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sábado, abril 09, 2011

¡ESO ES DEMASIADA, DEMASIADA INFORMACIÓN!



No he leído el libro de La Información: una historia, una teoría, un diluvio de James Gleick, pero un día espero leerlo, en donde habla del tema de la mucha información que nos rodea.

Pero hizo un artículo que me inspiró para escribir lo siguiente y para pensar aún más:

Poco a poco ¿no te has dado cuenta que hay más información de la que puedes ir abarcando?

¿Me puedo ir hacia el pasado otra vez? ¿Como ejemplo?

Última vez que lo hago, lo prometo. Bueno, sí, ok, no lo cumpliré, está bien, ya lo sé.

En el principio de mi vida pensante (muchos dudan que haya pasado de ahí) quería saber de todo lo que sucedía afuera.

De pronto leía las pocas revistas mensuales generales de aquí y de allá que me contaban de cosas de lo que sucedía a mi alrededor en cosas de cine y televisión y de temas de noticias (adoraba el Contenido, Selecciones, el TeleGuía, la Life en español).

La televisión para esto era un medio en el cuál yo despertaba mi poca o minima sensibilidad en ver programas de entretenimiento y también de cultura, que caray.  Porque, ¿quién dijo que Plaza Sésamo no es cultura, eh?

 (Sí, Sesame Street la estrenaron en USA en 1969, en México hasta 1973 y yo estaba en quinto año y ahí salía en sus inicios entre otros el gran actorazo de Carlos Ancira y ya para entonces es probable que yo ya supiera “…cuál de todas estas cosas es diferente de las otras…”  y déjenme les digo que también ya sabía la diferencia de “…alrededor, alrededor, alrededor, arriba, abajo…”  y la más estremecedora rompedimensiones rompeparadigmas rompeliteraturas rompecuartasparedes postmodernistas postmatrixtas lewiscarrollianas, “…A TRAVÉS…”).

Para entonces iba al cine de vez en vez instruido con la única información que me daba el periódico local en su sección de espectáculos y recuerdo que yo siempre quería leer debajo en la parte de cada película en exhibición donde decía “próximamente” sólo por la necesidad insana de saber el nombre de la película por venir.

Saberlo me causaba mucha satisfacción, insana satisfacción.

O si no estaba atento a esperar lo que se mostraba en los cortos antes de la función, por supuesto. No llegar a la hora de los cortos era imperdonable, jamás sabríamos que habría… hasta la próxima visita al cine. Bueno, ayudaban algunos posters exhibiéndose afuera. Pero no era suficiente. ¿Qué película sigue? 

¡Dígamelo alguien!

También esperaba atentamente al final de una película en TV a que avisaran cuál sería la siguiente. Y cuando no sucedía así, uf, decepción total, ni modo, a esperar la sorpresa.

Mi papá, cosa rara, y ya lo expliqué en mi blog, no era muy dado a querer saber del mundo de afuera, excepto en una circunstancia afortunada, a él le gustaba el por entonces famoso y prestigiado El Heraldo de México. Y viviendo en Tampico, para mí significaba una fortuna que me mandara a comprarlo.

Así me enteraba al menos de noticias y temas más cosmopolitas de las que el ultraprovinciano El Sol de Tampico me pudiera dar.

¿Qué noticias? ¿Para qué? Insisto, para saber que pasaba en el mundo, precisamente, en mis esferas de atención, pocas a esa edad, no importa… sólo quería saber…

Pero ese era mi mundo en 1971, periódicos, y a lo mucho, periódicos.

De inmediato hacemos un flashforward de 40 años y nos encontramos con que…

Hoy por hoy:

…en el área de cine sabemos de películas antes de ser filmadas, y vemos películas incluso antes de ser estrenadas.

…en el área de música leemos lo que los artistas piensan porque lo escriben de su propia mano, en ocasiones hasta regalan tracks antes de estar en el disco, incluso vemos sus conciertos de manera simultánea que millones de personas.

