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sábado, septiembre 30, 2006

Escribo cuentos, para esto dos están en...

...en mi blog compañero que está www.cuentosluisgarcia.blogspot.com, que es el lugar donde iré guardando varios de ellos. Supongo que es válido el agregar de vez en vez comentarios y los mismos textos para ponerlos a siposición de quién los quiera leer.

Creo que es importante exhibirlos, compartirlos y que estén a disposición.

Así que desde aquí iré avisando de lo que se agregue allá...

Respecto a lo de los derechos de autor y demás creo que ya es muy conocido el punto de que estos estan respetados desde el mismo momento en que se exponen desde un medio público como es el de Internet.

Hay por el momento dos cuentos en ese website: Uno se llama "Buscando Doblones" que es una historia que tiene que ver con mucho de lo que rodea los ambientes urbanos modernos de este nuestro país con ciertos tonos fantásticos.

El segundo de "Me Acuerdo..." tiene que ver con un stream of conscience dirigido al tiempo y espacio de los sueños y fantasías desde un punto localizado en Boca de Potrerillos, cerca de Mina, Nuevo León, envuelto en arena, sol y desesperación...

Ya agregaré varios más...

viernes, septiembre 29, 2006

Metrópolis de Tezuka, festín para los ojos

Acabo de ver la película de Metrópolis de Ozamu Tezuka, (llamada Metoroporisu y dirigida por Rintoro, así nomás, Rintoro, de 2001), por el Cartoon Network, ni más ni menos, película que está basada en la película de Fritz Lang, la original Metrópolis de 1927.

¿Por dónde comenzar? Creo que lo haré por la original.

Metrópolis de Lang es de la época en la que las películas eran mudas, pero tomando en cuenta que películas son películas sin importar si tienen sonido o no, se debe de destacar lo que es posible lograr con un derroche en todos los sentidos: de técnica, de dinero y sobre todo de imaginación, y todo en la dosis correcta alcanza a ser una obra futurista ciento por ciento, en la que la utopía se vuelve distopía para finalmente volverse vida como debiera de ser (teóricamente hablando, claro).

Primero que nada, la película original de Fritz Lang es una obra maestra por donde se le quiera ver y que a través de su historia cuenta como el mundo básicamente está dividido en privilegiados, que son los pocos, y en los no privilegiados, que son los muchos (bueno, pensándolo bien no hay nada nuevo aquí), en lo que existe un al parecer equilibrio en que aún y que se aparente la estabilidad y el orden siempre están al acecho los elementos de ruptura ya que las cosas en el Universo no pueden seguir de cierto modo fijo para siempre, conforme las leyes de la Historia sobre los eventos humanos.

Lang nos lanza imágenes tras imágenes, poderosas y equilibradas en su inercia, con los peligros de la automatización in extremis, como cuando aparecen los obreros como grupos de masas informes llegando al trabajo en grandes cantidades para realizar operaciones brutalmente mecanizadas, unos tras otros, entrando y saliendo, todos en procesión uniformados, en filas correctas, al parecer haciendo lo mismo cada quien en cada larga jornada sin detenerse jamás a descansar.

Esto puede afirmarse que es un reflejo de la época ante la desconfianza de la mecanización total industrial que estaba tan en boga desde hacía más de cien años, y que despertaba la alarma en muchísimos círculos intelectuales, de pensadores y de artistas, motivándolos a realizar manifestaciones en forma de crítica o de condena, definitivamente nadie hacía defensa de lo inhumano; de ese modo tenemos a Charles Chaplin que lo haría en 1934 desde su obra de Tiempos Modernos.

Tanto en Metrópolis como en esta película de Chaplin se recurre mucho a mostrar las maquinarias en sí como complejos cuadros plásticos compuestos de inmensos engranes y pistones envueltos de vapor, que vendrían a ser los preludios a lo que el mismo Diego Rivera prepararía en su propio ámbito cuando hiciera los murales para la Ford en Detroit en aquellos años 30’s; y más allá en el paso del tiempo se continuara como una introducción a las Sinfonías Industriales de las que David Lynch nos enseñaría en sus documentales de los 80’s

Estos esfuerzos diversos más que nada son una clara muestra de una especie de fascinación y amor por la máquina exacerbados que tal vez para nosotros en esta época nos parezca un tanto distante y exagerado.

En la película original de Lang aparece una conspiración en la que se trata de crear un robot igual a una hija privilegiada de sociedad para reemplazarla de tal forma que fuese a encabezar una revolución. Se da la rebelión y todo queda a punto de romperse totalmente, el desastre como siempre, llama, hasta que el bien triunfa y el orden se reestablece cuando se decide que las manos (los trabajadores) y el cerebro (las clases privilegiadas) sean unidos a través del corazón (o el entendimiento, el amor y la comprensión), de ese modo la utopía-distopía daría la bienvenida a lo que sería un paso más allá de la normal esclavitud de los hombres por los hombres.

Película llena de detalles y como mencioné, de amplio presupuesto, que durante los años 80’s fue puesta en circulación de nuevo para mostrarse al público con filtros de colores durante ciertas escenas y con una nueva pista musical, arreglada, muy evidentemente agregaría yo, por Giorgio Moroder y encabezada por un grupo de rockers importantes tales como Jon Anderson de Yes y sobre todo, sin jamás disminuirlo, por el gran Freddie Mercury.

Ahora llegamos a Ozamu Tezuka.

Los japoneses son gente de muchos recursos y jamás se les podría acusar de querer mal a sus ídolos. Ozamu Tezuka es el creador de muchos de los dibujos animados que luego fueron a invadir las televisiones vespertinas de muchos hogares en los que había niños.

Entre ellos están Kimba, el león blanco y sobre todo sobre todo, el famoso Astroboy. Al encontrar la fórmula de minimizar las caracterizaciones en dibujos animados de la expresión humana (seguido del uso continuo de ojos grandes en los rostros de los personajes, dándoles una apariencia decididamente occidental) pudieron superar las dificultades técnicas y así concentrarse en la historia. Sus temas fueron siempre una búsqueda de la individualidad por un lado y la lucha por proteger a los desamparados de lo que corresponde a entender como el mal que nos acecha y del que no podemos salir de él solos. Sus temas, son el valor, el coraje, la amistad, y la lucha por la justicia, no poca cosa.

Tezuka jamás paró. Al final de su vida Ozamu Tezuka incluso construyó una historia alrededor de Adolfo Hitler en seis tomos que se llamó precisamente Adolf que si acaso es algo absurda en su premisa, no deja de ser interesante y absorbente. Murió en 1989.

Tanta fue, y es, su influencia que los de Disney Company, esos depredadores de imaginación que embarcan grandes proyectos para niños y grandes y que tienen que reflejarse en subida de acciones y entrega de dividendos, hicieron su propia versión de un león rey de la selva que casualmente se llamó El Rey León (la originalidad mata mata mata), en que un “Simba” luchaba contra enemigos por hacerse rey ya que su padre había muerto asesinado cobardemente, y que tenía por ahí a un mandril como consejero, entre otras cosas (Kimba por supuesto, también lo tenía y antes). Pero los de Disney jamás han reconocido que son ladrones de ideas frente a la evidencia y pues así quedó.

Tezuka dibujó el comic relacionado con Metrópolis allá por la segunda mitad de la década de los cuarentas y se comenta que jamás vio la película original, pero eso no es raro ya que hay creadores japoneses que parten de creaciones para mostrar sus propias visiones. (Nada más por no dejar, ellos sí reconocen que lo hacen.)

Katsuhiro Otomo el escritor del argumento, es el creador de Akira y de las Leyendas de la Madre Sarah (en el que sólo escribe el guión), entre muchísimas historias mas, sobre todo es muy popular en todo el mundo porque creó a Akira, (más de dos mil páginas) la historia de un joven japonés que lucha por sobrevivir de manera un tanto violenta y existencialista en lo que queda de Tokio, o más bien como se acostumbra en estos casos, de NeoTokio. Mezcla de cyberpunk y de filosofía, monstruos, soledad, existencialismo y Apocalipsis, Akira fue un exitazo.

Ahora los dos, Tezuka y Otomo se unen de cierto modo en la película de Metrópolis en la que dan muestras una vez más, de su lirismo y de su increíble potencial imaginativo.

Otomo acaba de terminar hace dos años Steamboy en la que se muestra una historia eminentemente de ciencia ficción en un ambiente victoriano incluyendo campiña inglesa, máquinas de vapor ad nauseaum y sobre todo los impulsos militaristas de los que adolecían las potencias colonialistas de vocación durante la segunda mitad del siglo XIX.

Película para mí incomprensible y llena de detalles bélico-balísticos hasta el exceso, Steamboy no deja un buen sabor de boca, en ocasiones mostrando su poderío en forma de una nave gigantesca que por lo mismo de su tendencia beligerante palidece al compararla por decir con el Castillo Vagabundo de Hayao Miyazaki, la cual es una obra llena finalmente de sensibilidad humana.

Pero el caso de Metropolis no es el de Steamboy. No soy propiamente el adecuado para evaluar anime japonés ya que en mi perspectiva no conozco muchas obras del tema, si acaso las más populares (tal como la Princesa Mononoke, también de Miyazaki, que es a todas luces maravillosa en su compleja animación por un lado, y en su nada común planteo de ideas en el tema de la protección del ambiente para decirlo en su total simplicidad, llegando hasta lo cósmico imponente tomando en cuenta tres puntos de vista equidistantes entre sí) pero lo que sí me puedo atrever a afirmar es que Metrópolis muestra un mundo basado en el de Lang pero de cierta manera y con toda proporción guardada deriva más allá del planteamiento estético de los diseñadores de Lang, que demostraron su respeto por la magnificencia romana, de la cual heredamos ese gusto que tenemos los humanos por los grandes monumentos de los que incluso Hitler, como buen fascista que fue, también quiso dejar ese tipo de huella (como lo han demostrado las maquetas de lo que sería el Nuevo Berlín que sería construido a partir de la victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial, que como todos sabemos sólo se ha podido dar en las historias alternativas de la ciencia ficción del cine y de la literatura) en el universo.

De esa forma la ciudad de Metrópolis en la película es compleja hasta para describir en un párrafo lo bello que son los cuadros realizados en esta película durante los 120 minutos que casi dura, y no se trata de tapar el diseño de una película original de 1926 con uno propuesto en esta época realizado por ejércitos de diseñadores que ahora no solo traen en su mente esa propuesta original urbana post modernista sino las nuevas, sobre todo las de Blade Runner tal como los demuestran los amplios espacios llenos de videos con comerciales de tamaño de un edificio (como están probablemente ahora mismo en la Plaza de Ginza en Tokio, en Piccadilly Circus de Londres, o en el mismo Times Square de Nueva York, todos circa 2006).

Cuadro tras cuadro pasan delante de nosotros que de haber sido DVD la proyección (haciendo honor a como se llamaba el proceso de exhibición de una película) hubiera sido detenido cada dos minutos por un minuto para poder asimilar y captar en toda su extensión lo que nos están proponiendo.

Así el diseño gráfico de los niveles urbanos superpuestos: arriba, la gran y hermosa ciudad donde están los privilegiados, que disfrutan a todas luces (literalmente) de los encantos de la gran ciudad planeada con detalle y con esa magnificencia, pero que de cualquier modo no alcanzan a ocultar que debajo sigue (y seguirá) existiendo la inmensa clase de desposeídos que desean alcanzar una parte de los beneficios que la clase gobernante obtiene. Lo social jamás puede faltar.

Las historias aquí difieren un poco. Mientras la película de Lang se enfoca hacia la lucha de clases evidentemente, la película del Metropolis de Tezuka deriva una vez más hacia el cliché del robot, o del Frankestein, que desea destruir a la humanidad, y que llega a tanto el asunto que se vuelve casi apocalíptica hacia el final, como el camino que demostró con suficiencia el bueno de Akira.

Sin embargo hay amor, hay ternura, hay compasión, pero así también hay desprecio, crueldad y deseo de destrucción. La ambición es humana. La robot más avanzada llega más adentro todavía que los replicantes de Blade Runner, ¿soy humana? Pienso, ¿luego soy de plástico y metal?

