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domingo, abril 08, 2007
La (nunca fue, pero pudo ser) No-Iglesia Católica basada en el Evangelio de María Magdalena, Parte IV: Un Final que no complacerá a Muchos.
Por última vez toco el tema de la Magdalena, acabando esta Pascua del año 2007. Se tocaron temas muy espinosos y no sólo religiosos, pero la explicación de ello está en el texto. Espero que el tema haya sido lo suficientemente relevante. Mientras pasen los años se descubrirán más cosas sobre estos temas, más elementos de decisión, más elementos de duda.
Y todo cambiará pero nada cambiará, lo sé, se ha dicho mucho al respecto.
Pero no importa, al final la verdad será la verdad, trataremos de seguir acercándonos a ella y ésta nos será, por siempre elusiva, como desde el principio lo fue...
Continúa Joan Acocella en su artículo del New Yorker analizando el punto de la Cristiandad como conjunto de verdades.
La Cristiandad ha sido considerada desde que aparecieron los Evangelios Gnósticos sujeta a discusión, lejos ahora de la verdad absoluta. Como mencioné antes lo de la Santísima Trinidad o Binomio, lo que conocemos hoy por hoy como doctrina cristiana es el resultado de las fuerzas dominantes ganando argumentos a través de los siglos de lo que era la Iglesia Ortodoxa entonces hasta la Iglesia Cristiana que es ahora, con todo y sus diferentes grupos.
Después de todo esto, muchos evitan estos conceptos y aún su discusión enfocándose en Jesús, un hombre que predicaba una idea acerca de amor y justicia. En aquellos tiempos eso era ultrarrevolucionario. Una causa real para morir. Y en estos tiempos, supongo que morir por los mismos conceptos ultrarrevolucionarios también lo sería.
Miremos sólo a nuestro derredor.
Amor, Paz, Perdón y Justicia.
Lo demás son aderezos. Si hay gente que necesita de manera severa tener la seguridad de que Jesús resucitó, pues bueno, que crea. A mí nada me quita. Si creen lo contrario, igual. A mí tampoco nada me quita.
Amor, Paz Perdón y Justicia.
Quererlo como Jesús, como tu motivo vital, personal, absoluto, es hoy por hoy, ultrarrevolucionario.
Joan Acocella termina su artículo con una consideración acerca de la personalidad misma de Magdalena. El saber que ella es visionaria y líder no le da un brillo más allá del que le podríamos dedicar a una estampita. No hay más que ello. No hay drama. No hay punto de identificación o de admiración más allá en el que pudiéramos involucrarnos emocionalmente.
Ni la Biblia da mucho, ni la tradición medieval sobre de ella es cierta y los Gnósticos la pintan como mencioné, visionaria, líder, pero eso de levantar la mano y preguntar a Jesús más del 80% de las preguntas, como dice Acocella en su artículo, bueno, se entiende que Pedro estuviese molesto. Cualquiera lo estaría.
Y hay gente que extrañará su cabello, su jarra de aceites y ungüentos, su canción de No sé cómo amarlo…
Es en el Nuevo Testamento en donde reside el drama, el que tú tienes en tu casa, o en tu cajón, el que quiera leer, no necesita ser Indiana Jones para buscar en medio de enemigos mortales los jarrones conteniendo los arcanos textos máximos llenos de misterio, poder y enigma.
No, el drama está ahí.
Supongamos que algo de lo dicho arriba y de los libros escritos basados en los Evangelios Gnósticos sea cierto.
Supongamos por un momento que sí, que Magdalena vivió al lado de Cristo.
Supongamos, sólo supongamos que Magdalena lo amó, (¿por qué no pudo ser así?) por sobre todas las cosas.
Supongamos que Jesús dijo algo de lo de arriba. Que ella era su compañera. No le demos si quieren estatus más allá de compañera. Ultimadamente no hay nadie hoy, vivo, que pudiera afirmar que estuvo ahí. Todo lo que conocemos son, reconozcámoslo, recolección de testimonios de segunda mano. Tanto los Evangelios Gnósticos como los cuatro Evangelios de todos conocidos.
Después que despojamos lo anterior queda algo en nuestras manos.
El Evangelio según San Juan.
Dice algo así:
Aquí la Magdalena va hacia la tumba en la oscuridad, antes del amanecer y ella va sola. Va de prisa, con la sensación de peligro. Ya si no, mataron a su Maestro por rebelde, los propios romanos, el ejército más poderoso del mundo entero de por entonces, que no andarán muy lejos.
