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martes, octubre 31, 2006

El “Pedro Chávez Special” que se extraña tanto: Cincuenta años del Mito Infante


Una cierta conocida años atrás me contó una anécdota de una amiga de ella, digámosle “Alejandra”, para evitar confusiones.

Resulta que “Alejandra” era de una ciudad de la frontera tamaulipeca y tendría como doce años allá por 1972, algo así. En aquellos años la televisión no tenía muchas alternativas y siempre transmitía venerables películas mexicanas incluso en horario del ahora llamado triple A.

Sucedió que, obvio, por aquellos años las Inmortales del Cine Nacional eran parte medular de la programación semanal de no sé que canal.

Supongo que entre los ciclos que transmitían por allá en cadena nacional estaban las 
películas, además de las de Infante, las de los Soler, las de Joaquín Pardavé, las de Luis Aguilar, Arturo de Córdoba, las demás de caballitos como se las conocía, y las por supuesto las queridísimas de Jorge Negrete. De seguro “Alejandra” estaba ahí, religiosamente cada sábado o martes o el día que fuere mirándolas varias veces como fuera.

A “Alejandra” le gustaban tanto las películas de Jorge, que sin más ni más y por razones perfectamente claras de su tierna edad, se enamoró del mismo actor. 



No era para menos, la esencia de Jorge Negrete es su virilidad proyectada, su espléndida voz, su atractivo magnético, su ser simpático y querendón además de, seguramente, su valentía e intrepidez.

Así las cosas, un mal día en la memoria de la vida de esta “Alejandra”, alguien en mal plan, o no sé con qué intención, le enteró en son de burla que su enamorado Jorge Negrete tenía dieciocho años de haber desaparecido de la faz de la Tierra pues había muerto en 1954.

Al saber la noticia, nuestra desconocida “Alejandra”, se dice,  totalmente desconsolada, lloró por días y días.

Bueno, supongo que “Alejandra” un día creció, maduró y por fin dejó atrás esas ideas, como dije, tiernas, pero a final de cuentas, irracionales. 

Pero aún así, si nos ponemos a pensar, ¿quién nos advierte a cierta edad pequeña que lo que vemos en pantalla no es así como la vida real que creemos vivir?

¿Después de cuánto supimos que aunque mostrara aquél programa bélico de “Combate!” con una etiqueta sobre su imagen que decía “IN COLOR”, nuestra pobre TV Admiral con pantalla blanco y negro no sería jamás capaz de obedecer tal designio?

¿O qué los personajes de por decir, El Show de Dick Van Dyke, nos hablaban con voces que también las escuchábamos en Hechizada?



¿O qué el Agente 86  realmente jamás habló de su tía de Acapulco en su idioma original?

Tal vez ahora las cosas estarán más claras para los niños de hoy en día con sus 50 (o más) opciones de canales de TV, todos de 24 horas, pero por entonces para nosotros tales mundos eran tan imaginarios como la idea de vivir en Disneylandia.

Las ilusiones de la TV no lo eran antes, eran algo más cercano a una cierta tangibilidad. Nosotros le atribuimos solidez a los cuerpos. Escuchábamos sus voces. Veíamos sus caras. Les creímos, y creamos, sus verdades. Sospechábamos que si los viéramos entrar a nuestra sala,  por la puerta y como si nada, los saludaríamos con naturalidad. Que hasta se sentarían en nuestra mesa a comer con la familia, ¿y por qué no? Eran familia también. 

“Alejandra” tenía un punto. Ella creía en Jorge Negrete. Tal vez pudo ser ella la última de sus fans que le lloró. De verdad.

Ahora sí, Pedro Chávez, Pedro Malo, Cruzberto Gaudazas, Víctor Medina.

A mi me recetaron películas de Pedro Infante desde que tuve uso de razón (la gente dice que de eso no han pasado más que dos años y que no ande presumiendo por ahí) y la verdad se hizo tradición ver una película de él cada semana en su habitual blanco y negro (y aún ahora me maravilla el ver en color a Carolina (Irasema Dillian) con sus labios rojos rojos salir en Pablo y Carolina o admirar los esplendidos interiores de la mansión que aparece en Escuela de Rateros). 



El orden podría variar pero las que siempre estaban juntas eran las de Nosotros los Pobres, Ustedes los Ricos, finalizando con Pepe el Toro. Luego podrían recetarnos Los Tres García y después Vuelven los García (de pequeño me daba cierto orgullo saberme que yo me apellidara así, cosas de la idiosincrasia mexicana infantil) una semana tras otra; después podrían dar Viva mi Desgracia y Un Rincón más Cerca del Cielo, posteriormente podrían transmitir A Toda Máquina y ¿Qué te ha dado esa mujer?; sin olvidar la siguiente semana a La Oveja Negra y a No Desearás la Mujer de tu Hijo; no podrían faltar Ahí viene Martín Corona, y Gitana Tenías que Ser, para después surtirnos las “escuelas”: Escuela de Música, Escuela de VagabundosEscuela de Rateros



Luego, en el aniversario de su muerte, 15 de abril de cada año sin falta, ¡Así era Pedro Infante! con su grito al final, fantasmal y escalofriante.

En todas las anteriores se puede ver que se juntan, mmm, como quince películas, algo así como cuatro meses casi de progrmación, pero, ¿cómo? ¡sí faltan más!: Dos Tipos de Cuidado, Los Gavilanes, Tizoc, Angelitos Negros, Los Hijos de María Morales, La Barca de Oro, Soy Charro de Rancho Grande, Mexicanos al Grito de Guerra, Escándalo de Estrellas, La Feria de las Flores, Las Mujeres de mi General, También de Dolor se Canta, Sobre las Olas, Islas Marías, Pablo y Carolina, El Mil Amores, La Tercera Palabra, El Inocente, Los Tres Huastecos, y ya son en total más de treinta, para pasarnos conectados al espíritu de Pedrito por mas de siete meses, y luego las que se me olvidan, uf, etcétera.

¿Qué significa esto? Bueno, yo no estoy seguro si mis hijos gozan sus películas como yo a su edad (no había mucha segmentación de mercado en los/mis años setenta, pues), ellos ahora de quince y doce años, y creo que no lo hacen, de hecho no sé si de mayores vayan a desarrollar el gusto de verlas, cosas de su modernidad.

Lo que sí supongo es que estas cintas, de que van a ser vistas más allá de aquí a veinte años, lo harán, doble contra sencillo.

Pedro Infante murió hace ya casi 50 años (¿qué tanto falta para el 15 de Abril de 2007?) y obvio, yo no estuve ni de chiripa para entonces. Ni supe que cara puso la gente, no si se vendió más periódicos, ni si estuvieron muy pegados a la TV o al radio mientras se supo del avionazo, el traslado del cuerpo, el velorio, el funeral, los homenajes, ni nada. Zero. Faltaban cinco largos años para que naciera.

Ni me imagino el tamaño del impacto de su vida en vida, menos el de su muerte recién muerto. Lo único que puede uno aspirar a conocer ahora, de no ser por tratar de leer las crónicas originales de las noticias de aquellos años, si es que se puede, es a tratar de percibir el tamaño de la vida del señor, para no llegar mencionar ni la palabra “mito”, ni la palabra “leyenda” en el texto.

Supongo que Pedro Infante ha de ser para México y los mexicanos como Carlos Gardel para los argentinos o como Elvis Presley para los norteamericanos, y ya todos sabemos lo que dicen de Gardel, que cada día que pasa canta mejor; de Elvis dicen que gana más dinero hoy por hoy que cuando vivía, ¿qué podemos decir de Pedrito en ese sentido?



¿Será su viuda (o viudas, con todo respetín) la(s) que gane(n) más con él? ¿O lo será Televisa. la que es al parecer es la dueña de los derechos de sus películas y persona, (“the estate”, como le dicen en inglés)?

Y eso nos puede llevar a la siguiente pregunta, por decir cualquiera: ¿cuánto gana en comerciales la transmisión de un buen sábado por la tarde de Dos Tipos de Cuidado? ¿Qué sucedió con la productora original de esa película? Sorry, no tengo la ficha. ¿Habrá cedido sus derechos? ¿En qué condiciones? ¿Por cuánto plazo? ¿Desde cuando?

¿Veinte años? Podrían ser cincuenta o setenta.

¿Cómo no olvidar a Pedro Infante? Digo, ¿se acuerdan las nuevas generaciones de Javier Sólis? ¿De Víctor Manuel Mendoza? ¿De Abel Salazar? ¿De Antonio Badú? ¿De Arturo de Córdova? ¿Del mismo Jorge Negrete? (con la posible excepción de la mencionada “Alejandra”, su post-cuasi-joven-viuda.)

Simpatía. Carisma, palabras de siempre, te caía bien el tipo, o más bien, te cae bien el tipo, así en tiempo presente, si ahora lo vieras asomandose viejito como sería, como para pedirte un favor, si es que no te mueres del susto antes, por supuesto, con toda naturalidad lo atenderías, como si fuera, lo repito, un tío abuelo tuyo de tiempo atrás. La figura de él se nos hace tan natural que no podemos evitarlo, insisto, nos sería “natural” el verlo. 

Lo hemos visto cerca y lo veremos más que a nuestros propios parientes que se nos hayan muerto con el paso de los años, ¿cómo no tenerle afecto? ¿Cómo no extrañarlo?

Y puede que sea eso: jamás nos dieron la oportunidad de extrañarlo o de enterrarlo en nuestras mentes. 



Es nuestro hombre común que se queda con Miroslava, que se queda con Elsa Aguirre, con Marga López (dos veces y una en que la perdió con Abel Salazar), con Sarita Montiel, con Silvia Pinal, con Silvia Derbez, con Rosita Quintana, que NO se quedó con Blanca Estela Pavón (bueno, dos veces sí, luego se nos fue) y que se quedó con muchísimas más.

Así las cosas, ya sea motociclista de tránsito, compositor exitoso creído muerto, mecánico, seminarista, sacerdote, revolucionario, aspirante a estrella, militar, forajido, preso, cantante, agricultor, maestro de escuela, él era todo lo que nosotros podríamos haber sido, pero que en él fue mejor: cantaba bien, era guapo, era seductor, con carisma, con valentía, con humor, con picardía, con amistad a toda prueba, como padre que perdió un hijo, como presidiario, como violinista, como maestro de escuela, como el everyman de everytime de everywhere: el cualquiera de cualquier momento de cualquier lugar.