Pero antes de que suceda eso nos quedamos con esas imágenes de una ciudad bella, magnífica, sobrecogedora por los amplios espacios (por inhumanos que puedan ser) en los que deambulan sus habitantes junto con robots sirvientes, además de uno que otro robot capaz de hacerse preguntas existenciales, consciente (ya una palabra muy atrevida para ser robot) de la violencia en la humanidad para así querer encontrar humanidad en la violencia.

Muchísimos de los planos de la película de Metropolis de Tezuka están para admirarse detenidamente. En ocasiones miramos callejones y por un segundo nos preguntamos hacia dónde irá tal o cual pasadizo, tal avenida, que habrá en tal negocio, como sería tomarse un café en ese pequeño restaurant al pie de esa gran plaza frente a los monumentos, junto con las palomas, en ese equivalente de Plaza de San Marcos retropostmodernistautópica.

Es tal lo que roba el diseño la película que en ocasiones no nos damos cuenta de algún diálogo, tan ensimismados que estamos en el diseño o perspectiva en la pantalla. EL detalle es fastuoso, como lo diría un famoso crítico, es impresionante cuando vemos como un personaje examina un libro antiguo para después observar como se le pierde una hoja al mismo, la hoja cae en lentitud, como hoja de árbol en otoño, y la pregunta es: ¿cuántos segundos de animación fueron eso que es un simple y sencillo detalle que muchos ni se dieron cuenta?


En otros momentos nos preguntamos como fueron diseñadas tales tuberías, tales conductos industriales, que motores, que procesos habrá debajo de ese vapor, de esa electricidad, de esa nave industrial, de ese horno, de esa planta de energía de esos generadores.

En ocasiones las tonalidades nos recuerdan algo del diseño original de aquella película de El Señor de los Anillos, la versión de 1979 filmada por Ralph Bakshi, que nos dejó asombradísimos cuando la vimos en aquellos años de principios de los 80’s (de la que Bakshi solo alcanzó a realizar la primera parte y que pero por supuesto nos dejó en la confusión total al no poder entender nada de la historia, ya que los libros de la colección de Tolkien, ediciones Minotauro, eran rarísimos y los fuimos a leer sólo hasta años después de la película, claro con lo de la películas recientes, ya ni quién se acuerde de esos tiempos heroicos).

Es cierto, en un momento aparece la rebelión que también apareció en la película de Fritz Lang, una revolución que lleva a la conclusión que mencioné arriba, aquí en la película de Tezuka no, aquí la revolución fracasa y no se vuelve a saber nada de los revolucionarios, huele a traición de alguna parte.

Las esperanzas de los pobres han sido aplastadas sin misericordia. (Un drama de la vida real).

Siempre habrá una atracción para los realizadores de todas partes y de todas las épocas el exponer las desigualdades humanas (por eso existe la narrativa en sus miles de formas e interpretaciones), para eso recurrirán a mostrar en los escenarios más disímbolos y estrambóticos sus penas y sus glorias.

Por fuerza de contraste, los realizadores, la inmensa mayoría pues, nos enseñan lo blanco y lo oscuro, lo bueno y lo malo, lo rico y lo pobre, los absolutos polos que equidistan en el globo terráqueo, pero el mundo ya no es solamente eso (éste planeta dejó la inocencia de sus guerritas limitadas entre Auschwitz y Hiroshima y antes de Vietnam), y de ello estamos ya todos conscientes. El mundo está lleno, más que de blanco y negro, de muchísimas toneladas de toneladas de tonalidades de gris.

Metrópolis de Ozamu Tezuka, un festín continuo para los ojos que en su inmensa mayoría nos dejan con la boca abierta. Donde la substancia se une a lo industrial, en poesías tersas y mecánicas envueltas de melancolía, poco antes de la conflagración que jamás podrá ser final.

En las grandes ciudades del futuro, la sensibilidad y la necesidad de ser escuchados, y sobre todo, el anhelo de ser libre y de la justa necesidad de bienestar, estarán entremezclados para lograr esa vida que a la que aspiramos, a la paz, la tranquilidad y si es posible, la felicidad que cualquier ser humano merece, sin distinción alguna...


Agradezco la colaboración de Sandra Esther García Besnier y de Luis Eduardo García Besnier por sus acertados comentarios y puntillosas observaciones en la elaboración de este comentario.

jueves, septiembre 28, 2006

Sobre la revista Plectros.net y una colaboración en ella

Acabo de publicar un artículo no hace más de quince días en la revista www.plectros.net. Es un artículo que trata acerca de Las Uvas de la Ira y su resonancia en nuestro momento en que vivimos.

Las Uvas de la Ira o Viñas de Ira es una novela de John Steinbeck, de finales de los años treinta del siglo pasado (que solemne se escucha eso del "siglo pasado") que de algún modo habla de la desigualdad de la sociedad del ser humano, y sobre todo, de las pruebas que tiene que pasar para llegar a su ideal de libertad y de prosperidad.

He aquí un link directo:

http://www.plectros.net/rasgos.html#uvas

Si les gusta, excelente, si no, pues... que le vamos a hacer...

De la novela, les conmoverá, les encantará, les impactará, cualquiera de las tres opciones... eso sí, jamás la olvidarán...

domingo, septiembre 24, 2006

El problema de Tenochtitlan. Y el de Technotitlan, claro.



Y yo tengo otro problema. Bueno, es un problema divertido. El caso es que mi blog se llama como mi novela, ya lo he comentado, TECHNOTITLAN: AÑO CERO, pero si vieran la cantidad de personas que llegan a este blog por error, porque quieren llegar a saber algo de Tenochtitlan, más que quieran buscar mis temas, como es el caso de Technotitlan.

Ya me dan pendiente, quisiera escribir algo de la ciudad de los aztecas, fundada en 1325, con la llegada de la última de las Siete Tribus que llegaron de Chicomoztoc en busca de un lugar para fundar su ciudad, donde estaría un águila devorando una serpiente encima de un nopal.

Y que con el paso del tiempo esa tribu de origen nahuatl, llegó a dominar a las demás a través de sus constantes luchas y su muy particular manera de guerrear. Indios que eran aztecas y que desarrollaron una mitología muy compleja heredera de antecesores como eran los toltecas y los teotihuacanos.

En fin.

El párrafo anterior es sólo para que los navegantes que buscan Tenochtitlan y escriben Technotitlan, de perdido encuentren un punto de partida para luego irse a:

http://www.elbalero.gob.mx/historia/html/conquista/tenochtitlan.html

o irse a

http://members.fortunecity.es/kaildoc/tenochtitlan/tenochtitlan.htm



que para mí son suficientes para sus búsquedas…

Porque si hubiera una manera de cobrar a un dólar por cada navegante que escribe Technotitlan en lugar de Tenochtitlan, ya estaría ahorrando para comprar una nueva TV de 31 pulgadas de plasma…

viernes, septiembre 22, 2006

Sobre el aspecto de escribir textos cortos o largos en blogs.

He leído en wikipedia lo que se recomienda para ser un buen “blogger” y ser popular. Una de las recomendaciones puestas por ahí es respecto a que se puede “bloggear” diario (perdón por el barbarismo). Pero si ese fuera el sentido, bueno, este lugar estaría lleno de impresiones mías al respecto de muchísimos hechos.

Hechos de los cuales hay decenas todos los días. De muchos tipos e intereses. De los cuales todos pueden opinar si sí o si no. De hecho como dicen, las opiniones son como las bocas (en su versión original lo dicen de manera un tanto más grosera), todos tienen una.

Por decir, acaban de sacar unas imágenes acerca de la “Cara de Marte”, la que hace años se dijo en los ambientes crédulos que esa imagen, de un rostro compuesto por un accidente orográfico era una prueba inequívoca de que hubo una civilización en Marte y que en cierto modo esa era su huella inobjetable.

El mito siguió o ha seguido por más de treinta años. Muchos lo han dado por cierto, lo toman ya como parte de su canon. Lo dan como una pedrada en la cara de la historia (parafraseando aquella famosa revista “Duda, lo increíble es la verdad”).

Las sondas norteamericanas posteriores de la NASA, han mostrado que la famosa cara no lo es tanto. Ha salido en revistas y demás.

Pero el grueso de la gente interesada no acepta eso, es como si se le plantearan dos tesis acerca de una situación y eligen el más misterioso, es el efecto “cebra” (la gente oye sonido de cascos acercándose, y es como si dijeran que en lugar de probablemente sean caballos apuestan a que deberán de ser cebras).

De hecho nuestros amigos de Hollywood sacaron hace pocos años dos películas sobre la exploración de Marte y en una de ellas, no recuerdo cual, aparece una escena con la imagen de una inmensa construcción en forma de rostro humano, dándole un poco más a lo que podría parecer una esfinge marciana (acabáramos).

Ayer 21 de septiembre, la Agencia Espacial Europea publicó las fotos que una de sus sondas tomó de la superficie de Marte, fotos soberbias de la llamada región de Cydonia, y en ese grupito de imágenes a publicar incluyeron, a manera de comparación supongo, la antigua foto tomada del Vikingo acerca de esa mencionado dizque rostro, la “Cara de Marte”, pero bueno, mi punto es, para qué reforzar lo que no es, si desde años atrás se dijo que ese “rostro” no es más que producto de una combinación de una foto difusa sin mucha resolución y una imaginación más que despierta del ser humano que quiere, desea, anhela, contemplar una muestra más de que hay seres en otros planetas.

Y no es que se dude que haya otras civilizaciones en otras partes, o de que haya habido, o de que pueda haber, pero en Marte, rostros humanos, sin atmósfera, bueno, el que quiera creer, que crea, cada quién su rollo.

Y volviendo al punto inicial, ese es el detalle. Escribir de cualquier tema en cuanto sean textos cortos, y así estar más presente en
www.mtyblogs.com o en www.blogsmexico.com just for the sake of it, más seguido, o ser un poquito más estricto y esperar a desarrollar un tema con más profundidad.

Pero esa sería la pregunta, ¿para qué escribimos esto? ¿El objetivo es la expresión?, ¿el objetivo es el querer destapar nuestra olla de presión de lo que queremos decir?, y más que nada, ¿que alguien pensante allá afuera nos lea?

Que supongo es lo que queremos más que suceda.

lunes, septiembre 18, 2006

Lo que me impresionó de Eduardo...

...obvio, un cliché en una primera línea, por Dios, es su sencillez. Es como si no fuera él y todo lo que me contó en dos horas fuera de otra persona. Él, él, él, no se siente nada diferente de los demás que pudieran estar a un lado, en una banqueta determinada de una cuadra equis en el pueblo de Zumpango, estado de México a medio camino de todo, rumbo o viniendo a o de la ciudad de México, que como todos sabemos, es el autonombrado ombligo del mundo.

Eduardo es una persona que trabajaba como chofer de ambulancia en una clínica del Seguro Social, no recuerdo si de la ciudad de México, o de Cuautitlán o de algún lugar semejante.

Se ve que tiene manos fuertes, se ve que tiene espalda, si acaso no es muy alto, pero eso, como muchas otras cosas de sí mismo no es de su interés probablemente.

Estaba donde lo conocí, tímidamente de manera inadvertida en la casa de unas amistades, él iba a ayudarles a cambiarse de casa. Eso me pareció en principio algo como fuera de lugar. Pensé sin dedicarle mucho tiempo al principio: “tal vez es un pariente, tal vez un amigo, tal vez alguien al que le estaban pagando por hacer el trabajo”. Trabajo que requeriría cierto esfuerzo, cambiar camas, muebles, que no es algo de todos los días, más bien es algo así como de muy muy en vez. Pero había algo curioso en todo el asunto.

Ya luego pregunté a las personas acerca de quién era él, me respondieron “amigo nuestro, de hace mucho, de tiempo de la Cruz Roja...”.

Ah, él, Eduardo, era socorrista. No, más bien, fue socorrista.

Okey. Interesante, seguí con mis cosas de leer, y tratar de no poner atención en su plática cotidiana, que muy interesante y todo que pudiera ser, yo no estaba enterado, en principio porque no era más que invitado que trataba de ser cortés.

Y algo pasó. Empecé a interesarme poco a poco en él.

¿Qué es lo que decide a alguien ser socorrista?

