Ayer primero de abril de 2007 dieron en el Discovery Channel un programa dedicado a las Malvinas: Lo que pudo haber sido. Es del tipo de programas impactantes que no quieres ver, que no puedes dejar de ver, que te deja aturdido, que es doloroso de recordar y que recordarás por siempre.
La frase “lo que pudo haber sido” es un conjunto de palabras que mucha gente menosprecia. Personas que dicen: “¿para qué te atormentas?, las cosas no fueron así y ya”. Lo entiendo. Pero no se ha dicho hasta el cansancio aquello de que ¿no es la Historia de la que tenemos que aprender para que los hechos no se repitan?
El viernes 2 de abril de 1982 salí de viaje con un amigo y su familia de vacaciones a la Isla del Padre Norte, que queda enfrente de Corpus Christie, Texas. Falté un día a la oficina antes de salir oficialmente de Semana Santa. No recuerdo con claridad si me dieron permiso o no, si no lo pedí o qué. Supongo que me dieron permiso. Digo, tenía sólo 19 años y trabajaba de programador de sistemas en COBOL (¿primer programa como programador a sueldo? el celebérrimo PRO4070) en una compañía dedicada a la fabricación de cigarros en Monterrey. De cualquier manera terminaron mi relación laboral al mes y medio después, el 18 de mayo. Había durado trabajando ahí un año y dos meses. Tiempos de crisis económica nacional que ya se sentían de lleno en lo personal.
Recuerdo que una información en las noticias de ese día, además de la invasión de los argentinos a sus islas Malvinas, decía que submarinos británicos estaban ya moviéndose hacia aguas de sus Falkland Islands. Y todavía recuerdo la voz de mi amigo al saber de ello en su bizarro comentario: “¡Va a haber guerra! ¡Va a haber guerra!”.
Mi amigo era así. Mi amigo es así. Supongo. En los últimos seis o siete años sólo he hablado con él un rato, hace cuatro, en la primera comunión de mi hijo.
Originalmente íbamos a ir al viaje tres amigos que siempre nos juntábamos, pero sólo fuimos dos. Una desafortunada hepatitis. Como que nuestra amistad era balanceada en tres. No en dos. Uno de mis amigos aportaba un humor, otro, con quien fui, aportaba las bizarrencias como las de arriba; yo en tanto, equilibraba, o quizá nunca terminé de saber con claridad lo que aportaba. Lo que sí es que el viaje de una semana de estancia allá en Port Aransas, Texas, Isla del Padre Norte, fue algo pesado. Fue un tanto… desequilibrado. Pero nadie se muere por eso. No íbamos a invadir. Ni se nos ocurrió izar una bandera mexicana o algo así. (Por otro lado, ¿qué hubiera pasado? ¡Chin, una oportunidad perdida!)
Por otro lado… Las Malvinas, o más bien, la invasión argentina a las Malvinas, fue un craso error, por más derecho natural que ellos argentinos crean que tengan sobre sus islas (ha de ser equivalente a nuestros traumas con Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada, parte de Utah y Colorado, cualquier cosilla superable, supongo.) Un problema con más de ciento cincuenta años de distancia y venirlo a sacarlo en tiempos de crisis interna nacional fue una decisión desesperada de los militares, no sé si de Leopoldo Galtieri en específico.
Argentina con su guerra sucia de los setentas, dividida, adolorida, queriendo obtener un concepto real de unidad nacional que se alcanzó de inmediato al convocar una guerra sin sentido. Las Malvinas lograron cohesionar las voces divergentes que por primera vez en seis años estaban saliendo a las calles a protestar. Lo consiguió durante dos meses y medio, los que duró la guerra.
Por años vi las fotos del Time y sus portadas, las caras de los soldados tan jóvenes esperando su destino. Se lee la incertidumbre y la soledad.
La frase “lo que pudo haber sido” es un conjunto de palabras que mucha gente menosprecia. Personas que dicen: “¿para qué te atormentas?, las cosas no fueron así y ya”. Lo entiendo. Pero no se ha dicho hasta el cansancio aquello de que ¿no es la Historia de la que tenemos que aprender para que los hechos no se repitan?