En ¡Así era Pedro Infante!  hay un segmento de cuando salió en TV con motivo de un maratón de la Cruz Roja y ahí se puede percibir menos actuado, más real. Uno no deja de ver como tal vez sí podría ser: un mucho sorprendido de su éxito y de cierta manera agradeciendo todo a su presunto mentor: el director de buena parte de sus películas, el señor Ismael Rodríguez.



Así lo tenemos presente:

El Pedro de A Toda Máquina, golpeándose con Luis Aguilar en la casa de éste.

El Pedro de Nosotros los Pobres, llorándole al Torito.

El Pedro de Escuela de Vagabundos, cantándole a Miroslava.

El Pedro de Los Tres Huastecos, llevándole un vaso de agua a la Tucita.

El Pedro de La Oveja Negra, paseando a caballo con su Camcia.

El Pedro de La Tercera Palabra, lanzando un cuchillo con toda precisión a la mesa hacia donde estaban los que lo querían llevar al manicomio.

El Pedro de El Mil Amores, cantando “Desde Altamira, Tamaulipas, les traigo esta alegre canción...”.

El Pedro de Los Tres García, junto con el perico, burlándose cínicamente de sus primos.

El Pedro de Dos Tipos de Cuidado, jugándose su rancho a la última carta con su ex amigo, Jorge Bueno.

El Pedro de Ustedes los Ricos, peleando contra el Tuerto al filo de la azotea en uno de los grandes edificios recién construidos cerca de Paseo de la Reforma.

Y así...

Con el paso del tiempo se dice hasta el cansancio la frase de "¡Pedro Infante no ha muerto, vive en nuestros corazones!" Será verdad o exageración, será frase hecha o será frase sincera, pero de que no se olvidará en mucho tiempo, no se le olvidará.

Híjole, ¡son cincuenta años!

Cincuenta aaaaaaaaaañosssssssss, cinco veces diez.

Y, véanlo: ahí está, intacto, con su sonrisa, su bigote, su aplomo, su voz, su sombrero, su sencillez, su tranquila y plácida inmortalidad, ¿podemos imaginarnos esa cantidad de años? ¿Conviviendo con su imagen?

Yo no. Y sin embargo ahí está, el próximo sábado o domingo o lunes o cualquier día de cuando leas esto, ahí estará de nuevo. En una de sus siguientes dramas, en una de sus siguientes comedias.

Él no faltará a la cita. Tal vez algún día, en alguna parte, le salgan a él como a su cuñado Jorge, otras jóvenes “Alejandras” que ahora serán sus nuevas chorreadas, a las que un día alguien las despertará cruelmente de su ensueño romántico.

Y le llorarán. Vaya que sí.


Todo es posible...







****



Addenda...

Esto fue editado el 15 de Abril de 2014, sus películas ya las encuentras en YouTube, completas, yo tengo dos en DVD, Escándalo de Estrellas y A Toda Máquina... mis hijos no saben quien es Pedro Infante y no les interesa mucho, quizá como objeto de estudio...

Yo sigo celebrándolo.




lunes, octubre 30, 2006

...sólo para avisar que...

...la segunda parte de Technotitlan: Año Cero, ya está publicada en su propio blog, y que está en la siguiente dirección:


así que el que desee conocer esa segunda parte, ya está en el aire... los que deseen entrar, sean bienvenidos y muchas gracias...

atte


La Gerencia

domingo, octubre 29, 2006

Como no ser una rana hervida eléctrica

Un amigo mío, pragmático y razonable, me contó una metáfora de esas a las que muchos son adictos. Dijo que a una rana la puedes ir matando si le calientas poco a poco el agua aumentándole a la lumbre sólo un grado por minuto, sin que se de cuenta (nunca me quedó claro el porqué tenía que hervir a una rana en primer lugar y el porqué no quisiéramos que se enterara, pero eso sería otra historia, supongo). La moraleja es cómo estamos hirviéndonos sin que nos demos cuenta.

Eso estuvo a punto de sucederme, y lo pagó mi refrigerador.

Resulta que tengo un refrigerador Hotpoint de 24 pies que en su momento, hará 18 años, fue la mejor opción. No sé si es grande o muy grande, no sé si fue la mejor decisión en forma de expresar su valía en pesos por pié cúbico (que vendría siendo de las medidas que finalmente valdrían la pena discernir, un poco como ventas en pesos por metro cuadrado en un supermercado o el costo de centavos por hoja impresa individual de una impresora normal de esas que compramos en esos lugares que terminan su nombre en Mart o en Depot, y similares).

El punto es que jamás había pensado yo en que llegaría a medir la cantidad de luz que pago. Más allá de lo normal, quiero decir. O sea, miras la cantidad de consumo que viene en tu recibo (el maldito), al hacerlo te puedes sorprender pero de cualquier manera piensas de buena fe que la cantidades están dentro de un rango mental de la cantidad que consumiste entre la cantidad que vas a pagar y que finalmente lo aceptas (como las etapas ante la muerte: ira, negación, negociación, resignación, aceptación). No hay mucho que hacer al respecto, más si estás con la seguridad de que nadie se está colgando de la luz de tu casa, situación muy posible que se puede dar en este Bello México Nuestro. Fue tu consumo, pues.

No sé cuanto debe de consumir de corriente una casa, no sé cual sea el factor que se deba de verificar. Las oficinas de Luz y Fuerza (lo que es la Comisión Federal de Electricidad en la otra parte del país que no es ésta) sólo te entregan un folletito simpático pero no te resuelve gran cosa.

El detalle es que siempre tuve un consumo determinado que estaba por debajo de una cifra de… mejor me explicaré porque es complicado… hasta cierto punto:

Un kilowatt es la cantidad de corriente que consumes cuando usas tus aparatos eléctricos. Así, simplificado.

Si te pones a pensar los aparatos eléctricos que usas son parte básica de lo que se podría definir que es la vida moderna, el progreso, la felicidad, la prosperidad, el bienestar y abstracciones similares: Un microondas, una lavadora, una secadora, una plancha, una PC, una TV, y un RF, digo, un refrigerador, etc.

Cada casa, departamento, lo que sea, tiene una tasa de consumo de energía eléctrica que puede variar (nadie me da una respuesta con claridad en este punto, al parecer nos quedamos con la vaga referencia de que son rangos de consumo por aparato, de hecho ni siquiera le entiendo a lo que viene en las etiquetas, las que queden al pasar los años de uso, de los mismos aparatos).

El folletito mencionado no agrega gran cosa, y usa como medida unos foquitos de 100 watts, .1 Kw: Un refrigerador por ejemplo afirma que consume casi 5 foquitos, o sea .5 Kw por hora (no fue mi caso); una plancha consume como 12 foquitos, o sea 1200 watts o 1.2 Kw, por hora (si estuviera prendida esa hora entera); una TV gasta casi tres foquitos y así; la PC, igual que la TV; una grabadora donde escuchas tus MP3 o cassettes o CDs (¿no serán demasiadas siglas tan temprano?) sólo 20 watts, o sea .020 Kilowatts por hora y un gran etc…

Bueno, pues todo lo anterior se va acumulando durante el día: llegan los hijos y prenden TV y PC sin contemplaciones. El refrigerador ni se inmuta y sigue funcionando con sus intermitencias inescrutables: se apaga, se prende, se apaga, se prende, sin seguir un ritmo predecible (esa es la razón por la que afirmo que hay evidencias en el mundo material respecto a que estas son muchas como para no entender que hay otras magias inexplicables que ni los que dicen que saben se atreven a desentrañarlas, ya hablaré del asunto, conste, eso sí: nunca nada de esoterismos o parapsicologías o metafísicas que sólo sirven para llenar renglones y cerebros vacíos).

El detalle es que Luz y Fuerza explica en no sé que lenguaje arcano en libros que sólo los hobbits encuentran en los calabozos de Minas Moria, (donde residen los Balrogs, monstruos de fuego que hasta Gandalf con todo su poderío les teme; ¡ah!, aquellos tiempos en que casi casi nadie sabía del mundo de Tolkien) y que te hablan de tarifas y consumos y encuentras en uno de ellos, en ese idioma en que los que le inteligen te lo dictan en forma de mandamiento (“THOU SHALL NOT CONSUME MORE THAN…”): “Tú NO deberás de consumir en un bimestre MÁS de 500 Kilowatts, si no fuere así, serás castigado de la peor forma: TE QUITARÉ EL SUBSIDIO QUE TE LIBERABA DEL PECADO ORIGINAL DE PAGAR TODO TODO TODO LO QUE MALDITAMENTE CONSUMES”.

Yendo a los santuarios de Luz y Fuerza, uno se da cuenta en conferencias de esas en las que tomas turnos de un expendedor con numeritos, que en 60 días se debe de gastar durante dos bimestres juntos al año, según esto, MENOS de 500 Kws para estar dentro de esa bendición del subsidio en esta zona apartada, y eso no es poca cosa, es como un 20 o 25% del consumo total. Nada despreciable. Por tanto en teoría para estar en la electric safety zone se deben de gastar alrededor de (a lo mucho) 8.3333333 Kws por día ya sea sábado o martes o viernes, en junio como en enero para el amigo sincero.

En ese tono de cosas en mi casa ya se llevaba de cierta manera la cuenta en forma general, pero en un alarde de descontrol se fueron agregando paulatinamente en la fiesta de los meses en mi entorno como si fuera agua aumentando su temperatura a un grado por minuto de cierto modo, en forma de aparato tras aparato que de manera simultánea y como si fuera un primer movimiento en sucesión completo-allegro-sin-nunca-moderatto de una inusual sinfonía eléctrica-industrial-signo-de-los-tiempos-de-la-decadencia- sintonizada en claros tonos brillante-naranjas-corriéndose-hacia-el-rojo-intenso-casi-blanco-blanco del derroche de la abundancia-espejismo tal que, casi como la rana hirviendo mortalmente en su ignorancia, mi despertar fue grave: en menos de quince días, un cuarto de bimestre, ya había consumido casi 17 Kws diarios en promedio, algo así como ¡255 Kws en total!

Pá’ darme a entender, en quince días me volé lo que debía o podía consumir en todo un mes. La mexicana alegría al irresponsable galope. Bueno, entonces, ¿qué significaba?

