

Pero como ya empezaron a salir los artículos y ensayos acerca del pasado y de ese año mítico de esa década mítica: 1968 y los sesentas respectivamente haré mi contribución.
Y es que cuarenta años son cuarenta años. Son una generación y media por aquello de que las generaciones pueden ser consideradas de entre 25 y 30 años. También puede ese período tomarse como cuatro décadas de la vida de alguien.
Y sí, un año más otro año más otro año más otro año son ya una olimpiada. Aquí en este caso de 1968-2008 hablamos de diez Olimpiadas: México (6 años tenía yo), Munich (10 años), Montreal (14 años), Moscú (18 años), Los Ángeles (22 años), Seúl (26 años), Barcelona (30 años), Atlanta (34 años), Sydney (38 años), Atenas (42 años), diez y con Beijing serían once Olimpiadas (y yo ya tendré 46, uff).
Y muchas personas de mi edad bien pueden acordarse de cada una y de saber que

Así las cosas ese año de 1968.
Van a escribirse muchas cosas de entonces desde muchos ángulos. Ya empezaron a hacerlo. Ya empecé a hacerlo también cuando conmemoré lo de Tlatelolco en este octubre reciente. Esas cosas así se dan. Cuando se cumplen lustros y decenios de algún suceso ponen a todo mundo a rememorar, a cuestionar, a celebrar, a examinar las causas y las consecuencias de los hechos y los acontecimientos de entonces.
Nada pasó significativo en 1468, ni en 1568, o en 1668 o en 1768, menos en 1868. Pero en 1968, pasó todo lo que no había pasado en eras.

Y de esos años, 1960 (todavía no nacía y en la práctica es el comienzo de la década aunque es incorrecto), 1961, 1962 (nací), 1963, 1964 (s Beatles irrumpieron con toda su fuerza), 1965, 1966, 1967 (los Beatles en su peak creativo), 1968 (mil cosas como ya veremos a continuación), 1969 (“la conquista” de la Luna), 1970 (con su célebre campeonato mundial de Fútbol en México) sólo sobresale 1968 con fuerza.
Y lógicamente todo mundo se puede situar en esa época y decir, bueno, ¿y qué?, ¿qué pasaba entonces?, porque, con todo lo que México vivía en ese entonces, una especie de quietud optimista dominada políticamente internamente y con muy relativamente pocas cosas que ver su gente con el mundo exterior, fuera de los ámbitos culturales como cine o literatura, y sus expresiones afines así, por eso la pregunta ¿que tendría que ver la efervescencia mundial con México?
Por eso…
Si comparamos el México de enero de 1968 con el de diciembre de 1968, no podremos verlo con los mismos ojos.

O si más de lo mismo, si comparamos a los Estados Unidos de ese mes y año con el de su respectivo diciembre, más todavía.
No podemos dejar de pensar que esos sí son meses de impacto en la vida de la gente, comparables solo con los que sufrió Alemania en 1989 y con los de Sudáfrica en 1993, o con los de China también en 1989, o con los de Estados Unidos en 2001.
Para bien o para mal.
Cultural, económico, político, social, muchos fueron los ámbitos que fueron estremecidos. En el caso de 1968 no fueron tanto económicos, como sociales o políticos. Predominantemente políticos.
Así es cuando suceden los cambios en la vida de las personas. Es cuando te pegan más. Política maneja economía, economía maneja confianza, confianza maneja vida, ergo, política maneja vida. Lo quieras o no. Más en países inmaduros como los nuestros. Como el nuestro. Como el mío.
Y bien, también hubo cambios en 1988 en México. Y unos dicen que en 2000, o que en 2006. Pero ahí si vivimos igual relativamente. Mismas perspectivas, mismas percepciones en lo que sucedía.
Más cambió en el ánimo de la gente en 1994. En enero con el levantamiento de Marcos en Chiapas, marzo con la muerte de Colosio, septiembre con la muerte de Ruiz Massieu, terminando ese aciago año con la devaluación tremenda del peso a causa del Error de Diciembre, precisamente.
Pero nada en la historia mundial como 1968. Igual que ahora, una guerra, en aquél

Un inepto gobierno demócrata, el de Johnson, en los Estados Unidos, que dejó la herencia de la grandeza y la impresionante altura de miras de un John F. Kennedy, hecha garras. Con razón se retiró de la contienda. Nunca entendió nada.
La muerte de Martin Luther King y la del hermano de John, Robert, extrañas y sólo v