…en el área de literatura vemos por todos lados blogs de escritores… y sus libros disponibles están casi al estirar la mano.

…las noticias de todo el mundo: terremoto, rumor, accidente, elecciones, nacimiento, boda, muerte de personas famosas son emitidas y nos enteramos al segundo, sin tomar baranda, sin filtro, sin comprobación, sin anestesia.


…en el área de Facebook nuestros gustos, nuestros amigos, nuestras situaciones, nuestros pensares, nuestras opiniones se están comunicando sin cesar hacia todos, sin que nadie nos lo pida explícitamente.

…en el área de trabajo, los correos fluyen a nuestros Blackberrys y a nuestras pantallas (estas dobles en algunos casos, ya no basta sólo una) de una manera portentosa, hay personas a las que les llegan hasta 300 correos diarios, y de ahí entramos a otro dilema:

¿Cómo filtrar lo importante de lo no importante?

¿Cómo tener conciencia de las prioridades cuando todo nos pide, requiere, suplica, necesita atención urgente?

¿Cómo evitar que se nos pierda algo importante de entre todo?

(Tremenda palabra llena de absolutosidad: “todo”)

(No busquen la palabra “absolutosidad”, la acabo de inventar.)

¿Será cierto que los astronautas del Columbia murieron en febrero de 2003 porque en alguna perdida presentación antes del lanzamiento de asimilación de riesgos de la NASA en Centro de Control de Lanzamientos, hubo una hoja de Powerpoint que pasó desapercibida entre tantas centenas similares llenas de bullets y bullets puestos sin misericordia (yo podría ayudarles, de hecho a mejorar sus presentaciones) y con la situación de que la audiencia de ingenieros de vuelo ya estaba hasta el tope de asistir a tantas presentaciones y reuniones, todas todas todas similares e indiferenciables que les causó una sobredosis de información saturada e indigerible?

¿En qué momento de los últimos años sucedió esto?

Cómo dice Andy Grove, de Intel, y como dice Thomas L. Friedman, en “The World is Flat”, y cómo pudo decir John Naisbitt en “Megatrends” y como pudo decir Jack “Neutron” Welch en “Controla tu Destino Porque si no Alguien Más lo Hará”, y como pudo decir Tom Peters en tantos de sus libros  y como pudo decir Alvin Toffler en La Tercera Ola o en el mismísimo “Shock del Futuro”: “Algo pasó”.

Algo pasó, algo ocurrió, algo sucedió… en el camino al ascender Internet en el firmamento.

A partir de ahí se abrieron otros mil caminos de información.

En la vida a nuestros inseguros pero confortables 14 años, en 1977, lo máximo para nosotros buscadores de información era ir a un lugar interesante tal como una gran biblioteca (como la de la UDEM o la Benjamin Franklin), y el saber que no te podías llevar todos los libros que querías porque estos eran de consulta y porque sabías que contenían información apreciada por ti todo eso te llegaba a ocasionar cierta melancolía y mucha mucha mucha envidia.

Pero de pronto, en pocos años y sin que nadie se acuerde cómo… llegó el máximo recipiente de archivos y archiveros y clusters de archiveros, donde comprobamos que McLuhan después de todo tenía razón, la Galaxia de Gutenberg se hizo.


La llegada del Hipertexto todavía lo hizo todo mejor... o peor… saltos y mas saltos sin red, sin seguridad al hiperespacio y así de pronto se hicieron mil, millones, de Galaxias de Gutenberg.

A su vez los usuarios de Internet se expandieron por billones… y los creadores de contenido que a su vez entregaban información a esos usuarios, muchos de ellos sólo por amor al arte (me suena familiar) también se incrementaron por las decenas de millones.

Poco a poco llegaron los manipuladores de información, y los medios de cómo enviarla, compartirla, producirla, repartirla, transmitirla, conducirla, fragmentarla, amplificarla, recibirla, usarla, abusarla.
Cada manipulador creía que dominaría a la bestia. Pero no. La bestia tenía otras ideas.

