
La muerte de Arthur C. Clarke no me sorprendió. Al contrario, cada año que pasaba al recordar su enfermedad, consecuencias de polio, me maravillaba que siguiera vivo, de que siguiera con sus entrevistas, de que siguiera con su orgullo de haber superado el año 2001.
Eso era algo que él quería hacer con deseo y fervor, llegar al siglo XXI (fue de los primeros en recordar a lo ancho de la ignorancia humana que el siglo XXI no comenzaba en el año 2000, sino en el 2001.

Ya es mucho lo que se escribió sobre esta película. Aquí en Internet hay miles de artículos, notas e información al respecto.
Mejor cuento mi punto de vista.
Vimos Isaac, Jaime y yo, bueno, no sé si Isaac, pero si Jaime y yo, la película de 2001: Una Odisea Espacial en el viejo y desaparecido Cine Buñuel, que era de la Cadena Alatriste de por aquél entonces, disque de Cine de Arte, y que en realidad se hozo famosa con los años por pasar cine soft porn de media noche que como válvula de escape Monterrey necesitaba mucho por entonces, finales de los setentas.
Nadie nos había advertido de que veríamos. Fue mucho. Fue grandioso. Fue awesome, como dicen los adolescentes y jóvenes adultos gringos.
Nadie nos había advertido de que veríamos. Fue mucho. Fue grandioso. Fue awesome, como dicen los adolescentes y jóvenes adultos gringos.

Faltaba mucho por leer entonces.
Las Novelas.

El Fin de la Infancia. Eso, el fin de la infancia de la misma humanidad.
La Ciudad y las Estrellas. Delicada e intrínseca como reloj mecánico.
Rama. Impresionante. Multicolor. Gravitacionalmente confusa, pero sólida al por mayor.
2001: La leí muchas veces, “más ya pensaría en algo…”. No agregó mucho conocimiento extra a la experiencia religiosa de la película. Bueno, la hicieron juntos Kubrick y él y bla bla bla, y amerita un laaaargo artículo analizando cada escena, cada mirada, cada lanzamiento de quijada hacia el futuro, cada exploración espacial., cada efecto frío técnico de la película apropiado por Kubrick injustamente de su crew que realmente hizo esos efectos.
2010, Odisea 2. No me importa si secuela mala o buena, es un hilo de historia que su autor pudo dilucidar. Jupiter no sería igual de nuevo.
2061: Odisea 3. Cometas van y vienen. Monolitos que aparecen y no. Montañas de diamante en Europa, el satélite, claro.
3001: Odisea Final. Frank Poole despierta de su muerte fría no eterna.
Canciones de la Tierra Distante. Evocativo nombre de historia de tantos futuros probables del ser humano.
Luego saldría con más continuaciones de Rama, Rama II, El Jardín de Rama y Rama Revelado.
Ya mencioné el de Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios.
Ahí aparecen, entre otros, Yo te recuerdo, Babilonia. Predijo los satélites de TV con pornografía incluidos en el paquete MAX. Marque F de Frankestein. Cuento que habla de la inteligencia artificial cuando todos los circuitos se conecten cual neuronas. Cuento de los años sesenta que en los setenta saldría adaptado en un comic de Fantomas que todavía poseo por ahí llamado “El Bebé Supercomunicativo”. Encuentro con Medusa, impresionante que dio base a los seres que habitarían Júpiter y que serían representados en Cosmos de Carl Sagan.
La ciencia ficción, de la que podría hablar volúmenes, me enseñó a soñar. La ciencia ficción que escribió Arthur C. Clarke marcó límites muy superiores. Le encantaba escribir sobre religión, aunque mucha gente no lo ve así.

