicioso cielo urbano azul puro y profundo (si dudan de esto es que no conocen el cielo urbano azul y profundo de Pachuca, a 2200 metros a nivel del mar, que es el que me toca, ¿eh?).
Pero ya estaban pasando cosas en Marvel. Había una especie de tantear cuales podrían ser los límites de expresión en cuanto a temática, y no hablo como los especialistas europeos como Umberto Eco (Apocalípticos e Integrados) o Roman Gubern (El Lenguaje de los Comics) que siempre me han parecido que ven a los comics y a los superhéroes en términos de temas de definición de semiótica de negocio con intenciones ocultas, de muestra evidente de ideología fascista y de rasgos de psicología nacional a analizar a profundidad, explorando motivaciones escondidas para dizque justificar agresiones (como señal de caracter nacional) y hacerlas aceptables sutilmente a los lectores de esos comics, como si toda una nación entera fuera lectora, bueno fuera, dirían las editoriales, y peor aún, proponiendo que existe una nación de lectores sin discernimiento, y encima encima encima, todo lo anterior a ser expuesto a partir de lo que dicen y expresan humildes cuadritos tras humildes cuadritos.
En mi, también humilde, caso todo esto es revisado o comentado a un nivel más de un sencillo y simple lector que se concentra en lo que entrega este tipo de literatura fantástica, en los límites , o más bien, reconociendo los límites, de lo que estamos hablando, finalmente entretenimiento llano, lleno de emociones tan válidas como las que entrega el cine o la literatura (pienso en por decir Charles Dickens, que publicaba sus historias por entregas, y bueno, todo esto me hace que tenga que agregar: toda proporción guardada).
El caso de Los Cuatro Fantásticos ya se habían cansado de pelear con el malvado y antisocial del Dr. Doom y demás. (Esto se reflejaría menos de un año después cuando en un número fantástico, el número 50 de Spiderman, considerado como la mejor portada de los comics, éste renunciaba a ser superhéroe. Se había encontrado con sus propias limitantes, tanto de fuerza, de propósito como de caracter, habían matado a Gwen Stacy, su novia de entonces de manera brutal y sin sentido, y no exagero, así fue tal cual).
Pero Stan Lee y Jack Kirby, quienes nos atañen estaban en eso. Llega el número 48 de The Fantastic Four.
Y la leyenda fue así:
De golpe y porrazo presentan a Galactus, un ser de más allá de los confines del Universo, y al Watcher, un ser fuera del tiempo, imparcial aparentemente. Y la cosa se torna cósmica de pronto. Esta fue la señal para que los comics se atreviesen a salir con historias que empezaran a lindar con la filosofía y las preguntas sin respuesta de una tierra atribulada (de acuerdo, nada como para figurar académicamente, pero ¡qué diablos! Aún con el medio del comic trivializado como se le tenía, y tiene, son avances definidos, créanme).
El Silver Surfer aparece en la Tierra primero que nada. Observa el planeta y dice algo así como que está genial como bocadillo para su amo Galactus. Lo llama a través de los vacíos estelares y consigue que el Gran Glotón venga en camino.
(Nótese la tabla de surf, como que… incongruente, ¿no? Es decir, ¿para qué alguien querría una tabla de surf en el espacio? Pero se ve cool, la verdad. Se dice que el Silver Surfer es un producto más de la contraculturalidad de los años sesentas. Su tono pacifista e idealista era como se quería que debieran ser las cosas en medio de tanto caos y desconcierto, frutos de la Guerra de Vietnam, de la lucha de los Derechos Civiles, de la incertidumbre generada a partir de las ideas acerca lo que la contaminación generaba en el medio ambiente y por la caída visible de los estándares de vida en los centros urbanos de los Estados Unidos.
Por eso la tabla de surf. Era lo que estaba de moda en los EU a mediados de los sesentas, representaba libertad, energía, juventud, desafío, y lo impresionante es que se pudo trabajar con algo así, y tal cual fue aceptado por todos, por más incongruencia visual.
Se trataba de actos de fe.