El viernes 2 de abril de 1982 salí de viaje con un amigo y su familia de vacaciones a la Isla del Padre Norte, que queda enfrente de Corpus Christie, Texas. Falté un día a la oficina antes de salir oficialmente de Semana Santa. No recuerdo con claridad si me dieron permiso o no, si no lo pedí o qué. Supongo que me dieron permiso. Digo, tenía sólo 19 años y trabajaba de programador de sistemas en COBOL (¿primer programa como programador a sueldo? el celebérrimo PRO4070) en una compañía dedicada a la fabricación de cigarros en Monterrey. De cualquier manera terminaron mi relación laboral al mes y medio después, el 18 de mayo. Había durado trabajando ahí un año y dos meses. Tiempos de crisis económica nacional que ya se sentían de lleno en lo personal.
Recuerdo que una información en las noticias de ese día, además de la invasión de los argentinos a sus islas Malvinas, decía que submarinos británicos estaban ya moviéndose hacia aguas de sus Falkland Islands. Y todavía recuerdo la voz de mi amigo al saber de ello en su bizarro comentario: “¡Va a haber guerra! ¡Va a haber guerra!”.
Mi amigo era así. Mi amigo es así. Supongo. En los últimos seis o siete años sólo he hablado con él un rato, hace cuatro, en la primera comunión de mi hijo.
Originalmente íbamos a ir al viaje tres amigos que siempre nos juntábamos, pero sólo fuimos dos. Una desafortunada hepatitis. Como que nuestra amistad era balanceada en tres. No en dos. Uno de mis amigos aportaba un humor, otro, con quien fui, aportaba las bizarrencias como las de arriba; yo en tanto, equilibraba, o quizá nunca terminé de saber con claridad lo que aportaba. Lo que sí es que el viaje de una semana de estancia allá en Port Aransas, Texas, Isla del Padre Norte, fue algo pesado. Fue un tanto… desequilibrado. Pero nadie se muere por eso. No íbamos a invadir. Ni se nos ocurrió izar una bandera mexicana o algo así. (Por otro lado, ¿qué hubiera pasado? ¡Chin, una oportunidad perdida!)
Por otro lado… Las Malvinas, o más bien, la invasión argentina a las Malvinas, fue un craso error, por más derecho natural que ellos argentinos crean que tengan sobre sus islas (ha de ser equivalente a nuestros traumas con Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada, parte de Utah y Colorado, cualquier cosilla superable, supongo.) Un problema con más de ciento cincuenta años de distancia y venirlo a sacarlo en tiempos de crisis interna nacional fue una decisión desesperada de los militares, no sé si de Leopoldo Galtieri en específico.
Argentina con su guerra sucia de los setentas, dividida, adolorida, queriendo obtener un concepto real de unidad nacional que se alcanzó de inmediato al convocar una guerra sin sentido. Las Malvinas lograron cohesionar las voces divergentes que por primera vez en seis años estaban saliendo a las calles a protestar. Lo consiguió durante dos meses y medio, los que duró la guerra.
Por años vi las fotos del Time y sus portadas, las caras de los soldados tan jóvenes esperando su destino. Se lee la incertidumbre y la soledad.
¿Tendré que matar? ¿Me matarán? ¿Sobreviviré?
Por años también me pregunté el porqué las cosas son así, cuando de arriba imponen un criterio acerca de un fin específico y como ese fin específico puede estar tan equivocado. En aquél tiempo, lo típico, tienes que pensar que esos jóvenes son de tu edad. Y ahí están armados, con metralletas, con cañones. No están por jugar Gotcha. No están jugando a las guerritas.