Muy sencillo, que para llegar a la mágica cifra de 499.99999999 Kws por dos bimestres seguidos según la regla de LyF, y que ya llevaba uno de ellos por circunstancias de vacaciones, por tanto, de querer volver al huacal, debería de gastar ¡poco menos de 4 Kws por día!, o sea, no lo sabía todavía, pero al luego descubrir que el refri me consumía 5.7 Kw alrededor, DIARIO, insisto, no lo sabía entonces pero lo sospechaba, o sea, repito, segurísimo que estaba MUY en problemas.

Cuando estás en esas circunstancias, ¿qué es lo que te queda hacer?

Vivir en la irresponsable alegría no era opción. Cerrar los ojos no hace que se vayan los monstruos, ya lo he comprobado. El sol es más grande que mi dedo (supongo). Sospechaba firmemente que mi tío Omar no me iba a depositar 600,000 pesos de buena onda el siguiente fin de semana. Mmm. Los hijos no iban a dejar de utilizar sus prebendas que la revolución de la adolescencia les consiguió con la lucha de clases bien aprobadas que mantenemos. Y que la cumplen, que es lo peor.

Habría que apagar el refrigerador. Brrr, o como se diga en este caso. Blackout voluntario en la zona de conservación de alimentos. Un signo de progreso cancelado. Una evidencia de que Dios existe, cerrada. La razón al borde del colapso. Los bárbaros en las puertas. Cómo estar en mi ciudad sin sweater.

Se me hicieron varias alternativas cerebrales: poner otro medidor, cambiar la instalación eléctrica, comprar otro refrigerador (ajá), verificar si había un corto en alguna parte y arreglarlo, incluso rezar al Intenso Dios de la Electricidad (nunca supe quien es ese con claridad, ¿Carlos Slim? Ah, no, ese es el Dios del Teléfono… pero ya me habían dicho que rezarles o implorar su piedad no funcionaba de cualquier manera), etc.

Y así se hizo: Se apagó el MF RF. (No pregunten que significa “MF”, please.)

Gracias a la buena voluntad de una amiga muy cercana (en afecto y más cercana en distancia, afortunadamente) y con algo de espacio en su congelador, se pudo sobrevivir la friolera (simpática palabra, “friolera” ¿...de frío?) de 42 días por delante sin refrigerador.

Eso sí. Fueron días de paz eléctrica. No hubo zumbido permanente, no hubo la sensación de que el antropomorfizado Mr. Freeze hiciera la gran maldita falta. La leche se compraba de esa que está empaquetada al alto vacío. Mi esposa había etiquetado a la perfección cada paquete de carne o carnes frías a consumir cada día. Todo se congelaba en casa de mi amiga (superagradecidísimo con ella). Fue una excelente manera de llevar una organización y logística a nivel doméstico.

Hubo sus bemoles, claro: nunca hubo refresco o soda o como se llame en tu localidad, fría o frío, porque en esta MÍ localidad, no hay mucha necesidad de refrescarse (de hecho este año me quité mis sweaters a lo mucho, sólo una hora diaria en ciertos días señalados del verano mismo, ya hasta me sentía César Costa).

Los demás aparatos a partir de entonces fueron calibrados muy cuidadosamente, en lo posible, para alguien que jamás había hecho eso en la vida. No me volví experto como para medir profesionalmente medidores eléctricos por el resto de mi vida, pero en mi caso yo tenía que agregar un decimal que normalmente no se marca porque no tiene sentido en el común de las circunstancias, pero para saber saber, lo que se dice saber, en mi caso, por aparato, se lo tuve que apreciarlo a ojo de buen cubero, y agregar religiosamente.

Y claro que fue significativo.

De ese modo, como dije, calibré en cierto sentido cada aparato de mi casa y supe aproximadamente cuanto se consume por hora una PC (.25 de Kw), una PC más una TV (.5 de Kw), una PC más una PC más un RF (.7 de Kw), etc. Y así las cosas, mi promedio, que sé perfectamente que no le interesa a nadie en particular, fue de 3 Kw diarios. A lo menos 2.2 Kw en ciertos días y a lo más en 4.4 Kw en momentos claves de otra de esas minisinfonías de muchas combinaciones alternativas de electricidad surcando los cables de cobre recalentados.



Las medidas físicas creo que volvieron locos a mis vecinos: una se hacía a las 07:00, otra a las 16:30, una más a las 21:00 y siempre la final, la de las 00:00. Esto es en un día. Y al siguiente. Y al día después al siguiente, como quien dice, al next-siguiente. La medición, cualquiera, para respetarse como tal y como todos deben de saberlo, debe de ser equiparable, precisa en lo posible, asimilable, simple, repetible, es la única manera de saber lo que sucede a nuestro alrededor. Es crear nuestro marco de referencia y desde ahí tomar decisiones.

Sé que puede que mis lectores algunos sean afluentes y piensen que la vida en este sentido se puede resumir con la siguiente metáfora, como me la dijo otro querido amigo, y que va así: “si mi trabajo no me alcanza para pagar la gasolina que consume mi pesado, sólido, magnificente, supercarro antiguo Chevrolet Bel Air 1957 de ocho cilindros en V, mejor me cambio de trabajo”. Ventajas de la juventud de antaño y de esa indiferencia beat-ífica de nuestros veintitantos ya algo lejanos años.

Mi caso no es el derroche, mi caso es más bien el consumo racional de mis satisfactores que yo con mis recursos propios pueda consumir sin que me tope con tristes realidades a final de un período mensual o bimestral. Punto.

Prendí mi refri al día número 42. Llegué a la meta sobrándome 70 Kw. La mera pausa que siguió desde que se conectó físicamente a su eléctrica línea vital, hasta que “prendió” con su zumbido familiar (ya lo extrañábamos, sob,), respirando visiblemente, fue de una ansiedad profunda. Esa mera pausa de si prenderá o no, si sí o si no, si sí o si no. Esa pausa familiar en la que te haces la pregunta básica en esas miríadas de momentos críticos: “¿y si no prende?” Pero prendió, como debía de ser.

Seguí racionalizando mi consumo. Ahora descubrí eso, que mi refri consume un tanto por hora: “como” .26 a .28 de Kw, (con dieciocho años de edad, ya no es la chucha cuerera ecológicamente afinada y eminentemente económica que se anunciaba por entonces, los estándares han cambiado, afortunadamente, supongo); y que mis aparatos consumen un tanto por hora más: la TV y la PC “como” .2 cada uno. Insisto en la palabra “como” como una humilde aproximación pero en la suma del día, es como incluirles el método del famosísimo Factor Aguacate. (¿No saben qué es el “Factor Aguacate”? Estén sintonizados por este micro micro micro canal, un buen día lo explicaremos).

Y descubrí que podría llegar a 9 Kw sin dificultad… pasándome en .666666 en lo óptimo para llegar a 500 Kw al paso de los 60 días. Por tanto tengo que apagar el refrigerador dos horas al día o más, quizá en la madrugada. No sé si vaya a fallar o no después. Si dejará de prender algún día (esos temorcitos que causan más ansiedad). No sé si mi RF debe de obedecer los cánones de los RFs del mundo que dice a la letra: “SI LO APAGA, CONSUMIRÁ 35% MÁS DE SU CONSUMO NORMAL”. ¡Pamplinas! Mientras tenga menos de 8.3333 Kw en promedio de consumo diario lo seguiré haciendo. Si llega a fallar, bueno, ya me compraré otro más económico y más racional en consumo. Situación win-win evidente. Supongo.

Y ni modo. Prefiero gastar lo sobrante de mi pobre dinero en libros, manga, animes y demás vicios de mis hijos que pagarle a una entidad obscura impersonal motivo de nuestros disgustos tal y como es Luz y Fuerza. O Comisión. O Gas. O Teléfono. O lo que sea.

Y no, la alternativa de modificarle subrepticia e ilegalmente al medidor para aparentemente consumir menos no me es muy atractiva, digamos que sin pecar de santo, me es problemática. Maldito temor Hitchkockiano a la autoridad (Alfred sí le tenía un chorro de temor a la Autoridad, como lo demuestran sus películas, ¿y yo?, sí, también le tengo temor por un lado, pero por el otro…).

Hay que medirse. Sé que puede hacer de la vida un poco autoconsciente de que cada aparato extra en activo significa un poquito de watts y que estoy con el nervio de que si prendo la segunda PC, me preguntaré por cuánto tiempo debo de prenderla o a qué horas tendré que apagar la TV y cosas, disyuntivas así. Todos los días. Y la consecuencia de esa decisión la sabré a las 00:00 de mañana. Siempre. Todos los días.

Hay beneficios de la administración de luz: me concentré más en la lectura (tengo un chooooorro que leer, con eso de que accedo recientemente a la biblioteca de la prepa de m’ija se me ha hecho aún más vicio el asunto.) Me dedico más a escribir aunque sea llenando hojas y hojas y acabándome plumas y plumas que ya luego volcaré de manera más pensada en este procesador de palabras.

Hay desventajas, claro. No puedo escribir mucho en la PC, no puedo reventarme los maratones de antaño. En fin. Ahí la llevo, poco a poco. Como dije, me obliga a ser más eficiente. A mis hijos los hace ser más conscientes del uso de los recursos. Más conscientes respecto a lo que cuesta ese satisfactor. De lo inútil que es gastarlo en excesos. De no deber vivir por encima de tus medios.

Sobre todo, de que hay maneras en que se puede NO permitir que las cosas te manejen.

Que muy bien te puedes anticipar a lo que va a suceder.

Que en ciertos casos las cosas SÍ se pueden determinar por NUESTRAS acciones.

Que SÍ se puede modificar el futuro.

Y eso tiene que ser bueno.

Mientras, estar o no estar en el subsidio. No sé si económicamente sea lo viable para nuestro país, pero, ¡qué diablos!, si ahí está, a usarlo, ¿o no?

Eso o esperar a que seamos hervidos como a una pobre rana. Muy lentamente.

jueves, octubre 26, 2006

La (Increíble) Transformación de Winnie Cooper


Este es un artículo que escribí hará un año o más en el que hablaba de dos mujeres, una norteamericana y otra mexicana. Lo escribí en un tono respetuoso (con algo de humor, como siempre, pero jamás sin deseos de contrastar nada ni con tintes de mal gusto o nada que se le parezca), sobre todo por la inclusión de la eficientísima Xóchitl Gálvez, una mujer que en lo personal admiro por su tenacidad.

Pero lo incluyo aquí en el blog por la sencilla razón de que, cuando fue publicado, mi artículo en periódico no pudo incluir fotografías. Las dejé debiendo.

Y fue una lástima para ver que sucedió con la buena de Winnie Cooper de los Años Maravillosos.

