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sábado, diciembre 31, 2011

Otras doce reglas para tener éxito en los negocios.






La literatura de negocios está llena de reglas, de consejos, de aforismos, de axiomas, de recomendaciones, de mandamientos, de instrucciones de cómo hacer las cosas bien.

Estamos tan acostumbrados a esas listas que de tantas ya nos pasan de noche, y a veces uno piensa que se aprovechan que no tenemos nunca la atención puesta en ellas como para que nos digan los mismos mensajes pero con otras palabras para que digamos con máximo respeto y admiración: “sí, eso es cierto”.

No se trata de ser cínico, escéptico o derrotista, la esperanza muere al último.
El mundo de los negocios se basa en el mundo de los absolutos, en el mundo de los números negros y en el número que se tiene que vivir de algo para poder eso, vivir. Y que todos estamos pegados a los negocios, de un lado o de otro, o compramos o vendemos o intermediamos, o estamos en gobierno o somos becados o estamos en el seno materno o en el ataúd o en la urna hechos polvito negro.

El mundo de los negocios es frío. Punto, no hay más. No hay negocios humanistas, no hay empresarios humanistas. Aunque se digan humanistas. Al final todo mundo obedece, hay números negros o no hay más. (Y puedo equivocarme, creo).

Luego el mundo de los negocios y del éxito en los negocios. Aún los grandes pensadores se han equivocado y los hombres mejor informados de los negocios en un país determinado no son millonarios como debería ser. La fortuna dura después de un tiempo, pero este siempre gana y termina matando al hombre a pesar del dinero. Ajá.

A las enfermedades no les importa el color de tu American Express.

Así las cosas, aquí hay 12 Reglas para tener éxito en los negocios.

Me gustó sin razón alguna, la pongo en mi blog sin razón alguna. Nadie nos lo pidió y no nos importa. Lo que pienso es que valen la pena, como siempre algo de reflexión al respecto. Una lista más en el mar de listas, ¿qué importa?

1.- Jugar para ganar. Llegar en segundo es que otro tipo o tipa ganaron. En negocios, no hay  premio de consolación. Negocios es  una guerra, un juego cuya suma da cero, uno gana, el otro pierde. Sólo una compañía vende, sólo una persona consigue el empleo, solo una persona consigue la promoción.

Esta es la mera realidad y a los hijos y a los amigos siempre hay que comentársela y recordársela. Ni los hijos ni los amigos nos harán caso. Esperemos que los hijos al menos sí la recuerden de vez en vez. Les hará mucha falta. Sencillo, saliendo de la escuela, cuando buscas un trabajo y empiezas a ver a tus compañeros buscando el mismo puesto, se acabaron los amigos, la guerra de la supervivencia apenas comienza.

2.- Construye estrategias cambiantes de juego, que resuelvan problemas grandes y espinosos. Si no vas a hacer una modificación real en algo importante, no lo hagas. Construye una estrategia intrépida para ganar en grande. Estar lento o quieto no te hará ganar la carrera. Estar en un nicho está bien, mientras sea parte de una estrategia para poner un pie en esa puerta.

Ya quisiéramos que estemos en empresas que nos den oportunidad de hacer cosas diferentes, a veces puede suceder, ni modo, espera a que estés en la empresa correcta para cambiar las reglas. Lo que me gusta de esta regla es el hecho de poner un pie en esa puerta. Tienes que hacer lo que sea para poner un pie en esa puerta, no hay de otra. ¡Consigue esa atención a lo tuyo, ya!

3.- Rodéate con gente confiable, competente, que diga la verdad, y que los escuches. Salen muchos errores de fuentes subjetivas, información limitada y presunciones erróneas o inexactas. No te rodees de gente que a todo te diga que sí, o presuntuosos, o los que te doren la píldora, consigue la verdad clara de fuentes suficientes para tomar una decisión.

Ésta es tan complicada, ni modo la gente confiable no se consigue en la calle o por los avisos de ocasión. La información controlada y que fluye, ya por el hecho de fluir siempre se distorsiona. Siempre. Lo de la “gente-sí” es desastroso, pero se da tanto en este y en todos los países, lugares, empresas. La verdad no llega, o cuando llega sólo quieren matar al mensajero. Pero la verdad es la verdad. Punto. La gente confiable es oro puro.

4.- El éxito construye confianza, pero las lecciones de vida vienen de fallar. Eso significa que el crecimiento profesional y real viene primordialmente del fracaso y de perder. Pero nunca se entenderá eso realmente a menos que estés reservándote a ser golpeado por unos cuantos golpes de nocaut.

Es tan cierto eso, pero nosotros no quisiéramos que nuestra vida estuviera plagada de fallas o de fracasos o de errores, se tiene que aprender, caramba, y pronto, no dejes que tu conocimiento se de al final de tu carrera. Mejor los escenarios o panoramas fallidos antes que se den. Chance y se de la oportunidad de no fallar. Es mejor prevenir que corregir.

