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martes, mayo 29, 2007

DISPARATES CONECTADOS: UNA LECTURA ACERCA DE LA LECTURA EN MÉXICO Y SU ESCASA RELACIÓN CON LA GUERRA DE IRAQ, EXCEPTO…



Tengan paciencia. Los temas están conectados. Poquito, pero lo están.

Primero: Algunos recurrentes a este blog sabrán que me gusta escribir. Es más. Algunos saben de mis novelas y de mis cuentos. Si vieran la cara de la gente que me dice: “¿Para qué escribes? ¿Qué no te has dado cuenta que la gente de aquí no lee?”. Y siempre que me dicen eso no sé que responder con claridad. Digo, a mí me gusta hacerlo y ya. Claro que uno piensa que escribir es un proceso que siempre encontrará su contraparte, el leer. Y definitivo, a menos que escribas un diario supersecreto, con todas tus aventuras secretas y desventuras desvergonzadas, siempre aspirarás a que alguien te lea.

¿Pero quién?

Es complicado y no hay respuesta fácil. Guillermo Sheridan escribió recientemente en Letras Libres un artículo sobre La Lectura en México. No puedes más que deprimirte. Y no es que el artículo traiga novedades en sí, o que venga con nuevos datos duros.

Dice Sheridan en su mencionado artículo: “Las estadísticas avasallan. Demuestran con alevosía y ventaja, sin mostrar forma alguna de clemencia ni resquicio para el anhelado error metodológico, que al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata. Años de esfuerzo educativo, de aventar dinero a raudales en bibliotecas, centros culturales, publicidad, cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y talleres, mesas redondas y presentaciones… Todo para merecer la sincera respuesta: No, no queremos leer. Que no nos interesa. Que no. Que no queremos. Que no haya libros y ya. Punto. No. ¡Que no! Ene, o = NO.”

Ya lo he dicho aquí o en otros medios. ¿Quieres saber como es una persona? Visítala en su casa. ¿Tiene libros? ¿Cuántos? Y todavía más: ¿Cuáles? ¿De qué tipo? ¿Son de la persona o son heredados o son de adorno o son de plano regalados? ¿O son de la escuela o son de colecciones fijas listas para que quepan en un librero? De ahí pa’l real. Ya sabes si tendrás amistad por años con esa persona o si ésta será incierta. La amistad, no la persona. El Nuevo Tesoro de la Juventud no cuenta.

¿Cuánto dinero no será lo dedicado, como afirma Sheridan, a “bibliotecas, centros culturales, publicidad, cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y talleres, mesas redondas y presentaciones…”?

(Pensar en el tema del dinero reunido a través de tantas campañas y períodos anuales me hizo que entráramos, lo más discretamente, en el segundo tema, la Guerra de Iraq.)

Me recuerda a algo que leí en The Straight Dope, aquella colección de grandes preguntas sin responder (hasta que llegaron ahí) y que la verdad, los encargados de ese lugar son geniales en la labor de buscar la más plausible de las respuestas a esas grandes preguntas (su comentario un día: “estamos tratar de acabar con la ignorancia, pero, ¡caramba!, nos está costando más tiempo de lo que pensábamos”), al respecto de lo que costó la Guerra de Vietnam, de 1963 a 1973. Como el que responde no es muy conservador en verdad, afirmaba que tanto fue el costo, alrededor de 140,000 millones de dólares y el resultado fue de cualquier manera la derrota ignominiosa de parte de los EU, que si no hubiera sido mejor ganarse la buena voluntad de los pobladores de Vietnam al arrojarles, en lugar de bombas, balas, proyectiles y napalm, refrigeradores, televisiones, licuadoras, estufas y hasta autos. Habría que averiguar cual era la población de Vietnam del Norte por entonces, pero imaginemos que hubiera sido 39 millones de habitantes, mínimo le tocaban tres mil seiscientos dólares por persona, así, a una familia de cuatro personas catorce mil cuatricientos dólares, nada despreciable, ¿no? Además, 1,800,000 vietnamitas vivos más y nada de daño en su país por esa guerra.