Los problemas que surgieron fueron en tres áreas.

En el cerebro.

En el tiempo.

En la atención.

En el cerebro para asimilar tanto.

En el tiempo para poder revisarlo todo.

En la atención para poderse enfocar en buscar lo que se necesita que importe, que trascienda, que sea.

¿Cómo resolver esto?

¿Apagándolo todo?

¿Que llegue la Tierra a estar sin humanos?

¿Que lleguen los zombies?

¿Una gigantesca plaga de langostas?

 ¿Que nos inundemos de catálogos por bajas en las tarifas postales?

¿Que entremos a una orden religiosa que en lugar de mantener votos de castidad o de obediencia haya un voto de abstinencia de información o infoabstinencia?

¿Que el mundo no nos importe, infoapatía total?

¿Que entremos a los 12 pasos?

¿Qué acabemos de manera total con nuestra necesidad de saber más y más con una lenta autolobotomización? (¡Hey, esperen, la tele abierta ya se adelantó y lo está logrando para todos!)

¿O que nos sigan acusando de querer llegar hasta probar del fruto prohibido del Árbol de la Sabiduría en el Paraíso?

Por cierto, ¿tiene algo de malo eso?

¿Y todo para buscar información o sabiduría o conocimiento o sólo el dato para apagar curiosidades inútiles?
Eso sí sabemos, nunca información será igual a sabiduría o a conocimiento, jamás…

(Y como bien le dice Bosé a su morena)

 Sigo pensando ahorita :

¿Hay final para ello?

¿Y la reflexión para cuando? (la cual siempre será el atractivo de las revistas tipo semanal donde se dan tiempo para darle una necesaria pensada al asunto de la información inmediata al tratar de hallarle sentido y significado con lo cual nos ayudan a descubrir mas subtextos de lo que ha sucedido, eso, TAMBIEN es VALIOSO.

Leer el nuevo dato te da, ¿qué…? ¿Ventaja temporal consubstancial espacial contextual?

Eso suena excelente, pero llegada la urgencia, ¿lo sabremos interpretar?


Datos, datos, datos, información, contexto, subtexto, pretexto, circunstancias, ríos y ríos de más datos, ríos y ríos y lagunas y océanos y ya hoy por hoy gigantescos cubos de información que se siguen expandiendo llenando cubriéndonos todo como si estos fueran partículas de noche inexplicable en nuestra conciencia.

No hay opción.

O nos ahogaremos o buscaremos la esfera de cristal que nos resguarde de que los bits de información pulsante nos caigan como lava oscura y nos dejen convertidos en estatuas binaria inmóviles de sal.

Como agrega James Gleick en la nota de su libro de La Información: una historia, una teoría, un diluvio, recordando a su vez el genial libro de Ciberiada del gigante de la ciencia ficción mundial, Stanislaw Lem y que dice:


 

“Se trata, ¿me sigues?, de que el Demonio extraiga de las danzas atómicas únicamente la información verdadera, es decir: teoremas matemáticos y revistas de moda, diseños para bordados, crónicas históricas, recetas para pasteles de iones y maneras de zurcir y lavar trajes de amianto, poemas, abstracts científicos, almanaques y calendarios, informes secretos sobre todas las cosas que han ocurrido y todo lo que los periódicos publicaron y publican en el Cosmos entero, directorios telefónicos del futuro todavía sin imprimir…”

Ni lo llegaremos a saber.

En el supuesto “en medio” (ojalá) de de mi vida 
pensante sigo queriendo saber de todo lo que sucede afuera.

(pausa)

Pero a final de cuentas, al caer la noche, miraré las estrellas y llegaré a la conclusión de que en realidad nunca, nunca sabré nada.

(pausa)

Y no es el mejor consuelo, la verdad.

(más espacio de pausa)

Pero total, no pasa nada…

El pensar en el universo frío, eterno y oscuro me estremece…

Por cierto:

¿Qué hay en el cable, no saben?