El ser optimista, el ser pesimista.
Dicen que el optimista no es más que un pesimista mal informado. O al revés, un pesimista, no es más que un optimista bien informado.
O que el optimista siente que vive en el mejor de los mundos posibles y el pesimista teme que el optimista tenga razón.
El punto es que como existe una línea del tiempo, y todo apunta desde este instante hacia el después, llámese un minuto, una hora, un día, una semana o un año, bueno, la eternidad no tanto ya que hay mucho de desconocido por ahí, y queda claro que todo lo hacemos para el futuro.
Pero, ¿qué hay para el futuro?
Todo el mundo quiere saber qué hay para el futuro, y van y consultan o revisan tendencias o de plano adivinan o van con gente que les adivine llámense brujos o consultores o especialistas.
Pero hay cosas que se puede tener cierta idea de cómo saldrán, el equipo favorito triunfará si se han visto las tendencias de cómo están jugando o si este chico o chica es el bueno o la buena o si esta carta tan necesitada saldrá cuando debe salir en este juego.
La Bolsa de Valores, los casinos, las apuestas mismas o las mismas decisiones de si comprar ese u otro producto lo hacemos en base a tomar en cuenta dos cosas, el riesgo y la incertidumbre.
Esto viene en el libro de La Señal y el Ruido, de Nate Silver el cual habla extensamente de eso. Es un estadístico que ha tenido gran éxito con el tema de analizar tendencias de mercado y tendencias de predicción presidencial en Estados Unidos con muchísimo éxito. (Similar a lo que hace el personaje de Brad Pitt junto con un analista en la película de Moneyball)
¿Cómo lo hace? Con números, análisis, más análisis, y tratando de distinguir la señal en medio del ruido, sin apasionamientos, sin decisiones de corazón, sin intuición.
Y pues habla, en el principio del libro de eso, de los riesgos e incertidumbres, y lo aplica en la Gran Crisis Económica del 2008 de USA, en el que la gente, la gran gente ilustrada y que tomaba las grandes decisiones, se equivocaron totalment y en las que confundían las dos palabras, una el riesgo, que viene siendo reducida a un porcentaje de un costo de decidirse por algo, con la incertidumbre y que viene siendo lo que definitivamente no sabes que pueda ocurrir y que puede suceder independientemente del riesgo que asumiste: se vino la tempestad no prevista, se vino el acontecimiento político sin anunciar, la regulación tal, te enfermaste, falló el coche, etcétera.
Y todo esto tiene que ver con nuestro futuro, a ver si con la edad podemos aprender un poco a separar la señal a nuestro alrededor, de todo el ruido que siempre la rodea.
Así las cosas, el optimista, que lo siga siendo, el pesimista también, pero que aspire a analizar su realidad y tengan siempre su Plan B.
Ya viene el principio del año que viene, se tomarán decisiones, se harán previsiones, predicciones y que esperemos que siempre se hagan en sosiego, en paz, y con todos los pelos de la burra en la mano.
Y si no se puede pues, lo de siempre, piensa un número divídelo entre otro número y agrégale el factor aguacate.
¡Nunca falla!
Que no hayan comido de más.
Que se la hayan pasado bien.
Que todo haya salido a pedir de boca, o la mayoría del todo, o lo que sea lo realmente importante.
Los leo.
Todas las bebidas, con moderación, siendo optimistas.
Y ya me voy, porque se me hizo tarde.
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