Como ese de aceptar que un cuadro dibujado de comic sea una escena primero que nada, y después, que entre escena y escena suceden eventos, hechos, situaciones. Y lo mejor, que el lector avezado puede llenar ese espacio-abismo en blanco que existe entre cuadro y cuadro, que se llama gutter, logrando que el lector lo pueda llenar en su imaginación de manera secuencial. Esa es la esencia de leer comics.
Por eso el comic es conocido como el arte secuencial. El comic ha sido declarado heredero mismo de los códices aztecas, del Tapiz de Bayeaux. La historia narrada a través de viñetas con un sentido secuencial. Un medio como el mismo cine. Escenas tras escenas tras escenas. Del storyboard a la película, del storyboard al comic.
Similar al hecho de leer palabras tras palabras como estas para formar en nuestra mente imágenes a partir de sus frases. Y a partir de un cúmulo de frases poder formarse emociones, cuadros de escenas, finalmente acción y a partir de ahí asimilar, comprender, identificar conflictos, escenarios de pasiones, de tribulaciones, de resoluciones y demás.
Lo que separa el leer comics de leer libros son sólo los dibujos. Y ultimadamente ¿hay algo de malo en eso? Y esa es ooootra historia.)
Siguiendo con el comic Los Cuatro Fantásticos (que se llama algo así como La Llegada de Galactus) estos se dan cuenta de lo que viene y obvio, se ponen a trabajar. Se dan cuenta que no pueden ellos sólo contra Galactus.
Galactus es un gigante inmenso (ahi les encargo la ley de gravedad). Vestido de morado con un yelmo como con barras al lado de manera simétrica en ángulo. El que sea humanoide de ojos claros no es novedad, no nos fijemos en ese detalle. Nadie le puede hacer nada. Tiene que construir una planta extraña llena de artilugios desconocidos para la humanidad, destinada a la extracción de toda la energía terrestre. No hay nada que pueda interferir con él. Los seres humanos, aún los héroes, son sólo hormigas para él. De alguna manera la clave para salvar a la Tierra está en el mismo Silver Surfer.
Él, entre tanta pelea y escombro (la ciudad de Nueva York se encuentra una vez más en el campo de batalla, tanto era así la cosa en el mundo de los comics de los años sesentas que Marvel hasta luego hizo un especial sobre la compañía que se encargaba de reparar los edificios, calles y transportes destrozados después de tanta cruenta batalla de superhéroes), toma contacto con una mujer ciega que le enseña lo que es la compasión y la humanidad que hay pues, en la humanidad.
(Esto no debería de sorprender, como toda creación de artista, siempre se busca dejar clara la posición de él mismo en su propia creación, de manera velada o de manera directa: el que la chica ciega lo haya expresado y que el Silver Surfer lo haya aceptado demuestran los ideales políticos de Stan Lee en los sesentas, que como dije, son eso, ideales.)
Él se vuelve por primera vez contra su amo. Galactus lo desprecia. Lo amenaza. Los seres superiores no se preocupan por las hormigas ni por el hormiguero, dice Galactus. El Silver Surfer inútilmente ataca a Galactus. El Silver Surfer casi derrotado le indica a los Fantásticos que la posible solución está en un arma guardada en el Inframundo, el Último Nulificador, something like that.
“¡Mundos dentro de mundos!”.
(Esa es la frase genial de Stan Lee que utiliza para titular el siguiente u otro de los números siguientes. Éste cuate, ¡qué barbaridad! mis respetos en cuanto a títulos, debieran de conocerlos, hay grandeza, solemnidad, magnificencia. Un ejemplo: después de tantos años todavía recuerdo uno que dice: “¡En esta Tierra Torturada…!”. Sólo me queda decir ¡Fantástico!)
La antorcha (¡Llamas a mí!) se ofrece y va por ella. Justo a tiempo la consigue y con ella amenazan a Galactus. Lo podrían destruir, pero no lo hacen, él lo sabe. Galactus derrotado por vez primera, se retira. Pero antes castiga al Silver Surfer y lo priva de la posibilidad de salir de la Tierra.