Veamos que hay detrás de ello. Y no es que se trata de inventar un hilo negro en medio de todo esto. Es decir, ha de haber miles de socorristas en todo el país y cientos de miles en todo el mundo... lo que sea. Este señor enfrente de mí, que casualmente tiene mi misma edad, en realidad sólo tres semanas menor que yo, es una persona que pasó muy cerca del concepto de “vida”, cerca de otras vidas, muy cerca.

¿Cuál es la situación de la vida humana? ¿Cuál es el valor de la vida humana?

La gente se muere por todos lados. No es novedad. La gente se muere en un tris. Volteas a un lado la gente se muere, volteas a otro y la persona se salva. ¿Es un gran malabar del cielo? ¿Son las circunstancias las que cargan la moneda de un lado o del otro? ¿Cara es vida, cruz es muerte? ¿Estás o ya no estás? ¿Será el equivalente real diario cotidiano decisivo del to be or not to be? ¿Es el Destino, conjunto de circunstancias elegidas desde el principio por nuestra fecha de nacimiento?

¿O es el ADN, anónimo arquitecto seudomecánico de aminoácidos, combinador y creador de vida? ¿Es Dios, o Buda, o el karma, o el gran Arquitecto del Universo? ¿Es que la llanta cayó en forma caprichosa hacia ti, como en un rewind macabro de la muerte del conductor brasileño Senna? ¿O es que precisamente la llanta, el volante, la viga, el risco, la defensa, el motor, el rin, la ventana, los vidrios o lo que sea, no hayan estado con esos dados cargados, como los Rolling Stones mencionan, dependiendo en contra tuya, o a favor tuyo?


Estás, no estás. Sí, no. Uno, cero. Todo, nada.

Nadie lo sabe por seguro, incontables son las historias de “se salvó de milagro” e incontables son las otras historias, las de que “no se pudo hacer nada”.

Escuchas a Eduardo incitándolo a recordar sus historias que algunas de ellas invariablemente bordan en lo macabro, que aún me dejen inquieto de escribirlas aquí mismo. ¿Una de ellas? La del socorrista al que acompañó en una salida y que al llegar al “lugar de los hechos”, (otro cliché, indudablemente), un Volkswagen impactado contra la plataforma de un pesado camión “tórton”, detenido y sin luces en medio de la carretera, cuyas vigas habían golpeado precisamente contra el chofer y el copiloto del trágico vehículo. Al examinar primeramente los cuerpos, el primer socorrista le tuvo que pedir a Eduardo a que verificara si la persona fallecida, de las dos muertas, tenía una marca en tal parte del cuello. Al comprobar que así era, el primer socorrista rompe en dolor diciendo: “es mi hermano”.

Eduardo lo ve todo con el humo del tiempo, a trasluz en apariencia y sin comprometerse emocionalmente.

Le preguntó lo que se me ocurre y me lo responde todo de manera calmada, lenta, concentrado y enfocado.

Le pregunto por ejemplo tal vez no de manera atinada acerca de cuantas personas ha salvado, lo hago para dimensionar los hechos por más ridícula que pueda parecer la pregunta. Me confiesa que una vez se puso a contarlas, la platica se desvía y a final de cuentas no me dijo nunca como cuantas.

Lo hice para dar una idea aproximada en cuantas vidas intervino. Pudo ser él sólo o él con mas personas, no es eso lo que importa en este caso. Algo así como tú que haces en tus tiempos como hobby, distracción, en tus ratos libres vaya. Yo en mis momentos que me deja mi familia salvo a tantas vidas mensuales, ¿y tú?

Ellos.

Salvan.
Vidas.
De.
Manera.
Cotidiana.

Como si tú y yo que vamos y vendemos gasolina, casas, proyectos, abarrotes, discos, llenamos formas, realizamos trámites, todos los días. Como si tu tuvieras proyectos de jardinería y que los hicieras en tus ratos libres. Ellos salvan vidas, como la tuya o la mía. No es importante la de quién sea, la tuya, la mía, la del gobernador, todas son vidas.

Ellos las salvan. O hacen lo posible de lo imposible para realizarlo.

Este recuento no va con la idea de un reconocimiento en sí hacia la persona de Eduardo, no es eso lo que importa. Ellos, en la Cruz Roja, no lo esperan. Me lo dicen continuamente. Les creo.

Pero es muy probable que sea necesario que la gente sepa de él y de las personas como él.

A veces pasa que damos las cosas por sentado. ¿Un ejemplo? La basura. Sacamos la basura y hay personas que se la llevan a algún lugar que nosotros ignoramos y que en definitiva sabemos que no nos importará. Pero las personas que se dedican a la basura le son importantes a la sociedad o a la comunidad o lo que se quiera denominar al grupo de personas con las que convivimos.

En una historia de ciencia ficción que leí hace muchísimos años contaba la historia de personas que se encargaban de los desechos y que no eran la parte inferior de la humanidad, en lo que a logros se refiere. Tarde que temprano la gente que se dedica a la basura será reconocida como pertenecientes a un gremio que trata con algo importante: con la recolección, disposición, depósito, proceso y tal vez con la recuperación de lo que se puede rescatar de nuestros desechos. Algún día, estoy seguro, serán bien pagados y reconocidos.

¿Por qué hablo de la basura de repente? Porque lo que sucederá con ellos pasará lo mismo con los que se dedican a la vida humana en lo básico, no a repararla, sino a rescatarla en sí misma de sí misma.

Eduardo es taciturno. Trabaja como chofer. Preguntó o más bien trato de preguntar porque las cosas se fueron así. No me lo dice él, sino hasta después que se va me mencionan sus amigos que hubo cambios en la administración de la Cruz Roja local, con el paso del tiempo el equipo se disgregó. La entropía de siempre, todo tiende al caos y a la oscuridad cuando no se tiene la energía para contrarrestar el fenómeno de la decadencia.

Me habían contado que incluso Eduardo había puesto una escuela de socorristas, para mantenerlos al día y de cierta manera certificarlos para ver si cumplían con lo básico. También la escuela desapareció cuando Eduardo salió de la institución.

Los socorristas no cobran, son voluntarios. Conducen ambulancias ya de varios años, donadas la mayoría, no como en Estados Unidos que por ley, según esto, deben ser de a lo mucho modelos recientes de no más dos o tres años de antigüedad.

La Cruz Roja sólo se mantiene por las donaciones que por campaña se hacen anualmente. La última campaña de la Cruz Roja trae fotos con dramatismo inherente. Está una ambulancia chocada y un mensaje impreso: “Y a la Cruz Roja, ¿quién la ayuda?”. De cierta manera se sabe que las donaciones han bajado. Tal vez contribuya a ello que la gente se desasocia de los problemas que les pudieran pasar y la campaña de desprestigio que hubo no hace más de diez años contra un presidente nacional de la Cruz cuyo nombre no recuerdo.

Independiente de la política nacional el hecho es que a través de Eduardo me enteré de muchas cosas que yo ignoraba, o que prefería ignorar.

La actitud de una persona cuando ve muertos por doquier en un accidente. La actitud que debe de tomar para rescatar primero a los más heridos. ¿Cuáles son los más heridos? ¿Qué cara le pones a los que te piden en medio de los gritos, que se mitigue el dolor, y que no puedes hacerlo porque hay gente peor que ellos? ¿A qué nivel se comprende desde la distorsionada sensación emocional del dolor que presumimos desde nuestra propia experiencia como total que sólo hay dos o tres socorristas y que hay ocho heridos y que se tiene que esperar?

Alguien, una amiga ex socorrista voluntaria, me dijo de un caso en el cual estaba atendiendo en un accidente a una persona de inmediato, entre varias, y detrás de ella un señor le pedía que le atendiera, la entonces socorrista no le ponía atención, pensando que si alguien estaba de pie pidiendo ayuda bien podría pasarse cinco o diez minutos más esperando, mientras ella atendía a los que no podían estar de pie.

Pero la persona insistía, ante ello, la socorrista se desesperó y dejó de atender al primer herido para voltearse a decirle que si por favor esperara su turno.

La visión fue escalofriante. Cuenta ella, que la persona que le pedía ayuda, consciente al parecer pero en shock total y de pie todavía, estaba sin la cubierta de la piel del cráneo, en una gran parte desaparecida.

Inmediatamente lo colocó en posición horizontal tratándolo de estabilizar, lo cual fue logrado después de largos y aterradores minutos.

La sangre fría que hay que tener para definir criterios de vida o muerte.

La duda, siempre la duda de que si se hizo bien esto o se debió hacer lo otro. Zumpango, como en muchos de los caminos del centro del país, está lleno de “topes” para desacelerar a los automovilistas rápidos, o para castigar a los acelerados. Eso disminuyó los accidentes, de hecho. Por otro lado, los choferes de ambulancias saben que sus pasajeros cuentan con el tiempo justo tal vez para llegar vivos al puesto de socorros más cercano. Pero también saben que una mala maniobra, un tope no previsto, cosa común por la prisa y porque si no conoces los caminos te salen esos topes de pronto, pudiera contribuir con su golpe mayor o menor al rápido deterioro de la vida del pasajero.

Comentamos acerca del verdadero valor del cinturón de seguridad. Comentamos acerca de la cuestión de los donadores de órganos que mueren por accidente. De la indiferencia de las personas respecto al tema. Comentamos del hecho que en Estados Unidos decidieron no colocar cinturones de seguridad en los camiones escolares de su país, más de un millón de unidades, por considerarlo demasiado costoso, calculando que si cada año normalmente mueren treinta niños por accidentes, colocarles el cinturón a todas las unidades, al costo que fuera, no valdría la pena el rebajar esa cantidad a quince niños muertos, cantidad calculada de sobrevivientes que resultaría de accidentes de tránsito involucrando camiones escolares. Quince niños morirán fríamente por que no hay dinero suficiente.

Y si la velocidad máxima en autopistas la redujeran cinco millas, habría una gran baja en la cantidad de donadores de órganos en los estados Unidos. No sé con que pensamientos se pueden mirar esos cambios:

O sea, ¿se trata de salvar la vida de personas reduciendo los riesgos de velocidad? ¿O se trata de salvar personas en la espera de órganos necesitados para seguir su vida, órganos que provienen en la mayoría de muertes por accidentes en carretera por manejar a excesos de velocidad?

Acabo de leer que en el mundo mueren un millón y medio de niños debido a que tomaron agua contaminada. Este año y los pasados y los siguientes. La cifra aumentará a menos que...

La vida o muerte. Una muerte es una tragedia personal de alguien y su familia y amigos, cien muertes es una tragedia nacional. Millones de muertes son sólo estadísticas, Heinrich Himmler dixit.

Todavía es fecha de parte de Eduardo el preguntarse si manejó con la prudencia correcta en esas rutas. Todavía es fecha de parte de él, y no dudo que muchos ex socorristas también piensan lo mismo: “¿hice bien aquí?, ¿hice bien allá? ”.

Es impresionante el número de restricciones que existen al respecto. Me informaron de problemas mil respecto a que si mueves a un herido, a que si le revisas los bolsillos para buscar su identificación, a que si lo trataste bien o no, problemas que si se ven de cierta manera forzada, no queriendo ver, la por así decir, pureza del acto, los ponen continuamente en entredicho.

Ese entredicho que de alguna forma envenena la labor. Desanima a los más prendidos, y mata la voluntad de seguir ayudando. Así es este mundo.

Personas como Eduardo debe de haber muchas. No se conocen lamentablemente. Sólo salen de vez en vez cuando es el Día del Socorrista, como si sólo ese día trabajaran, como si sólo fuera ese día el que se les da su palmada en el hombro y se les dice: “muchachos, han hecho un buen trabajo”.

Pero hay algo muy inusual debajo de la epidermis de estos señores. Eduardo contó la ocasión en que cuatro personas, hermanos los cuatro, bajaron a un pozo cerca de donde vivían. Primero bajó una y no volvió. El pozo estaba seco. Otra fue de inmediato por si se había golpeado y tampoco volvió. La angustia se apoderó de todos los presentes. El tercer hermano bajó también. Nada. Fue el cuarto. Igual resultado. Llamaron a la Cruz Roja. ¿Eduardo se ofreció? ¿No había nadie más? ¿Sospechaba algo?

