Hay muchas confusiones al respecto de María Magdalena.
Veamos los hechos que describe el artículo del New Yorker titulado: “La Santa Pecadora: la Obsesión de Dos Mil Años con María Magdalena” escrito por Joan Acocella el año pasado en Febrero.
María Magdalena consigue solo catorce menciones en el Nuevo Testamento. Lucas y Marcos la describen como el sujeto de uno de los exorcismos de Jesús –le saca siete demonios dentro de ella—y como una de las varias mujeres que lo siguieron.
En los cuatro Evangelios ella está presente en la Crucifixión.
Su rol es entonces pequeño. Excepto por un pequeño detalle: Cada uno de los Evangelios cuenta la historia un poco diferente, pero básicamente, la Magdalena, ya sea sola o con otra mujer, va el tercer día para ver el estado del cuerpo de Jesús, y es a ella o a ellas, que un ángel o el Cristo mismo anuncia que él ha ascendido de entre los muertos, y le instruye a ella a que vayan a contárselos a los discípulos.
Al parecer este mando, orden, instrucción, por leve que parezca, le da un giro a las cosas. ¿Por qué de entre todas las personas posibles, fue Magdalena, una mujer, a quién se le apareció? Pudiendo ser a Pedro, mínimo, ¿no? Él era la piedra, ¿no?, sobre la cual se iba a edificar su iglesia. (Pudo aparecerse a Pilatos, o a no sé, a Herodes, al que fuera, al emperador Romano Tiberio incluso, pero no, fue a Magdalena, cuatro evangelios lo afirman, ni más ni menos).
Por otra parte, tener sólo catorce menciones en la Biblia no te hace muy popular. Entonces, ¿qué sucedió?
El caso es que nunca olvidar que es la Resurrección la prueba de la verdad de la fe cristiana.
Y se podrán discutir mil cosas al respecto. Pero ahí está en los evangelios.
Dice el artículo mencionado que si está ahí en cuatro versiones ligeramente distintas es porque así sucedió, que es así porque la gente dijo que había sucedido de ese modo.
Y el problema es que hoy hay muchos eruditos especializados en la Biblia, bueno, que hay mucha tela donde cortar.
Los evangelios son colecciones de tradiciones orales. Ni Lucas, ni Marcos, ni Juan, ni Mateo anduvieron por ahí de testigos de primera línea cuando sucedieron los hechos.
Los evangelios son como los puntos de referencia a través de los cuales la demás gente se guía. Gente que al principio, en los primeros tiempos de la cristiandad, no sabía leer. Los evangelios son guías.
Por decir, orales y escritos y todo, son las personas, artistas y escritores y demás los que le han dado el sesgo que hoy conocemos. Un ejemplo, en la descripción del Nuevo Testamento del nacimiento de Jesús no hay paja o nieve u olor y calor de animalitos. La gente los puso ahí. De ahí los conocemos.
Aquí entramos en otro asunto. El tema del sexo, o del género, si me permiten decirlo. En el artículo del New Yorker, Acocella recalca que el intercambio personal más largo que tiene Jesús es el que hace con una mujer al lado de un pozo en Samaria. Un hombre judío, según la tradición, no podía hablar con mujeres que no fueran sus parientes. Y Jesús, no lo olvidemos, era judío.
De acuerdo a algunos eruditos, Jesús era ecuánime al respecto del género. Y esa actitud fue honrada en las primeras comunidades cristianas donde algunas mujeres sirvieron como líderes. Digo, no tiene mucho de extraño, en nuestros medios se da mucho el matriarcado, aunque muchos no lo quieran reconocer.
Pero en el segundo siglo, cuando se consolidó la así llamada “Iglesia Ortodoxa” o primera Iglesia Cristiana, las mujeres comenzaron a ser relegadas, dice el artículo, junto con la “cosa” en la que ellas se estaban viendo más identificadas: el sexo.
No fue hasta el siglo doce que se requirió a todos los sacerdotes católicos que fueran célibes, y ya desde antes los Padres de la Iglesia estaban siendo cada vez más rudos contra el sexo en sí, o sea, los peligros de la carne.
Siguiendo esa línea, en el siglo IV, la madre de Cristo, María, fue declarada virgen. La castidad se había vuelto el ideal. Las mujeres, la incitación a la lujuria, fueron estigmatizadas.
Entonces, se pregunta Joan Acocella: ¿cómo es que el prodigioso anuncio de la Resurrección se le hizo a una mujer?
