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jueves, enero 23, 2014

Sucedió en el Metro de la Ciudad de México...

(Por cierto, esta foto fue tomada por mí, Luis Eduardo García)


Recuerdo mis viajes en el Metro de la ciudad de México.

Antes de eso, me gustaría decir, que adoro a la ciudad de México. Es una ciudad fascinante, con mil cosas que hacer, mil cosas que descubrir, mil cosas que mirar.

Y me tocó vivir en como dicen o decimos o dijeron o dirán: en provincia. Viví en Pachuca, Hidalgo, unos años, y pues, por circunstancias, me vi envuelto en la necesidad de trabajar en la ciudad de México, viviendo en Pachuca. Ida y regreso todos los días. ¿Kilómetros de traslado? 220 kilómetros diarios.

Entonces la idea era viajar todos los días a DF, desde Pachuca, para llegar a la oficina a las 9 30 am.

No era cosa fácil. Pero bueno, lo que quiero contar aquí es algo que me sucedió en el Metro. No es que sea gran cosa, pero es un detalle interesante.

Dato 1: Adoro,sí, también, el Metro de la Cd de México. Es fascinante.

Dato 2: Es muy pesado usar el Metro. Es tardado, pero efectivo. Es directo, pero muy atiborrado de gente.

Dato 3: Es abrumador usarlo a veces y las distancias a recorrer, son larguísimas. Lo que te ahorras en dinero, lo pierdes en tiempo.

Dato 4: Los transbordos a horas pico, son espeluznantes, apocalípticos. Salidos de la película de Cuando el destino nos alcance:"Soylent Green is people! Soylent Green is people!" .

Dato 5: Hay de Líneas a Líneas. No es lo mismo Polanco que La Merced. Norte 45 qué Coyoacán. (Basé una experiencia depor el rumbo de Norte 45 para un cuento llamado así, "Norte 45").

No más datos. De momento. Luego tocaré más temas, sólo ahora hablar de lo interesante que me ocurrió, como ya dije.

Un día iba rumbo a... mmm la estación Indios Verdes, desde Centro Médico. Esa línea es de las más complicadas. Tiene transbordos ahí en Centro Médico (donde yo me subí viniendo de Chilpancingo), además tiene otro en Balderas, en Hidalgo y en La Raza, al menos.

El más pesado, Hidalgo. Viene la línea cargada de gente desde/hacia Cuatro caminos o hacia/desde Taxqueña. es una encrucijada conflictiva perfecta La madre de todos los transbordos conflictivos. La gente sale o entra a toneladas. Todos mirando hacia la salida más  cercana, todos rápido que la bocina suena implacable a los 30 segundos de abrirse las puertas para cerrarlas.

Dejen les cuento que hay una leyenda apuntada en la pared, que dice:"Para entrar primero deje salir". Y no, no la respetan mucho. Los empujones, reales empujones, están a flor de piel. Me tocó esperar más de 15 minutos una ocasión sin poderme subir por tres trenes consecutivos, nada más bajaban 3 y solo subían 3. Los 500 restantes, seguíamos allí.

La gente se acumula en ocasiones y todos están en el filo de al menos uno sesenta de altura, que es lo que separa la plataforma del piso donde estamos de donde están las vías.

Ya que se dan una idea de la multitud, aglomeración, gentío, cantidad impresionante de personas, sólo queda decirles que eso era el camino de regreso, el de ida era más tranquilo. Pero el de regreso, era a las 7-7:30 PM.

Se dicen mil historias de violencia o de malos ratos en ese metro, en esos vagones. Todos haciéndose los dormidos para no dar el asiento a quien lo pueda necesitar. Pausas eternas de los vagones para ajustar tiempos. Miradas sin ver. Calor extremo por no haber ventilación. Otros sin luz. Todo por un boleto que estaba a 3 pesos y que ahora es 5 después de muchos años. Un boleto que debe costar 12 pesos.

Codazos, ambulantes, mini altercados.

Pero a veces va el camino tranquilo y en paz. 

Y recuerdo un día...

Íbamos hasta el gorro, ya dije. Era tal vez La Raza, uno de los transbordos, no el apocalíptico, pero cerca.

Ya llegábamos ahí cuando la gente que sabe, se está levantando o yendo hacia las puertas. Llegamos a la estación. Bocina, puertas abiertas, gente que sale a toda prisa. La señora con los dos niños que los arrea llevando sus cosas.

Gente ya saliendo por el centro de las puertas, gente de inmediato ya entrando por las orillas de las puertas. Imagínense salir así, agarrando a los niños que no se queden por equivocación. Son 30 segundos de gracia.

Suena bocina, a veces es más tiempo, pero ahora sí, 30 segundos.

Se van cerrando puertas. La gente va de pie, está toda junta, no hay espacios para acomodarse, pero de algún modo ocurre. Las puertas a punto de cerrar.

En eso, la señora con los dos niños, apenas saliendo, grita: "¡¡Mi bolsa!! ¡¡Se me cayó la bolsa!!"

El Metro no espera, las puertas ya están cerradas, está la pausita, la leve pausa en la que ya avanzará de manera sencilla, sin sentirse mucho la primera aceleración. A escasos tres, cinco segundos de moverse.

En eso, de manera automática, la gente mira al suelo, se hace un lado como si una ambulancia exigiera el paso. Y alguien la ve, la bolsa estaba en el piso. era pequeña, como monedero, un poco más grande. ¿Ahí estarían sus tarjetas, su IFE, su dinero del día, el dinero de regreso? Nadie sabe.

A un segundo de moverse, una persona la recoge y en un movimiento sin pensar, la lanza por encima de la ventana abierta, afortunadamente porque en ocasiones están cerradas.

La bolsa saliendo por la ventana y el tren arrancando en el preciso fue todo uno. Creo que sentí una emoción similar a la de tu equipo anotando un gol, carrera, touchdown, decisivo.

El tren avanza, la gente se acomoda, el sentimiento de querer aplaudir se queda así.

Ese día, fue un excelente día. Mi fe en la humanidad, permanece.

Adoro el Metro de la ciudad de México.

Pasen lindo día.

Lindo lunes.

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