En Estados Unidos se vio que las cosas estaban cambiando de manera impredecible. Tan impredecible que entonces no se sabía que se podía ganar a un demócrata. El fatídico e inteligentísimo a pesar de su natural ineptitud, Richard Nixon lo comprobaría muy bien.
(Una terrible ironía del destino es que el Programa Espacial que llevaría al hombre a la Luna, lo que comenzó con uno de los más impactantes discursos de la historia mirando al progreso, el de Kennedy de 1961, y que fue llevado por los demócratas durante ocho años, fue coronado por el señor Nixon, como lo atestigua una solitaria placa metálica soldada a una de las patas del módulo lunar que está ahora mismo en el Mar de la Tranquilidad, donde aparece la firma de este tipo con la frase “venimos en paz en nombre de toda la humanidad).
¿Consideraría a los Norvietnamitas como marcianos o algo así?

Naive, ingenuo, que es uno.
Pero lees ahora lo que decía Robert entonces y te impresiona. Vaya que sí.
Pero con la perspectiva de la historia y con el algo de experiencia que tenemos ahora, es como con Benazir Bhutto, las mejores intenciones, ahora que murió como mártir se le idolizará (a mí me encantaba la señora, pero cómo no vio que estaba muy en peligro, caramba) y como con Luis Donaldo Colosio cuando murió, todo mundo se quería identificar con su legado por más evanescente que este era.
El mayo francés, del 1968, como se le vino a conocer, que principió de manera tímida, en Alemania y que llevó detonantes inimaginables en la cultura y la sociedad.
Las frases inmortales de Prohibido Prohibir, y la de La Imaginación al Poder, vienen de ahí.
Llenas de sueños, idealistas, llenas de verdad tal vez, pero finalmente ingenuas que

Pero que a largo plazo algo quizá sí hicieron, porque crearon explosiones de resonancia de alcances nunca vistos.
El mayo francés de 1968 vino a estremecer los cimientos de la sociedad francesa. Hubo un momento en que hubo 10 millones de franceses en huelga, como nunca se había visto antes en esta era industrial. Y no hubo muertos por violencia, en caso dado.
Y bueno, en ese sentido los franceses, como muchos en el mundo, no se miden. Ahí está por decir lo que sucedió en la Argelia, colonia francesa, no más de 10 años antes precisamente.
Finalmente su presidente cayó, el gran Charles de Gaulle, y que vino a ser substituido por su heredero Georges Pompidou, que en la suma de las cosas, nadie lo recordaría a no ser por lo de un Centro Cultural impresionantemente moderno, que lleva su nombre. Fuera de ahí, a mí, que soy mexicano, no me trae ningún recuerdo de absolutamente nada.
Y así llegamos una vez más al México de entonces. Del que yo mismo ya he hablado mucho. Del que ya incluso escribí una novela. Del que a partir de los eventos de un verano y parte de otoño tuvo sus repercusiones de otro tipo.
Un Secretario de Gobierno de por entonces que todavía vive, al que lo han acusado de todo, incluso equivocadamente de genocidio, tema que por más apasionamiento que se tenga fue un gran error porque se zafó así como pescado enjabonado.
Sencillito.
Un país que fue otro porque ese Secretario de entonces, un verdadero zorro, aprovechando sus propias habilidades, su omnipotencia total como de gobernante de un país como el nuestro en el que la obediencia al de arriba está por encima de todo. Y digo bien, obediencia, jamás lealtad. Temor, terror, sumisión al poder. Mientras se tenga el poder absoluto se goza ese poder y este jamás se comparte.
Así las cosas, ese Secretario junto con sus ideas disparatadas formó la idea de un país alejado de la receta económica que al menos le había dado ventajas en lo económico, al menos algo, cuando no sociales o políticas. Y nos desbocó en una crisis de la que nunca hemos salido realmente.
Matanzas, Juegos Olímpicos, manifestaciones, invasiones, violencia, cambios, libres expresiones, protagonismos, crímenes encubiertos, delirios de libertad, expresiones de nuevas sensaciones que se adentraban en nuevos territorios, imágenes, colores, atmósferas, descubrimientos, exploraciones, todo eso, fue lo que pasó en 1968.
Y en silencio, de manera sigilosa, nos cambió y marcó para siempre.
Que este artículo sirva para mostrar que 1968, cuarenta años atrás, aún y que no fue el comienzo de una nueva era, al menos sí tiene las características de esos característicos y hasta cierto punto banales parteaguas que modifican aún así de manera substancial, hasta el mero hueso, nuestras mismas características nacionales.
Características de nuestra nación, y de otras muchas naciones.
Seguiremos informando.
Nos falta la cultura, la moda, la música, y mil cosas que ahorita, ni me acuerdo.
Va.
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