El Fin de la Infancia es el ascenso de la humanidad a otro plano más allá.
La Estrella es… ¿para qué decirlo?, contaría el final, pero me conformo con escribir que es un-nadie-sabe-para-quién-trabaja cósmico-divino.
Y escribió mucho de ciencia. Ya sabemos lo que pudo ser de millonario si hubiera patentado su idea de poner satélites en órbita sincrónica frente a la Tierra. Y ahí están ahorita centenas. Tiene un libro llamado Perfiles del Futuro escrito en 1961 que todavía aguanta. Habla de una de sus leyes que dice: “Cualquier tecnología avanzada puede ser confundida con magia”. La magia, ¿ok? Tengo un amigo que no entiende como es que el teléfono conduce la voz humana. ¿O cuánta gente puede afirmar con exactitud porqué un avión Airbus 360 puede sostenerse en el aire? ¿Eso es magia? Por supuesto que no. Pero explícaselo a los aztecas, a los bosquimanos, al europeo del siglo dieciocho. Al del diecinueve.
Y escribió mucho de ciencia. Ya sabemos lo que pudo ser de millonario si hubiera patentado su idea de poner satélites en órbita sincrónica frente a la Tierra. Y ahí están ahorita centenas. Tiene un libro llamado Perfiles del Futuro escrito en 1961 que todavía aguanta. Habla de una de sus leyes que dice: “Cualquier tecnología avanzada puede ser confundida con magia”. La magia, ¿ok? Tengo un amigo que no entiende como es que el teléfono conduce la voz humana. ¿O cuánta gente puede afirmar con exactitud porqué un avión Airbus 360 puede sostenerse en el aire? ¿Eso es magia? Por supuesto que no. Pero explícaselo a los aztecas, a los bosquimanos, al europeo del siglo dieciocho. Al del diecinueve.
Eso es lo que significa el progreso. Avanzar y avanzar a través de caminos inciertos. Cada paso abre posibilidades. Puertas y puertas cerradas que se van abriendo (como las que veía el pato Donald en El País de las Matemáticas).
Personas que exploran esos futuros son las que a veces escriben ciencia ficción. A otras las critican. A algunos los quemaban. Bueno, tal vez no, a lo mucho figurativamente. A muchos no les hacen caso.
Arthur C. Clarke llegó a los 90 años. Año 2008. No hubo ninguna computadora HAL- 9000 que matara al usuario. Como dijo la revista Wired en el 2001, con esa soberbia portada con una imagen del ojo de HAL mirándonos, a veces el usuario quiere matar a su computadora.
Isaac Asimov ya no está. Robert Heinlein tampoco. Philip K. Dick se fue hace mucho. Carl Sagan, te extrañamos (escribió solo una cosa de ciencia ficción, pero ya saben lo que quiero decir. Ray Bradbury anda por ahí todavía dando lata. Genial (¿Han leído el cuento de La Pradera? Ojalá puedan, primera y básicamente, la última y verdadera Realidad Virtual).
Ahora Arthur C. Clarke. Personas que nos dieron visiones de lo que nos podría o no deparar en el futuro. Personas que prevenían del futuro.
Sigue habiendo muchas tal vez, pero en esta Babilonia que más que recordarla, la vivimos, y aunque no se marque con F de Frankestein precisamente, nos inunda en la Avasallante Cacofonía de los Mundos.
Si es parecida a la historia y revelada tal y como fue escrita será impresionante. Pero si no hay nadie como Kubrick cerquita dirigiendo (ok, no hay nadie) o como el mismo Clarke (con ese respeto absoluto que se le tenía), la película será olvidada, lo preveo, lo prevengo (en otras palabras ahórrense la lana), de cierta manera como lo es ahora 2010: Odisea 2.
Porque sólo hubo un Stanley Kubrick. Y sólo un Isaac Asimov y un solo K. Dick, y un solo Heinlein, y un solo Sagan y un solo Bradbury (que aunque vivo, es un dios de la ciencia ficción).
Porque solo habrá un Arthur C. Clarke.

Pero de seguro, él, donde esté, ya pensará en algo.
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