Subscribo con sinceridad lo que escribí en el artículo. Personalmente creo que se debe de reforzar el amor a las matemáticas. Creo que se debe de reforzar la idea en todo el país que hay que esforzarse en impulsar más las carreras de ingeniería. Se debe de hacer llegar el mensaje que el país los necesita, y conforme pase el tiempo los necesitará con más, urgencia.

El punto de que aproveche esta plataforma de blogs para mostrar a la señorita Mckellar en como ella se proyectó para decir al mundo ¡Aquí estoy!, hará uno o dos años, es sólo una muestra de mi buena voluntad.

No me lo agradezcan.

El deber es el deber.

Es la cruz que tengo que cargar.


Inteligencia y Belleza

Danica McKellar y Xóchitl Gálvez.

Por si tienen problemas en reconocer a la primera persona basta sintonizar hoy por hoy el canal abierto de TV Azteca para saber de quién se trata. Coprotagonista de Los Años Maravillosos, McKellar es Winnie Cooper, quién robó nuestros corazones cuando pasaron la serie la primera vez de 1988 a 1993, a través de aquella IMEVISIÓN y que ahora se retransmite en las tardes.

Era la serie de tres amigos que crecieron en una ciudad no nombrada de Estados Unidos a través de los turbulentos años 60’s con todo y Vietnam. Ahí estaban representados los rituales habituales de crecimiento que también nos han acompañado: la chica que te gusta pero que no te hará caso, el primer acto de fumar y de beber, el comienzo de los problemas con los padres, todo envuelto en una pátina de nostalgia e identificación.

Winnie Cooper es la niña que tú conociste y que debía tener el aroma más suave, la mirada más tierna, la voz más aterciopelada, meliflua y suave... y que jamás te haría caso en su vida… porque era de tu misma edad y tú ni a bigote llegabas.

Como punto incidental resulta que la Danica decidió aparecer, no muy vestida, en cierta revista. Visiones agradables y uno, agradecido, por supuesto. Los porqués de aparecer así radican en su punto particular de vista de las cosas y sus necesidades de compartir éste.

¿Qué tiene esta mención que ver con todo? Sigamos.

Cuando terminó de aparecer en TV, ella se dedicó a estudiar. Y entre sus materias ella eligió darle duro a las matemáticas. Ayudada por un maestro le dedicó meses al tema tanto, que estos se convirtieron en años sin darse cuenta. Y la niña salió re-buena para los teoremas y los axiomas. Y tan le fue bien que junto con su maestro y condiscípula publicó un artículo llamado: "Percolation and Gibbs States Multiplicity for Ferromagnetic Ashkin-Teller Models on Z²" en una revista de física británica. Ni más ni menos.

De ese modo que ahora es ella la única persona que ha tenido un cierto estrellato y celebridad en cine o televisión que tiene su apellido colocado en medio de la denominación de un teorema matemático reconocido: el Teorema de Chayes-McKellar-Winn.

(Aunque está el caso de Heddie Lamarr, actriz de segundo nivel de cine norteamericana de los años cuarenta, de origen checo, que tuvo que ver con la concepción de la tecnología básica de transmisión de señales inalámbricas llamada spread spectrum, que se utilizó en ese momento para controlar de manera remota torpedos submarinos, tecnología que a su vez tuvo un impacto directísimo en el know-how del celular que probablemente el lector o lectora tiene en sus manos, ese sí fue un caso raro).

Por otro lado podremos estar o no de acuerdo con Xóchitl Gálvez, pero de que es una mujer que se dedicó a tecnología y que está hoy por hoy en donde ninguna persona de origen indígena en los últimos ochenta años, o más, había llegado, toda proporción guardada.

Recuerden: En TV aparece una niña tal vez común y corriente que estudió matemáticas y que ha llegado alto a su joven edad (lo otro, lo de las fotografías, es pues eso, lo otro). Y por otra parte tenemos a alguien de origen indígena que también ha llegado alto en el gobierno mexicano.

Ambos puntos son trascendentes.

Podemos entonces matar tres pájaros de una sola piedra:

Uno, la belleza no está reñida con la inteligencia.

Dos, se puede alentar a que si los niños ven los Años Maravillosos en TV, los papás les pueden decir que así como ven a la niña, chiquita, delicada, boba hasta cierto punto (como todos y todas fuimos) ésta llegó a incluir su nombre en un enunciado matemático importante;

Y tres, que es imperativo apoyar, aún sin presupuesto, la cultura en este país: humanidades, arte, ciencia y tecnología.

Desarrollemos muchas Danicas McKellar y Xóchitl’s Gálvez entre los niños y niñas mexicanas (Sin fotos, no problema, esas fueron gustos personales de la Danica).

No es difícil, es cuestión de REALMENTE querer hacerlo.

Busquemos cómo.

Todos.

Las Campanas Doblan por Oaxaca



John Donne y Ernest Hemingway tenían razón. Si la humanidad es un todo, la muerte de un solo ser humano disminuye a la humanidad y por lo mismo me disminuye a mí. Por tanto no preguntes por quién doblan las campanas. Están doblando por ti y por mí.

La imagen es clara y duele en todo lo que da.

Unos tipos soldando las puertas de metal de una escuela para impedir que entren los padres a reanudar las clases para sus hijos en su propio intento, quizá envuelto de un dejo terrible de patetismo, pero realizado ya no con la mejor intención, sino con el deseo de hacer algo, lo que se pueda, lo mínimo que se pueda para disminuir el daño.

El gran daño.

La imagen de la barbarie. De la violencia. De la ignorancia. Del deseo de que las cosas sigan así. Del deseo ESTÚPIDO de que las cosas sigan así.

Le contestaba a mi amigo Jaime acerca de Albert Camus y su filosofía del absurdo, respecto a que la vida es así básicamente, absurda.

Y es que si no la vemos así, ¿cómo entenderla? Aún así, es tan extraña, tan ilógica, que nos quedamos sólo en el débil intento.

Llegamos aquí a través de medios muy extraños, es decir todos fuimos producto de la persistencia, resistencia y perseverancia de un espermatozoide entre decenas de millones y de un solitario óvulo dado que dio en suerte que fue precisamente el que se desprendió de su ovario el día en que se juntaron esos dos elementos, y de ahí fuimos creados (no puede ser magia ni milagro ni nada así, tan cotidiano que se hace el asunto después de pensar un rato en el), eso en la parte de herencia que nos corresponde.

Es un encuentro absurdo, ¿no? ¿Dónde está la lógica en esa creación? ¿Dónde está lo divino?

Luego por los factores externos por los que se conoce el concepto de vida cotidiana y sus múltiples vicisitudes en las que estamos envueltos, es como llegamos a que vivimos en un absurdo directo de cual nadie, pero nadie tiene una idea, y a lo que puede aspirar la gente, los más sabios si se quiere expresar de ese modo, es a tener una idea de ello, una aproximación a la seguridad interior, pero si analizamos con prontitud el asunto, jamás nadie tendrá la plena seguridad, más que en su propia mente, sólo tendrá la creencia o ilusión de que es una seguridad de lo que es la vida, lo cual en sí es vivir la ilusión de la misma y para muchos es suficiente.

El caso de Oaxaca, llegando de lo aparentemente sublime a lo claramente patético es también absurdo, porque si tratamos de explicarnos en la mejor de las luces posibles que es lo que hay dentro de las personas y sus así-llamados-cerebros que se atreven a soldar las puertas de las escuelas para que estas no sean abiertas por los padres hartos de tanto desorden, es entonces cuando nos quedamos con la cara estupefacta y nos preguntamos que tendrán esas personas en eso que aseguran tener dentro de sus cráneos, y amargamente nos quedamos en la confusión al querer respondernos sobre el porqué no pudieron encontrar otra manera más efectiva para protestar en el todo y el porqué hay otras personas que sencillamente lo han permitido todo: alterar el orden, vejar a personas que ellos perciben deben de serlo, tomar rehenes a una población que se cree inerme, y vituperar un gobierno estatal inepto en el tema de negociación.

Hay muchos ángulos aquí y muchos de estos, si no todos, ya han sido tratados en los ríos de tinta en tantos editoriales de todas partes desde el mero principio del conflicto. Es decir, no hay quien haya mostrado el repudio hacia esta manera tan bárbara de mostrar una furia o una petición, otra vez el calificativo, de absurdas.

Los hechos están ahí. No he estado yo allá para explicarlos, no tengo los medios, sólo sé lo que tengo enfrente, y lo que percibo gracias a mis sentidos y a lo que deseo explicar a través de mi (pobre y definitivamente sesgada) razón.

Pero allá en Oaxaca se pueden ver los hechos y todo lo que resulta de este tipo de escritos no es más que dejar una sensación de angustia que por más que amanece y anochece queda igual, ¿y si mis hijos estuvieran ahí, que hubiera hecho yo?

Y no se trata de afirmar que vivo hoy por hoy en donde vivo con la angustia continua de que es lo que pasa allá y peor aún, que es lo que pasará allá, pero no es necesario que yo haga un movimiento consciente hacia ese punto, sólo basta con mirar los titulares de los periódicos, algunos de sus editoriales (sólo algunos porque afortunadamente o desafortunadamente hay otros eventos en el mundo, tan o más graves que lo de Oaxaca), y los noticieros y programas de análisis de la TV, ahí está Oaxaca, siempre presente, ahí están sus problemas como las llagas que se niegan a curar por más que parezca que lo estén intentando.

Lo peor de esta sobreexposición (o subexposición) de noticias es que nada de esas letras, palabras y párrafos vertidos con la mejor de las voluntades (muchas al menos) agregan algo a la solución.

El daño a Oaxaca es incalculable y lo vamos a pagar todos, ¿por qué?

Porque en este país federal (supuestamente, ¿no?) hay un estado que tiene casi el medio año inactivo, con todas las incontables pérdidas en todos los ámbitos: turismo, comercio, las pocas industrias que se tengan, etc. Va a necesitar muchísimo dinero que tendrá que salir de alguna parte, y supongo que no lo va a entregar ni la ONU o el FMI o el BID, saldrá de nuestros bolsillos, no hay más, es un problema nuestro y nosotros lo tendremos que resolver, como si habláramos de que en casa de unos familiares estos se pelearon entre sí, destrozaron todo y olvidaron todas las obligaciones que les correspondía, los hijos ahora son los que están sin escuela, de donde sacan dinero para ir a la tienda a comprar ¿qué? Ese es el problema de las incertidumbres y las angustias: ¿cuándo llegará la normalidad de nuevo?