Tal como en la vida real, aquí no hay un fin definitivo, todo queda en un “¿Qué pasará?”
(Hay otro punto aquí. Los narradores excelsos siempre saben que en la literatura lo que importa son los conflictos. A nadie le interesa saber más allá de lo que pasa dentro de un “vivieron felices para siempre”, lo que pueda suceder a partir de esa frase es más bien un anticlímax. No hay conflicto en la felicidad, por eso ni indagar por ahí.)
Esta corta narración-resumen anterior ocurrió en sólo tres comics, los números 48, 49 y 50 de Los Cuatro Fantásticos que salieron en 1966. Juntos los tres números sólo abarcaron 47 páginas.
No es cosa trivial ni sencilla. Digo, podrán menospreciar estos temas con un sencillo ademán indiferente de sus dedos, pero de todo este rollo de comics luego con el tiempo derivaron en juegos de video, antes fueron tímidamente sólo camisetas y figuras, luego películas y podemos ver que el ciclo del merchandising comienza otra vez por ejemplo ahora mismo. Eso representa cientos de millones de dólares.
A veces hay un desprecio de inicio a estos temas, pero si nos damos cuenta de cuanta lana hay en todo estos asuntos, nos sorprenderíamos. A menos que ya lo demos por sentado y ni siquiera le dediquemos un pensamiento a ello.
Digo, una película como Spiderman 3, en su estreno consiguió algo así como 100 millones de dólares. Eso en pesos mexicanos es 1,100 millones de pesos. Es una décima parte de todo un presupuesto anual de un estado promedio en esta hermosa república mexicana.
Una peliculita de 120 minutos de duración que sólo estará en la historia del cine por el dinero que necesita para empezar a generar ganancias, que es algo así como 800 millones de dólares. Que desaparecerá del mapa de lo que es noticia en sólo dos meses.
Ya nadie se acuerda de Spiderman 3 más que los niños, adolescentes y fanáticos. La demás gente está lista para la siguiente cosa. Me queda claro que lo mismo sucederá con la película de los Cuatro Fantásticos y el Silver Surfer (El nombre correcto de ella sería Los Cuatro Fantásticos y el Ascenso del Silver Surfer, digo, aceptando la dudosa e incorrecta mezcla de español e inglés y el título quedando saería larguíiiiisimo). Nadie se acordará de ellos.
(Yo por mi parte ya compré una gelatina Jell-O con la imagen correcta).
No, el origen de estas cosas, esos cuadernitos de papel de mediana calidad unidos con grapas, llena de cuadritos con monitos, y que cuando los tuviste de pequeño tú madre probablemente los tiró a la basura y tú probablemente no los extrañaste hasta dos meses después, son parte inicial de un meganegocio. Que tiene sus reglas, su filosofía, su esencia y forma. Que tiene un reflejo importante en la vida de las personas. De acuerdo, de ciertas personas.
No es lo único que pasa fuera del radar de la percepción de la gente.
Ya ni recuerdo las cifras que leí allá por 1994. Supuestamente la película del Rey León en aquellos años reunió una cantidad de, digamos, 40 millones de dólares en el fin de semana de estreno. Y por las mismas fechas el juego de video de la versión de por entonces de Street Fighter, vendió en su propio primer fin de semana, alrededor de, en proporción, 54 millones de dólares. ¡Más que el Rey León!
La prensa se dedica a darle siempre loas a la película (pero casi siempre como evento, las cualidades estéticas de la película como película en sí, de parte de los posibles críticos que todo periódico que se respete debe de tener, están enterradas debajo de las páginas de publicidad de la película, lo que se resalta principalmente de manera esquizofrénica es el evento en sí del estreno de la misma ya que como es simultáneo prácticamente en todo el mundo, se separa del hecho de que todo es sólo y resalto, sólo, una película a ser considerada por sus características como obra y no como medida proporcional a su presupuesto de promoción).
Pero Stan Lee y Jack Kirby, quienes nos atañen estaban en eso. Llega el número 48 de The Fantastic Four.