Están esperando a los fogueados soldados de su majestad que vienen a recuperar lo que es suyo, o dizque es suyo (¿de quién es el lugar donde piso? ¿De los amerindios? ¿De los teranodontes?), pero no puedes culparlos, a ellos también los mandan. Entre todo, personal, jerarquía, autoridad, los manda la tradición. Los ingleses ya han perdido mucho y en manos de un país tercermundista perder un punto de referencia en que sólo los pingüinos son felices, pues, sería terrible, un golpe al disminuido honor nacional. Bueno, exagero con lo de los pingüinos, también los pobladores de las Falklands han de haber sido felices, si no, ya se hubieran ido de ahí, ¿o no?
Mucho tiempo se dijo que las Malvinas-Falklands tenían importancia por el petróleo, pero, no lo creo. Han pasado 25 años de ese asunto y nada que han empezado a excavar a ver que hay en esa lotería geológica. (Acabo de escuchar que síhan excavado, pero nada de nada de nada)
En fin. Los mares fríos siguen rodeando a las Malvinas. Los británicos no serán ya tan descuidados como para dejar desarmado el lugar. Han de haber optado por cuidar más en silencio a Gibraltar, no vaya a ser la de malas.
Todo alrededor de las islas parecía estar en una helada paz y tranquilidad.
Y luego, como muchas cosas, vi el programa del Discovery.
En él entrevistan a generales y combatientes de los dos lados, tanto al gobernador militar argentino en su momento y al comandante británico que lo derrotó. Las revelaciones del británico son sobrecogedoras. Declara con esa proverbial flema británica que hubo al menos cinco momentos de posible derrota británica que los argentinos no supieron aprovechar:
Uno: Al ver las cosas muy complicadas, el gobierno de la Junta militar dirigido por el general Leopoldo Galtieri ya venía planeando su golpe mediático (¿o cómo llamarle?, ¿golpe de distracción?) de invasión a las Malvinas-Falkland, desde cinco meses antes, pero se vio obligado por esas primeras manifestaciones de hacer un precipitado movimiento de diversión (así se llama, ¿okey?).
Si se hubiera llevado con el tiempo correspondiente, se hubiera apertrechado más, hubiera conseguido más planeación, conseguido más proyectiles aire-tierra Exocet (tenían sólo cinco), etcétera, etcétera, etcétera.
(Pink Floyd, en ese entonces todavía con Roger Waters, sacó su combativo disco llamado The Final Cut en 1983 con referencias en sus letras hacia esta guerra. Waters, como siempre antibélico, se regodea burlándose de todos los protagonistas, incluso de Maggie y de Galtieri; en el sonido se escucha entre una canción y otra, ese sonido del Exocet zumbando de izquierda a derecha a toda velocidad y haciendo blanco intenso, explosivo, atronador, retumbante; The Final Cut, último album con Pink Floyd entero, o al menos algo así ya que Roger Waters terminó corriendo a Richard Wright, el tecladista; cosas que pasan).
Son miles y miles de kilómetros y kilómetros de mar, miles y miles de millas y millas naúticas que cubrir. Aún con la fuerza de voluntad impresionante de la Maggie Thatcher, era mucha distancia, era un gran riesgo, y nada, nada podría estar decidido… si las cosas se hubieran realizado de parte de los argentinos sin esa precipitación. Pero los grandes planes siempre son excelentes en el mapa, hasta que son puestos en la práctica.
Los ingleses, como históricamente otras muchas veces, tuvieron suerte. (Otras no, y que sirva de consuelo, vean por favor al mundo y como ha cambiado este desde 1776 a la fecha, lo que era inglés y que ya no lo es: las Trece Colonias, Egipto, Canadá, Australia, Sudáfrica, Palestina, la India, Hong Kong… y lo que les pueda faltar).
Dos, había una buen cantidad de fuerzas argentinas disponibles para la invasión, excepto por un pequeño detalle: Sus buenos amigos y por siempre hermanos chilenos hicieron movimientos estratégicos de sus propias tropas que convencieron a los altos mandos argentinos de que debían ubicar fuerzas importantes en la Patagonia, cerca de la Tierra del Fuego, no fuera a ser la de malas. Eso provocó que el golpe de invadir a las Malvinas-Falkland se diluyera con menos tropas.