Eduardo pidió una cuerda. Se ataría a ella y bajaría.

¿Qué pasó por su mente en ese instante?

“Pensé que era gas... a veces hay depósitos de gas que se quedan guardados que luego con un desprendimiento de tierra se abren. No huelen a nada. Te adormecen sin que te des cuenta. Y ahí te puedes quedar...”.

Eso lo entiendo, pero... ¿y su persona? ¿Le pudo pasar igual?

“Sí, pero les dije que si tiraba una sola vez de la cuerda me subieran de inmediato...”.
Me imagino la cara llena de pesar, temiendo los presentes lo peor. La tensión total. Si ya bajaron cuatro y no volvieron, ¿qué pasará con el que sigue? El tiempo corriendo. Hacer el nudo. Empezar a bajar en la oscuridad.

Tocó el suelo. Sintió los cuerpos. Todos inertes. Se sintió desmayar. Tiró de la cuerda. Lo sacaron. Informó: probablemente los cuatro están muertos. Lamentablemente así fue. Cuatro hermanos muertos en menos de quince minutos. El dolor de la familia.


Dolor total. Dolor eterno.

“¿Por qué bajaste tú?”, le pregunté. Me responde: “Lo haces por los familiares. Eso es lo importante, por ellos y porqué ultimadamente alguien lo tenía que hacer...”. Nunca menciona la palabra “sacrificio”, nunca menciona la palabra “deber”.

Al contarlo Eduardo me mira sin ver. No mueve ni un músculo de más. Está concentrado y enfocado. Mi cara es la que está desencajada.

Al final de la conversación me dice: “tenía más de ocho años sin contar mucho de lo que te conté ahora”.

Pienso en ello. Pienso en las familias de las personas que se les murieron hijos, hermanos, padres, madres. Y también pienso en las familias que tienen hoy por hoy hermanos recibidos en su profesión, hijas esperando bebés, padres contentos celebrando un cumpleaños, madres agradecidas en silencio mirando comer a sus hijos su mole favorito, sus tamales de carne, todos los domingos que pueden, todos los domingos extras que pudieron. Los domingos prestados en sus segundas vidas, en sus segundas oportunidades.

Pienso en la moneda en el aire. Cara, te toca vida, cruz, te toca... más bien, no te toca, maestro.

Y pienso en Eduardo, ex socorrista de Zumpango. Tal vez miró la moneda arrojada al aire a punto de caer del lado de la muerte, y en miles de actos que suponían arrojo, desprendimiento del sentido de la autosobrevivencia, del de su propia conservación, en un rapto de disasociación de su propia seguridad, rapto que fue continuo, hecho cotidiano en su vida, casi desaparición de su propio instinto. Pienso en Eduardo que finalmente alcanzó a desviar la moneda y quedó al menos muchas veces, del lado de la vida.

Eduardo el socorrista que siempre lo será. Igual hay muchos como él. Lo sé. El mundo está mejor así. Razones de más para creer en el Mundo con gente así, con aciertos y errores, cualidades y defectos, porque ellos son humanos como tú y como yo, pero aún así...

Eduardo al final sonríe con cierta modestia. Le digo que es mi privilegio haberlo conocido. Está contento con lo que hizo. Esa es su recompensa, me dice.

La mía fue escucharlo.

Nota extra: Lo más triste del caso, un año y meses de que escribí este artículo, es saber que Eduardo tiene cáncer del pulmón y que vive en su casa, casi desahuciado.

Sirva esto como muestra de respeto a una persona que dio mucho por salvarles la vida a muchas otras personas más, mostrando como hay hilos fuertes dentro de esa gran red entretejida que existe entre lo que es la vida y la humanidad.

jueves, septiembre 14, 2006

Memorias de mi abuelo a veinticinco años de distancia


Mi abuelo cumplió esta semana veinticinco años de no estar aquí…

Escrito hace quince años y publicado por estas fechas, lo publico de nuevo.

Incluyo esta foto de una escena quizá realizada en 1964 o principios de 1965, cuando el Rancho Santa Martha estaba lleno de sueños… Mi abuelo es el de la extrema izquierda. Mi tía, “La Guera”, al frente, mi tía Lucha caminando. Al fondo está un pequeño almacén, hacia atrás estaría en varios años, otro almacén conocido como el Gallinero.

Como es costumbre en esos meses en esos lugares, debió de haber habido un frío de los mil demonios.


Lo que sigue me suena a las "composiciones" que hacíamos cuando estabamos en primaria o secundaria.

Es relativa a mi abuelo paterno, como ya se habrán dado cuenta.

Él nació en Camargo, Tamaulipas el 21 de enero de 1907 y no por desmerecer a mi abuelo materno, el cual nació hasta 1921, pero mi abuelo paterno fue más mi último nexo con un pasado ya muerto y remoto pero no olvidado.

La primera memoria que tengo de mi abuelo se remonta a cuando estába yo de unos cuatro o cinco años, allá en el rancho Santa Martha, lugar de dos hectáreas que él tenía por la carretera de Monterrey a Reynosa en el kilómetro 145 (luego redimensionaron y quedó en el 154), como a tres kilómetros después de Peña Blanca, y más precisamente a 100 metros después del Número Tres (que así se llamaba o llama la ranchería).

Por razones que desconozco a mi abuelo le gustaba el rancho (no puedo decir que le gustaba el "campo", porque diciendolo así me imagino un paisaje de planicies, praderas y arboles frondosos del tipo de los que salen en películas, y para nada, que el concepto "campo" a mí me recuerda más los terrenos áridos, de agostadero, con múltiples huizaches, mezquites y demás matorrales espinosos que son bastante frecuentes en la región del norte de México, especialmente en el municipio de General Bravo; eso es parte de mi concepto de "rancho", no de "campo"), y por tanto solo muy pocas veces él salía del rancho para ir a Monterrey, a la casa de mi abuelita.

Cuando coincidíamos él siempre nos quitaba la tele, él prefería ver "Estrellitas del Doce" y mientras que nosotros detestabamos ese programa, lo que queríamos era ver a "Gilligan" o a "Mr. Ed".

También estaba su caracter. Era muy enojón, es más, me quedé corto, cuando le colmábamos la paciencia más bien se volvía un energúmeno. Cuando estaba de mal humor, la situación era "¡sálvese quien pueda!", sobre todo sí nosotros fuimos los causantes. Tenía la mano pesada, muy pesada.

En tiempo de frío (y vaya que hacía frío por aquellos lugares), siempre estaba él con sus pantalones color caqui (nunca lo vi con otro colores, excepto en bodas), su chaqueta y su gorra para las orejas. Y siempre nos ponía a hacer algo, no le gustaba que no tuvieramos nada que hacer.

Barrer, limpiar, mover cosas, sembrar sorgo, ayudar en la fragua, (yo de nueve años sosteniendo, a como entendía, con unas pinzas de presión una defensa de camioneta Chevrolet 66 con una sección al rojo blanco, mientras que don Fidel, el herrero, dejaba caer a toda velocidad un mazo hacia el pedazo de metal doblado, acto seguido, un poderoso ¡BLAM! que casí me hace perder las pinzas de las manos, lo que de haber sucedido me traería consecuencias catastróficas), arrear vacas, cortar maíz, desgranar, traer tortillas del Restaurante El Lucero a trescientos metros de distancia de Santa Martha, mover pastura, sacar agua de la noria para llenar barricas de doscientos litros, regar los arbolitos de atrás de la casa, y tantas otras cosas que ya olvidé.

Pero lo que no olvidé ni olvidaré, era lo que tenía al fondo de la casa. Todo en relativa oscuridad. Arriba de un escritorio, acomodadas en hileras, un montón de revistas Selecciones y Contenido. Por allá, un diccionario Larousse deshojado probablemente de 1946 y más hacia la pared, una caja metálica de galletas sin galletas. Durante todo el verano de 1972 esas revistas y libros fueron mis únicas vías de comunicación con el exterior.

En las noches no teníamos luz eléctrica, usábamos una lampara de gas, a la cual me permitían prender, nada más que tuviera cuidado. También prendíamos una lámpara de petróleo de las que luego vería en abundancia sólo en películas.

En esos momentos de quietud, mi Abuelo organizaba juegos de lotería, y la jugábamos con entusiasmo. A veces me daban oportunidad de leer las revistas casi sin luz.

Al día siguiente de nuevo lo mismo, siempre él nos despertaba para empezar a hacer cosas, no a trabajar, claro.

Y así día tras día.

La escuela llegó y solo volvimos al rancho esporádicamente. A mi abuelo lo seguimos viendo al igual que al rancho, de vez en cuando.

Sin darnos cuenta, las visitas al rancho cada vez fueron menos.

Cuando metieron agua a la casa del rancho, también metieron baño y regadera. Cosas del destino, mi abuelo ahí se quebró la cadera o algo así. Lo trajeron a Monterrey y poco a poco se comenzó a habituar en la casa de mi abuela. Él, que era tan independiente, de la noche a la mañana no pudo evitar ser lo contrario.

Me pidió que le comprara una lupa porque ya no podía leer bien. Lo hice, y fue por ese tiempo, 1979 o 1980, cuando empezamos a platicar, de cosas, del pasado, de su pasado y empecé a conocer esa otra parte de la personalidad, la que me habla del ser humano en sí misma y no de la entidad institucional que conocemos como "abuelo".

Al platicar con él traté de conocer la faceta personal donde de alguna manera conectamos nuestro pasado y nuestro futuro, en donde nos damos cuenta de algo del origen de lo que somos y del porqué lo somos.

En aquellos momentos me platicó anecdotas particulares (una con don Marte R. Gomez, Secretario de Agricultura de ese tiempo, 1948), historias (sobre todo de cómo hacía para resolver problemas de sus cosas), me habló de poemas que aprendió de cuando era joven, y de muchas otros temas más.

Esa era la faceta más personal y real de un hombre que vivió y que se casó con una mujer, y que tuvo hijos y que luchó y que trabajó día con día solo teniendo en mente el bienestar de su familia. Un hombre que existió realmente y que tuvo sus virtudes y sus defectos, al cual ya no podré ver nunca más.

Cuando uno se encuentra con el terrible abismo que se descubre al examinar fríamente las absolutas palabras de NUNCA y SIEMPRE...

Cuando voy a McAllen, por la antigua carretera, paso por el antiguo rancho Santa Martha, ahora ya no sé como se llama ese lugar, pero siempre volteo hacia la derecha, hacia el recuerdo, hacia el camino que lleva a la casa, y pienso en el pequeño puente que pasa por un arroyito casi siempre seco, que hizo mi abuelo y donde se lee la simple inscripción "2-04-1966 LG".

Son ya diez años y yo... no lo he olvidado.

martes, septiembre 12, 2006

Más Transistores que Hormigas, ¿en toda la Tierra?


Acabo de terminar un libro que se llama The Heart of Internet, de Jacques Vallee.

En un punto dice ese tipo de datos que son en si mismos metáforas vivientes, punzantes, y así decía: “En la tierra desde hace años hay más transistores que hormigas”.

Era un día de julio cuando me pasee por una feria de libros usados en mi localidad. Había cosas interesantes algunas por aquí y otras por allá. Revistas viejas interesantes: Life en español, Mecánica Popular, Cine no se qué, de los sesentas. Y perdida por allí estaba la sección de libros en inglés del cual mi menguado presupuesto tuvo en bien que tuviera que conformarme con dos solamente: uno de Lester Bangs, del que se puede decir que tenía varios años de buscar el Psychotic Reactions and the Carburetor Dung, un libro de crítica de rock de los años 70’s, un total clásico de su particular género el cual he estado leyendo y que luego comentaré.

El otro libro fue verdaderamente inesperado. Era un libro de un autor francés que se llama Jacques Vallee y que se trata, obvio, de Internet. Primero que nada desconfié algo del título: The Heart of Internet, El Corazón de Internet. Tenía una portada con conectores RJ-45, como el que usa, o usaba, tu PC para conectarse a la red telefónica y de ahí a Internet, y un al parecer gran mundo lleno de posibilidades.

Tenía debajo un subtítulo: “Una vista de Alguien de Dentro, del Origen y Promesa de la Revolución en Línea”.