Si la vida ya era difícil de antes, ¿ahora con todo esto en contra? ¿A quién le quitaremos ese dinero para reponer en algo las condiciones de “normalidad” para Oaxaca? ¿Qué tipo de desastre natural es equivalente al daño actual (huracán, inundación, terremoto, ciclón) que está, si quieren no acabando, pero si dañando de manera innecesaria y… absurda al estado de Oaxaca.

No es hablar aquí del gobernador y sus fallas, o del gobierno federal y las suyas. Llegaríamos a repetir lo mismo que todos repiten.

Lo que se trata de expresar aquí es nuestro pesar por el daño que se le está haciendo a los niños que tienen seis meses en el sobresalto, en tratar de entender que es el perder una mitad de año escolar, o más bien de dos, si es que hablamos del pasado ciclo escolar y del actual.

Lo que está haciendo es jugar masivamente en forma totalmente irresponsable con el futuro de un millón de alumnos y alumnas de todas las edades que de alguna manera se les está a todas luces perjudicando, a todas luces dañando a una sociedad que lo menos que necesita hoy por hoy es eso, que la distraigan del trabajo de la formación de sus vidas, de su enseñanza, de los escalones necesarios que serán imprescindibles en su propio crecimiento económico, intelectual y moral.

Y esto no es por una escuela, por un distrito o región, es por todo un estado de la república, el más pobre de todos, el que más lo necesita (puede haber otros, pero daño como éste, ni en Chiapas en 1994 con el levantamiento zapatista), esa es la gran tragedia, la del Futuro, que como siempre nadie da un comino por él a la hora de la venganza por los agravios recibidos, a la hora de la revancha por las prebendas y canonjías que no se consiguieron por la buena (merecida o inmerecidamente).

¿Qué habrá en la mente de esos que le ponen soldadura a unas puertas de una escuela?

¿Qué habrá en la mente de esos que ordenan ese tipo de cosas?

La tragedia de Oaxaca ha sido, es y será, la de todos.

Lo dicho: No preguntes por quién doblan las campanas de Oaxaca.

Están doblando por ti y por mí.

Por eso es que vivimos en lo absurdo.

martes, octubre 24, 2006

Sting piensa que el rock de hoy por hoy no vale la pena…


…y que por eso él escucha actualmente música clásica del siglo XV, y probablemente tenga razón.

Dicho lo anterior en estos días por el cantante y compositor del grupo Police, da una perspectiva interesante acerca del tema.

Es curioso por un lado que mucha gente todavía le siga diciendo lo anterior, ex integrante del grupo Police, como si se le tuviera muy presente cuando él fue parte de la asociación del grupo mencionado, junto con Stewart Copeland y Andy Summers y que eran creadores en conjunto de aquellas canciones como Roxanne, Bed is big without you, Walking on the Moon y para terminar pronto y sin llegar a las muy mencionadas de siempre, la mágica y dolorosa King of Pain, en aquellos años antes de que terminara cansándose de esos cinco años de acelere que tuvieron juntos de 1978 a 1983, en los que lo dieron todo (baste escuchar sus en-vivo).

Así las cosas, The King of Pain, como le bautizaron también, aduce que en el ahora de ahora no hay música rock que valga la pena. Si tenemos por un lado que el rock que se produce es muy segmentado, habrá heavy metal, habrá rock pop, habrá pop rock (no es lo mismo) pero no se puede negar que música rock, lo que se conoce como música rock como la que se produjo casi ininterrumpidamente desde los años cincuentas, como la de los sesentas, los setentas, ochentas y noventas, bueno, se puede afirmar categóricamente que la de estos últimos años no ha merecido mucho como para recordarla en el futuro, o para, mínimo, preparar los “covers” del futuro próximo más allá dentro de diez o veinte años.

Cada época tuvo sus excepciones de consideración. Por ejemplo, una ocasión a finales de los cincuentas y después de la muerte de Big Bopper, del gran Buddy Holly y del extrañadísimo Ritchie Valens, en aquél viaje de avioneta fatal que cayó en Iowa en 1959, de que Elvis estuviese ya en su etapa de pre-domado por culpa del cine, Little Richard con su rollo de re-nacido en el cristianismo, Check Berry con acusaciones pendientes, Gene Vincent muerto en un accidente, Carl Perkins en cama también por un accidente y Eddie Cochran también muerto, se pensó que el rock había desaparecido como tal… sólo para contradecir esas noticias prematuras cuando los Beatles llegaron desde Inglaterra (claro, el sonido Motown y los Beach Boys ya habían empezado con su furor, pero rock rock, lo que se dice rock no era) y desde el Newark Folk Festival, Bob Dylan se electrificaba.

En los sesentas y setentas el rock gozó de buena salud, si acaso el fenómeno disco y el punk vinieron a matizar en ocasiones incluso negativamente el asunto a finales de la Me Decade como fue bautizada, (se decía que el punk y luego el grunge quince años después fueron creados como una reacción contra los valores de boato, pompa y circunstancia que rodearon al rock, con grupos como Yes, King Crimson, Moody Blues, Styx, pero sobre todo Yes, por un lado, y por el otro, los eternos solos que integrantes de grupos como Led Zeppelin y Pink Floyd, pero sobre todo Zeppelin nos recetaron en aquellos años, pero es aquí donde uno se pone a pensar: ¿quién de nosotros se quejaba por entonces?)

Pero ahora en esta década sin nombre (o cómo decirle: ¿qué sigue de los sesentas, setentas, ochentas, noventas… los ceros?), ¿quién puede sacar el pendón como la Mejor Banda de Rock del Mundo sin tener que aguantar comparaciones con los Rolling Stones, que bien o mal siguen activos, con Led Zeppelin, que a veinticinco años de su separación sigue siendo tan relevante y referente como siempre, o con Bruce Springsteen, que aunque se dude también tuvo esa denominación durante un buen tiempo de los ochentas, o aún incluso Guns and Roses, Nirvana, Metallica y Pearl Jam?

El punto es, aún y teniendo buenos grupos del hoy por hoy, como Limp Bizkit, Korn, System of a Down, White Stripes, The Strokes, Franz Ferdinand, nadie llena esos zapatos. Se invita a que se contraríe lo anterior. Con argumentos sólidos por favor y sin apasionamientos juveniles.

Sting tiene un punto. Puede que haya música rock hoy mismo que cause emoción, que cause admiración, que cause interés, pero no pasión, nunca pasión. Podrás tararearla, pero no pasará de ahí. No querrás comprar su CD, no podrás imponerla a tus amigos como el nuevo paradigma, la continuidad de la nueva revolución… a menos de que… pero no…

Hoy en 2006, preludio de 2007 en lo que es rock rock till you drop, rock rock never stop, en lo que es rock ain’t pollution, en lo que es rock and roll all nite and party every day, no se vislumbra nada que desafíe este punto de vista.

Y los “intérpretes” del mañana (“intérprete” se usa aquí de la manera despectiva que se desee, en el mundo significativo del rock que es el power that always be, sólo hay dos interpretes que se consideran, dicho así: “que se consideran”, uno empieza su nombre con Elvis, y el otro empieza su nombre con Frank), repito, los “intérpretes del mañana” se deberán de preocupar ahora, por cuales serán los “covers” que deberán de usar, ya que seguirán recurriendo a las minas de oro de los sesentas, setentas y ochentas para… “inspiración”. No es robo, entiéndanlo, es “homenaje”.

Cuestión de esperar para percibir el vacío (o gran boquete) que habrá en su tiempo.

Just wait and see…

(Y no, no quiero tener música renancentista o isabelina de cabecera, seguiré mejor en esa otra música clásica comentada en los párrafos anteriores: mi salud mental y las autoridades del asilo al que mis hijos me ingresarán, me lo agradecerán…)

lunes, octubre 23, 2006

Del Rapto de la Información en Time.com



No sé si para ustedes no sea importante pero para mí sí lo es. Se trata de que de alguna manera, compartir, avisar, que todo el contenido de Time.com está abierto. Y puede que esté abierto por un error. Y puede que sea temporal.

Déjenme me explico. Dejen explico que es un omni-infovoro. La infoavidez carnívora.

Primero. La revista Time es una revista que aún y que se puede etiquetar como conservadora desde cierto punto de vista, es de lo mejor para estar actualizado si la lees semana por semana, año con año.

Segundo. La revista Time es una revista semanal que tiene más de 83 años de edad.

Tercero. Yo estuve suscrito a la revista desde 1984 hasta 2001.

Cuarto. Conservé por un tiempo todas las revistas que me llegaban y un día calculé que medirían aproximadamente una puesta tras otra: .004 m de grosor en promedio por cada uno de los 52 números anuales por 17 años da: 3.536 metros de altura repartidos en 884 revistas, de las cuales ahora sólo conservo unas 180, pero eso sí, como 450 portadas que también me quedan. De las 884 originales perdí como 200, de las mejores, en un incidente desafortunado que todavía lamento.

Quinto. La revista me daba un filo interesante de muchísimos temas.

Sexto. Siempre tuve envidia de lo que no tuve. De hecho, siempre he tenido envidia de lo que no tengo.

Y en ese rango de envidia quedaban todas los ejemplares que traían noticias que consideré, y considero, de ultraimpacto como pueden ser: “¿Dios está muerto?”, el número del Bicentenario en 1976, la que perdí de John Lennon de 1980, la que perdí de George Orwell (aunque conservo su portada) de 1983, la que perdí de Carl Sagan (la presté) de 1980, la de “the Evil” (“El Mal”) de 1987…

…y así estaban de ese calibre, y que nunca tuve ni ví: las de Vietnam desde Ho Chi Minh pasando por Dien Bien Phu pasando por el Golfo de Tonkin pasando por la ofensiva del Tet pasando por la caída de Saigon; las de Watergate desde la captura de los plomeros el mero julio de 1972 hasta la caída de Nixon en Agosto de 1974; las que tienen que ver con México en todas las épocas desde 1923; las que tienen que ver con Los Beatles, sobre todo la de 1967 en su fase del Sargento Pimienta; la que tiene que ver con el rock desde que empezó en 1954 con Elvis; las que tienen que ver con escritores notables como Camus, Hemingway y Pynchon; las de la Segunda Guerra Mundial: las de Rommel, las de Hitler, las de las batallas importantes: la de Stalingrado, el Alamein, Midway, el Kursk, Normandia, Iwo Jima; los de los cambios de la tecnología y la sociedad, las costumbres y la moral, los modales y las modas, los hippies, las fiebres de sábado y los yuppies, y finalmente las que no quiero, porque las tengo y no me causan ningún buen recuerdo, las de las Torres Gemelas y sucesivos eventos que condujeron a las pesadillas de Afganistán e Iraq.