Con el tiempo, sí se supo que el ejemplar de Pinochet apoyó con servicios de inteligencia a los británicos, vía otros grandes hermanos panamericanos, los norteamericanos.
Tres, no habilitar una pista de aterrizaje suficiente y larga para jets de combate argentinos en Puerto Argentino (antes, y después, Port Stanley), con ello hubieran podido darle en su torre a los portaviones ingleses que tenían menos aviones, y estos, menos poderosos, y de menos alcance que los de su enemigo. Por tanto los raids y patrullas los tenían que hacer desde las costas argentinas, situadas a un buen de distancia.
Esto lo reconocen los ingleses. De haber estado los argentinos con jets estacionados en las islas, ellos no hubieran podido llegar con sus aviones de ninguna manera. Pudieron haber perdido quizá un barco importante, tal como los dos portaviones que llevaban y se hubieran tenido que retirar con su británico rabo entre las piernas. …como sí de hecho perdieron el HMS Sheffield con un solo Exocet francés bien plantado en medio de su flanco (quedando sólo cuatro más). Pero eso, al final del día, no fue suficiente.
Cuatro, al perder los argentinos su propio barco, el acorazado General Belgrano, por un submarino, bajaron totalmente su moral, sólo ahí tuvieron de golpe la mitad de bajas de toda la invasión. De haberlo podido hacer llegar y anclar en Puerto Argentino (antes, y después, Port Stanley), sus cañones hubieran sido totalmente devastadores contra los ingleses, quienes no tenían nada similar. Con esa pérdida a cuestas los argentinos decidieron no arriesgar más y replegaron sus barcos cerca de su costa.
También lo reconocen los británicos. El General Belgrano con todo que tenía cuarenta años (de origen japonés, según esto, habiendo participado en Pearl Harbor), era imponente.
Cinco, al no minar de manera suficiente las posibles entradas de los lugares de costa más probables a ser invadidas, los británicos pudieron penetrar con toda tranquilidad la isla (porque las Malvinas-Falkland son dos islas mayores) en lugares donde los argentinos no los esperaban. La invasión británica así fue totalmente despejada y casi sin problemas de consideración. Bueno, eso parecía, pero los mismos británicos ahora reconocen que no se esperaban el tamaño de resistencia que tuvieron los argentinos. Al menos un gesto caballeroso en las lides de guerra en las que ya hoy en día nadie espera caballerosidad (tan sólo ver Irak y Afganistán).
Los británicos no podían soportar demasiadas bajas. Hay un océano de distancia entre Inglaterra y las Malvinas-Falkland. Digo, era 1982 y no había mucho motivo para morir a tanta distancia por ese orgullo u honor. Los malos no eran los argentinos, todavía eran tiempos de la Guerra Fría y los malos, como dicen, estaban entonces en otra dirección y hablaban ruso, o chino.
El final, pues, era inevitable.
Así las cosas, si entendemos la psique inglesa de haber conquistado al mundo por un tiempo, bueno, varios siglos, al menos llegar a gobernar una cuarta parte del mundo conocido, al haber ganado ellos de panzazo las dos guerras mundiales últimas (1918 y 1945) con el apoyo de sus primos norteamericanos, al parecer con las Malvinas-Falkland les ganó lo último de la casta y el orgullo y salieron al quite. Y triunfaron. A ellos les tocó.
Un cuarto de siglo es mucho. Un cuarto de siglo es poco. Al menos los argentinos tienen el consuelo de varias veces haberles ganado en fútbol a los ingleses, algo es algo. Al menos en el fútbol no se muere nadie, (bueno, casi nunca).
Por otra parte… el documental del Discovery sí duele algo. O mucho.
La terrible cuestión de los “hubieras”.
Nos hace pensar, por derivación y tal vez sin justificación, también en nuestros propios “hubieras”: en nuestras propias oportunidades perdidas, en nuestros privados y silenciosos sentimientos de derrota con los que nos encontramos en ciertos momentos de nuestros días, de nuestros meses, de nuestros años, sentimientos que pudieron ser de victoria.