Y empecé a leer la contraportada y pues, de inmediato me convenció: “Entre los muchos libros escritos acerca de Internet, éste tiene el inusual mérito porque Jacques Vallee estuvo ahí desde la infancia de la Red. Es divertido leer sus recuerdos como un pionero clave que trabajó en el campo. Sus aspiraciones y visiones, y aquellos de sus colegas en SRI, y en el Instituto del Futuro, condujo al primer Centro de Información de la Red, o Network Information Center y a formas revolucionarias de conducir comunicaciones de grupo. Este trabajo hizo posible las grandes interacciones simultáneas de hoy”. Lo firma Paul Baran, que fue quien inventó el switcheo de paquetes en 1961.

Para los no iniciados, el switcheo de paquetes o packet switching, es una de las bases más básicas (la redundancia es por supuesto, intencional) en lo que son las telecomunicaciones y en lo que es el concepto de Internet hoy en día, para ser más específico, sin eso, estaríamos todavía en la edad del telegrama. Todo lo que transmitimos, voz, datos y video, por Internet, es por paquetes.

El libro me maravilló. He tenido la suerte de estar leyendo libros que cumplen esa función de hacerte dejar las páginas mientras lo lees para ponerte a reflexionar, mirando a lo lejos. Oportunidades perdidas, comprensión de eventos pasados, visiones no previstas, pensamientos de nuevos comienzos.

En las solapas, los publicistas de la editorial del libro de Vallee, dicen: “Jacques Valle estuvo entre los ingenieros y visionarios quienes levantaron Internet, esperando conectar personas –no controlarlos— a través de la información. Por unos pocos años, parecía que el sueño se había realizado. Pero después del crash de las puntocom del 2001, mucho de la información de la Web fluyó hacia los gigantes de los medios y corporativos conglomerados, dejando a millones de netizens, sin la verdadera libertad de elección... y todavía falta comentar la amenaza de lo que el gobierno quiere entrometerse...”

Luego menciona que hay tiempo para realizar acciones públicas y privadas para reconstruir el sueño y ganar de vuelta nuestra libertad.

Y agrega que Vallee:

“...reconstruye la historia de la tecnología de la computadora y destruye unos cuantos mitos (ENIAC no fue la primera computadora; Apple no inventó el ratón, y tampoco lo hizo Xerox);

“...utiliza recuerdos de primera mano y notas para describir la serie de progresos que transformaron las computadoras desde las máquinas calculadoras hacia las plataformas universales para los nuevos medios;

“...describe el Internet en el mercado de hoy por hoy, presionado por un lado por los intereses comerciales que buscan influenciar no meramente las compras, sino nuestros mismos pensamientos, y por el otro lado la obsesión del gobierno para controlar todo el sistema para ejercer sus propias definiciones estrechas de lo que es seguridad –sacrificando nuestra privacidad y posiblemente nuestra libertad en el proceso;

“...establece un conjunto de principios para ciudadanos de la red y sugiere como podemos crear nuevos estándares para el uso de la Internet...”

Acepto que poner en un artículo como este lo que dice la publicidad del libro pueda no ser muy pertinente, pero como pienso que es un buen resumen, no tengo ningún empacho para hacerlo.

Veamos más adentro del asunto.

El libro es de 2003, detalle que me agradó. Al leerlo lo sentí muy actual, muy presente. Habla de la caída de las Torres de 2001 y de la caída de las ultra infladas compañías puntocom del año anterior, que ambas tuvieron dolorosas consecuencias incluso para nosotros y que como todos sabemos que estas se extienden hasta nuestros días, como lo sabe perfectamente cada persona que viaja en avión cualquier día de la semana.

El rollo de la creación de Internet es muuuuy complicado. En alguna parte se dice que es como adivinar quién, al mirar una catedral, es el responsable de haber inventado los arcos, el de los capiteles, el que diseñó los ladrillos, el que imaginó donde iba la argamasa, es comprender el punto de lo que viene a significar para los feligreses el ir mismo a esa catedral en particular y es acerca de si las personas van con qué pensamiento a esa catedral.

Es tratar de saber de una vez por todas (si es que tiene algo de sentido saber con toda la precisión posible tal conocimiento) quién hizo qué en la creación de Internet. En sus componentes físicos, en su conceptualización, en las maneras en que las personas lo accesan, y sobre todo (arriesgando el barbarismo) en los “paraqués” las personas lo accesan.

Vallee lo expone en cuatro partes:

Primero la parte1: los Primeros Exploradores, o sea cómo se crearon las primeras computadoras.

La parte 2: Haciendo del Planeta un Mejor Lugar, que habla del nacimiento de una nueva cultura y de cómo se van creando las avenidas de comunicación humana, y sobre todo, tocando el espinoso tema de la incompleta revolución de la información (exponiendo el porqué es incompleta).

La parte 3: La Traición de Internet, el fin de la inocencia, la búsqueda del control de Internet por los gobiernos y las corporaciones, la construcción de las nuevas mallas de comunicación (de hecho preludia la búsqueda de nuevas palabras en español para definir lo que habrá más allá de las redes actuales, la “network” actual, como es el caso de la “Grid” (que significa “rejilla” o “parrilla” como la que se define en la “red” eléctrica, que no es lo mismo que la “red” de comunicaciones), y “Mesh” que en este caso se define más aproximadamente como “malla”, como de un lugar en la que están todos los puntos entretejidamente comunicados.

(Si estoy equivocado tómense el tiempo de corregirme, es importante. Pensemos en los niños que están leyendo esto, por favor.)

Finalmente la parte 4: Cómo Podemos Salvar el Sueño, que habla de principios esenciales, de contramedidas personales y finalmente habla acerca de cómo crear un sistema. Así: un “sistema”.

¿Es realmente la red vista como una infraestructura sofisticada para la espiritualidad humana y la libre expresión, entre tantos correos spam, tantos websites XXX, tantos virus, tantos hackers y tantas regulaciones gubernamentales?

Vallee dice que sí, aún entre todo eso. Afirma que la Red tiene esas posibilidades y más, dadas las tremendas capacidades de entregar la enorme variedad de intercambio de ideas, de formas de expresión y oportunidades para la interacción que la tecnología ha hecho posible.

El doctor Vallee habla también en su libro acerca de las primeras nociones de las primeras computadoras y el camino seguido hasta llegar a la revolución de Internet, para preguntar como podemos, y porque deberíamos, influenciar en su dirección futura.

The Heart of Internet examina muchos puntos que si se profundizara como se debiera llevaría varios tomos el hacerlo.

Por ejemplo la pregunta hiperbásica: ¿quién inventó Internet? Y eso nos lleva de inmediato a: ¿es válida ésta pregunta? ¿Tiene interés general?

Vallee afirma que con más de 40 millones de host en Internet y con más de 300 millones de websites, no hay libros disponibles en el mercado que hablen acerca del origen, del diseño y del impacto de la tecnología a menos que se quiera recurrir a reconstrucciones periodísticas que se basan en entrevistas y en fuentes comúnmente inexactas y que normalmente evitan tocar los temas que se deben de profundizar.

Y lo que pasa aquí es que habla de muchas confusiones: ¿quién inventó el ratón o mouse (alguien dijo, mujer, supongo, que sólo a un hombre podría habérsele ocurrido el bautizar tal artilugio como “ratón”)? ¿Quién inventó el termino “dot com” o “punto com”? ¿Quién inventó la World Wide Web? ¿Con qué objetivo? (Bueno, eso es claro, pero mucha gente no lo sabe.)

Es ahí dónde se pone interesante el asunto. Internet es el fruto de muchos cerebros y esfuerzos de tantos individuos y agrupaciones, que casi se puede decir que ninguno en específico tenía en mente crear la red de comunicaciones que es lo que es hoy Internet.

Ha sido una lucha constante contra la inercia, la miopía, y la burocracia lo cual, cuando se reúnen producen el peor enemigo de todos los avances, el que sucede cuando se tienen muchas veces los recursos, pero en muy pocas ocasiones se sabe que hacer con ellos.

No, tampoco Internet fue el producto hecho para que específicamente los norteamericanos evitaran perder el control de su capacidad de responder un ataque nuclear contra los soviéticos una vez que hubieran sido destruidos sus centros de control de comunicaciones, que como su nombre lo indica, son “centros” y “centros” tiene que ver con “centrales” y “centrales” tiene que ver con la fragilidad inherente de que si destruyes el centro, destruyes todo.

Ahora, si substituyes el “centro” con nodos distribuidos sin ningún “centro” aparente, pues ya vas de gane, porque el enemigo, sea quien fuere, ya no podría dedicar toda su fuerza a un solo punto por más invulnerable que sea, sino que contra una red o una malla interconectada, que puedes hacer, ¡aumentar las apuestas? Sería factible, por supuesto, pero prohibitivo al menos para la gente de este mismo planeta.

Lo que se quería, afirma Vallee, en lo que muchos, ahora sí, de los fundadores, era buscar liberar el espíritu humano de las limitaciones del espacio y del tiempo. Querían darle a las próximas generaciones el acceso a nuevas formas de interacción de comunidades y oportunidades sin límite para creación e innovación.

Vallee urge a recapturar esa visión, ante la vasta red en la que se ha convertido la “Web”, una red de explotación y control de la mente humana a través de analizar y extraer información de los patrones de consumo, y sobre todo al tratar de influir en los patrones de conducta de los ciudadanos.

Aún así, no se tenía previsto en los orígenes de la Red siquiera que por esos cablecitos llegaran fotografías o llamadas telefónicas, menos que llegaran mensajes instantáneos o comerciales de dónde quiere alguien que tomes tus siguientes vacaciones.

Internet, por supuesto que todavía no se llamaba así, se llamaba ARPANET, que era el precursor y que empezó con dinero privado en muchas circunstancias, más que del gobierno, otro mito que pulula por ahí, y que sus pininos fueron enlazarse de ciertos lugares con ciertos lugares, científicos en su mayoría.

Es difícil entender Internet. El hecho de navegar por la Web no es exactamente estar en Internet. Los términos se confunden. La Web es la extensión multimedia de lo que es Internet. Sólo eso. La extensión multimedia.

Allá por 1994 aproximadamente, me invitó un buen amigo, Marco, a una oficina de un amigo suyo, Warlock (era su nick, don’t ask), en donde sabía yo que era la base de un BBS llamado Criaturas de la Noche.

Los BBS eran lugares a los que accesabas por modems. Estos modems iban hasta la increíble velocidad de 14.4 Kbps. Buscabas acceder a los BBS por la razón de que era divertido utilizar tu computadora 286 o 386 con el propósito de establecer comunicación con personas para discutir u opinar de cientos de temas, cine, rock, ciencia ficción, temas metafísicos, religiosos, y por supuesto, de computación. No eran interactivos y más bien los BBS se parecen a los foros que hoy en día pululan por ahí. No había pantallas bonitas ni fotos. Sólo texto. Puro texto. Nada más texto.

Resulta que esa ocasión que fuimos con Warlock, me mostró Marco por primera vez lo que era un navegador, en este caso, el flamante y recién estrenado Netscape. Empecé a navegar a la gigantesca y excelente velocidad, por entonces, de 64 Kbps (más que una llamada actual de modem y menos que un Infinitum o que un acceso de cable a Internet normal), toda una aventura, mirando fotos, curioseando textos sobre cine, rock, arte (nada de sexo, lo juro, digo, antes de que se lo pregunten.) Multimedia, multimedia, multimedia por todos lados.

Fue impresionante. Mi conclusión al final de ese momento fue que eso de navegar por Internet era mejor que la televisión.

Warlock después renuncio a los BBS y formalizó su afición al poner su negocio como Internet Service Provider, dándole servicios de acceso a usuarios y su máximo momento de gloria (según yo y con todo respeto a un buen amigo) fue cuando apareció nombrado en una gráfica sobre precios de acceso a conexión en la venerable revista crónica de la cibercultura Wired (que después de que cumplió ocho años se salió Kevin Kelly, se salió Nicholas Negroponte y encima de todo, la compró Condé Nast, con todo lo cual no era difícil entender porque Wired ya no era tan imprescindible por más éxito que siga teniendo ahora mismo).

