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viernes, mayo 14, 2010

EL MUNDO EN UN ALAMBRE (WORLD ON A WIRE), LA EXTRAORDINARIA NUEVA VIEJA PELÍCULA DE FASSBINDER (QUIEN MURIÓ RECIENTEMENTE EN 1982)




 Las ideas están ahí para quien las quiera tomar, nada es realmente nuevo bajo el sol, lo que pasa es que olvidamos, y olvidamos mucho.

Los nuevos paradigmas tienen antecedentes, son derivados, tienen fuentes, y algunas de esas fuentes no son tan obvias.

Por otra parte la tecnología se va moviendo hacia puntos en los que no se estaba acostumbrado a verla, está llegando a intervenir, no sin sorpresa, en todos los campos del ser humano, incluso en su metafísica.

No es cosa de Julio Verne quien describe acertadamente naves que van de la tierra a la luna, o submarinos con alcance para viajar veinte mil millas bajo el mar, que son, eso sí, muchas millas aún hoy para mí o para ti.

Tampoco es tema decir que ya está acabado el también tema de la relación de los seres humanos con las máquinas pensantes al estilo de HAL 9000 quien un día despertará de su sueño y se preguntará después de cuestionarse por un buen rato  si le están mintiendo o no o si él es quien debe mentir o no a sus creadores humanos, y de paso suprimirles las funciones vitales mientras están en un sueño profundo de quizá años, cambiándolos de sueño a uno más permanente, esperando mientras quizá un día a que decida preguntarse si tiene hambre o no, y que será bueno para desayunar.

Adivinando si hoy exactamente dentro de 37 años si los nanobots tomarán al ser humano como pradera para encenderla cuando ellos quieran y con la misma indiferencia que nosotros vemos al polvo, que en este caso, si pusiéramos un microscopio, ese polvo no serían más que nanobotcitos chiquitos todos inquietamente idénticos, y cuidado con que los barras con tu escoba destructora, porque podrías destruir una guardería de ellos, y así, enojarlos en el proceso y acelerar nuestra destrucción inevitable.

De las maquinas pensantes a las maquinas espirituales, mmm, bueno, no estamos tan lejos, y con suerte veremos qué iglesia eligirán para reflexionar sobre su creador.

Pero decía de las ideas, y ahora que vemos a nuestro alrededor tenemos dudas de si lo que sucede es real, y esto no está lejos, no es un conundrum que impida la siesta, de hecho este cuestionamiento platónico lo leemos en el periódico todos los días cuando llenos de incredulidad nos preguntamos, ¿esto es real? Y sucede a diario cuando nuestro jefe (sí, tenemos jefes, esto de la heterarquía se está tardando demasiado) nos pide algo y le decimos, ¿estás hablando en serio? ¿Esto es real?

El escepticismo y el desmayo nos inundan el rostro como rojizas mareas en nuestra piel colorizada de pudor y de rubor.

Y ahí entran las dudas de si lo real es real o de si lo normal no lo es, o si lo es y ahí empezamos a revolvernos.

Entonces creemos que todo está tranquilo en nuestro devenir diario, con nuestras ideas reales y suposiciones de cómo funciona el mundo, no obstante, ya estamos curtidos, ya estuvimos con The Matrix de los hermanos Wachovsky, que nos impactó de una manera no tan visceral como Star Wars (digo, entonces, Lucas nos dio un descontón a los 15 años, caramba, Obi Wan-en-ti-edificaré-mi-iglesia-Kenobi nos mostró el camino de la Fuerza y a partir de ahí fuimos otros), y The Matrix, ok, no nos hizo cambiar de religión de nuevo, pero sí hizo pensar un poco en la cuestión de la realidad en sí y de las posibles maneras de cambiar nuestra manera de percibirla.

Y tengo un amigo que me pregunta, ¿tú si le crees a El Norte (o sea, el hermano del Reforma)? Y yo le respondo, bueno, no es de creer o no, sino de que ahí miras un reflejo de los hechos que sucedieron el día anterior, si acaso un tanto sesgado arropado sutilmente con su propia agenda oculta y secreta, pero en muchas ocasiones no puedes negar lo evidente que aparece en sus páginas.

A mi vez yo le pregunto: ¿tú en qué crees? Él responde, negando con la cabeza y sonriendo: “en nada”. Y Rubén, corrígeme, ¿eso me respondiste? Para corregirlo después aquí. Para describir la realidad, al menos la de ese momento.

Es un punto, ese, ¿en qué creemos? Y no hablo de creencias políticas, o de fe, o ideológicas, sino eso, así, sencillito: ¿en qué creemos?