5.- Rebota rápido. Cuando te noqueen, y cree que lo harán una y otra vez, lo más pronto que te levantes, te cures los raspones, aprendas lo que quieras, levantes la cara, barbilla, mirada y regreses al negocio, mejor. No sólo para ti sino para que todos lo vean, incluso tu competencia.

Esto es de lo más recomendable, hay que rebotar rápido no para demostrarle a nadie nada, sino para que tú mismo, misma no pierdas el tiempo lamentando tu derrota porque equivale a perder dinero, momento, oportunidad.

6.- Desafía la sabiduría convencional. Las cosas cambian. Esto significa desafiar al status quo, a la autoridad, a las vacas sagradas, “a la manera de como las cosas se hacen desde siempre”, o sea, a cualquier cosa que suene remotamente a la generalización que tu instinto te diga que ya no aplique a la situación actual.

Esto es delicioso, pero también arriesgado, no siempre puedes inventar el Liquid Paper o el Cubo Rubik o el nuevo Post-It para resolver un problema que todo mundo ha resuelto de la misma manera siempre. Pero de repente se dan las cosas. Y todo hace sentido. Todo hace click.

7.-  Los resultados cuentan, las excusas y las intenciones no. Es impactante como los líderes experimentados y administradores pierden el tiempo explicando el porqué las cosas no funcionaron y haciendo excusas por el fracaso. A nadie le importa, excepto que tú te hagas cargo, pases a partir de ellos, la olvides y te muevas adelante.

Tan doloroso, tan básico. Pero tan común. Es nuestra decepción de ver a nuestros líderes de tanta falla generalizada, tanto fracaso por todos lados de programas, de campañas, de planes, proyectos, a todos niveles, ¿no que esa gente estudió y tiene altos grados académicos? ¿No que tiene grandes premios, reconocimientos, honores?

Veo esas grandes empresas de esta ciudad y en todas partes del mundo, que cometieron tantos fracasos que costaron tantos puestos de trabajo ¿y ellos, sus directores, sus staff, sus asesores, ¿cómo si nada? Pondría a leer a todos los aspirantes a puestos a que sean Magna Cum Laude en Sim City (el legendario juego de simulación) y a que todos, todos, todos los políticos que no saben leer, los que no quieren leer, los que no le interese leer, lean “Las Uvas de la Ira” para que sepan de segunda mano, claro, lo que es el hambre, la pobreza, la pérdida de la esperanza. Sí, ya me puse melancólico.

Volviendo, sí, una vez más, prevenir, prevenir, prevenir. No me vengas con predecir. Resuelve antes que la mina explote, que se acabe el puente, que llegues al abismo.

8.- Saber cuándo renunciar. Matar proyectos, renunciar a tu trabajo, quitar el financiamiento a malas inversiones, terminar sociedades, despedir personas, aún renunciar a clientes, sí, son cosas que a nadie le gusta hacer, y a pesar de eso, son tan críticas como empezar algo nuevo, si no eres bueno en detener o terminar cosas, ellas drenarán tus recursos, matarán tu productividad y limitarán tu oportunidad.

Uf, esto es tan triste cuando estás dentro de ese proyecto, cuando eres ese empleado, cuando estás en esa sociedad. Esto es pragmatismo puro. La vida no permite ensayos, no se puede el Game Over. Parece como el título de aquella película alemana: “Todo el mundo para sí mismo y Dios contra nosotros”. ¿Qué no tiene sentido? Qué importa, lo que importa es el pragmatismo. Los hechos fríos.

9:- Hay momentos para ser enfocados, hay momentos para ser flexibles, la clave es saber cambiar de un estado a otro.

Por más Eclesiastés que sea (ya saben: un momento para amar, un momento para cosechar y demás), la vida te indica que todo debe ser con medida, todo. La flexibilidad debe darse de manera natural, cuestión de ver la jugada, preverla una vez más.

10.- Confía en tu instinto y haz lo correcto. Cualquier brújula que estés usando, moral o lo que sea, confía en tus instintos y todo lo que has aprendido a lo largo de todo el camino y haz lo que tú creas que es correcto, no lo que cualquiera te quiera decir.

Llegamos a lo mismo, ¿qué es lo correcto? ¿Para quién es lo correcto? ¿Qué momento vives para que sepas que hacer? Decisiones decisiones, malditas decisiones.

11.- Haz lo que sea en lo que eres grande o lo que te apasiona, lo que sea que te haga feliz. De otra manera no tendrás éxito y cualquier cosa que logres no valdrá la pena.