Y la leyenda fue así:
De golpe y porrazo presentan a Galactus, un ser de más allá de los confines del Universo, y al Watcher, un ser fuera del tiempo, imparcial aparentemente. Y la cosa se torna cósmica de pronto. Esta fue la señal para que los comics se atreviesen a salir con historias que empezaran a lindar con la filosofía y las preguntas sin respuesta de una tierra atribulada (de acuerdo, nada como para figurar académicamente, pero ¡qué diablos! Aún con el medio del comic trivializado como se le tenía, y tiene, son avances definidos, créanme).
El Silver Surfer aparece en la Tierra primero que nada. Observa el planeta y dice algo así como que está genial como bocadillo para su amo Galactus. Lo llama a través de los vacíos estelares y consigue que el Gran Glotón venga en camino.
(Nótese la tabla de surf, como que… incongruente, ¿no? Es decir, ¿para qué alguien querría una tabla de surf en el espacio? Pero se ve cool, la verdad. Se dice que el Silver Surfer es un producto más de la contraculturalidad de los años sesentas. Su tono pacifista e idealista era como se quería que debieran ser las cosas en medio de tanto caos y desconcierto, frutos de la Guerra de Vietnam, de la lucha de los Derechos Civiles, de la incertidumbre generada a partir de las ideas acerca lo que la contaminación generaba en el medio ambiente y por la caída visible de los estándares de vida en los centros urbanos de los Estados Unidos.
Por eso la tabla de surf. Era lo que estaba de moda en los EU a mediados de los sesentas, representaba libertad, energía, juventud, desafío, y lo impresionante es que se pudo trabajar con algo así, y tal cual fue aceptado por todos, por más incongruencia visual.
Se trataba de actos de fe.
Como ese de aceptar que un cuadro dibujado de comic sea una escena primero que nada, y después, que entre escena y escena suceden eventos, hechos, situaciones. Y lo mejor, que el lector avezado puede llenar ese espacio-abismo en blanco que existe entre cuadro y cuadro, que se llama gutter, logrando que el lector lo pueda llenar en su imaginación de manera secuencial. Esa es la esencia de leer comics.
Por eso el comic es conocido como el arte secuencial. El comic ha sido declarado heredero mismo de los códices aztecas, del Tapiz de Bayeaux. La historia narrada a través de viñetas con un sentido secuencial. Un medio como el mismo cine. Escenas tras escenas tras escenas. Del storyboard a la película, del storyboard al comic.
Similar al hecho de leer palabras tras palabras como estas para formar en nuestra mente imágenes a partir de sus frases. Y a partir de un cúmulo de frases poder formarse emociones, cuadros de escenas, finalmente acción y a partir de ahí asimilar, comprender, identificar conflictos, escenarios de pasiones, de tribulaciones, de resoluciones y demás.
Lo que separa el leer comics de leer libros son sólo los dibujos. Y ultimadamente ¿hay algo de malo en eso? Y esa es ooootra historia.)
Siguiendo con el comic Los Cuatro Fantásticos (que se llama algo así como La Llegada de Galactus) estos se dan cuenta de lo que viene y obvio, se ponen a trabajar. Se dan cuenta que no pueden ellos sólo contra Galactus.
Galactus es un gigante inmenso (ahi les encargo la ley de gravedad). Vestido de morado con un yelmo como con barras al lado de manera simétrica en ángulo. El que sea humanoide de ojos claros no es novedad, no nos fijemos en ese detalle. Nadie le puede hacer nada. Tiene que construir una planta extraña llena de artilugios desconocidos para la humanidad, destinada a la extracción de toda la energía terrestre. No hay nada que pueda interferir con él. Los seres humanos, aún los héroes, son sólo hormigas para él. De alguna manera la clave para salvar a la Tierra está en el mismo Silver Surfer.