Bien, hace unos días vi de manera simultánea un artículo en el New York Times y un artículo en el New Yorker, que hablaban de lo mismo, de una película de Rainer Fassbinder de 1973, llamada World on a Wire, algo que se me hizo muy raro.

Fassbinder fue un cineasta alemán que vivió en el carril rápido allá por los años setenta, que algunos conocedores cinéfilos lo reconocen porque vieron y todavía recuerdan la película de Las Bodas de María Braun, entre otras.

Fassbinder es uno de esos directores que forman parte de un grupo de cineastas que aparecen de la misma manera en la misma época y que crean obra consistente incluso entre ellos mismos, en este caso están Wim Wenders, Werner Herzog, Volker Schlöndorff, Wolfgang Petersen, y alguien más que anda por ahí.

Cine alemán del que no estoy capacitado del todo para hablar, pero que a través de sus películas, vas entendiendo que hay percepciones distintas de la realidad en sus propuestas, películas como Aguirre, la Ira de Dios, Fitzcarraldo, El Misterio de Gaspar Hauser (de la que el nombre original es Cada Hombre Por Sí Mismo y Dios contra todos de la que ya hablé en este blog hará un tiempo), Las Alas del Deseo, Hasta el Fin del Mundo, El Tambor de Hojalata, El Amigo Americano, Das Boot, Paris Texas, etcétera, todas tienen una proporción distinta del cine europeo, al que llamamos así generalizándolo de manera indiferente, y mucho más, obvia, para distanciarlo geográfica e ideológica del cine norteamericano, exceptuando quizá, a algunas muestras de cine independiente que obviamente están influenciados sus creadores por cineastas incluso alemanes, de nuevo.

Volviendo pues, a World on a Wire, originalmente esta película de 3 horas y media fue transmitida por televisión en uno de aquellos años extraños de los setentas, de 1973, para ser precisos.

La película, pues, no ha sido muy vista fuera de su entorno y ha andado de aquí para ya supongo, sin mucha gloria o pena, pero eso no obstó para que ya pudiera verla gracias a dos tres maniobras no muy complejas que me lo permitieron.

Esta trata acerca de un esfuerzo de gobierno para realizar una computadora llamada Simulacron-3, (precisamente el nombre de la novela de 1964 escrita por Daniel F. Galouye en la que se basó la película), que tiene como objetivo realizar eso, simulaciones a niveles portentosos, y que de seguro tiene su utilidad para la industria o el comercio, digo, es lo que se expresa ahí mismo, simulaciones de si el acero tendrá tal o cual precio para el año 2000 (falta muuuuuucho tiempo para entonces) y de ser así, que tipo de inversiones macromillonarias se podrían hacer desde ahora, no olvidemos, es el glorioso año de 1973 y ni el celular, ni MTV, ni el SIDA, ni del CD o disco compacto, ni Michael Jackson han llegado todavía , para ello faltan diez años todavía para que todo esto hagan resonancia en la cultura popular.

 (Incidentalmente, sé de seguro, que los cinco puntos anteriores, dieron sus primeras exposiciones en la cultura pop, por decirlo así, en el mes de marzo de 1983, sí, de manera simultánea, lo sé porque, en resumen, tenía las revistas TIME de esos entonces, y en ese mes se tocaron esos cinco temas no que tuvieron su origen, sino que por primera vez se estaban poniendo por así decir, de moda, en el sentido de que el común de la gente empezaba a verlos como para de sus vidas, tan relevante fueron, que aún hoy siguen siendo muy significativos, busquen otro mes en tiempo de paz, con tanta resonancia, a ver si pueden).

Bueno, saber el futuro, como ayuda, aunque cada vez es más difícil, si te pones a ver. Porque, uno, el futuro ya no es lo que solía ser, y dos, es muy difícil predecir, más si se trata del futuro.

Así las cosas, la mencionada supercomputadora, que ya usa terminales de pantalla además de esas máquinas tipo telex…

(¿...alguien  en esta sala recuerda el telex? ¿Que tenía su disquito como los de los teléfonos de disquito?  ¿Qué? ¿Tan pocos lectores recuerdan los teléfonos de disquito??? Caramba, el tiempo pasa....)

…tiene al  director de instituto responsable del proyecto quien está al parecer muy emproblemado de por sí,  afirmando que no es posible lo que acaba de darse cuenta y que si se difunde su conocimiento el pánico y el terror caerá sobre la humanidad. A los pocos minutos el señor muere y han pasado menos de 8 minutos de película y ya no entendemos nada.

Le toca al director substituto tratar de entender y en una fiesta más que rara habla con el director de seguridad del mismo instituto de cosas tan relevantes que en un parpadeo se desvanece en una fiesta delante de sus ojos, no, no se desvanece de desmayar, se desaparece, ya  no está, y lo peor, nadie fue testigo del hecho y lo más peor (frase coloquial, ustedes perdonen), al poco tiempo ya nadie sabe de quién habla este director substituto ya que no hay rastros del director de seguridad.