Lucas dice que Magdalena era “pecadora”. Esto tenía sentido. Está lo de los “siete demonios” extraídos de la pobre mujer. La concupiscencia pudo ser uno de ellos. María Magdalena es de las pocas mujeres –yo no estoy seguro— que es referenciada por su lugar de origen, Magdala, una villa de pescadores, próspera, al parecer pueblo licencioso amante de placeres. Y como ella llegó a lavar los pies de Jesús con sustancias que había comprado, no es muy lejano pensar en el cómo pudo haber conseguido ese dinero.
Dicen algunos estudiosos que la cosa se ponía sencilla para la Iglesia.
Antes de que se diga que me pueden gustar los asuntos de conspiraciones y demás, yo podría decirles que si por favor se dan una pequeña vueltita por historias de las primeras religiones, para que vean de a como se ponían las cosas a la hora de definir si existían, por ejemplo un espinoso tema, la Santísima Trinidad o una Santísima Dualidad (ésta última niega al Espíritu Santo el mismo "nivel" del Hijo y del Padre, que no sé con claridad si eso sea pecatta minuta o no) en los años del cuarto siglo de nuestra era (por no decir “después de Cristo”), puesto que había grupos dentro de la Iglesia Cristiana de entonces que apoyaban un concepto más que el otro.
Me pregunto, ¿cómo serían las cosas de diferentes si ahora tuviéramos una Santísima Dualidad en vez de la archireconocídisima Santísima Trinidad?
Así las cosas, no es de extrañar que estamos hablando de la formación de la Cristiandad como organización, símbolo, conjunto de rituales y de como la forma de las cosas, más que su fondo, bueno, incluso su fondo, debía de entenderse, de asimilarse, de enseñarse y de difundirse entre los creyentes.
No creo que haya directriz prima de evolución de instituciones así. Así como en muchísimas muestras de lo que es Civilización, las instituciones-por-ser, debían de actuar conforme a sus tiempos, conforme a sus circunstancias y entornos. Las evoluciones de este alcance se dan lentamente no en el día con día, pero tal vez sí, en el siglo con siglo.
Por lo mismo, dice el artículo del New Yorker, y el programa del Discovery Channel, que la campaña de castidad sería mejor auxiliada si el primer testigo de la Resurrección fuera ni más ni menos, una prostituta. Más todavía, una prostituta arrepentida. Reunamos esto con el concepto totalmente cristiano de humildad y ya tenemos una perfecta combinación, una enseñanza implícita.
El famoso mensaje que es el que muchas personas, maestros y sacerdotes cuando lo van leyendo, nos dirigen una mirada significativa de “¿ya ven?”.
Según eruditos que sí saben el asunto (no creo que tenga que hablar de conspiraciones aquí, ¿verdad?, de congresos secretos que se empeñen en cambiar nuestras sagradas creencias para de ahí “cambiar al mundo”, material, por cierto, ya algo trillado de novelas de suspenso de Robert Ludlum (¡buenísimas, para esto!)), bueno, según eruditos, el asunto era bajarle el nivel de la Magdalena mientras se le daba ese carácter de arrepentida y ¡desde dónde!
Para esto, en el siglo sexto en un mensaje a su grey, el papa Gregorio el Grande relegaba a María Magdalena a un nivel vergonzoso. Ella, una de las pocas mujeres independientes del Nuevo Testamento, se convirtió sencillamente en puta, tal cual.
Tuvo un éxito bárbaro en su nueva “carrera”. Según leyendas escritas por viejos arzobispos ya olvidados por muchos, se dice que hasta murió en Marsella, Francia, arrepentida de su terrible juventud.
Se nombraron muchas iglesias con su nombre, sobre todo en Francia, se le pusieron a muchas niñas también su nombre (si no recuerda el lector o lectora, piensen en cuantas Magdalenas han conocido en sus vidas, bueno, ahora con tantas Kims, Jennifers y Pamelas, eso puede también convertirse en reliquias de estos tiempos tan maltrechos en los que vivimos).
Tanto el artículo como supongo que el programa de Discovery, se basaron en varios libros recientes de investigación del tema, como por ejemplo el de Susan Haskins, “Mary Magdalene: Myth and Metaphor” (1993) o el de Katherine Cansen, “The Making of the Magdalene: Preaching and Popular Devotion in the Later Middle Ages” (2001).
Según estas mujeres (¿será casualidad que sean investigadoras y no investigadores?), en el siglo XII hubo un ascenso en la prostitución en las nuevas villas en camino a urbanizarse. Magdalena por tanto se volvió por así decirlo, “prominente”. O sea, el mensaje iba en el sentido de que las “prostitutas deben arrepentirse”. Algo así.
Ella fue puesta como el ejemplo típico de que los meros mortales podrían pecar y pecar, y todavía a través del arrepentimiento podrían tener esperanza de alcanzar el cielo (¡Salvación por todos mis amigos!).