Por lo mismo me declaro un poco freak (o bueno, freak completo) en términos de búsqueda y de posesión de contenido (en cualquier formato, sencillo Times New Roman de 12 puntos, hojas tras hojas, jamás para ser impresas ya que ocupan de nuevo un buen de espacio).

Es decir, si algo busco es contenido en forma de información, artículos, puntos de vista, opiniones, ensayos, mil de esas cosas.

Me gusta sobremanera lo que la gente opinaba, pensaba, imaginaba, temía, deseaba, soñaba en cada uno de sus momentos y épocas: no es lo mismo leer de la Segunda Guerra Mundial ahora que sabemos quien ganó y qué se ganó, que cuando no se sabía todavía cual era el desenlace (“…estos son tiempos oscuros para Europa” decían por ahí de 1942): es como ahora leer lo de Corea del Norte y sus ensayos y amenazas nucleares y no saber, hoy por hoy, que hará con las otras armas que haya armado por ahí.

Por tanto no es lo mismo leer entonces lo que se lograría con la Carrera Espacial en el año de 1960, y quién llegaría a conquistar la Luna para finales de la década, como afirmó temerariamente Kennedy en ese discurso tan famoso del año siguiente, con lo que sabemos ahora de que llegando, llegando de 1969 a 1972, se iban a retirar de ella en lo absoluto, como lo han estado desde hace 34 años.

O podría traer en sus temas a las computadoras y sus temores de 1954 y sus goces de 
1982 (cuando fue declarada con horror para muchos de The Machine of the Year) hasta llegar a sus ubicuidades del momento de hoy mismo, que ya nadie se impacta más que con los avances dentro de los celulares de cada quién.

Ni hablar de los ensayos, uff, esos sí son ensayistas de los que necesito aprender (bueno, habrá muchos más, pero ¿dónde los encuentro?): Lance Morrow, Robert Rosenblatt, Charles Krauthammer, Pico Iyer, Strobe Talbott. Todos los temas a considerar y a reflexionar, desde el cine, los desastres, las guerras, los cambios, lo bueno y lo malo.

Así las cosas, hay mucho que no se leyó de incontables artículos de la revista, y con el paso del tiempo, Time Magazine llegó a Internet, creó un buen website y desde ahí anunció que se podía acceder a sus portadas del pasado, lo que me hizo parcialmente feliz de encontrar muchísimas de las que me hubiera encantado de conocer de primera mano… sólo para descubrir que muchas de las que yo buscaba no salieron en el Time norteamericano, sólo en el Time para el mercado latinoamericano (situación la cual era la razón por la que había muchísimos comerciales en español), por tanto no me fue capaz de recuperar, por ejemplo, una de 1983 en la que salía un imponente samurai japonés cuya armadura estaba hecha de réplicas de los productos de Honda: autos de carrera, motos, autos sedanes, todo de una manera sofisticada y estilizada, bueno, algo se perdió, algo se ganó.

En fin, resumiendo. Todo esto se podría encontrar hasta hace un tiempo en Internet… si eras suscriptor de la revista. Una cosa que no me quedó muy clara de Time, Inc., fue que de repente en octubre de 2001, un mes después de lo de las Torres, cerraron la edición latina, sólo diciendo que por consideraciones estratégicas de negocio, y lo que se hacía desde la ciudad de México, ahora se realizaría desde Miami. Y sólo eso.

No más explicaciones de que pasó con esas “razones de mercado”.

Así las cosas, sólo me quedó un contenido limitado de Internet. Como mencioné, había que ser subscriptor de Time para tener acceso a todo lo fantástico de su haber.

Y una ocasión incidental de marzo de este año, pude tener un vistazo de ese tesoro de información ya que por alguna razón me encontré con la novedad que no tenía restricción para obtener todo lo que quería. El gusto no me duró mucho pero al menos obtuve algo de lo perdido, la de John Lennon de su muerte, la de los Beatles de 1967 que nunca había podido obtener y ya. Como una media hora y luego se cerró de nuevo.

Así las cosas transcurrieron con tranquilidad hasta hace dos semanas que se volvió a abrir el cerrojo del megatesoro de información.

¡Y a leer y a buscar de todo, se ha dicho! Han llegado momentos en que ya no se me ocurría nada que buscar, artículos sonados y artículos simpáticos para poder leer después estaban a mi disposición. Por lo mismo de la irregularidad de lo que sucede no pude más qui dedicarle jornadas después del trabajo y en mi casa.

Pero el asunto lleva más de dos semanas. Sólo por checar traté de sacar los archivos que hay acerca del tema de la Felicidad, un tema muy vistoso que es más allá de un feelgood ocasional y efímero, sino que es algo serio y extenso en cuanto a lo que se hace al respecto del asunto en muchos ámbitos, religiosos, místicos, terapéuticos, artísticos, etc., es decir, como Time siempre trata los reportajes de portada. No pude obtenerlo. Está cerrado como siempre.

Sé que no todo mundo es así de freak y sé que no todo mundo lee inglés. Pero para los que buscan información como degenerados y que al mismo tiempo pueden leer en inglés (el que tengan tiempo para hacerlo puede que ayude un poco), pueden hacerlo ahora mismo en www.time.com .

No sé si al compartir esta información estoy quemando mi oportunidad de buscar, navegar, explorar toda esa cantidad de artículos y notas (de un número de algo menos de 350,000… así es, por ese número de notas más o menos anda), desde su fundación en octubre de 1923, hasta, ¿que será?, estos dos últimos años.

Pero hay que decirlo, ¿no? Es un asunto demasiado bueno para que me quede yo todo con él. Además, sé que no muchos cibernautas son fans (o freaks) de este tipo de cosas.

Pero los que sí aprecian este asunto, y sobre todo si es temporal y es sólo un error de sistema de ellos (o tal vez no, ¿quién lo sabe?) que tal vez dentro de poco se cerrará, se acordarán de los felices días que pudieron explotar ese megatesoro de información que es más de 350,000 notas y archivos de lo que es Time Magazine.

Ah, si hablamos de que esto que hago e insinúo que los demás hagan algo así sea como hurto de información o cosas similares, pues, pues, pues, ahí está la información libre, ¿no? Y lo que está permitido no está prohibido, ¿verdad?

¡The information wants to be free!

O algo así… Buena suerte y buena caza… mientras dure…

domingo, octubre 22, 2006

Por fin leí a Albert Camus. El Extranjero




No sé cuanto tiempo estuve mirando ese libro en alguna biblioteca de amigos. No tengo la menor idea de lo que imaginaba al leer su título. No recuerdo cual era la visión que tenía al intentar pensar que se trataba. Creo que lo más cercano a ello fue que era alguien de fuera que llegaba a un lugar y que era mirado por los lugareños de forma diferente. Es todo.

Pero no fue así.

Leí el libro sin mirar la parte de atrás. No sé porque no lo hice antes pues está dentro de mis costumbres hacerlo, pero algo sucedió. Lo empecé sin tomar ninguna pista al respecto. Al llegar a la segunda parte del mismo se me ocurrió hacerlo y ¡bolas!, que me voy enterando de lo que iba a suceder.

Por tanto les recomiendo a los posibles lectores que lean hasta donde yo les diga, si siguen leyendo después, se enterarán del final.

¿Qué sabía de Camus?

Algo relativo a que había obtenido el premio Nobel. Algo de que había muerto en un accidente en un árbol en alguna pequeña carretera de Francia, que era argelino, que le había leído una historia hará dos o tres años acerca de un carcelero y un preso en medio del desierto, algo así.

Y que voy leyendo la historia. Al leerla buscaba algún rastro que me indicara la grandeza de un escritor. Ese discernible que te dice, aquí está la huella de alguien maravilloso en su sentir, en su esencia, en su discernir el mundo, en la afortunada muestra de la metáfora original, en su equilibrio de sentencias que te hará sentir que tú jamás lo podrás lograr ni con todo el tiempo dedicado a ello.

Pues sí, encontré rastros de algo. Leí mucho acerca del sol, del cegador sol, de la lluvia cegadora de luz, del sudor, del sentir inmediato de las cosas, de las tragedias que de algún modo nos pasan a todos y que por eso no habrá nada extraordinario ni siquiera en lo extraordinario, que de hecho a todos nos pasan las mismas cosas y que por ello la vida no es más que un desfile de sucesos en los que debemos de estar conscientes de ello y sólo seguir sin prestarle atención más que al vivir y al estar, sin caer necesariamente en lo hedonista o en lo no ético o en lo inmoral.

La leí toda casi de un tirón y al final todo fue encajando. Por supuesto que no la contaré en este espacio, lo dejaré eso para cuando avise. El leer El Extranjero, que no deja de ser una novela corta, es impactante no tanto por la prosa manejada, sino por las ideas que transcurren a través de sus páginas. Al terminar lo miras en sus límites físicos de volumen corto y no puedes dudarlo, ese libro es una bomba, o quizá lo fue, o quizá mi personalidad ya está lo suficientemente deforme que ya no hace tanta mella. Pero lo que sí es claro es que el leer a Camus, así sin advertencia, te estremece al tratar de entender lo absurdo que es la vida (Aute no se equivocaba o ¿habrá leído Luis Eduardo – tocayo- Aute a Camus? ¡Claro que sí! ¡Todos los han leído! ¡Yo fui el último que no! No me enorgullece, claro, de eso no se presume jamás, pero ya ven, nunca es tarde).

Y de ese absurdo se han escrito tratados, según wikipedia, a Albert Camus le molestaba que lo trataran del Filósofo del Absurdo, tema que siempre he pensado le corresponde a Ionesco, él, Camus, más bien era un humanista, pero un humanista especial, a mí en lo particular me cayó bien que detestara a los comunistas, que los acusaba de perderse en el camino de la Historia, acechando a los grupos humanos para venderles patrañas de bienestar social para todos, sin mencionar ni los sacrificios ni los deliquios estalinistas, al denunciarlos incluso se separó de Sartre, su padrino o compadre, cosa que tal vez fue lo mejor para los dos.