Toda la película, obvio, muestra y demuestra el tiempo cuando fue filmada, en ningún caso se pretende hacer esfuerzos para ponerla en el futuro, y ni parece que se buscasen muebles diferentes, astronauticos, de color amarillo chillante, por así decir, todo es lo que se ve se podría haber encontrado en esas zonas de Alemania, pudiendo ser Munich, o Hamburgo, muebles con recubiertos de madera, teléfonos con botones, lo que por cierto se me hizo interesante, que algunos de ellos venían con una pantallita blanco y negro para ver al interlocutor, muy monos ellos.

Lo demás, el cuarto de la computadora tenía muchos monitores, pero nada relevante en sí, y monitores también blanco y negro, marca Telefunken, ¿por qué no?

Pero lo interesante y sorprendente de cierto modo, fue el descubrimiento paulatino de que la famosa Simulacron-3, lo que hizo fue simular un pueblo con diez mil habitantitos en él, sí, unidades de datos les llamaban, y tener nosotros la idea que ellos estaban dentro de la máquina, viviendo y hablando y existiendo como personas normales, como tú y yo hacemos en este momento.

Llega el momento que nuestro director substituto siente que todo apunta hacia dentro de esa sociedad hecha de datos.

Y que se mete dentro.

¿Qué cómo se mete?

Mmm, pues que se sienta en un sillón reclinable, se pone en la cabeza un casco con alambres, se relaja y despierta dentro de unas oficinas, ya dentro  de la máquina, habla con un tipo, bastante perturbado, que le dice que está desesperado, que desea salir hacia donde es la realidad.

Antes de confundirlos más, sólo agregar que nuestro personaje se despide porque ya es hora de regresar a la realidad, ¿y cómo lo hace?

Sencillo, apura al tipo raro y grande que está en la caseta telefónica cerca y al no hacerle caso el grandulón, nuestro director lo saca de ahí a fuerza y acto seguido entra dentro de la caseta para volver a nuestra realidad.

No recuerdo si marca algún teléfono o no.

¿Ya? ¿Ya recordaron? ¿ya se les hizo familiar el punto? Ok, tal vez mis lectores no son tan clavados en detalles de películas de culto. Pero qué importa, ¡como quiera los quiero!

En The Matrix, Neo, Keanu Reeves, o Trinity (Carrie Ann Moss), van a una cabina telefónica o a cierto teléfono para salir de la Matrix, sobre todo en caso de peligro inminente.

En ese momento, un operador (Keanu le llama Wizard) en el mundo real, los saca de ahí, de The Matrix y reganan la conciencia en el sillón.


¿Qué, no hay nada original en este mundo?

Así seguimos pues.

Una película que como dice el New York Times, no es una obra maestra, pero que interesante como película y como historia es fascinante, tiene sus twist, tiene sus explosiones, sus persecuciones, sus intrigas, sus eternos movimientos circulares de cámara, sus imágenes con espejos, reflejos, distorsiones, sus actores con poses casi estáticas, como si estuviéramos mirando cuadros, en vez de película, sus confusiones propias de la historia, pero sobre todo, sus repercusiones, sus reflexiones, abismos explorados, todo con el poder convincente de una excelente historia.

Sin efectos, solo con movimientos, sugestiones, reflexiones, World on a Wire, nos hace pensar en la existencia nuestra, en los hilos, en las existencias alternas, en las existencias recursivas, todo salido de la imaginación, que es la que es en el caso de Fassbinder, inagotable (por supuesto, apoyado por la idea original del novelista, Galouye).

Ojalá muchos la puedan conseguir por ahí, que la pasen a DVD, en televisión, en cine quizá, en algún festival especial de cine alemán, y que sea vista, pues es lo único que pide una película, que sea admirada por muchos, por todos…

Y así, ponernos a pensar en las metarealidades, como aquél niño que en un ya viejo comercial de Pepsi platicando mientras veía los hielos de su vaso con refresco le decía a su amiguito: “te imaginas que este universo en el que vivimos no fuera más que una molécula de un universo más grande y así nosotros fuéramos microscópicos…” mientras la cámara se iba yendo más arriba dejándolos pequeñitos  y más y más más, hasta estar tan alto que se veía todo el universo… dentro de uno de los hielos que estaba en un vaso con bebida en la que un niño mientras los veía le decía a su amigo: “te imaginas que este universo en el que vivimos no fuera más que una molécula de un universo más grande y así nosotros fuéramos microscópicos…”.