Pensar en nuestras decisiones equivocadas, algunas veces a nivel país, área que queda en la especulación del alma nacional, pero más que nada también a nivel individual, a nivel personal, a nivel emocional.
Si hubiéramos sabido, si hubiéramos estado mejor preparados, si hubiéramos tenido parque, si tan sólo hubiéramos imaginado, si por un momento hubiéramos pensado, si hubiéramos visto, si hubiéramos hablado, si hubiéramos hecho caso, si hubiéramos salido, si hubiéramos entrado…
Amargados que somos. Algo.
Aún así… recuerdo a un ingeniero de sistemas argentino que conocí en 1985, en la ciudad de México, el bueno de Marcelo, ¿para qué poner su apellido? Divertidísimo pelao. Ocurrencia tras ocurrencia tras ocurrencia, una después de la otra. Sentido del humor al mil. Genial. Burlándose de todos, de mí, de sí mismo. Alegre como pocos.
Excepto la vez que le pregunté, tal vez imprudentemente, que había hecho él durante la Guerra de las Malvinas. Curiosidad de la que yo siempre he pecado cuando conozco personas con circunstancias especiales.
Marcelo guardó silencio. No me miró en ese rato. Al punto me respondió mirando al suelo: “Fue terrible... No me preguntes que hice entonces. No me lo preguntes por favor…”.
Nunca volvimos a tocar el tema.
Por años también me pregunté el porqué las cosas son así, cuando de arriba imponen un criterio acerca de un fin específico y como ese fin específico puede estar tan equivocado. En aquél tiempo, lo típico, tienes que pensar que esos jóvenes son de tu edad. Y ahí están armados, con metralletas, con cañones. No están por jugar Gotcha. No están jugando a las guerritas.
Están esperando a los fogueados soldados de su majestad que vienen a recuperar lo que es suyo, o dizque es suyo (¿de quién es el lugar donde piso? ¿De los amerindios? ¿De los teranodontes?), pero no puedes culparlos, a ellos también los mandan. Entre todo, personal, jerarquía, autoridad, los manda la tradición. Los ingleses ya han perdido mucho y en manos de un país tercermundista perder un punto de referencia en que sólo los pingüinos son felices, pues, sería terrible, un golpe al disminuido honor nacional. Bueno, exagero con lo de los pingüinos, también los pobladores de las Falklands han de haber sido felices, si no, ya se hubieran ido de ahí, ¿o no?
Mucho tiempo se dijo que las Malvinas-Falklands tenían importancia por el petróleo, pero, no lo creo. Han pasado 25 años de ese asunto y nada que han empezado a excavar a ver que hay en esa lotería geológica. (Acabo de escuchar que síhan excavado, pero nada de nada de nada)
En fin. Los mares fríos siguen rodeando a las Malvinas. Los británicos no serán ya tan descuidados como para dejar desarmado el lugar. Han de haber optado por cuidar más en silencio a Gibraltar, no vaya a ser la de malas.
Todo alrededor de las islas parecía estar en una helada paz y tranquilidad.
Y luego, como muchas cosas, vi el programa del Discovery.
En él entrevistan a generales y combatientes de los dos lados, tanto al gobernador militar argentino en su momento y al comandante británico que lo derrotó. Las revelaciones del británico son sobrecogedoras. Declara con esa proverbial flema británica que hubo al menos cinco momentos de posible derrota británica que los argentinos no supieron aprovechar:
Uno: Al ver las cosas muy complicadas, el gobierno de la Junta militar dirigido por el general Leopoldo Galtieri ya venía planeando su golpe mediático (¿o cómo llamarle?, ¿golpe de distracción?) de invasión a las Malvinas-Falkland, desde cinco meses antes, pero se vio obligado por esas primeras manifestaciones de hacer un precipitado movimiento de diversión (así se llama, ¿okey?).
Si se hubiera llevado con el tiempo correspondiente, se hubiera apertrechado más, hubiera conseguido más planeación, conseguido más proyectiles aire-tierra Exocet (tenían sólo cinco), etcétera, etcétera, etcétera.