Y por supuesto también me cayó bien, por decirlo de manera sencilla y simple, que estuviera en contra de manera totalmente articulada y cuerda, en contra de la pena de muerte, ¿qué pensaría ahora del señor Bush, ex gobernador del estado de Texas, que durante su mandato en los últimos años fue, y sigue siendo, el estado con más de la mitad de las penas de muerte cumplidas de todo EU?

Pero a leer su historia, la del Extranjero y, bien podemos terminar aquí para los que no la hayan leído, sólo concluiré que es un libro como para leerse en varios momentos de la vida, que quizá te haga apreciar tu propia vida y como ésta cambia o como puede cambiar en un segundo gracias a una decisión que no sabes de donde viene ni como fue formulada, pero que una vez tomada, por más nimia que pareciese en su momento, ya que fuera posteriormente asimilado el costo, tal vez nada más exista al estar frente a la propia conciencia y decidir que siempre tuvimos la razón, así: “siempre tuvimos la razón” por todas los factores que la vida nos pone (¿o nos opone?), aún a riesgo de negar lo que los demás piensen (por los demás entiéndase el concepto denominado “la sociedad”), lo cual no indicará nada más después de ello, ya que ¿a quién le podría importar la existencia o no existencia de uno, más allá de los familiares y amigos más entrañables que nos han conocido y tratado por muchísimos años?

Aún así, la felicidad será algo que estará siempre cerca de uno, si sólo pudiera ese uno darse cuenta de la absurdidad de la vida en todos sus coloridos y posibles matices.

Lo absurdo por lo absurdo.

Hasta aquí pueden leer lo que no han leído El Extranjero de Albert Camus.

Ahora sigue más dentro de lo que hay dentro de la mente de Mersault, el extranjero... ¿Por qué mató al árabe? ¿En realidad lo condenaron a la guillotina porque no podía ser capaz de demostrar que quería a su madre? ¿Es importante querer a la madre, y demostrarlo frente a todos, para ser reconocido que uno es humano y que no es un criminal en potencia?

Aún y sabiendo que eso ya no es tan posible el que la justicia debiera examinar los sentimientos de una persona para poder juzgarla con rigor o no, uno quisiera pensar, caramba, que eso ya no existe, pero la sociedad es la sociedad, ¿y quién, o qué, es la sociedad, más que la suma resumida, simple y ligera en extremo, del pensamiento que la clase dominante expresa, que mantiene o contiene como lo correcto o incorrecto aplicado a todos los demás habitantes que tal vez ni se enteraron de esos dictados de ellos mismos?

Prejuicios, creencias, ladrillos no válidos pero no menos imperantes. Ahí están y estarán, parte de la misma psique… parte de la misma vida…

Y eso que falta leer el Mito de Sísifo y La Plaga…

Albert Camus, el gran ausente. Lo que hubiera escrito de haber vivido más tiempo… Lo que no hubiera dicho de nuestras mismas contradicciones absurdas de su época y como ya dije, de esta misma época.

Todo es absurdo. ¿O no?

sábado, octubre 21, 2006

¿Qué onda? Un mini-análisis de la palabra “onda”




¿Y aparte de querer saber “qué onda”? ¿Qué es exactamente lo que queremos decir con ello?

La palabra “onda” siempre me ha intrigado. No soy hijo de los sesentas, no al menos en lo que exactamente se quiere decir con ello. Yo nací en el 62, pero en esa época tuve más bien mi infancia, o sea dicho llanamente, era un bebé, o tal vez si es que se puede hablar de cuales puedan ser las posibles experiencias o happenings de un niño de seis años en el 68, ustedes díganmelo.

O sea, me acuerdo de pocas cosas: me acuerdo de una nevada en Monterrey en 1967, me acuerdo de una hiperinundación en 1967 también, me acuerdo de las Olimpiadas del 68, tal vez de las finales de gimnasia olímpica en Tampico, donde viví en ese momento, lo demás han de ser recuerdos familiares: papás, enfermedades, viajes, vicisitudes de las escuelas, primos, cumpleaños, nada de la carrera espacial (sólo un poco), nada de Vietnam, nada de la lucha de los negros en USA, nada de los problemas estudiantiles de esa época, nada de nada de nada.

Todo es bruma en ese sentido. (El haber escrito una novela sobre Tlatelolco, de 520 páginas, con todos sus hechos, sólo significa que el evento es, tiempo presente todavía, de tanto impacto en mi persona que estuvo en mi naturaleza el tener que hacerlo.)

Pero al llegar a los setentas empezó un despertar. A un lado de toda la vida cotidiana de esos años parecería que algo interesante pasó en los sesentas y como que yo me la pasé muy pequeño, y lo peor, por lo mismo yo me la pasé encerrado en mi niñez ignorándolo todo.

Tal vez es parte de ese atractivo que tienen los sesentas: fue una década demasiado interesante. Y luego, la realidad de los setentas, donde me tocaría vivir mi adolescencia, pues, padre y todo, con sus respectivas historias al menos en el exterior, no fueron tan llenas de magia y leyenda como esa década anterior.

Pero basta de elucubraciones porque una vez más me prometí realizar textos cortos.

Ahora el que me ocupa es el de las palabras y modismos que usamos en nuestro día con día. En particular siempre me ha llamado la atención el punto de la llamada “onda” como por ejemplo “¿cuál es la onda?”, “¿qué onda?”, y todo lo que tenga que ver con “ondas” similares en todas sus modalidades.

Hay dos puntos aquí:

Uno, en el libro de Tom Wolfe, de “The Right Stuff”, que en español le pusieron el the unattractive título de “Lo que Hay que Tener”, se afirma que los pilotos de avión comercial, todos, hablan de la misma manera. Que dicen en cierto punto de cada vuelo, por decir: “Estimados pasajeros… les habla su capitán Martínez… estamos volando a treinta mil pies de altura… y esperamos llegar a las… nueve con veinticinco a nuestro puerto de destino… la ciudad de México…”

Bueno, ese tonito de hablar así, pensativo, parco, pausado, lento hasta cierto punto, en resumen, en control, es el mismo de los pilotos comerciales. O al menos los que pilotean Boeing, como los 727, 747, 767, o Douglas, como los DC-9 y los DC-10 (ya no hubo al parecer DC-11, creo que ambas compañías se unieron). Ahora llegan los Airbus europeos y de ellos ni sé cual será su modismo.

No me atrevo a generalizar porque no he volado en todos los vuelos con todos los pilotos, pero se dice que esto es así en todas partes, y Tom Wolfe lo menciona en ese respecto hacia los pilotos civiles de los EU, más que nada, afirma él, porque estos estudian en clases impartidas por los pilotos militares de jets.

Ahora. Esto puede irse con el paso del tiempo pero hacia atrás en las décadas del desarrollo de la aviación comercial, porque tal vez ahora no hay muchos pilotos militares que adiestren a pilotos civiles (estarán muy ocupados, tal vez), pero es seguro que hubo un tiempo que así sucedió. Y si aceptamos que los pilotos civiles ahora son adiestrados por otros pilotos civiles pero seniors, podríamos asegurar que hubo un momento que no había otros pilotos de jets más que los militares.

Así las cosas, los pilotos de jets militares, siguiendo la línea de pensamiento de Tom Wolfe, tuvieron que aprender de sus propios seniors, y yéndonos ahora hacia arriba en escalafón y en veteranía no tardamos en llegar con los pilotos pioneros de los jets militares , y el mejor de todos es ni más ni menos que Chuck Yeager.

Y el modo de hablar de Chuck Yeager era, ni más ni menos, pensativo, parco, pausado y lento, en resumen, en control, como era el de las personas de origen campesino originarios en el estado de Virginia. Si él era la persona que se consideraba como el mejor piloto de aviación de todos los tiempos (él, Chuck Yeager, rompió la barrera del sonido en su maravilloso avión, el X-1, cuando se consideraba que quien lo hiciera, moriría por el dragón que estaba detrás al momento del romperla: muchos murieron en esos intentos, allá por los cuarentas) y los novatos aspirantes a piloto que llegaban a la Base Andrews, allá en las salinas del Desierto del Mojave en California, sólo querían entrenarse con el mejor piloto y aprender todo lo que hubiese que aprender de él: su estilo, sus maniobras, sus enfoques, y finalmente, sus modismos al hablar. Y si el mejor hablaba así, pensativo, parco, pausado y lento, en resumen, en control, hasta eso habría que aprender. No habría otra mejor manera de ascender a los cielos.

En otras palabras, el meme del habla (“meme” es una palabra que significa una idea que busca un cerebro en el cual reproducirse y así seguir hasta el infinito) de Yeager, lo podremos percibir ahora mismo en los pilotos comerciales que surcan en las aerolíneas de todo el mundo.

El otro punto es que acabo de leer un libro en español, “¿Cuál es la Literatura de la Onda?”, (ténganme paciencia, hay relación) escrito no sé si exactamente fue en alemán, digo por la editorial y todos los datos de esta, y escrito por una alemana, Inke Gunia, y que habla de la llamada de Literatura de la Onda precisamente.

O sea, la palabra “onda” aparece en la misma denominación de ese tipo de literatura el cual es el que corresponde, como tradicionalmente se ha dicho aunque no le guste a él mismo (se le denominó así por la escritora Margo Glantz en un ensayo o libro en 1971, acto que les disgustó a todos los involucrados, la denominación, no queda más que decir, que ha pegado hasta nuestros días, ¿otro meme?), a José Agustín y a muchos otros escritores catalogados de ese modo: literatura escrita en el ámbito y con temática eminentemente juvenil realizada a partir del año de 1964 con la aparición de las novelas de “La Tumba” del dos veces mencionado José Agustín, y de “Gazapo” de Gustavo Sainz.

Este libro de la doctora Gunia, publicado en 1992, muy prolijo y bastante bien investigado, muestra, compara, analiza, propone, el abanico de novelas que se produjeron desde esa perspectiva durante esos años y cómo de alguna manera forjaron un lugar, una leyenda y un mito, en las letras mexicanas.

Bueno, al leer el libro uno se da cuenta la manera muy entrelazada en la que están las costumbres de un pueblo y la literatura de la cual emana. Esto es de todos sabido. Escritores y temas, efectos de reflejos y juegos de espejos. Esto lleva a pensar que el lenguaje, la materia prima pues, de todo lo escrito, el que se escucha, el que es el coloquial de todos cotidiano, es el que se escribe al querer mostrar esos reflejos y espejos.