De hecho, ¡excelente idea! Eso podrían hacer en Iraq y en Afganistán hoy por hoy: Si les regalas a sus habitantes, rebeldes y no rebeldes por igual, PC’s e impresoras en lugar de bombas gigantescas de las llamadas daisycutters, o cortadoras de margaritas, que son de las más poderosísimas, o pensemos tan sólo lo que se podría hacer con el equivalente del equipo de cada soldado norteamericano en Iraq y en Afganistán, que cuesta hasta 15,000 Dlls. cada uno, ¡imagínate el negocio de toners y papel que no se haría entre los mujeidines o mujaidines, acabándoselos cada mes al imprimir hojas y hojas de comunicados!

Como siempre, si lo que sobran son ideas, ¡caramba!

Y no es que me haya desviado. El tema es la lectura. O más bien, el tema es el fracaso de los programas de lectura en México.

Veamos.

Si aceptamos que los lectores en México somos el .01% de la población (como afirma Sheridan, quizá a la ligera, pero no está mal la apreciación), en ese caso somos como 105,000 personas que leemos religiosamente. La cantidad no es para deprimirnos a la ligera, de hecho desde cierto punto de vista hasta está excelente, sólo necesitamos sacar cuanto de la cantidad de arriba asimilada en lo que se dedica a estos asuntos a los que hace referencia Sheridan y muy sencillo, que los repartan entre nosotros, lectores primarios.

¿Por qué no? que nos paguen una parte de ello por ser lectores (hasta medalla deberían de darnos, sin nosotros que quedaba de la reputación de este país) en lugar de andar batallando por ahí comprando libros a precios de más de 200 pesos, o lo peor, pidiendo prestado o prestando, dependiendo del tipo de apóstol de la lectura que seamos. ¡Cuánto no nos tocaría!

Luego Sheridan a su vez, invoca a Gabriel Zaid en su ensayo llamado “La lectura como fracaso del sistema educativo”. Ahí afirma que “hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería”. Bueno, ¿pero que es lo qué pensará esa gente? 1.6 millones de personas que acabaron los estudios universitarios. Dieciséis veces cien mil. Y que me imagino que sólo han de conocer librerías por necesidad ineludible de los hijos en tiempo de escuela, o tal vez manden a la esposa a comprarlos.

Sheridan afirma también que: esto demuestra algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada.”

Lo cual no es ningún favor a nadie, la verdad.

Entonces, ¿qué se puede hacer? En lugar de gastar tanto dinero en esos programas, mejor que nos entreguen ese dinero a nosotros también, además del de los lectores, a los que sí queremos escribir y que queremos que nos lean (no es mucho sacrificio, la verdad, uno tiene su corazoncito), y que si quieren, hay que ser legales, nos hagan evaluaciones al final de período contable al que se quieran referir y que nos descuenten si no cumplimos una meta de lectores efectivos. Esa es la palabra clave, “efectivo”. Así tendríamos que dejar todo tipo de ocupaciones de lo que no sea promoción efectiva de la lectura.

Los que nos consideramos escritores (más o menos en una escala muy personal interior, tal vez), tendríamos que estar a fuerza comprometidos a la causa. Deberíamos de ponernos a escribir mejor (eso sí) ya que estaríamos buscando siempre lectores efectivos y estos no serían a la fuerza, ya que podrían ser auditados o algo así. Podría haber además escuelas de escritores o programas enfocados a hacernos escribir mejor, con más creatividad, imaginación, audacia, lo que sea que compagine con las personalidades de cada quién.

Claro que luego entramos en problemas de que porque ese cuate que se dice escritor recibe su subvención, si ni siquiera lo leen sus parientes, o a ese otro que tiene décadas que no escribe también, o ese de más allá que no escribe ni su nombre, etc. O sea, dejaríamos ese pantano de la no-lectura en México por entrar en otro.

Pero que importa, el chiste es volar por los pantanos. Y no mancharse.

