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jueves, mayo 31, 2012

Bob Dylan rompe cánones establecidos















Bob Dylan aparece de la nada en 1960 y es visto como un fenómeno que trae en su cuerpo el espíritu de Woody Guthrie quien era uno de los cantantes folk más respetados, si no el que más, de Norteamérica.
Trae su guitarra, su aparente frialdad, y un enfoque diferente de cómo puede cantar los temas más comunes que afectan a toda alma humana: el hambre, el amor, la guerra, el mal, el desamor, algo de política, algo de religión, algo de lo extraño que es la vida en sí cuando le pones atención, temas que en ocasiones se vuelven tan contradictorios que no puedes más que caer en la trampa de que creerás que los alcanzas a entender.
Bob Dylan rompe cánones establecidos, él sólo controla una sala, junto con su armónica y su guitarra y  a sus 20 años ya parece un músico establecido con muchas tablas. A sus 22 ya empieza a tocar en lugares grandes, con público que se sienta a escuchar los mensajes que salen de su rasposa voz. Mensajes que les parecen significativos, que son como mantras sacados del mismo aire, del mismo viento de donde salen las respuestas.
Bob Dylan no lo sabe todavía, pero cambiará el futuro de la música él sólo y con dos o tres movimientos o gestos o como quieras llamarles, estremecerá a su público.
Los sesentas insospechadamente en sus inicios traen signos de que los tiempos estaban c-a-a-a-mbiando en todos los ámbitos posibles: en cuest
iones de los derechos humanos, en cuestiones de lo social, de lo militar incluso en forma de una Gran Guerra Casera que se tendría en vivo y en directo en todas las salas desde el mismo Vietnam y agregado a eso todas las cadenas de eventos que se desprenderían de todo lo anterior hacia direcciones inimaginables.
Bob Dylan sin proponérselo compone himnos que todo mundo entiende, o que ellos pretenden entender y aparece, también sin pretenderlo, como si fuera el gran profeta de las luces de neón. Su cabello todo largo, hirsuto y despeinado y junto con sus lentes oscuros, le da una imagen distante, desconectada de la humanidad que lo busca, requiere, procura.
Humanidad que lo acepta y lo toma como para sí.
Alguien se pregunta cómo es esto y sólo el viento contesta, tal y como dice su canción de

Blowing in the Wind:
How many roads must a man walk down / 
Before you call him a man? / 
Yes, ‘n’ how many seas must a white dove sail / 
Before she sleeps in the sand? / 
Yes, ‘n’ how many times must the cannon balls fly / 
Before they’re forever banned? / 
The answer, my friend, is blowin’ in the wind, / 
The answer is blowin’ in the wind.

Lo siento, Dylan sólo hace las preguntas, no hay respuestas, quizá las respuestas están en todos, o en ninguna parte, o estarán en ti si le buscas lo suficiente, a él sólo le toca mover tu alma para que lo contestes con tus actos o quizá todo no es más que pose de parte de él porque pudiera ser que él tampoco tiene la más remota respuesta a nada de todo esto.
Lo peor o lo excelso, dependiendo de dónde te encuentres, puede ser lo ambiguo, en la metáfora del viento no puede haber más que el mismo silencio de la vida misma, del tiempo mismo, de Dios o lo contrario en su misma y divina ausencia.
Pero todo eso te lo dijo Dylan a sus 21 años, en el año de 1963, no poca cosa…
Pasarían muchas cosas que no alcanzarían a ser comentadas por aquí, tales como la muerte de Kennedy, el ascenso de la violencia, como mencioné el aumento de la presencia de soldados americanos en Viet Nam, la llegada de los Beatles con su mensaje de quiero estrechar tu mano, la misma conquista del espacio, al nivel que fuere, el ascenso de las sustancias que irían tras la conquista del espacio interior de cada quien lo quisiera, el cambio de las costumbres, el desasosiego estudiantil.
Y no quiero contar exactamente la biografía de Dylan año con año pero lo más impresionante que pudo pasar a la música, fue la incorporación de Dylan al Rock.
Hay muchas teorías por las cuales el Rock and Roll se despojó del más que alegre término “Roll” y en el que se convirtió solamente en Rock.
Se puede asegurar que no hay respuesta fácil. Puede ser que con el cambio sutil de los Beatles hacia el dejar de escribir puras canciones de amor hacia canciones que subieran de tono y de tema, hacia canciones que hicieran, tal como lo hizo Dylan, preguntas retóricas para las cuales no hay respuesta fácil. Un My Life contra un Money, de dos años antes es muy distinto en tono e intención. Es la aparición de la metáfora preciosista, de la ironía subjetiva.
El ascenso de la temática de las letras hacia lo complejo, el cambio de lo rítmico hacia algo más lento que no necesariamente tuviera a dos personas bailando alrededor de un compás es lo que quizá bien lo pudo haber puesto como punto de referencia  The Animals con Eric Burdon en La Casa del Sol Naciente, canción que casualmente también tocaba Dylan y que hablaba de todos los temas de un burdel en Nueva Orleans, ni más ni menos, uno de los temas más alejados de lo normal, lindo y luminoso que pudiera estar en las listas del Top Forty de Billboard de aquellos momentos.
Agregándole lo anterior el ascenso de la guitarra eléctrica como el instrumento clave fue lo que dio al Rock la posibilidad de evolucionar más allá de una canción de 3 minutos para bailar en una fiesta hacia las ceremonias y rituales de los 70s con grupos como Allman Brothers, el mismo Led Zeppelin, los Grand Funk, los Aerosmith, los Pink Floyd.
Las posibilidades fueron infinitas.
Tal como infinito fue lo que se pudo observar cuando en 1965 en el Newport Folk Festival le tocó a Dylan tocar en el festival y llegó con equipo a ser conectado y de pronto empezó a tocar Like a Rolling Stone con guitarra eléctrica, la anatema de un festival folk, ni más ni menos Obvio, todo mundo se quedó así, petrificado, sin saber qué pasaba, muchos abuchearon pero fue un momento tan avasallante que aún hoy se discute que si eso fue por el pésimo sonido, o por lo poco del número de canciones, 3, del set que tocaron o por el hecho mismo de tocar con guitarra eléctrica.
El punto es que el disco en donde venía esa canción llamado Highway 61 Revisited rompió con muchas ideas establecidas desde su misma duración, que ponía a prueba el mismo formato en el cual la música se transmitía en la radio de por entonces. Canciones de ese disco que hablaban también de desolación, de duda religiosa, de alienación, de examen de conciencia, de cuestionamientos, de ubicación en el tiempo y en el espacio, y una vez más, de preguntas del porqué de las cosas.
Para muestra de canción extraña, interesante, fuera de todo, ahí está precisamente Like a Rolling Stone, una canción potente, inmortal, por donde se le vea extraña, siempre actual gracias a la misma ambigüedad de la que tanto le gusta a Dylan… la precisamente magnífica e inmortal: 