Y no es tanto en este momento ni hablar de José Agustín, ni de Gustavo Saínz, ni de Inke Gunia, sino de la palabra “onda”. Y no es cosa de hacer una lista de si la palabra se usa ni de como se usa. Digo, no soy filólogo, sólo soy alguien que observa.

¿De dónde vino originalmente? Ni idea. No podría asegurarlo, pero el cine mexicano de los sesentas pudiera dar una señal: Yo casi puedo asegurar que escuché en una antigua película de Viruta y Capulina, tal vez una en la que son chóferes de camión en carretera, ¿“Los Reyes del Camino”? En la que están parados en la vera del camino y Capulina le dice algo a Viruta en ese sentido: “Entonces, Viruta, ¿cuál es la onda?”

No podría poner mis manos al fuego por lo anterior, fue un segundo y no la tenía en DVD, que caramba, pero digo, ahí está la película en algún canal de televisión, ya sea abierta o por cable, en la que se podría revisar el antecedente. Ya la darán, paciencia.

¿De qué puede servir lo anterior? Tampoco tengo idea, pero supongo que es interesante entender como las palabras van llegando al favor de las personas. Al leer novelas o ver películas de aquellos tiempos estamos en la circunstancia de percibir cuales eran las frases de moda de por entonces. De pensar en cuales serán las frases actuales que luego ya no estarán, como la de “¡no manches!”…

Yo por decir, me acuerdo que se decía mucho en el área de Tampico, allá a finales de los sesenta, la frase de “¡pa’ su mecha!”, y no sé si la aprendimos del cine o de la televisión, o precisamente de los mayores. (Aunque la dice Juliancito Bravo en la película llamada “La Gran Aventura”, de la cual ya me dije hará tres o cuatro años que ya jamás la volveré a ver en la vida.)

Estos memes de las palabras, como los que describe Tom Wolfe de manera inadvertida en “The Right Stuff”, son reveladoras en la manera en la que las ideas atractivas se van quedando en nuestras cabezas y nosotros mismos las vamos preservando o transmitiendo.

Ahora mismo estoy leyendo “La Silla del Águila”, de Carlos Fuentes, escrita hace no más de cuatro años, y me doy cuenta que algunos de los personajes de su novela, situada en el año 2020 y de algunos cincuenta años de edad por entonces, o sea, nacidos en los 1970s y estando ya en sus respectivas adolescencias de 1980s y 1990s, utilizan la palabra “momiza”, palabra que fue popular en los sesentas y un poco en los setentas, digo, ya nadie usa esa palabra ni siquiera en nuestra actualidad de 2006, ¿cómo entonces alguien la podría usar dentro de dieciséis años? Posible slip de nuestro amigo Fuentes y de sus editores. ¿O no se le pudo ir una o qué?

Repito, ya no se usan, por lo menos en donde vivo y en mi círculo demográfico-cronológico las palabras “simón”, “nel”, “chaviza”, etc. Y por otra parte, entre otras, el idioma coloquial sigue utilizando en ciertos casos la palabra “varo” para definir “dinero”, y en ciertos ambientes puede que se siga usando para siempre. Pero tal vez aquí hablamos de tradición y ciertas palabras mantendrán su atractivo eternamente.

A eso es a lo que me refiero. Las palabras pueden ser en algún momento, ser utilizadas para datar el pasado, como si fueran partículas a revisar del carbono-14.

Resumiendo entonces: ¿cuál es la onda? ¿De dónde habrá venido la palabra “onda”? ¿Alguien lo podrá definir con certeza aunque tal conocimiento no nos lleve a nada aparentemente? ¿Habrá algún día un Tom Wolfe que encuentre y narre en algún texto la raíz de usar una palabra con eminentes tonos científicos en nuestra habla cotidiana, con todo lo alejado que somos los mexicanos de esos temas? ¿Quién la impuso? ¿Cómo se coló? ¿Fue Tin-tán el que lo dijo en algún diálogo o monólogo maravilloso al que nos tenía acostumbrado en algunas de sus películas? ¿Fue Armando Soto “Mantequilla” en alguna de las películas urbanas en las que actuó con David Silva, dirigidas por Alejandro Galindo? ¿En qué momento el meme de la Onda captó fuerza y alcanzó masa crítica para llegar hasta nuestros días? ¿De qué manera los mexicanos se vieron en armonía con esa onda que se derramó desde algún lugar originario, otro Ground Zero mítico, esta vez verbal, para que llegara hasta todos sus confines?

Recordemos el caso de Chuck Yeager y su modo de hablar copiado por generaciones de pilotos militares al principio y civiles después. ¿Quién fue el Chuck Yeager de la onda? ¿Quién lo dijo de principio, desde ese púlpito virtual, que pudo ser una esquina, un billar, un cabaret, lo que haya sido, ese influyente atractivo a la vista en sus modos, estilos y modismos, para que todos usáramos la palabra “onda” en nuestras muletillas de cada día, todos los días, hoy en día…?

“Onda gruesa” y “agarra la onda”, tal vez serán frases que ya sólo la recordemos y la utilicemos los de cierta edad para arriba y sus días ya tal vez estén contados… pero la frase que derrite todos los hielos de este México nuestro entre amigos: “¿qué onda?”, puede que nos acompañe por mucho más tiempo…

Ojala sobreviva al “no manches”…

(Si alguien me corrige en esto y agregamos frases, aquí volveré con más del tema…).

viernes, octubre 20, 2006

Ser una NO-PERSONA en Internet (o ¿alguien sabe por qué te castiga Google?)

De entender mi contador de visitas, al hacer el análisis, me di cuenta que me visitaban aquí al blog por cada cosa rara. Primero por lo de mi nombre, “Techno…”, en lugar de “Tenoch…”, cosa que se me hizo natural. Pero como quiera seguían las visitas.

Habemos una comunidad de millones de personas que hay afuera en estos momentos frente a sus computadoras tratando de averiguar algo, lo que sea, una pista, lo que fuere. Por lo mismo hay millones de búsquedas al día que casualmente determinan que tu blog tiene algo que decirles, poco o mucho.

Ese era mi caso. Me visitaban de lugares muy diversos, por las más divertidas y absurdas peticiones. Algunas sí se cumplían, algunas no, por supuesto.

Pero algo sucedió.

Yo no sé si es castigo o qué, el caso es que según mi contador de asistentes el promedio de visitas a mi blog se empezó a desplomar. Primero a la mitad, luego a la tercera parte y posteriormente a cero, así: cero, c-e-r-o.

De no ser por ustedes que leen esto, seguiría así, cero. Nada. Kaput.

De ese modo ya no tuve visitas y al tratar de averiguar lo descubrí de una manera que me dejó con escalofríos: Mi blog, “Desde Technotitlan”, desapareció de Google en muchas de las referencias que partían de aquí, de mi blog, y por eso me queda claro que la gente ya no sabe más de mis temas, o de que si existo o no, o de mis opiniones y de mis pocas o muchas ocurrencias.

Es triste convertirse en una no-persona en el cyberespacio y es un asunto que me pega como una depresión silenciosa que se va adueñando de mí.

Si no aparezco en Google, ¿cómo mis cuates, amigos y desconocidos sabrán de mí?

Es algo que puede dar gracia si uno lo pensara bien, como si la persona que estuviese en mi caso recibiera dinero o alguna ganancia tangible en el asunto de que, mientras más personas entren al blog, mejor para la persona, pero si lo analizamos más puntualmente no es así. No. Y sólo quedamos en que esto es un vil asunto del ego.

Vienen a colación dos preguntas.

La primera: ¿Es importante que lleguen visitantes a tu blog?

La respuesta es afirmativa, pero el chiste de que lleguen visitantes es que se queden a leer, a curiosear, a buscar algo de interés, si no, ¿de qué sirve que lleguen las hordas que lleguen, si no se tardan nada en entrar y en salir?

La segunda: ¿Es importante que se tengan visitantes aleatorios, o es más importante que se tengan visitantes de calidad?

Los visitantes aleatorios son aquellos que llegan a tu blog por vagancia, por curiosidad o porque le dieron al botón de Blogger o al de “next blog”. Así las cosas, pues a algunos sí les interesan tus asuntos y a otros no. Igual que se dijo arriba, muchos se pueden ir de inmediato y los menos se quedarán, tras, tras, tras.

Los visitantes de calidad, en cambio, son aquellas personas a las que sí les interesan tus textos como pueden ser tus amigos, tus clientes, tus conocidos, o los que se toparon con tu nombre en alguna referencia al visitar otro blog o algún website y que por alguna razón se engancharon con tus temas, ¡benditos sean!

Por ejemplo, me queda claro que la inmensa mayoría que sí leyeron este texto fue a través de los directorios de blogs que pululan por ahí, sobre todo el de Mtyblogs o el de Blogsmexico.

¿Qué se puede hacer en caso de esta eventualidad de convertirse en no persona en el cyberespacio?

Ni idea. Supongo que esperar a que vuelva Google a recoger nuestro blog (que así me sucedió ya una vez en la corta historia de cinco meses que tengo aquí) para poder ser de nuevo parte íntegra del índice general de Internet: Ni modo, si no te pelan ellos, los de Google, no existes ya que no registra tus temas y demás. Aparte, con su rollo del Page Rank y demás artilugios de ellos, te sacan de sus índices de búsqueda y por tanto nadie te encuentra.

¿Qué se puede hacer mientras?

Supongo yo que lo que se puede hacer es seguir alimentando notas al blog y al mismo tiempo seguir haciendo notificaciones a los directorios de blogs correspondientes y esperar.

Como dije arriba lo que podamos hacer es confiar en que la siguiente barrida que haga Google por todo Internet nos vuelva a recoger en su seno.

Por último, me quedo mi sombra y yo, cavilando: Sabiendo que hay criterios de Google que castigan los procedimientos utilizados por algunos usuarios para hacer “pesar” más una página de manera arbitraria y artificial para estar más arriba de esos índices generales, y sabiendo que el castigo es ese, bajarlos de categoría, me pongo a pensar y a revisar con conciencia los actos que incluyen este blog, internos y externos, y caigo que realizo a lo mucho el punto de hacer referencia entre sí a mis blogs, que creo que es algo plenamente natural de hacer entre los que hacen aportaciones en ese sentido, en varios blogs, por tanto no creo haber incurrido en alguna pena capital, pero realmente no conozco plenamente esos criterios…

Así que… a esperar. Ojala y no sea mucho. (Pero, a seguir poniendo notas, sin bajar la calidad, que conste, ¿Ok?) ((No nos queda de otra…))