Él, entre tanta pelea y escombro (la ciudad de Nueva York se encuentra una vez más en el campo de batalla, tanto era así la cosa en el mundo de los comics de los años sesentas que Marvel hasta luego hizo un especial sobre la compañía que se encargaba de reparar los edificios, calles y transportes destrozados después de tanta cruenta batalla de superhéroes), toma contacto con una mujer ciega que le enseña lo que es la compasión y la humanidad que hay pues, en la humanidad.
(Esto no debería de sorprender, como toda creación de artista, siempre se busca dejar clara la posición de él mismo en su propia creación, de manera velada o de manera directa: el que la chica ciega lo haya expresado y que el Silver Surfer lo haya aceptado demuestran los ideales políticos de Stan Lee en los sesentas, que como dije, son eso, ideales.)
Él se vuelve por primera vez contra su amo. Galactus lo desprecia. Lo amenaza. Los seres superiores no se preocupan por las hormigas ni por el hormiguero, dice Galactus. El Silver Surfer inútilmente ataca a Galactus. El Silver Surfer casi derrotado le indica a los Fantásticos que la posible solución está en un arma guardada en el Inframundo, el Último Nulificador, something like that.
“¡Mundos dentro de mundos!”.
(Esa es la frase genial de Stan Lee que utiliza para titular el siguiente u otro de los números siguientes. Éste cuate, ¡qué barbaridad! mis respetos en cuanto a títulos, debieran de conocerlos, hay grandeza, solemnidad, magnificencia. Un ejemplo: después de tantos años todavía recuerdo uno que dice: “¡En esta Tierra Torturada…!”. Sólo me queda decir ¡Fantástico!)
La antorcha (¡Llamas a mí!) se ofrece y va por ella. Justo a tiempo la consigue y con ella amenazan a Galactus. Lo podrían destruir, pero no lo hacen, él lo sabe. Galactus derrotado por vez primera, se retira. Pero antes castiga al Silver Surfer y lo priva de la posibilidad de salir de la Tierra.
Tal como en la vida real, aquí no hay un fin definitivo, todo queda en un “¿Qué pasará?”
(Hay otro punto aquí. Los narradores excelsos siempre saben que en la literatura lo que importa son los conflictos. A nadie le interesa saber más allá de lo que pasa dentro de un “vivieron felices para siempre”, lo que pueda suceder a partir de esa frase es más bien un anticlímax. No hay conflicto en la felicidad, por eso ni indagar por ahí.)
Esta corta narración-resumen anterior ocurrió en sólo tres comics, los números 48, 49 y 50 de Los Cuatro Fantásticos que salieron en 1966. Juntos los tres números sólo abarcaron 47 páginas.
No es cosa trivial ni sencilla. Digo, podrán menospreciar estos temas con un sencillo ademán indiferente de sus dedos, pero de todo este rollo de comics luego con el tiempo derivaron en juegos de video, antes fueron tímidamente sólo camisetas y figuras, luego películas y podemos ver que el ciclo del merchandising comienza otra vez por ejemplo ahora mismo. Eso representa cientos de millones de dólares.
A veces hay un desprecio de inicio a estos temas, pero si nos damos cuenta de cuanta lana hay en todo estos asuntos, nos sorprenderíamos. A menos que ya lo demos por sentado y ni siquiera le dediquemos un pensamiento a ello.
Digo, una película como Spiderman 3, en su estreno consiguió algo así como 100 millones de dólares. Eso en pesos mexicanos es 1,100 millones de pesos. Es una décima parte de todo un presupuesto anual de un estado promedio en esta hermosa república mexicana.
Una peliculita de 120 minutos de duración que sólo estará en la historia del cine por el dinero que necesita para empezar a generar ganancias, que es algo así como 800 millones de dólares. Que desaparecerá del mapa de lo que es noticia en sólo dos meses.
Ya nadie se acuerda de Spiderman 3 más que los niños, adolescentes y fanáticos. La demás gente está lista para la siguiente cosa. Me queda claro que lo mismo sucederá con la película de los Cuatro Fantásticos y el Silver Surfer (El nombre correcto de ella sería Los Cuatro Fantásticos y el Ascenso del Silver Surfer, digo, aceptando la dudosa e incorrecta mezcla de español e inglés y el título quedando saería larguíiiiisimo). Nadie se acordará de ellos.