Pasaron los años y Warlock tuvo que afinar el giro de su negocio porque cuando llegó Telmex con su agresividad acostumbrada lo sacó del mercado. Eso creo, y no he hablado con él desde mucho tiempo atrás.

Ni siquiera el nombre de Microsoft figuraba desde entonces en el 1994/1995 en el mundo de Internet. Y está aquí presente hoy por hoy en la mayoría de las personas que leen este lugar en la forma de su omnipresente Internet Explorer en sus múltiples versiones. Hubo un tiempo en que todos usábamos Netscape. Ahora usan Safari (los de Mac), Mozilla y Firefox, bienvenidos sean.

Netscape era nuestro navegador. Bill Gates se tardó en reaccionar y usando dos o tres trucos sucios (bueno, como se le llamaría al truco de reducir las opciones si Televisa te dijera que te regalaba el equipo de Sky junto a tu nuevo aparato de televisión, digo no te caería mal, pero ¿y la decisión de los usuarios? Seguro usarías Sky, o su equivalente.) Ver por favor “guerra de navegadores” en Wikipedia, si me hacen el favor.

Entonces tus decisiones se reducen. Se dice que la inmensa mayoría de tráfico de Internet son menos de diez websites. ¿Cuáles usas tú? Yahoo, CNN, America Online, Google, Terra, elUniversal, Reforma…, son pocos y claro, están tus intereses especiales de deportes, o de cine, o de cacería de pavos, o de plumas fuente ultrafinas, pero luego volverás a los de arriba.

Tu computadora es igual. Trae un Intel o un Celeron, trae un Windows o un sistema de Mac, o trae un Linux, y bueno, este último ya de perdido es software libre.

Mi propia PC trae un software Windows XP pirata, yo la compré así ignorando el hecho, lo supe cuando apareció el anuncito ahí en la esquina de mi pantalla notificándolo. Yo tenía la idea de que compré una PC con todo lo que venía adentro. Pero no fue una idea del todo correcta. La copia de Windows XP no me pertenece, sólo compré la licencia, bueno, eso pensé yo, que compré la licencia. Con la pena.

Llega un punto que leer a Jacques Vallee te causa molestia. Sí, la molestia de reflexionar en todo eso. En recordarte que, y Vallee todavía no escribió de eso que no tardan en sacar rutas preferenciales hacia la información que buscas. Internet corre el peligro de ser como las autopistas de cuota en las que sólo los privilegiados tendrán garantizado el acceso rápido de sus millones de navegantes. Los que no puedan pagara ese privilegio de acceso serán penalizados en forma de menos visitantes porque serán mas lentos sus accesos con lo que la promesa de Internet como el gran ecualizador se convertirá en una falacia.

¿Otro ejemplo? La propaganda contextual. Se trata de que las compañías venden derechos de las palabras que usamos nosotros en el contenido. De ese modo “ligan” hacia otro lugar para un comentario sensitivo hacia esa palabra. Como en este caso de
www.lapalabra.com . Tenemos que aquí mismo están vendiendo nuestras palabras de tal modo que si alguien, un colaborador, utiliza la palabra “poder”, estará accesando a una ayuda en pantalla que lo guiará para ir a otra liga, ya sea de Google o de alguien más. O la palabra “México”, o la palabra “Tamaulipas”.

Yo podría poner la palabra “poder” y repetirla muchas veces para que se vea lo curioso que se lee en rojo este párrafo: “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder” “poder”.

En el caso del
www.technotitlan.blogspot.com no es así, porque no hay propaganda de contexto. Pero no tarda.

Y digo, bueno, finalmente la propaganda contextual no es tanto un problema, a mí no me quita nada. De algo se tiene que vivir. Pero, ¿cuál es el límite de comercializarnos?

Cuándo escribí en un periódico de allá de Monterrey con influencia en prensa escrita y electrónica (hará doce años) les pregunté si el contenido que salía en prensa (los artículos de los colaboradores) era pagado (como normalmente se hacía), a lo que respondieron con un amable “sí, claro”, y esperando eso, de inmediato arremetí (según había leído un caso reciente de un diario de San José, California): y si el contenido salía en Internet hacia la atención y pago de otros usuarios y lectores, ¿el pago tomaba en cuenta eso? Me miraron con cara de que mejor no hiciera ese tipo de preguntas. Y como el trabajo de colaborar en ese periódico era muy apreciado por mí, y por mi familia, opté por hacer caso.

Antiprivilegios del trabajador asalariado en la vida real.

Internet corre el riesgo de ser una parcela de grandes dueños que te pedirán que para poder usar sus dominios te suscribas y te exigirán tus datos y te pedirán una cuota para que pagues y que observes sus reglas de conducta mientras estés en sus imperios, tal como se hace ahora en lo que corresponde a las reglas del espectro electromagnético (estaciones de radio y televisión, poca cosa al parecer ya que oímos lo coloquial y lo cotidiano de nuestras vidas cuando sus representantes entran en nuestras casas y automóviles anunciando productos de sus patrocinadores sin los cuales ellos no tendrían razón de existir) en que los usuarios normales jamás poseeremos una voz libre en la cual expresar nuestros pensamientos, dudas, críticas y aportaciones a la sociedad.

Ni hablemos del comercio electrónico. Ellos, Amazon, eBay y muchos otros están analizando nuestras conductas en las que ellos serán capaces de predecir que queremos y cuando lo queremos. Y puede ser la llave para que los bancos sepan nuestras conductas de crédito y de ahí los datos de nuestra salud para las aseguradoras y hospitales. Puede que llegue el tiempo en que todos estarán conectados y no te pedirán permiso para compartir datos. Podrían saber de nuestra salud antes que nosotros y pasarlos a los trabajos o agencias de seguros a los que estamos en la posibilidad de que nos ponderen en cuanto a nuestras informaciones para ver si somos confiables o no. Para ver si podemos pagar o no. Para ver si somos riesgo o no.

Y nada de eso en resumen viene propiamente de la tecnología. El problema son los humanos. Los que se creen con derecho de usar esos datos nuestros (datos que son una circunstancia que funciona en el sentido de nuestra privacidad) en contra de nosotros (una circunstancia que es a todas luces ilegal).

Son las fuerzas que desean controlar Internet, esas son el Peligro.

Termina Jacques Vallee diciendo: Por su misma naturaleza las redes son complejas y evolucionan rápido. Investigaciones en ese sentido se siguen haciendo, ¿cómo evoluciona Internet? ¿Hacia qué dirección?

Cada momento se inventan nuevas formas de comunicación: los mensajes instantáneos, la voz sobre IP, los espacios privados-públicos, las bitácoras de web, los weblogs o blogs, la búsqueda inmediata de tendencias, la persecución del zeitgeist.

Aún y que cinco mil millones de personas no tienen contacto por Internet, todavía, está llegando el momento en que bien se puede pensar en si la tecnología y nuestra obediencia hacia ella, en la consecución de lo último, de ser partícipes continuos y cotidianos, nos estará llevando hacia ser esclavos de la misma.

Jacques Vallee menciona que el escritor de los años 20’s, Paul Valery, al examinar las maquinarias pesadas omnipresentes de ese su mundo industrial, de la era de la pre-información, observó: “Ellos sólo quieren humanos bien entrenados”.

Y aunque tienen muchas connotaciones, tal vez sea eso lo que quieran ellos.

Ipods. Mp3. DVDs. Celulares. Mensajes. TV vía Satelíte. HDTV. Bluetooth. Blackberrys. TIVO. XM. XML. Nuevas PCs. Nuevas TVs. Nuevos celulares. Nuevas capacidades. Nuevas carácterísticas. Nuevas necesidades.

“Ellos sólo quieren humanos bien entrenados”.

Esperemos que eso no sea cierto.

Seguiremos con Vallee.

domingo, septiembre 10, 2006

Digamos que no soy Marshall McLuhan...

...y que sólo soy Luis Eduardo García Guerra. Digamos que he leído algo de la vida de McLuhan, y digamos que soy afín a muchos de sus pensamientos.
(Aún y que digan que fue un iluminado, y sabemos lo que se dice de los iluminados)

Woody Allen y Annie Hall
Vi no hace mucho la película de Annie Hall y recuerdo, de entre muchas de sus escenas memorables, cuando Woody Allen, en su papel de uno más de sus alter-egos, Andy, estando en una cola para ver en el cine The Sorrow and the Pity (una película francesa deprimente sobre el Holocausto) con Diane Keaton (la Annie Hall del título) y teniendo una discusión cotidiana en la fila mientras compraban los boletos, ya irritado Andy, se irrita más con los comentarios de un insoportable tipo dizque erudito necio y arrogante (tantos que podríamos vernos retratados en él, uff), seudo experto en “teorías de comunicación de masas con opiniones sobre McLuhan que son bastante apreciadas en algunos círculos intelectuales...”

...y en ese momento, sólo para callar sus estupideces, hace aparecer de manera sorpresiva de entre la gente a McLuhan himself, así, DE LA NADA, escena que fue la mar de simpática sobre todo para los que sabíamos QUIÉN ERA Marshall McLuhan, pero eso sí, nunca he sabido con claridad cual pudo ser el impacto de esa escena en particular para los que no tienen la más remota idea de quién era el señor.

Sin que parezca lo que sigue un non sequitur (o sea, frase en latín cuyo significado tiene que ver con los comentarios que la gente dice que al parecer son sin conexión con el tema presente): conforme pasan los años se van acumulando las ideas y uno tiende a reinterpretar los hechos. Por decir, uno ve una película, mmm, la que sea, ¿Blade Runner? ¿Casablanca? ¿Los Tres Huastecos? O como me acaba de pasar a mí con la película de El Niño Perdido de Tin Tán, que la disfruté de modo superlativo y de la que pude disfrutar los gestos de los otros actores, no sólo de las caras y gestos que hacía Tin Tán y así me pude dar cuenta una vez más de otras sutilezas y otras curiosidades de esa película que no solo hicieron más que acrecentar la fascinación que tengo con el cine, con el cine mexicano, con el cine mexicano de los cuarentas, con el cine mexicano de los cuarentas de cómicos y con el cine mexicano de los cuarentas de Tin Tán.

Lo anterior tiene que ver con Annie Hall, con esa refascinación constante y creciente, con ese reencuentro con una misma película infrecuente con el paso de los años, sin ponernos a reconsiderar que la película seguirá siendo la misma, pero nosotros no, recreando la experiencia en formas en ocasiones superlativas.

Volvamos con Marshall McLuhan en la película de Woody Allen. El tipo de la cola que mencioné primero empezó a hablar de Fellini (Juliet of the Spirits) y de ahí se fue a comentar acerca del impacto que ejercía Samuel Beckett (Waiting for Godot) sobre sus propias entrañas y de ahí después siguió hablando de manera intermitente hasta llegar a opinar de los medios de comunicación, si la TV era un medio frío o si era un medio caliente, y si alguien, si cualquiera, llegase a hablar de los medios de comunicación, debería, creo yo, en mi humilde opinión, mencionar al menos una vez, a Marshall McLuhan y a sus teorías sobre la globalización de las aldeas o la aldealización del globo, o más bien, de las villas globales y de la globalización de sus villas.

(No sé si es signo de snobismo no poner el nombre del artista o a que se dedicaba la persona, el cineasta FEDERICO Fellini, el excelso DRAMATURGO Samuel Beckett, ¿estaré mal?)

McLuhan y el Zeitgeist
Y el punto no es en sí hablar de McLuhan, sino de los conceptos mismos alrededor de su persona y que al parecer lo han elevado, y lo han descendido, cíclicamente con el paso de estos años, sobre todo en los 80s y los 90s pero que, según esto, en estos últimos años y con el ascenso de la Red, pareciese que el señor McLuhan vuelve a las luminarias, de pronto comenzando a tener resurgencia de nuevo, y así las cosas empiezó a ser mencionado de nuevo en muchísimas fuentes sobre todo en ese contexto de la Red.

Y bueno, él esta muerto y ya nada queda de su cuerpo o de su posible respuesta a su nueva veneración, (que quizá era natural que un día la tuviera, y el jamás lo sospechó, y además no tenía porque sospecharla).