Like a Rolling Stone
Once upon a time you dressed so fine / 
You threw the bums a dime in your prime, didn’t you? / 
People’d call, say, “Beware doll, you’re bound to fall” / 
You thought they were all kiddin’ you / 
You used to laugh about / 
Everybody that was hangin’ out / 
Now you don’t talk so loud / 
Now you don’t seem so proud / 
About having to be scrounging for your next meal. / 
How does it feel / How does it feel / 
To be without a home / 
Like a complete unknown / 
Like a rolling stone? 

O la magnífica canción que la escribió casi al vuelo en el set de la película de Pat Garret y Billy The Kid:
Mama, take this badge off of me / 
I can’t use it anymore. / 
It’s gettin’ dark, too dark for me to see / 
I feel like I’m knockin’ on heaven’s door. / 
Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / 
Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / 
Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / 
Knock, knock, knockin’ on heaven’s door

Por donde se le vea, Bob Dylan es lo más cercano a un dios del rock, admirable es su permanencia, su significado, aún válido en estos tiempos revoltosos en los que no podemos diferenciar bien un grupo de rock de otro y que los temas de permanencia y significado han quedado también para ser respondidos en el viento o por el viento, o como sea.


Una noche en la vida, Paul en el Zócalo




Al principio no pensé que fuera tan relevante, pero a la luz de lo acontecido creo que sí.
Atestigüé desde Internet el majestuoso concierto de Paul McCartney desde el Zócalo y quedé maravillado.
Increíble concierto, fabuloso, sí, nada que ver con las producciones de U2, o de Pink Floyd o de Roger Waters o de los mismos Rolling Stones, pero no se ha de negar que Sir Paul no tenga corazón: su nivel de entrega es impresionante.
Veamos, el señor cumple 70 años este 16 de Junio, lo cual significa que vimos a una persona de la tercera edad más diez, cantando alrededor de 40 canciones en un lapso de 3 horas sin descanso.
McCartney siempre me ha parecido un personaje que no se da cuenta del tamaño que tiene. Por varias razones:
1)    El hecho de haber sido el guapito de los Beatles le hizo ser siempre inseguro, ¿porqué? Porque en ocasiones llega la madurez, quizá a los 25 o a los 30, momento en el que le dicen al oído en forma de los demonios de lo incierto que quizá la gente lo sigue sólo por su linda carita de niño más que por su talento.