(Yo por mi parte ya compré una gelatina Jell-O con la imagen correcta).
No, el origen de estas cosas, esos cuadernitos de papel de mediana calidad unidos con grapas, llena de cuadritos con monitos, y que cuando los tuviste de pequeño tú madre probablemente los tiró a la basura y tú probablemente no los extrañaste hasta dos meses después, son parte inicial de un meganegocio. Que tiene sus reglas, su filosofía, su esencia y forma. Que tiene un reflejo importante en la vida de las personas. De acuerdo, de ciertas personas.
No es lo único que pasa fuera del radar de la percepción de la gente.
Ya ni recuerdo las cifras que leí allá por 1994. Supuestamente la película del Rey León en aquellos años reunió una cantidad de, digamos, 40 millones de dólares en el fin de semana de estreno. Y por las mismas fechas el juego de video de la versión de por entonces de Street Fighter, vendió en su propio primer fin de semana, alrededor de, en proporción, 54 millones de dólares. ¡Más que el Rey León!
La prensa se dedica a darle siempre loas a la película (pero casi siempre como evento, las cualidades estéticas de la película como película en sí, de parte de los posibles críticos que todo periódico que se respete debe de tener, están enterradas debajo de las páginas de publicidad de la película, lo que se resalta principalmente de manera esquizofrénica es el evento en sí del estreno de la misma ya que como es simultáneo prácticamente en todo el mundo, se separa del hecho de que todo es sólo y resalto, sólo, una película a ser considerada por sus características como obra y no como medida proporcional a su presupuesto de promoción).
La prensa en general, insisto, no sabe ni que rollo con estos juegos ni con su industria, ni con sus protagonistas, orígenes, o tendencias. De hecho, muchas ocasiones ignora por decir que el mercado de videojuegos es mayor que el mercado del cine desde hace años.
El boleto de una película de estreno cuesta 11 dólares en Estados Unidos. En México cuesta poco más que la tercera parte.
Piensen en eso cuando menosprecien los comics o los juegos de video. Claro que faltan cientos de circunstancias para que de un comic salga una película épica o memorable como Superman II o Batman Regresa. Pero todo comienza de algo.
Para considerar ya finalmente El Silver Surfer pues, fue el pensamiento de último minuto de parte de Jack Kirby, añadido a Galactus, el Destructor de Mundos (no dudo que su inspiración tenga que ver con Shiva, el dios hindú de la muerte en el Baghavad Ghita, sanscrito, La Canción del Señor, que incluso forma parte de la frase que Robert Oppenheimer, creador de la Bomba Atómica, mencionó cuando vio explotar en Alamogordo, la primera explosión nuclear: “Me he convertido en Shiva, la Muerte, el Destructor de Mundos…”), teniendo como tarea principal ser su heraldo cuya única responsabilidad es ser quien le busca los planetas a ser devorados a causa de su necesidad de energía. Premisas son premisas respetables por más… fantásticas que suenen, ¿no?
¿O sólo Harry Potter, Indiana Jones o James Bond pueden o qué?
Plateado, esbelto, como alguien dijo, el mejor y más caro ornamento que pueda ir arriba de un auto lujoso, así es el Silver Surfer. (bueno, refiriéndose al del cine, claro, también parece una especie de figura de Terminator 2 supersofisticado).
Filosófico, buscador de la verdad, atribulado debido a sus labores del pasado como esclavo y colaborador del terrible Galactus, inseguro sobre sus fines, lleno de resolución cuando se necesita, valiente, tratando de saber lo que es justo, buscador del equilibrio, de lo que es correcto.
Y por otra parte, irónicamente como personaje de comics el personaje del Silver Surfer por más que me agrade, que me fascine, no me funciona. No sé porqué. Es algo curioso. Tal vez me agrada verlo junto con otros, pero yo tengo todavía por ahí muchos comics de él y no todos funcionan. Tal vez se salve la serie de The Infinity Gauntlet, pero esos seis números eran inusuales. Se enfrentaba con el despreciable Thanos. Un gran villano para un gran héroe, sólo así.