El caso es que acabo de leer uno de sus libros menos conocido llamado Culture is Our Bussiness el cual, según supe al investigar en Amazon.com, ya no está a la venta más que en forma de ejemplares usados.

Culture is Our Bussiness y los 60s
El libro está en forma de cientos de aforismos criticando, comentando, o refiriéndose a comerciales publicitarios más que nada de revistas y de periódicos de un lapso determinado que abarca aproximadamente de los años de 1966 a 1968, sobre todo de anuncios que venían en el New York Times.

Para darse una idea completa, o mínimo, más completa, sobre muchas cosas que las personas de todas las épocas en su quéhacer e interactuar diario piensan, opinan, o reaccionan, habría que hablar, obligadamente además de sus conductas individuales o de masa, de su publicidad en sí, de lo que transmiten sus anuncios a la gente, a los lectores y a los posibles clientes.

En el caso de los años sesenta, saber algo del entretejido de esa sociedad que de cierta manera ahora nos es ajena, de la que no sabemos casi nada, pues ya son cuarenta años de distancia, a qué respondían, cuáles eran sus preocupaciones y necesidades de entonces, y sobre todo cuáles eran sus deseos.

Y si podemos asegurar que de cierta manera Nueva York era, y sigue siendo, la Roma a la cual todo el mundo sigue tarde que temprano (California también hace cosas que todo Estados Unidos sigue y que todo el mundo restante, aún el más recalcitrante globalifóbico, sigue a su vez) entonces vemos una información seminal del cual muchas tendencias aparecieron después y tuvieron sus impactos correspondientes aún en nosotros mismos, tan lejanos al parecer de esos eventos.

Habría que hablar también de que era lo hip de por entonces, que era lo in, que era lo atrevido, y el porqué debía de serlo, porqué debía de ser resaltado en esos tiempos y momentos, el que uno fuera rebelde o inusual, o distinto, o mínimo individual.

En suma, en aquél tiempo eran la todavía dura imposición de los límites por un lado (desde el punto de vista de la gente que tenía el dinero), y por el otro, el ansia de romperlos (como la época lo sugería y a veces lo forzaba) y de vociferarle a todo mundo el que ellos, la gente en Nueva York, se estaban pasando, y tal vez lo más importante, que alguien tomase nota, por favor, que ahí estaban las voces que parecían gritar: “¡ESTAMOS PASANDO LOS LIMITES, DIGÁNSELO A TODOS!”.

Esa era la necesidad junto con la restricción, pero de nada serviría que se pasaran los límites si no había nadie que lo notase. El despertar de una Proto Economía de la Atención. Tal vez era algo de lo que McLuhan estaba pensando con ese libro, curiosamente editado hasta 1972.

Así como los valores históricos nos son transmitidos por la escuela, por el discurso oficial, por el calendario y hasta por las calles por las que transitamos, los valores culturales de lo que aceptamos y de lo que dejamos de aceptar también nos son transmitidos a nosotros por algún medio.

Y si separamos a nuestros padres, hermanos, compañeros de escuela y amigos cercanos, en lo que respecta a nuestra infósfera inmediata, nos quedan los medios, los cuales siguen sus propias tendencias acomodadas según sus necesidades económicas de estar siempre vigentes.

Si nos vamos con muchos ejemplos nunca acabaríamos, sólo podríamos hacer referencia de la manera en que la TV nos muestra sus noticias, nos muestra sus talk shows, nos muestra sus programas de moda, o sus mismos programas de entretenimiento. Habría que leer una simple Teleguía de hace cincuenta (sí, Teleguía tiene cincuenta y dos años de haber aparecido en México, antes que el TVGuide gringo), luego una de cuarenta años, compararlas con las de hace treinta, luego con las de hace veinte y así sucesivamente con la de hace diez, finalizando con la de esta semana.

Los cambios sólo así se perciben con la perspectiva cambiante del tiempo, sólo mirar el tamaño de la falda, del largo del cabello, de la altura del tacón, de la campana del pantalón, de las cantidades sugeridas de maquillaje en los ojos, del tamaño de la televisión, de la profusión de anuncios de cigarros y bebidas, de las demás percepciones de lo que se ofrecía entonces invisibles en la que los columnistas sugerían o desaprobaban.

Se quiera o no, eso permeaba la mente de las personas, que luego eran rematadas por las constantes sugerencias de cómo pensar, sentir y percibir ante ciertas circunstancias en las mismas telenovelas que tonelada tras tonelada llegaban por las antenas de conejo de sus TVs a través de toda la república mexicana, en nuestros casos.

Es por eso de cierta manera valioso encontrar las raíces de cómo los cambios se suceden en la cultura y como el negocio de la publicidad se entromete tanto a la mente de las personas que ellas, nosotros en suma, no los percibimos. Y ni los percibiremos, porque también en resumen, no nos interesa o no le encontramos mucho valor a los temas en como la publicidad comercial, al igual que la publicidad oficial, nos forman y nos deforman de maneras insospechadas.

Con el libro de Culture is Our Bussiness también tenemos ante nosotros de la lectura del mismo título y hasta de la portada misma, que es la de un tipo blanco con parche negro y con cierta camisa a rayas y en la contraportada, una foto familiar con un tipo de raza negra con parche negro y con la misma cierta camisa a rayas.

¿También los editores de McLuhan querían impactar? ¿Querían ser hip? ¿Querían ser atrevidos? ¿Qué querían ser?

Y es un libro interesante aunque complicado en ciertos momentos, antecede además otros libros que hablan de la sociedad como un ente individual (contradicción de términos, por supuesto, pero ¿qué en la vida misma ya no lo es?) como los de Alvin Toffler (El Shock del Futuro (por supuesto), La Tercera Ola y El Cambio del Poder), los de John Naisbitt (Megatendencias y Megatendencias 2000) y un poco como el de Nicholas Negroponte (Ser Digital), en el sentido de TRATAR de explicar el futuro, LEER los signos delante de los demás que vienen en los cielos y en la tierra y sobre todo, PRETENDER presagiar las tendencias mismas que vienen en todos los ámbitos, militar, político, de género, y sobre todo social, y más allá, conformándolo todo, anteponiéndole la Señal de la Bestia, el tecnológico.

McLuhan habla de lo mismo, en ráfagas cortas y en comentarios graves y caústicos, que a veces tratan de ser irónicos y divertidos, y en muchísimas otras veces incomprensibles, según reseñas, para los mismos norteamericanos de por entonces.

Marshall McLuhan como quiera se anotó bastantes puntos con mi yo de ingeniero en sistemas por el uso de la palabra software y de la palabra hardware de una manera notablemente aguda y correcta. Eso es algo que podría fascinar a lectores de aquél tiempo y de ahora, claro.

Veamos algo de lo que dice el libro de Culture is Our Bussiness.

Zeitgeist
Al principio en la introducción McLuhan dice que “...este es un libro de exploración y descubrimiento. Los anuncios americanos son un mundo de festividad y de celebración. El mundo del anuncio es el arte folklórico del siglo 20”. Asimismo afirma además que los anuncios son una “máscara de los motivos y acciones de nuestro tiempo. ¿Será esto a lo que se le denomina el Zeitgeist o “espíritu de los tiempos” tan referido en muchas partes?

Una pequeña digresión:
El Zeitgeist es una palabra alemana de allá por los años treinta que servía como definición a lo que se le llama algo así como el “Pulso de los Tiempos”.

Ahora, llámese el “pulso” al saber el estado de la vitalidad de un fenómeno vivo, y en este caso en particular del “Pulso del Momento” o el “Pulso del Tiempo”, términos los cuales se refieren al fenómeno vivo del que nosotros somos en primera instancia (me refiero a nosotros los seres vivos que pensamos o aparentamos hacerlo de manera también aparentemente organizada y con un fin particular y en ocasiones colectivo), y más que nosotros, la sociedad normal (sea lo que signifique la palabra “sociedad” y lo que signifique la palabra “normal”) en la que nos movemos (y a la que pertenecemos) y más que la sociedad normal en la que nos movemos y pertenecemos, si nos ubicamos en el espacio pues sería la de nuestra ciudad, sería la de nuestro estado, sería la del centro de nuestro país, sería la de México mismo, sería la de Latinoamérica, sería la del conjunto del Hemisferio Occidental, y sería la de nuestros tiempos contemporáneos finalmente, es decir: el conjunto de las sociedades contemporáneas de todos los países “que figuran” y que producen los mismos medios, y en conjunto con nuestra continua exposición a ellos, son los que a partir de las constantes observaciones, percepciones y sensaciones, los que nos forman y nos hacen vivir, comer y en muchas ocasiones hasta pensar igual (o al menos de manera muy similar), eso es el Zeitgeist al que nos referimos.

Nosotros y lo que pensamos y lo que concluimos en la colectividad en nuestro tiempo, ese es el Zeitgeist Mexicano de este año 2006, diferente ligeramente al de 2007 y del 2005 y así en general.

Y si seguimos hablando de los anuncios como la parte más visible de ese Espíritu de los Tiempos pues es sencillo de entender entonces que hay personas que quieren saber el porqué de esto, y por eso quizá ésa es la razón para querer leer a McLuhan (entre otros, claro): para tratar de entendernos nosotros mismos, para tratar de saber qué nos mueve, de entender cómo nos mueve, y sobre todo, de desentrañar hacia dónde nos mueve esa voluntad de los anuncios, y que nos hace pensar en qué medida lo ignoramos (si es que es posible llegar a ese mismo estado de conciencia) y en qué medida lo sabemos, y cómo, a pesar de saberlo, lo aceptamos.

Por esto hay muchas facetas de exploración de este viaje de entendimiento de los anuncios, de esa cultura que parte de necesidades claras en la cadena “alimenticia” de exposición de productos y si lo vemos de cierta manera quizá no hay otra forma posible para que el mundo, sistema, establishment, o como se le quiera llamar, funcione de algún otro modo, de manera más óptima y segura.

jueves, septiembre 07, 2006

Memorias (no arrepentidas) del Sonido Disco



Imagínate por un momento el lugar donde la Silver Convention grabaron el tema de Get up and Boogie, con su sonido tan sibilante como serpiente, su bajo uno tras otro rasgueado y de alguna manera punzando en nuestro diafragma dándonos lo que necesitamos: un ritmo sincopante, que hace que nos dé una sensación de serotonina en nuestro cerebro equivalente a un gran shot de adrenalina inyectado directo en el corazón, si quieres no exactamente como el que le tuvo que acomodar John Travolta a Uma Thurman en Pulp Fiction, pero sí al menos de algo que te rejuvenece y que trata de meterte dentro del alma de un muchacho que va creciendo de 15 años en el cuerpo camino a su inermidad de 43 años.

That’s right! Get Up and Boogie! gritaban, interrumpían, exigían que te levantaras a bailar, a bailar... ¿qué?

En ese momento no se sabía con claridad ya que de hecho no había una definición propia del ritmo en sí. 



Ahora, si gracias al paso del tiempo nos dimos cuenta en retrospectiva de que el concepto definido y delimitado conocido como el de música disco existió con fuerza y con, digamos, cierta madurez, pues el año de 1976 fue con certeza una época que podríamos llamar pre-disco o Disco Pre-Clásico.

Y si dedicamos un poco más de atención a este punto de llevar con cierta corrección, propiedad y decencia, esta cronología, de hecho ese año gringo-bicentenario a lo mucho dieron de sí las piezas de You Should Be Dancing y Night Fever, ambas de los Bee Gees y la de A Fifth of Beethoven, de Walter Murphy ya que fueron parte primordial del soundtrack de la película de Saturday Night Fever.

Como ya olvidada e innecesaria nota de pie de página, esa Quinta de Beethoven de Murphy fue la música que llegó a utilizarse utilizar de cortinilla en las transmisiones de Televisa de los Juegos Olímpicos de Montreal de ese annum mirabilis de 1976, el año de la-inmortal-y-bellísima Nadia Comaneci y del gran Daniel Bautista.