Entonces, como alguien ya preguntó, ¿para qué escribimos libros, si nadie los leerá? Llamémosles actos de fe. Del pequeño incauto desprevenido que se engancha con algo que le llamó la atención de lo que leemos, y acto de fe, no menor, el nuestro, de que nuestra escritura pudiera ser valiosa como para que alguien desee leerla algún día.

Y de hecho, gracias lector, por ser siempre comprensivo y apoyarnos en esta gran obra. No es para menos. Gracias gracias gracias… Ahí lo que sea su volunta’.


Por otra parte:

Pequeña especie-exabrupto-posdata-pacifista-derivada-del-comentario-que-dio-pie-a-este blog:

Ah, y norteamericanos hispanoparlantes, aprecien el punto, si es que no pusieron atención a lo que quise decir, que es mejor cesar toda ayuda militar, todo soldado, todo que huela a pólvora o gelignita, o como se llame eso, a un país que no los quiere, que más bien los ve como invasores. De no hacerlo así, saldrán de Iraq, como fuerza armada, en tres o cuatro años, morirán como diez mil más de personal militar innecesariamente, morirán como cien mil iraquíes igual, de manera terrible e inútil, se habrán gastado para entonces 400,000 millones de dólares (algo escuché de esa cifra) y dejarán un país el quíntuple de caos en el que está actualmente.

Mejor, esa es la gran idea, la gran clave: hagan cuentas y mejor cómprenles a los sunnitas, a los shiitas y hasta los iraníes, caramba, además de sirios, talibanes, afganos y gente de Al-Qaeda (aunque se diga que ni la modernidad de un año y medio de vivir en Estados Unidos les impidió a los diecinueve terroristas secuestradores de aviones cumplir su siniestro, y suicida, cometido, pero bueno, algo podrá ayudar, esperemos), estereos, computadoras, celulares, faxes, cámaras, todo lo que sea de consumo en masa, PlayStation 3 , XBoxes, Wii’s (con sus respectivos juegos, claro), aires acondicionados, refrigeradores, todo lo que sea para su relax.

Agoten su resistencia, y la de sus mujeres (puede que ayude más), con consumismo, con confort, arrópenlos en el concepto de gastar y gastar. Destruyan sus diversas espiritualidades con cuestiones egoístas, triviales, superficiales.

De ese modo, ustedes, norteamericanos, estarán más probablemente seguros ya en casita, vivos, enteros, completos, sin problemas emocionales, mirando la decadencia, ya no sólo la de su país, sino también la de Iraq y la de sus países circunvecinos. Lo que sea, pero nadie morirá el día después de que llegue ese dinero y se asimilen esas mercancías en vez de bombas, armamento, desolación, angustia, desesperanza y ultimadamente, muerte.

Mejor un Wal-Mart que se los vaya devorando poco a poquito, que un cuartel de tropas al que se ve claramente que van quedando menos y menos de estas, y que un país de iraquíes llorando sin cesar en la incertidumbre eterna. Mejor empleados de McDonalds que integrantes del complejo militar-industrial norteamericano, boyante en esta época del siglo. Mejor empleadas demostradoras de ropas de Gap, que mujeres musulmanas guardando bombas en sus propias ropas. Mejor adolescentes del medio oriente compitiendo día tras día por tener el mejor MySpace más concurrido, que adolescentes que están en el desgaste moral buscando no morir día tras día en una explosión producida por un carro-bomba.

Suena disparatado, pero no más que lo que sucede allá actualmente.

Y respecto a la lectura, igual de disparatado sonó lo que propuse, igual de disparatados son los hechos a como están ahorita. Díganme si no.

Y sigue dentro de poco el otro artículo de blog, ¿para qué escribimos blogs?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy extraño volver a "escuchar" a alguien tan archivado, pero navegando vine a caer en tu artículo.. y escribes igualito que como hablabas. ¡Curiosidades con las que se topa uno en internet!

Luis Eduardo García dijo...

Pues sí, la gente no cambia.

Y esa es una bendición, y, lo malo, también es una maldición, caramba...

Por otra parte, es claro: nunca podremos negar la cruz de nuestra parroquia...

con aprecio

Luis García