Pero cuando era dibujado por el maravilloso Jack Kirby, uff, comprabas lo que fuera de él (murió en 1994, amargado porque Marvel , y muchos de los profesionales de entonces y de hoy piensan lo mismo, le negaba mucho de lo que él sentía que merecía).
Jack Kirby, toda una maravilla. Espectacularidad en movimiento, te hacía creíbles las proezas, veías dinamismo, expresiones, fortaleza, realce a la acción, líneas fuertes, precisas, ubicadas, fluidas, todo lo que vendría a enseñarse después y que aún ahora se busca en un comic. Todo mundo aunque sea para evitarlo debía toparse con él. Es el dibujante que más títulos, portadas y páginas hizo por mes en toda la historia de la industria del comic. Y todavía lo imitan, lo respetan, lo tratan de emular.
Jack Kirby, irrefrenable como lo atestiguan estos dibujos. Si notan la escena seguida del Silver Surfer, sólo vean la parte del detalle de los edificios, tomados desde arriba, por donde caerá éste, después de que Galactus lo tumba con sus rayos. Todos son distintos. Su grado de composición al mostrar la caída del plateado es impactante. Irrefrenable el Rey.
No por nada Roy Liechtenstein lo tomó como punto de partida para su versión de Arte Pop en los sesentas. Y el de Liechtenstein sí fue considerado arte por los powers that be. Y el de Jack Kirby siempre fue menospreciado como sólo arte pulp, mercancía de mercado popular.
Cosas que uno nunca comprenderá por más que conozca, aunque pobremente, de Teoría del Arte, por más que leas y leas.
Y yo no sé que onda con la película porque no la he visto.
Y mis hijos tienen el DVD de la primera película de Los Cuatro Fantásticos desde hace dos años al igual que el DVD de Spiderman 2 y no las he visto tampoco.
¿Qué le pueden agregar a la visión que escribí arriba? Supongo que adivinan cual medio debe de respetar a cual.
¿Ya me expliqué?
Agrego: Algo debe de haber siempre en la cuestión de la transformación del libro a la película. Y por extensión, del comic a la película. Aunque sabemos de la imposibilidad de que se sepa qué significa cada representación de algún personaje de cada medio en la mente de todos (aún sigo escuchando que la primera objeción de hacer un dibujo animado de Mafalda fue el de la cuestión de elegir su voz, cada quién en su pensamiento la ha escucha diferente de seguro, luego llegaron sus dibujos animados y estoy seguro que la mayoría ni recuerda su tono de voz), seguimos soñando con la película perfecta. Y ésta tal vez jamás llegará.
Pero seguimos soñando ese sueño. (Redundancia a propósito).
Y este es el contexto, según yo, del verdadero Silver Surfer.
Como corolario,el mejor nombre en español del Silver Surfer para mí siempre fue el de… El Deslizador de Plata.
Punto.
El boleto de una película de estreno cuesta 11 dólares en Estados Unidos. En México cuesta poco más que la tercera parte.
Piensen en eso cuando menosprecien los comics o los juegos de video. Claro que faltan cientos de circunstancias para que de un comic salga una película épica o memorable como Superman II o Batman Regresa. Pero todo comienza de algo.
Para considerar ya finalmente El Silver Surfer pues, fue el pensamiento de último minuto de parte de Jack Kirby, añadido a Galactus, el Destructor de Mundos (no dudo que su inspiración tenga que ver con Shiva, el dios hindú de la muerte en el Baghavad Ghita, sanscrito, La Canción del Señor, que incluso forma parte de la frase que Robert Oppenheimer, creador de la Bomba Atómica, mencionó cuando vio explotar en Alamogordo, la primera explosión nuclear: “Me he convertido en Shiva, la Muerte, el Destructor de Mundos…”), teniendo como tarea principal ser su heraldo cuya única responsabilidad es ser quien le busca los planetas a ser devorados a causa de su necesidad de energía. Premisas son premisas respetables por más… fantásticas que suenen, ¿no?
