NnCt 1025 de 1440 exámenes posibles que te hacen en tu casa, si tu teléfono Apple te llegase a examinar tu pulso, tu diabetes, tu presión, tus secreciones, tus, este, lo demás, será el acabose de la sana ignorancia de tu cuerpo… nadie quiere saberlo todo, nadie quiere etiquetarlo todo, nadie quiere clasificarlo todo, nadie excepto tú que eres un compulsivo espantoso merecedor de todas las etiquetas de la tierra pasada presente y futura.///
RELATO CORTO 1,025 EL DE OJALÁ QUE TU RELOJ EN LA DERECHA NO SEPA LO QUE HACES CON TU CELULAR EN LA IZQUIERDA
Donde, mi caso, Iris, no necesito saberlo todo, no quiero saberlo todo, es el equilibrio tan inestable, necesito juntar, porque es mi plan, me lo dijo Thoreau, bueno, lo leí de él, por supuesto, porque murió hace muchos años, es mi plan, repito, buscar “los materiales para construir un puente a la luna o tal vez sólo un palacio o un templo en la tierra” pero que no sea inteligente, por favor, ya no quiero inteligencia.
No deseo saber si me falta agua, potasio, litio, sodio, cloruro, neón, argón, kriptón, tierras raras que no te comiste de pequeño por falta de curiosidad la tuya, no quiero ni querrás saber si tengo manchas negras en el forro de mi hígado (¿se dice “forro”? ¿se dice “cubierta”? se dice “la pielecita del hígado”) porque esa sabiduría o conocimiento o información me pondrá mal, supongo, no la necesito, porque ¿quién la necesita?
El tema es que sí, imagínate, Iris, tus relojes y los de todos ya te, y les, checan los rangos de tal o cual cosa, sabrán que tienes bacterias, qué bacterias, de qué familia son esas bacterias, en este sentido si son de buenas familias o si sólo las recogiste en la calle de manera imprudente, es más, te prohibirán esos relojes, siempre están coordinados, entrar a tu casa si éstas, tus bacterias, son demasiadas y por si acaso en otro movimiento concertado se están multiplicando exponencialmente dentro de tu panza o en tu bendito sea tu vientre en caso extremo te mandará cremar antes de que otra cosa suceda, ocurra, nadie quiere un paciente cero, por eso te hará firmar previamente tanta cosa y hasta te mentirá para que no te sientas mal, “¡claro que te ves muy bien!”, te dirán. “Ese color anaranjado papaya intenso fuera de escala es normal”, eso de que te están saliendo síntomas de enfermedades tropicales oscuras es lo más común y normal del mundo, “no te apures así que todo normal, pásate esa pastilla, sí, son las de 10 gramos, sí, con agua, son las grandes, sí, esas son para que te recuperes...en caso de paro aquí tenemos equipo para recuperarte”.
Así seguirán: “lo del sueño ese que te está dando, te lo dice tu reloj, ya pasará, ya pasará. Tómatelas por si te llegas a perder, y por lo demás, dulces sueños...”
Pero despertaste, Iris, así me dije, Iris, en segunda persona, y estás ya dentro de tu casa, estás conectado, Tomás, sí, yo, Tomás, y estás viendo las pantallas que te muestran todos tus niveles que están en orden, pero ves un mensaje debajo de la hoja que dice: “coloración extrema color amarilla” y más abajo: “probable enfermedad del hígado” del que no sabes con claridad qué hermosa fábrica de filtros tienes ahí.
El problema, Iris, es que, no quiero estar aquí, y de hecho el que yo haya decidido quedarme en mi casa junto con mi reloj quien fue realmente, te confieso, ah, sí, ya te dije, quien decidió que yo debería quedarme aquí, y es un tanto desconcertante, porque leí por ahí que en este lugar están a la espera de medicinas. Y mi reloj me habló, me ha dicho cosas.
Y por eso le volví a preguntar a mi reloj: “¿Sabes cuando ya habrá medicinas…? Si no para irme.”
O sea, me estás diciendo que… ¿nadie me puede sacar de aquí?
Espera, tú eres Iris, ¿verdad? Veo tu pantalla, pero no más que la imagen de negro. ¿Cómo sé que eres Iris?
Porque deja te digo, recuerdo una navidad que estuve con Iris. Ella la dejé de ver y de pronto me aislé, era una posada o algo así. Caminé y deambulé y me encontré con que entre arbustos la vi, era ella, o tú, era su vestido rojo que brillaba como de lentejuelas y alcancé a ver entre mi ángulo maltrecho que la del vestido rojo se estaba besando con un tipo, y que él la estaba acariciando. No sé quién era él, pero sé que lo conozco. Y me impactó. Muchísimo. Ella era la más tranquila de las amigas y se estaba besando con alguien y yo no es que estuviera al pendiente de quien hacía quien o que pensara que Iris era para mí, respetable sus decisiones, pero no sé, la imagen de las personas es una y de pronto cambia todo. Sí, hablo de ti, Iris.
Ella era la que manejaba lo de las amenidades de los socios incluyendo lo de los temas de viajes y boletos y eso. Hablábamos mucho.
Era muy buena ella, Iris. O sea, tú, sí, recuerdo tu nombre entre tanta bruma, entre tanto tiempo caminado hacia el borde del arcoíris, casualmente, arcoíris, Iris, y sí, ella se llamaba o se llama así como tú, Iris, Iris. Y ya nada me sorprende. Ni los relojes que saben mi destino, que saben cuándo moriré, pero que eso no me lo dirán, ni me sorprende que tú aparezcas tanto en una de mis mil cuatrocientas cuarenta historias que tengo que contarte. Depende de lo que mi reloj me diga o no me diga. Y yo a estas alturas de mi vida y contigo, sólo quiero construir un puente a la luna o construirte un palacio en la tierra, eso quiero, Iris.// 1025