Al pasar los siglos, la figura de Magdalena se suavizó. Como ya se mencionó, se volvió ejemplo de arrepentimiento total.
En la parte popular, el cine, por decir Jesucristo Superestrella de 1973, de Norman Jewison, sencillamente se le representa como prostituta arrepentida. En la película de Zefirelli de Jesús de Nazareth, de 1977, aparece ella terminando con un cliente y en la de La Última Tentación dirigida por Scorsese en 1988, las cosas se ponen peor, se ve a Magdalena vuelta prostituta sólo porque Jesús, que fue su compañero de infancia, la rechaza sexualmente, y no porque él no quería, sino porque no debía. Ahora, siguiendo la trama de esa novela y película, Jesús pasa por alucinaciones, o por fantasías, dependiendo, (sin que el público lo sepa hasta el final y sorry por el spoiler), en las que llegan a tener un hijo. Después de la fantasía, Jesús muere en la cruz.
En el caso de la muy reciente La Pasión de Gibson, la Magdalena sólo llora.
Como veremos, a partir de los 70’s, las cosas se complicaron para Magdalena y para nosotros mismos en ese sentido (como si a alguien le importara).
En 1969 se acabaron muchos santos por la revisión litúrgica del Santoral. Incluso San Cristóbal, el de las medallitas, se nos fue, pero, me pregunto ¿éstas se seguirán vendiendo? Supongo que sí. A eso me refiero, muchos ni se enteraron que San Cristóbal ya no era santo y siguieron vendiendo sus efigies y muchos siguieron comprandolas.
Como si a alguien le importara a estas alturas lo que dicta el Vaticano, repito.
Al reescribirse con más precisión las biografías de los santos, Magdalena dejó de ser prostituta.
Como ya vimos muchos querían que siguiera siéndolo. Y otros, dice Joan Acocella en su artículo del New Yorker, comenzaron a preguntarse en primer lugar, cómo, y porqué, llegó ella a ser degradada en ese sentido.
Según estas mujeres (¿será casualidad que sean investigadoras y no investigadores?), en el siglo XII hubo un ascenso en la prostitución en las nuevas villas en camino a urbanizarse. Magdalena por tanto se volvió por así decirlo, “prominente”. O sea, el mensaje iba en el sentido de que las “prostitutas deben arrepentirse”. Algo así.
Ella fue puesta como el ejemplo típico de que los meros mortales podrían pecar y pecar, y todavía a través del arrepentimiento podrían tener esperanza de alcanzar el cielo (¡Salvación por todos mis amigos!).
Al pasar los siglos, la figura de Magdalena se suavizó. Como ya se mencionó, se volvió ejemplo de arrepentimiento total.
En la parte popular, el cine, por decir Jesucristo Superestrella de 1973, de Norman Jewison, sencillamente se le representa como prostituta arrepentida. En la película de Zefirelli de Jesús de Nazareth, de 1977, aparece ella terminando con un cliente y en la de La Última Tentación dirigida por Scorsese en 1988, las cosas se ponen peor, se ve a Magdalena vuelta prostituta sólo porque Jesús, que fue su compañero de infancia, la rechaza sexualmente, y no porque él no quería, sino porque no debía. Ahora, siguiendo la trama de esa novela y película, Jesús pasa por alucinaciones, o por fantasías, dependiendo, (sin que el público lo sepa hasta el final y sorry por el spoiler), en las que llegan a tener un hijo. Después de la fantasía, Jesús muere en la cruz.
En el caso de la muy reciente La Pasión de Gibson, la Magdalena sólo llora.
Como veremos, a partir de los 70’s, las cosas se complicaron para Magdalena y para nosotros mismos en ese sentido (como si a alguien le importara).
En 1969 se acabaron muchos santos por la revisión litúrgica del Santoral. Incluso San Cristóbal, el de las medallitas, se nos fue, pero, me pregunto ¿éstas se seguirán vendiendo? Supongo que sí. A eso me refiero, muchos ni se enteraron que San Cristóbal ya no era santo y siguieron vendiendo sus efigies y muchos siguieron comprandolas.
Como si a alguien le importara a estas alturas lo que dicta el Vaticano, repito.
Al reescribirse con más precisión las biografías de los santos, Magdalena dejó de ser prostituta.
Como ya vimos muchos querían que siguiera siéndolo. Y otros, dice Joan Acocella en su artículo del New Yorker, comenzaron a preguntarse en primer lugar, cómo, y porqué, llegó ella a ser degradada en ese sentido.
Eso lo veremos en la tercera parte de este blog largo largo largo como la Cuaresma.