¿O sólo Harry Potter, Indiana Jones o James Bond pueden o qué?
Plateado, esbelto, como alguien dijo, el mejor y más caro ornamento que pueda ir arriba de un auto lujoso, así es el Silver Surfer. (bueno, refiriéndose al del cine, claro, también parece una especie de figura de Terminator 2 supersofisticado).
Filosófico, buscador de la verdad, atribulado debido a sus labores del pasado como esclavo y colaborador del terrible Galactus, inseguro sobre sus fines, lleno de resolución cuando se necesita, valiente, tratando de saber lo que es justo, buscador del equilibrio, de lo que es correcto.
Y por otra parte, irónicamente como personaje de comics el personaje del Silver Surfer por más que me agrade, que me fascine, no me funciona. No sé porqué. Es algo curioso. Tal vez me agrada verlo junto con otros, pero yo tengo todavía por ahí muchos comics de él y no todos funcionan. Tal vez se salve la serie de The Infinity Gauntlet, pero esos seis números eran inusuales. Se enfrentaba con el despreciable Thanos. Un gran villano para un gran héroe, sólo así.
Pero cuando era dibujado por el maravilloso Jack Kirby, uff, comprabas lo que fuera de él (murió en 1994, amargado porque Marvel , y muchos de los profesionales de entonces y de hoy piensan lo mismo, le negaba mucho de lo que él sentía que merecía).
Jack Kirby, toda una maravilla. Espectacularidad en movimiento, te hacía creíbles las proezas, veías dinamismo, expresiones, fortaleza, realce a la acción, líneas fuertes, precisas, ubicadas, fluidas, todo lo que vendría a enseñarse después y que aún ahora se busca en un comic. Todo mundo aunque sea para evitarlo debía toparse con él. Es el dibujante que más títulos, portadas y páginas hizo por mes en toda la historia de la industria del comic. Y todavía lo imitan, lo respetan, lo tratan de emular.
Jack Kirby, irrefrenable como lo atestiguan estos dibujos. Si notan la escena seguida del Silver Surfer, sólo vean la parte del detalle de los edificios, tomados desde arriba, por donde caerá éste, después de que Galactus lo tumba con sus rayos. Todos son distintos. Su grado de composición al mostrar la caída del plateado es impactante. Irrefrenable el Rey.
No por nada Roy Liechtenstein lo tomó como punto de partida para su versión de Arte Pop en los sesentas. Y el de Liechtenstein sí fue considerado arte por los powers that be. Y el de Jack Kirby siempre fue menospreciado como sólo arte pulp, mercancía de mercado popular.
Cosas que uno nunca comprenderá por más que conozca, aunque pobremente, de Teoría del Arte, por más que leas y leas.
Y yo no sé que onda con la película porque no la he visto.
Y mis hijos tienen el DVD de la primera película de Los Cuatro Fantásticos desde hace dos años al igual que el DVD de Spiderman 2 y no las he visto tampoco.
¿Qué le pueden agregar a la visión que escribí arriba? Supongo que adivinan cual medio debe de respetar a cual.
¿Ya me expliqué?
Agrego: Algo debe de haber siempre en la cuestión de la transformación del libro a la película. Y por extensión, del comic a la película. Aunque sabemos de la imposibilidad de que se sepa qué significa cada representación de algún personaje de cada medio en la mente de todos (aún sigo escuchando que la primera objeción de hacer un dibujo animado de Mafalda fue el de la cuestión de elegir su voz, cada quién en su pensamiento la ha escucha diferente de seguro, luego llegaron sus dibujos animados y estoy seguro que la mayoría ni recuerda su tono de voz), seguimos soñando con la película perfecta. Y ésta tal vez jamás llegará.
Pero seguimos soñando ese sueño. (Redundancia a propósito).
Y este es el contexto, según yo, del verdadero Silver Surfer.
Como corolario,el mejor nombre en español del Silver Surfer para mí siempre fue el de… El Deslizador de Plata.
Punto.