(Pink Floyd, en ese entonces todavía con Roger Waters, sacó su combativo disco llamado The Final Cut en 1983 con referencias en sus letras hacia esta guerra. Waters, como siempre antibélico, se regodea burlándose de todos los protagonistas, incluso de Maggie y de Galtieri; en el sonido se escucha entre una canción y otra, ese sonido del Exocet zumbando de izquierda a derecha a toda velocidad y haciendo blanco intenso, explosivo, atronador, retumbante; The Final Cut, último album con Pink Floyd entero, o al menos algo así ya que Roger Waters terminó corriendo a Richard Wright, el tecladista; cosas que pasan).
Son miles y miles de kilómetros y kilómetros de mar, miles y miles de millas y millas naúticas que cubrir. Aún con la fuerza de voluntad impresionante de la Maggie Thatcher, era mucha distancia, era un gran riesgo, y nada, nada podría estar decidido… si las cosas se hubieran realizado de parte de los argentinos sin esa precipitación. Pero los grandes planes siempre son excelentes en el mapa, hasta que son puestos en la práctica.
Los ingleses, como históricamente otras muchas veces, tuvieron suerte. (Otras no, y que sirva de consuelo, vean por favor al mundo y como ha cambiado este desde 1776 a la fecha, lo que era inglés y que ya no lo es: las Trece Colonias, Egipto, Canadá, Australia, Sudáfrica, Palestina, la India, Hong Kong… y lo que les pueda faltar).
Dos, había una buen cantidad de fuerzas argentinas disponibles para la invasión, excepto por un pequeño detalle: Sus buenos amigos y por siempre hermanos chilenos hicieron movimientos estratégicos de sus propias tropas que convencieron a los altos mandos argentinos de que debían ubicar fuerzas importantes en la Patagonia, cerca de la Tierra del Fuego, no fuera a ser la de malas. Eso provocó que el golpe de invadir a las Malvinas-Falkland se diluyera con menos tropas.
Con el tiempo, sí se supo que el ejemplar de Pinochet apoyó con servicios de inteligencia a los británicos, vía otros grandes hermanos panamericanos, los norteamericanos.
Tres, no habilitar una pista de aterrizaje suficiente y larga para jets de combate argentinos en Puerto Argentino (antes, y después, Port Stanley), con ello hubieran podido darle en su torre a los portaviones ingleses que tenían menos aviones, y estos, menos poderosos, y de menos alcance que los de su enemigo. Por tanto los raids y patrullas los tenían que hacer desde las costas argentinas, situadas a un buen de distancia.
Esto lo reconocen los ingleses. De haber estado los argentinos con jets estacionados en las islas, ellos no hubieran podido llegar con sus aviones de ninguna manera. Pudieron haber perdido quizá un barco importante, tal como los dos portaviones que llevaban y se hubieran tenido que retirar con su británico rabo entre las piernas. …como sí de hecho perdieron el HMS Sheffield con un solo Exocet francés bien plantado en medio de su flanco (quedando sólo cuatro más). Pero eso, al final del día, no fue suficiente.
Cuatro, al perder los argentinos su propio barco, el acorazado General Belgrano, por un submarino, bajaron totalmente su moral, sólo ahí tuvieron de golpe la mitad de bajas de toda la invasión. De haberlo podido hacer llegar y anclar en Puerto Argentino (antes, y después, Port Stanley), sus cañones hubieran sido totalmente devastadores contra los ingleses, quienes no tenían nada similar. Con esa pérdida a cuestas los argentinos decidieron no arriesgar más y replegaron sus barcos cerca de su costa.
También lo reconocen los británicos. El General Belgrano con todo que tenía cuarenta años (de origen japonés, según esto, habiendo participado en Pearl Harbor), era imponente.