Bien, la película estelarizada por John Travolta (que, ya dijimos, fue quién le clavó ese mencionado shot de adrenalina a Thurman, a 17 años después de bailar More than a Woman) fue la que comenzó con propiedad el período Disco Clásico que duró entre 1977 y 1979, agregando Y.M.C.A. de Village People, Disco Samba, por unos brasileños, Born to be Alive, de Patrick Hernández, los éxitos de Gloria Gaynor (I Will Survive, ¿hay otro éxito de esta mujer? Sí, How High the Moon Is) y los del grandioso K.C. and the Sunshine (con That’s the Way (I Like It), y sobre todo el inmortal I’m Your Boogie Man con su grandiosa introducción).

Nada más para precisar, el período anterior a éste fue el denominado Disco Pre-Clásico que abarca de los años de 1974 a 1976, con prominentes piezas como la de Disco Lady de Johnny Taylor, More, More, More de la ex actriz porno Andrea y su Andrea True Connection, la de Rock the Boat de, de, de ¿?, The Hustle, de Van McCoy, Berta Butt Boggie, de, de, tampoco recuerdo de momento.

Posteriormente al Disco Clásico tenemos el Disco Post-Clásico, que fue más corto, de 1979 a 1980, con piezas como la de Ring My Bell de Anita Ward, In the Bush de Musique, Brickhouse de Commodores, terminando posiblemente con Funkytown, de Lipps, Inc. y la inmortal Ladies Night de Kool and the Gang, entre otras, ya en este sentido de relación de hechos que trata de ser fiel a la memoria, este Disco Post-Clásico decadente por así afirmarlo (de lo cual puedo apuntar que tengo un amigo que de seguro me diría que la frase “sonido disco decadente” es en sí misma una triple oxymoron por donde se le vea) no duraría mucho ante el embate del New Wave Post Punk de The Clash y de Talking Heads y del Nuevo Romanticismo de The Motels, The Police y de Duran Duran.

En Monterrey al menos la música de Silver Convention se colocó con fuerza por donde se le vea. Es de notar que estos datos sólo los saben unos pocos y yo, no por falta de ganas, sino que además son calificados (o descalificados) como intrascendentes por unos y de poca valía por otros.

A ver, pensando un poco, si no fuera, y pensándolo bien, por los programadores de estación de música en inglés de aquellos años NADIE DARÍA UN CACAHUATE POR ESTA MEMORIA DE LA SILVER CONVENTION.

¿De qué sirve recordarla? ¿Dónde está el valor de la misma memoria?

Sigamos la discurrencia:

Silver Convention. ¿Un grupo de blancos y negros de origen alemán? Mmm. ¿Dónde está la parte aria del asunto? Y si recordamos más llegaríamos a... Boney M, eran mulatos, ¿no? Hasta la misma Donna Summer supuestamente grabó en Alemania, por la relación que tenía en aquellos años con su productor-sintetizado Giorgio Moroder y que hizo sus pininos (vaya pininos) con la grandiosa Love to Love You Baby con lo inaudito en aquellos años de la Summer con sus quejidos suaves, armoniosos, definitivamente orgásmicos, ¡qué fueron emitidos en su versión larga por 18 minutos hace 30 años! ¿Dónde quedaba la moral que por todo truena hoy mismo?

(Algo ha pasado desde esos tiempos lejanos, entre otras cosas, la moral se elastizó, se contrajo, se expandió y se relajó, todo en múltiples niveles y en múltiples horizontes y dimensiones.)

La Silver Convention eran para esto, según la imagen de la portada del disco LP, un grupo disímbolo de blancos y negros que tocaban la siguiente retahíla de canciones: la clásica Fly Robin Fly, el seductor The Boy from O-La-La, la meditabunda Son of a Gun, la estrambótica Play Me Like a Yo-Yo, el elegante San Francisco Hustle, la mencionada Get up and Boogie, la tranquila Thank you, Mr. DJ, entre otras (para esto, una ex Silver Convention, Penny Mclean, tuvo un éxito moderado posterior con una pieza memorable que se llamó Lady Bump).

Según Polo Álvarez, mi sensei musical, quien estuvo al frente de varias estaciones de radio aquellos locos años de mil novecientos sesenta y setenta y ochenta y tantos, me cuenta que ellas colocaron en el gusto del público de Monterrey, en la XERG, sobre todo la estación del momento, etc, el 75% de las canciones de ese preciso LP.

Para darle significado a lo anterior es de notar que en los USA, sólo se colocó la de Fly, Robin Fly y la de, a lo mucho, Get Up and Boogie, queriendo decir que fue “el gusto del público” local, sea lo que sea en su significado, más que la imposición de una tendencia general como las que tradicionalmente marcan los Top Forty del Billboard, quien fue quien dio ese éxito a la banda de la Silver Convention en la ciudad del cabrito.

Entonces, esta pieza, con sus rítmicos sonidos que ordenaban ir a bailar, son los que llenaban esa parte de mí que buscaba un sentido musical armónico con cierta mezcla de sensaciones que no podían ser más que el desborde de una alegría de estar vivo. 



Aún y que el estreno de Saturday Night Fever significó en lo popular la condensación de lo que debería ser una disco y sus extravagancias y manifestaciones culturales, de alguna extraña manera sugería, y en ciertos puntos, imponía, como deberían de ser las cosas, en como se debe de conducir un chico en un baile, aun y que esos patrones de conducta ya en sí eran muy disparatados para el grueso de los habitantes de este planeta Tierra, pero ni modo, eran contra los que se comparaban: el vestir bien, el bailar bien, el atraer bien, el tener sexo bien, incluso.

Los pobres mortales que íbamos en camión a la escuela no teníamos mucho presupuesto disponible y sólo descansábamos en la información que se recababa en los descansos en la prepa sobre todo, o después en la que se dio una especie de intercomunicación para saber dónde había bailes a través del correo electrónico o chat de entonces, el legendario C.B. con su célebre “breika, breika”. Así sabríamos donde sería la cita en la noche.

Finalmente, aquellos fueron los años en que escuchábamos el radio AM y FM, al éxito de moda, mientras íbamos en el carro con alguien de salida de la escuela, mientras estábamos en casa haciendo la tarea, mientras íbamos al baile del viernes o el baile del sábado, que en Monterrey eran los que formaban los efímeros lugares de reunión (no había el dinero o la edad para ir al Sgt. Pepper, o a la Ajá) en casa de alguna quinceañera desconcertada que era invadida por hordas de muchachos desconocidos que anhelaban entrar, y que buscaban a una de las chicas dentro del baile, normalmente detrás de la reja, o en la plena oscuridad de las entradas de las casas para que ellas fueran a convencer a la quinceañera para que le dijera al de la puerta (alguna tía, amargada y fría, sin sentimientos) que nos dejara entrar.

Ya cuando de milagro estábamos adentro (algunos lo logramos con la mitad de la mitad de alguna invitación original):



los focos acomodados para prenderse y apagarse al ritmo de la música, el bom-bom-bom-bom sincopado con el que se metía al ritmo cardiaco, 


la media luz con la que se medio buscaba en la penumbra que la chica que querías estuviera esperando ahí sentada, 


el estúpido amigo tuyo de la escuela que te acababa de reconocer y con quien tú no querías estar al lado de él porque te “estropeaba la oportunidad” de bailar con la más bonita a la que tu status estético varonil pudiese aspirar, 


la fila interminable de chicas sentadas fingiendo que no estaban nerviosas por ir a bailar temiendo la vergüenza-humillación que tendrían conforme pasaban las horas si no las sacaban a bailar, 


el chico que estaría siendo empujado por los demás amigos para que él sí sacara a bailar a alguien, a la que fuera.

El no querer abandonar la zona de seguridad en donde tus amigos se la pasaban fumando con todo nervio sintiendo que los cigarros se iban a acabar pronto, 



que el mayor de los amigos o conocidos seguía bailando con la que te gustaba, que el tiempo se estaba acabando y que no sabrías como regresar a tu casa, 


que había muchas parejas bailando al parecer muy a gusto, que la pieza que más te agradaba y que querrías bailar ya acababa de pasar, 


que temías que llegaran las “calmadas” porque si no lograste bailar las "movidas", menos ibas a poder sacar a una desconocida para que bailara pegado contigo, 


o el problema de no saber que decirle a una chica en el sentido de querer conocerla pero no tener el arrojo o valentía o atrevimiento promedio del joven promedio.

El reconocer cierta zona de chicas como la del “squash” porque el que fuera, el que fuera, era rebotado de ahí sin clemencia, 



el sentir de que si eras rebotado por una, eras rebotado por consiguiente por todas las del grupito. 


El tener que irte con el “ride” temprano porque no había opción mientras te estabas divirtiendo como nunca con una chica que estaba a punto de pasarte su teléfono. 


El saber que afuera iba a haber un conato de bronca con un tipo a quien le caías mal y que cometiste el terrible error de haber sacado a bailar a su ex novia y con la tragedia pendiente de todavía él no enterarse de ese cambio de su estado civil (no había Facebook todavía).

La decepción total cuando ibas con una chica no muy agraciada (la verdad la verdad, solo lo que querías era bailar, divertirte), y nada, que ella te decía que no rotundamente. Y todos se daban cuenta.

El reconocimiento de que tenías un coeficiente social de -300 cuando no sabías de que hablar con la chica en la pista de baile a la hora en que estaba un cambio de canción.

El saludar a los cuates que eran los dueños del equipo de sonido, que en ocasiones los veías en la escuela porque eran tus compañeros y veías con gracia que sus bocinas tenían aditamentos hasta con cajas de 
vil cartón .

En un caso, él terrible silencio cuando ya todos se estaban yendo y la soledad que se empezaba a apoderar del lugar cuando sólo se iban quedando los familiares. 



En el otro caso, cuando llegada cierta hora, las rancheras del eterno Ramón Ayala tomando el control del lugar convirtiendo un excelente baile en una pasable tertulia tirando a ya-larguémonos-de-aquí.

Uno de los peores casos cuando llegaba el probablemente-nunca-comprobado gran amor de tu vida y empezaba la susodicha a bailar muy contenta con alguien que evidentemente no eras tú y que nunca se le despegó en toda la inmensa y larga noche, ¡ni en las calmadas, el maldito!

Y dos de los mejores casos cuando saliendo directamente del salón de clases de la UdeM en el vetusto y respetable Labastida, de la clase de Introducción a los Sistemas Computacionales de ICAP, primer semestre de carrera, todo vestido como no se debiera ir vestido a un baile: mezclilla, camisa a cuadros, y tus amigos estaban ahí afuera en el pasillo de los salones, para que fuéramos juntos a la calle de Laredo en Lomas del Valle, porque había un baile de una amiga lejana de uno de ellos y que se convirtiría inesperadamente en un delicioso baile cuando estuviste toda la noche bailando con una chica amable y divertida de la cual sólo recuerdas su blusa moteada tipo leopardo (y que la recuerdas vagamente después de 31 años).

Y el otro caso cuando saliendo hacia otro baile por San Jerónimo, entras y descubres que no hay hombres, la inmensa mayoría de los invitados, ¡eran puras chicas! El verdadero paraíso. Y sin precisamente sin tener que saber bien bailar música disco.


Fueron también los años en que también el sonoro sonido (la redundancia es dulce) que transmitía esa mencionada adrenalina que nos indicaba que había que moverse, 



que nos lo ordenaba de inmediato, sin miramientos, que era inminente, en un sentido de despojarse de las inhibiciones y de buscar a alguien, aunque no la conocieras, con quien compartir esa noción de perdernos en una jungla musical llena de árboles vibrantes a las cuales aferrarnos y correr por los senderos juntos, riéndonos, exaltados, 


con el corazón perlado de sudor, quedando extenuados al final como si hubiéramos sido exprimidos de todos los esfuerzos posibles de nuestra alma, sólo mientras no empezara otra pieza más por las negras bocinas gigantescas y ensordecedoras, que nos llevara a ese mismo lugar, 


entregándonos la promesa de otra visión, todo para volver a vivir desde lo más alto de esos árboles, poder mirar arriba y ver juntos un cielo estrellado que sonriente estaría también satisfecho de vernos contentos por un breve momento en el que llegamos a ese paraíso temporal lleno de vibra que golpeaba inclemente justo donde está el corazón y el bien sentir, el bien vivir.

Cada noche de cada viernes, cada noche de cada sábado, refugiada la esencia en la temporalidad eterna del recuerdo, de cuando tenías diecisiete años y pensabas que ibas a vivir para siempre...