Me veo obligado a decir “¡hey, es cierto! Hagamos lo que queremos, seremos felices… y sí, en ocasiones no es posible, pero hay que buscar que esto se dé a como de lugar y nunca rendirse, jamás rendirse… Busquemos siempre lo que nos apasiona. La pasaremos mejor. Estoy seguro de eso. Podremos vivir en eso siempre, lo divertido también es la búsqueda en sí.

12.-  Ponte algunos objetivos, haz un plan, ejecútalo y ver como lo hiciste, aprende de él, repítelo. Esto es como todo, todo, es hecho.

Sencillo, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, haz las cosas bien y repite, ¿alguna duda?

Al final de la lista sólo piensa, prevén, haz, échate un clavado, nada, goza. Vive.







viernes, diciembre 30, 2011

Partido de Cualquier Domingo Dado


No me importa que seas o no una cuerda en Futbol Americano, no se trata de poner mis conocimientos casi nulos contra los tuyos, que para esto, los respeto. Tampoco me importa que esto sea limitado, que no tenga el alma de un verdadero fan. No, no importa.

Se trata de mi punto de vista mínimo-no-completamente-objetivo-y-por-si-fuera-poco-corto-de-vista sobre como YO VEO AL FUTBOL AMERICANO. Si deseas discutir del tema, este no es un foro. Ve y busca uno. O sí estás pensando que tú lo podrías escribir mejor, sencillo, hazlo. Y no olvides avisarme.

Dicho ya lo anterior, pues…

Como ya lo había mencionado, el futbol americano tiene algo especial.

Muchos saben el desarrollo de un partido común y silvestre de este particular juego lleva cuatro cuartos, cuatro períodos de 15 minutos. Pero si uno se da cuenta y muchos y muchas lo han debido ver con claridad: es muy poco lo que de partido se lleva efectivo en jugadas, o sea, lo que llamaríamos el contacto real, las maniobras, las jugadas propiamente así llevadas, el golpeo, la escaramuza, la emboscada, el engaño.

Lo que sucede, sé que es muy obvio, pero olviden su familiaridad con el juego, es que las jugadas se llevan permitidas solo en segmentos de hasta 30 segundos cada una, y que en muchas ocasiones el equipo que va ganando usa hasta el último segundo permitido para iniciar la jugada. Es entendible, lo que desean es utilizar todo el tiempo otorgado para darle menos al otro.

En cambio, el equipo que va perdiendo, lo que más le interesa es utilizar todo el tiempo posible para acercarse a la meta del equipo contrario para acortar la ventaja, es sorprendente como el juego adquiere velocidad aterradora, y en ese caso, cada jugada se hace en 10 segundos y la que sigue, y hacia las bandas para poder evitar que el tiempo siga su curso ya que cuando el jugado con el balón sale por las laterales el reloj se para.

Todo entonces se reduce a un preciso y enfocado juego de estrategia de manejo de tiempos, que si es corrida, que si es pase, que si por tierra, que si etcétera. La concentración de todos debe ser absoluta, jugadores y entrenadores, de todos, física y mental.

Tal es la relatividad cómoda de la derrota y de la victoria. Los ceros y los unos de la existencia, los que no suman y los que sí, propiedades de este nuestro universo que nos tocó vivir.

Mientras tanto esos periodos de quince minutos son eternos momentos en que los equipos están reunidos, están acomodados en la línea de golpeo como le llaman algunos, mirándose, midiéndose, insultándose, observando todo movimiento, hasta el dónde pone la mirada el contrario, y en algunos casos, el darse cuenta de ver si el corredor trae protector en la boca podría significar para algunos de los defensas a que irá por tierra, o si no lo trae acomodado, podría significar que irá en búsqueda de atrapar su pase corre corre ciegamente hasta llegar al punto preciso, de entre todo el campo verde enrejado, listo para atraparlo, cosa que lo logra con sencillez inaudita.

(Tal y como lo hacía uno de mis compañeros en segundo de secundaria, en el Instituto Regiomontano en 1975, Valenciano, quien, maldita sea, atrapaba todos los pases que Escamilla le lanzaba con tal precisión, y nosotros, con los rostros de total descreimiento, admiración y envidia imposiblemente escondida). 

Aquí entran muchas preguntas, muchas. Y sucede que cuando las pregunto se me quedan mirando como para decirme “…otra pregunta así de obvia y verás…”, como si fueran papá regañón que no sabe la respuesta y que piensan que me estoy burlando de ellos al hacerlo como si mi intención fuera exhibirlos.

¿Por qué se llama touchdown? ¿scrimmage? ¿safety?, ¿cuántas de las reglas del deporte están hechas para que todo fluya en la televisión para los eternos comerciales? ¿Sólo la pausa de los dos minutos? lo ignoro, ignoro todo, no cuento con tanta información para poder llegar a saberlo, apenas uno de esos libros que debe haberlos a montones, como para dummies, como introducciones para no iniciados, pero que por circunstancias no cuentas con ellos en este momento y sinceramente me da flojera ética averiguarlo en wikipedia.