Cinco, al no minar de manera suficiente las posibles entradas de los lugares de costa más probables a ser invadidas, los británicos pudieron penetrar con toda tranquilidad la isla (porque las Malvinas-Falkland son dos islas mayores) en lugares donde los argentinos no los esperaban. La invasión británica así fue totalmente despejada y casi sin problemas de consideración. Bueno, eso parecía, pero los mismos británicos ahora reconocen que no se esperaban el tamaño de resistencia que tuvieron los argentinos. Al menos un gesto caballeroso en las lides de guerra en las que ya hoy en día nadie espera caballerosidad (tan sólo ver Irak y Afganistán).
Los británicos no podían soportar demasiadas bajas. Hay un océano de distancia entre Inglaterra y las Malvinas-Falkland. Digo, era 1982 y no había mucho motivo para morir a tanta distancia por ese orgullo u honor. Los malos no eran los argentinos, todavía eran tiempos de la Guerra Fría y los malos, como dicen, estaban entonces en otra dirección y hablaban ruso, o chino.
El final, pues, era inevitable.
Así las cosas, si entendemos la psique inglesa de haber conquistado al mundo por un tiempo, bueno, varios siglos, al menos llegar a gobernar una cuarta parte del mundo conocido, al haber ganado ellos de panzazo las dos guerras mundiales últimas (1918 y 1945) con el apoyo de sus primos norteamericanos, al parecer con las Malvinas-Falkland les ganó lo último de la casta y el orgullo y salieron al quite. Y triunfaron. A ellos les tocó.
Un cuarto de siglo es mucho. Un cuarto de siglo es poco. Al menos los argentinos tienen el consuelo de varias veces haberles ganado en fútbol a los ingleses, algo es algo. Al menos en el fútbol no se muere nadie, (bueno, casi nunca).
Por otra parte… el documental del Discovery sí duele algo. O mucho.
La terrible cuestión de los “hubieras”.
Nos hace pensar, por derivación y tal vez sin justificación, también en nuestros propios “hubieras”: en nuestras propias oportunidades perdidas, en nuestros privados y silenciosos sentimientos de derrota con los que nos encontramos en ciertos momentos de nuestros días, de nuestros meses, de nuestros años, sentimientos que pudieron ser de victoria.
Pensar en nuestras decisiones equivocadas, algunas veces a nivel país, área que queda en la especulación del alma nacional, pero más que nada también a nivel individual, a nivel personal, a nivel emocional.
Si hubiéramos sabido, si hubiéramos estado mejor preparados, si hubiéramos tenido parque, si tan sólo hubiéramos imaginado, si por un momento hubiéramos pensado, si hubiéramos visto, si hubiéramos hablado, si hubiéramos hecho caso, si hubiéramos salido, si hubiéramos entrado…
Amargados que somos. Algo.
Aún así… recuerdo a un ingeniero de sistemas argentino que conocí en 1985, en la ciudad de México, el bueno de Marcelo, ¿para qué poner su apellido? Divertidísimo pelao. Ocurrencia tras ocurrencia tras ocurrencia, una después de la otra. Sentido del humor al mil. Genial. Burlándose de todos, de mí, de sí mismo. Alegre como pocos.
Excepto la vez que le pregunté, tal vez imprudentemente, que había hecho él durante la Guerra de las Malvinas. Curiosidad de la que yo siempre he pecado cuando conozco personas con circunstancias especiales.
Marcelo guardó silencio. No me miró en ese rato. Al punto me respondió mirando al suelo: “Fue terrible... No me preguntes que hice entonces. No me lo preguntes por favor…”.
Nunca volvimos a tocar el tema.
4 comentarios:
Quiero aclarar un dato:
el crucero General Belgrano no era un barco japonés, sino norteamericano, el Phoenix, que estuvo en Pearl Harbor pero no fue alcanzado por el ataque.
ch0kl0
Me encantó tu visio "extrangera" y parcial lo que para mi fue la "guerra de malvinas". Un abrazo desde Buenos Aires!
Este tema no tiene fin entre Argentinos e Ingleses.
Sino vean los cometarios a una simple noticia:
Mercopress: Falkland Islands government: “We wish to remain British"
VOLVEREMOS!
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