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martes, septiembre 16, 2025

0005 Acaricio tus números en tu rostro, negros códigos de barra del mismísimo averno.

NnCt 0005 de 1m440 rayitas de ese tu bautizo negro de rayas negras mercantiles e inventariadas del averno por conocer porque te lo mereces. ///



MICRORRELATO 0005 EL DE SOMOS LOS PECES EN EL RÍO QUE BEBEMOS Y BEBEMOS


Con los años que pasan, sentado aquí en las gargantas del infierno, el pozo sin fondo que arde y arde, sin final aparente, pensando en cómo llega uno al destino por más que lo quiera uno evitar, recordando esos días que aparentaban un verano como cualquier otro en el que el destino tejido hizo que nos encontráramos con un gran maestro con el que me iba a tropezar por accidente y eso iba a provocar, un accidente con el que lo pudieron atropellar, pero se hizo la plática y era, oh, el destino, la persona adecuada y fue él quien nos hizo entrar en la escuela de ingeniería en la que sin saberlo empezó a crear los nuevos ciclotrones en la búsqueda incesante de convertir el plomo en oro y el oro en diamante celestial, lo que no sabíamos era que todos éramos piezas de una maquinaria que se puso en marcha y que de la noche en la mañana ya estábamos en la sociedad hundida en la violencia y en amar al gran maestro con el que ya no tuvimos contacto y un día amanecimos todos con los códigos de barra unos, los QR, y cuando ya la revolución se dio y los que ganaron se la cobraron y hubo los mil dos mil millones de muertos y yo me retiré a rezar por el daño infligido y ahora sólo recuerdo las flores, los pájaros, el cielo azul antes, el día que conocí a Areli, que tenía unos bellos códigos de barra en sus mejillas, hermosos, negros, rectos, que cuando los leí me trasladó al Nirvana eléctrico de delicias, donde encontramos a los cielos y sus estrellas amándonos, ahora todo es recuerdo, cuando el cielo no era esa bola de humo y en todas partes los diamantes, el oro y las cenizas nucleares no diezmaban la tierra, y aquí estoy delante de ti, Gran Dios de la Pecera, tus peces con los códigos de barra te miramos, aceptamos nuestro destino, y en secreto no lo confieso ni se lo comunica a nadie y sólo pienso en aquella vez que nos tropezamos contigo maestro y pude, solo pude, haberte puesto el pie por accidente y te hubieras caído al pavimento y golpeado o atropellado y de ese modo en silencio nos hubieras evitado a toda la humanidad una gran molestia, eso es lo que pienso y solo pido a los cielos regresar a ese momento y aventarte a la calle a que te rompieras todos los huesos maldito desgraciado hijo del averno… /// 0005


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