NnCt 0014 de 1m440 gotas de aire sobre mi cabeza que sin ellas me pondré azul y nadie querría eso, ¿verdad? ///
CUENTO 0014 EL DE TÚ ERES EL AIRE QUE RESPIRO Y NO ME LO CREES
Recuerdo que hablé con mi hijo esa vez y le dije algo así:
“¡Tener que depender de la cuota del PAGATUAIREQUECONSUMES, para sobrevivir! ¿Qué no se dan cuenta? ¡¿Hasta dónde hemos llegado?! Te digo, mijo, cómo han cambiado las cosas. Antes el aire era de todos, pero desde que estamos en los domos se ha hecho muy complicado y todo es ahora de pago, pago aquí, allá, en todas partes. Malditos Impuestos. Sí, ya sé que no te acuerdas. Y ahora andar con máscara. Bueno, te dejo, porque tengo que ir a la cúpula 206.”
Le colgué, no quería preguntas ni su mirada acusadora, su madre hacía no más de dos años que había muerto y no quería que llegara a mi casa viéndome sacando doscientos litros de aire enriquecido. Vi el reloj. Se me hacía tarde. Tenía que encontrarme con Patty Peña porque le iba a dar doscientos litros de aire oxigenado a cambio de… no sabría qué. ¿Su sonrisa? ¿Un kilo de nostalgia? ¿Un café? ¿Un recuerdo? ¿Dos? Hice la Oración al Buen Aire y salí.
Fue raro encontrarme de accidente con ella en el Starblocks. Tantos años de no verla. Era entonces de joven, siglos atrás una flaca cualquiera, desarreglada. Muy linda y dulce, eso sí. Pero ese día del encuentro accidental me fascinó. Una reina. Fastuosa. Maravillosa. Me dijo que me hablaría. Fue cuando me dio sus datos. No supe más de ella en un tiempo. Nunca me habló. Se convirtió en un buen recuerdo.
Pasaron seis meses y se vino la Crisis del Aire, la III o la IV. Y pues a todos los que teníamos tanques extras no la pasamos mal. Ya estábamos preparados por las tragedias de la I y la II. Pero algunos sí la sufrieron. Hubo sus problemas, desordenes, lo bueno es que no llegó a mayores, algunos sabotajes en la red eléctrica. Oficinas sitiadas. Solo eso. Bueno, fue mucho tal vez.
De pronto, de la nada, de “afuera de lo azul” como dicen en inglés, me habló Patty, me dijo que tenía mucha pena pero necesitaba aire enriquecido, del que duraba meses, como para aguantar cuatro crisis. Y pues, entre tanta plática aquella en el café maravilloso le había contado que en ese tema yo no pasaba por apuros. Sí, lo hice sabiendo que era un tema muy delicado lo que uno tenía. Como comentar tu riqueza exacta, cierta gente no podía comprender que tuviéramos reservas, era como un tema de lucha de clases. Y era motivo de falso orgullo. Culpable soy.
Me sorprendió que me hiciera la petición de si le pudiera prestar 200 litros. Que su mamá, que muchas complicaciones. Hijole. Me complicaba la película. Esa era la reserva de mis hijos y la mía. Era estratégica total. Pero… me partió en dos, no me pude negar. Tenía unos ojos negros que no quise verlos llorar. No sé por qué pero no me pude negar.
Quedamos en un punto, ella fue a la hora. Se la entregué y me lo agradeció con una mirada intensa. Dijo “gracias, muchas gracias, me comunicaré contigo mañana”. Y se fue. Así, sin más. Y no habló.
Pasó otro tiempo. Me quedé desconcertado. Venía creándose otra crisis como cada invierno, verano, otoño, ahí viene el Huracán del Fin del Mundo, ahí viene el Calor Madre de todas las Sequías, ahí viene la Nevada Final del Frío Absoluto, ahí viene la Crisis del Aire Asfixiante. Y yo sin saber de Patty Peña. El teléfono no contestaba. Pero ahora sabía de su dirección y pues me armé de valor y me presenté en su casa. Necesitaba el tanque, aunque estuviera vacío.