Llega ella a la tumba y para su sorpresa la piedra que cubría la entrada está de lado. Vuelve con los discípulos y les dice: “Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos a dónde se lo han llevado”. Pedro y alguien más, no dice su nombre, corren a la tumba; ciertamente, van de prisa. Cuando llegan comprueban que la Magdalena está correcta: el cuerpo no está.
Vuelven a casa, confundidos, pero la Magdalena se queda detrás llorando. Ella mira de nuevo dentro de la tumba. En eso mira a dos ángeles vestidos de blanco, Ellos le preguntan la razón de su llanto. Ella les repite la misma queja: “Se han llevado a mi Señor y no se a donde lo llevaron”. Aún con los ángeles ella sigue buscando al cuerpo. Pero aparece otra figura que le pregunta: “¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?” La tumba está en un jardín, y la Magdalena cree que es un jardinero. Una vez más, repite su lamento: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo tienes”.
La revelación es absoluta.
“María”, le dice el supuesto jardinero. De inmediato ella lo reconoce: “Querido Maestro”. Ella se le acerca queriendo abrazarlo.
Él le dice: “No me toques” (Noli me Tangere en latín). También dice en otra traducción. “Suéltame”, sonando algo violento, tosco, rudo. En las típicas explicaciones de abajo en la Biblia dice: “es natural, se iban a ver después”.
Y el Maestro continua: “ve con mis hermanos, y diles que ascenderé con mi Padre.” Inmediatamente él se desvanece y ella se queda sola.
Joan Acocella, la escritora del artículo del New Yorker, mujer, en pleno despliegue de sus facultades de sensibilidad femenina, afirma:
“Esta escena es el punto más poderoso acerca de la confrontación con la muerte, acerca de la pérdida, para siempre, de quien amas.
“El entorno es maravilloso: el verde jardín, la luz en la mañana, los ángeles. Entonces se escuchan las crueles palabras: “No me toques” (o “Suéltame”). Él estaba ahí, le llamó por su nombre; ella lo trató de abrazar. Ahora debe de quedarse atrás, dejarlo ir, y quedarse sola…
Acocella concluye que deberíamos darle todo nuestro apoyo a los jóvenes eruditos bíblicos acerca de que los textos Gnósticos son una buena evidencia acerca de que la Iglesia debería de ordenar mujeres.
Termina mencionando que la evidencia de la autoridad de Magdalena sobre asuntos del alma esta ahí, en la historia del Evangelio según San Juan.
Hay dolor ahí. Mucho.
Sólo me quedo decir que difiero un poco de lo primero, más no de lo segundo.
El tema en sí de ordenar mujeres como sacerdotes es incidental en todo esto. Una vez más estamos hablando de un gran contexto, la Iglesia Católica, institución como ninguna otra en la que sus integrantes en jerarquía se han ido pasando un soplo espiritual de persona a persona en una gigantesca cadena de generaciones hacia atrás hasta llegar a las catacumbas.
Si su antecesora, la Iglesia Ortodoxa, degradó el nombre de Magdalena y la difamó, para 1900 años después, su sucesora enmendara su error, no creo que la revitalización del papel de ella quede sólo en poder lograr la ordenación de sacerdotisas.
Para eso, a los estándares de cómo la Iglesia maneja sus tiempos, pasarán dos o tres siglos más (y lo afirmo literalmente) y no se utilizará el papel de Magdalena como rol a seguir, más bien serán otras presiones las que lo consigan, incluyendo las de la falta crónica de nuevos sacerdotes para una población creciente.
El motivo de ordenar sacerdotisas será de índole puramente práctica, la verdad. Complejísimo tema, lo sé, pero los tiempos que se vienen también lo serán.
Ahora sí, lo notablemente importante aquí es la reivindicación histórica de una figura real, Magdalena.
Lo otro notablemente importante es la puesta en escena de un concierto de conceptos que logran estar incluso fuera del contexto religioso actual, que serían de tal impacto, que ahora sí, la Iglesia, como la conocemos, podría evolucionar en algo más, en algo realmente más espiritual y poderoso, para aquellos que efectivamente quisieran llegar a ello.
El cómo eso podría resolverse para las grandes masas de allá afuera que no sabrían de buenas a primeras como entender los conceptos de visiones superiores del espíritu, estrictamente individuales y sin tener que recurrir a personal de instituciones que se los ha marcado y remarcado semanalmente por casi dos mil años de antigüedad, llenas esas instituciones de rituales que promueven obediencia y sumisión, sería otra cuestión.
Tal vez esa sí sería la clave de una verdadera liberación de las mentes, a lo largo y lo ancho de la nueva existencia humana, en los siglos por venir.
Y sólo recordar que, cuando todo comenzó, al lado de Jesucristo ahí estuvo siempre, María Magdalena.
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