Y claro que se batalla para entender este deporte, hay decenas de reglas, decenas de ajustes, sólo el mirarlo continuamente puedes llegar a entenderlo. Esa es una de las razones por las que hay varios árbitros dentro del terreno de juego: para ver todo todo todo lo que es posible que suceda y que no se les escape absolutamente nada y aún así no sabes en ocasiones al final de la jugada y en medio de la montaña de tipos unos sobre otros ni idea tienes de en dónde quedó el balón, en otra si el jugador tenía los dos pies dentro de la zona de anotación, más allá si tuvo el completo control del balón en su momento, en otra más, si el contrario le agarró la barra protectora, o si aquél defensa provocó al contrario, y una más, si había intención o no del pasador de tirar hacia su receptor o si sólo lo quería tirar al suelo.

Sin embargo se ven estos juegos una y otra vez, y llega un momento en que no distingues un Aguilas de Filadelfia contra un Leones de Detroit, pareciendo de momento son indiferenciables, quizá los viste en 1978, en 1984, en 1990, en 2001 o la semana pasada… o un Green Bay contra Tampa Bay… o un Seattle contra un Washington y de eso dices, ¡son los mismos! Ahí nos veremos el siguiente domingo para ver a los Vikingos contra los Cafés de Cleveland… una vez más como cada tantos años, más si son de la misma liga o como sea.

Claro que es la misma situación en todos los deportes de tipo grupal, en las ligas de todos contra todos. Año con año lo mismo, lo mismo, lo mismo. Así se llegan a odiar Green Bay contra Chicago, Jets contra Gigantes. Dallas contra Denver. Acereros contra Cafés.

Agreguémosle a esto a la magia que un día éramos daltónicos blanquinegros y que de un  día a otro los vimos en toda su cromaticidad desde los primeros años 70s desde que Von Rossum los describía y hablo con familiaridad del Ingeniero Von Rossum porque lo veíamos narrar los partidos y todo era una delicia.

Esa ocasión y subsiguientes todo era un pasto intenso-verde, un intenso-rojo de los cascos de los Cardenales, un intenso-amarillo e intenso-verde del uniforme de los de Green Bay, un intenso-gris de los Vaqueros, un subido-morado atrevido de los Vikingos.

Así las cosas, veo el futbol americano como símbolo de mil batallas, guerras, de mis momentos en los que estuve sólo peleándome con los problemas de geometría analítica del profesor Estudillo las noches de los lunes de todo mi tercer semestre de prepa del Regio en otoño de 1978, de todavía disfrutar ver un partido en la nieve, en el hielo más pertinaz, o en el momento de sorprenderme por mirar una foto del equipo de los Potros de Denver saliendo al partido recortadas sus siluetas en la blanca nieve, o mirar la lucha en el lodo por un balón que puede quedar por un resbalón azaroso en poder del equipo contrario (que el texto de la foto de Life dice “desde que llegó el Astroturf o pasto sintético, y los estadios cubiertos de domos, todo lo que se perdió”).

Y nunca olvidar las leyendas como la de la inmaculada Recepción de Franco Harris con los Acereros o su gemela teológica, la jugada del Pase Ave María: el pasador que lanza el balón a una zona de campo estratégica mientras reza para que cualquiera de su equipo corra corra corra y sea el que se aparezca antes que algún contrario, de la nada lo atrape, lo haga suyo y continúen los avances hacia delante, porque todas las jugadas cuentan, segundo a segundo, minuto a minuto, hasta que el último segundo caiga, inexorablemente contando y cantando hasta el final.

Cada semana, cada encuentro, cada jugada, cada anotación, cada momento, cada balón en el aire, en las manos del corredor, en la mirada del defensa, cada emoción. Cada instancias de estas cuenta.

Y son tan descriptibles como indescriptibles. Hablar puntualmente de cada una de ellas quizá le restemos esa magia, esa sensación de inmortalidad cotidiana al conseguir tal o cual record, o como el salto impresionante de la jugada del día de hoy que acabo de ver.

Cómo explicarla sin que la gente diga, qué bonito, qué atlético, qué impresionante, qué bello, y como me frustro al ver cómo nos quedamos cortos los que tratamos de explicar la sensación de que esa jugada quedará siempre marcada en nuestras vidas, no por su significancia en su momento en un conjunto de anotaciones de un marcador veleidoso, sino en que nos fue posible atestiguar que ese jugador, del que desconocía su nombre y existencia hasta el día de hoy nos pudo transportar a la maravilla magnífica de lo que puede ser ese Futbol Americano que tal cómo nombre de película de Oliver Stone, de partido de cualquier domingo dado…