Toqué la puerta y no me contestó nadie. Me sentí defraudado. Entré a un pasillo y me asomé por una ventana sin persianas. y vi que se habían llevado todo. Era una casa vacía. Creo que desde hacía días. Suspiré de resignación. No supe qué hacer. Sí, era la dirección. Tendría que buscar un tanque. A esas alturas ya no habría y lo que se pudieran conseguir serían carísimos fuera de diez presupuestos míos.
Antes de salir molesto del domo de pronto me encontré con un gato nervioso que estaba dentro. No se me separó. Me miraba, me imploraba que lo acariciara. Se veía un poco flaco. Negro con blanco. Le puse de mi máscara de aire un poco y me lo llevé aguantando un poco la respiración. Si respiras sin máscara afuera no pasa nada, siempre y cuando reconozcas los mareos y no te quedes dormido. Y te apures por entrar a otra casa o tienda o estación con aire.
Llegué a la casa y le di de comer al gato, respiramos bien, hicimos la Oración al Buen Aire y me puse a pintar. Al gato le puse Rocket. Siempre pintaba cuando me sentía fastidiado. Rocket se sentó, me miró y se acurrucó por ahí. Había buen aire.
Pinté una escena de la juventud cuando íbamos a cerros abiertos llenos de árboles en lugar de los desiertos de ahora o a tomar café en las tardes, en la adolescencia, o al restaurant cuando Patty cumplió quince años
Al aire libre, mis amigos y yo éramos de dieciocho. La habíamos conocido un día antes. Y nos invitaron a un quince años en el restaurant de tortas árabes. Fue fabuloso. Me dio su teléfono. Le hablé pero nunca estaba. Me defraudó. O no sé. Defraudó a un joven bobo sin ideas claras de su vida todavía. Igual que ahora, un joven bobo más cuarenta años.
Luego acabé de pintar. Era una mala imitación de esos cuadros impresionistas casi sin cara de aquella tarde en el restaurant de tortas. Varias personas sin cara solo con sonrisa.
Miré a Rocket, se lamía las patas, estaba mucho mejor. Estaba nervioso pero a gusto.
Luego vi la televisión, y escuché música. Algo de Isabel Parra.
Sonó el cel y para mi sorpresa, era Patty Peña, explicándome que una vecina se comunicó con ella, que vio a alguien en su casa y por eso la llamada, que debí haber sido yo, que con mucha pena no hacía mucho se había cambiado de su casa a casa de su mamá, un tema familiar, pero que ella vendría a mí, me traería el aire recargado de vuelta, que sólo lo necesitaba de aire puente mientras llegaba el suyo. No me quiso explicar mucho por vergüenza.
Le recordé que sí, lo del oxígeno era importante, pero pues, ¡qué caray!, éramos amigos. Ella me dijo, sí, pero teníamos los siglos de no saludarnos. Que era demasiada confianza, me dijo, que la confianza se tenía que recargar también, como el aire. Más que el aire.
Me trajo el oxígeno. Nos sentamos a platicar de todas aquellas veces que estábamos al aire libre. “Aire libre”, frase de fantasía, metáfora de antaño.
Y recordó cuando nos vimos. Y esa tarde, fue la primera vez, en 40 años, que nos besamos.
Rocket nos miró y me pidió de comer. Su aullido era lastimero. Patty le dio de comer y regresó a besarme. Fue una linda tarde, fue una mejor noche. Se fue temprano para ir a ver a su mamá. Le dije que le marcaría. Ella me sonrío. Claro que sí, me dijo. Sus ojos negros me sonrieron y me sentí satisfecho como con pulmones llenos de aire pleno y recargado.
Al día siguiente le marqué al cel para ver cómo estaba como para tomarnos un café. Su cel estaba suspendido. Nunca la volví a ver. Nunca quise ir a su casa.
Rocket sigue pidiéndome comida. Sigue aullando a su manera, le sigo dando de comer y sigo pintando malas imitaciones de impresionistas y solo esperamos la siguiente Crisis del Aire.
En estos domos no hay mucho más que hacer.
Y a veces sólo vemos la televisión y por la noche rezamos la Oración del Buen Aire. Y nos es suficiente./// 0014
 
 
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