2)    Los artistas tienen ego, más grande que cualquier Zócalo, a los verdaderos artistas les pega que se les aprecie sólo por su exterior o encanto aparente. El hecho de que sean bellas o que sean guapos les tiene sin cuidado, aceptan que serlo no les cae mal, pero en el fondo saben que lo que vale son las ideas creativas que se tienen dentro, y que eso es lo más importante. Se dice que Paul McCartney incluso en un momento compuso alguna canción con un seudónimo con el fin de saber que tan bien le iba sin la etiqueta de su tan conocido apellido.
Eso sólo indica una especie de duda existencial, ¿soy tan buen compositor o sólo es que estoy asociado a esa entidad mágica y misteriosa que son los Beatles?
3)    ¿Otro punto? Ha de haber sido muy difícil haber estado muchos años de amigo, confidente, compañero, compadre y sobre todo coautor y músico con John Lennon. No me quiero detener en lo complejo que ha de haber sido su relación, esa facilidad en conjunto de escribir melodías insuperables llenas de encanto, candor, energía, vitalidad, unas tras otras, que bien hacían creer a esos ayatolas de las conspiraciones que los Beatles no eran más que la proyección de un consorcio que solamente los usaba de tapadera, porque no podían aceptar que estos dos tipos que ni a universidad llegaban pudieran sacar tanta armonía, belleza e ingenio de sus guitarras y gargantas.

¿Y qué hace Paul en sus ya muchos años de madurez? Dos cosas que agregan a la teoría de la inseguridad: Una, que pide que las canciones sean denominadas, en las que él tenga dominancia, claro, como McCartney-Lennon, en lugar de Lennon-McCartney, como es tradición de toda la vida el conocerlas incluso en las que Lennon no hubiera tenido nada que ver con ellas, como por ejemploYesterdayMichelle, o Let it Be al contrario de las de Lennon eminentes, como RevolutionHelp!,Come Together.
Obvio, Yoko y la tradición se opusieron y tal petición no prosperó. Sonaba absurdo que después de 40 años eso viniera a importunarle al bueno de Paul.
El segundo punto fue relativo a algo más elusivo: Paul afirmó recientemente que del cuarteto era él el de las opiniones fuertes y atrevidas relativas a lo que sucedía en el mundo. Está comúnmente establecido que él que deseaba hablar de Vietnam y de la situación de los derechos civiles en Estados Unidos era John Lennon y que Paul se mantenía a distancia de lo controversial.
John el de las discordias fue quien dijo que los Beatles eran más grandes que Jesus y fue él quien habló de revolución y del presidente Mao y fue John el de las protestas ruidosas y llamativas con Yoko.
A lo mucho lo más controversial de Paul fue aceptar públicamente que utilizaba drogas y hasta ahí, además de su estancia en la cárcel de 8 días por introducir mariguana para su comsumo en Japón en 1980.
A Paul le interesa su legado en la historia sabiendo que no puede competir contra un fantasma idolizado.
Paul además tiene una ventaja que John no tiene, está vivo y está sano y sigue haciendo ruido en cuanto puede y como puede, tal como lo hizo hace unas horas en el Zócalo de la Ciudad de México.
Fue un concierto que duró 3 horas sin intermedio. Fue divertido, fue simpático, se echó a la gente al público de inmediato, Tocó de todas las épocas que quiso, desde And I Love Her, hasta la de My Valentine, su último éxito.
¿Qué impulsa a un hombre de casi 70 años, ya famoso desde los 22, a seguir tocando, a seguir moviéndose, a seguir siendo vibrante?
La gente se le entregó a McCartney en el Zócalo. 200,000 personas.
Lo que más me impresionó fue que tocó A Day in the Life, nunca me imaginé verla en concierto. Fantástica, Paul la sacó decentemente a como pudo, sabiendo que la canción es más Lennon que de él (de Paul es sólo la parte de en medio). Nos hizo pensar que esa fue precisamente la parte musical de los Beatles que jamás apareció en vivo debido a la complejidad y arte que obtenían de trabajar en estudio creando nuevos mundos.
A Day in the Life fue un momento super super especial, único.
El otro momento super especial, Ob-la-di Ob-la-da con mariachi, algo increíble.
Muchos momentos sobresalientes, 200,000 personas en la plancha del Zócalo, incluso en las calles aledañas, con pantallas y todo. Ha de haber sido magnífico estar ahí.
Y Paul, satisfecho, dos encores, uno con Hey Jude, otro hasta con Helter Skelter y asì llegar con el verdadero final de todo Abbey Road, y de todo Beatles: The End.
The End que acaba con la frase: el amor que tomas, es igual al amor que haces.
John Lennon dijo en un reportaje con su opinión canción por canción de los Beatles y de él mismo, que publicó Playboy en 1981, que cuando Paul se esmeraba podía hacer cosas maravillosas.
El amor que tomas, es igual al amor que haces.
Paul McCartney, que bueno que estuviste con nosotros. Qué bueno verte bien.
(La gente por Twitter le dio connotación política a la canción de Give Peace a Chance, dedicándosela a Calderón. Pero no sé qué pudieron pensar o qué pensaron con Let it Be o con Live and Let Die. A veces una canción, parafraseando a Freud, es sólo una canción.)