NnCt 1,009 de 1,440 lenguas vivas de extraños pulpos que hacen sensación en oriente cuando ellos se disponen a, a, a, a, pues, a conocer...
CUENTO BREVE 1009 EL DEL DÍA QUE LE SALIERON LAS ALAS AL DEMONIO
Bien, Ofelia, habrá que buscar a qué me refiero, pero el tema es inacabable, el tema de los cuerpos, el tema de qué hace la gente con sus cuerpos de manera consciente, concisa, consensual, concupiscente, conducente, conductual, condicionante, racionalizante o irracionalizante, o el pretexto es lo de menos, pero como dice Goya, Ofelia, los sueños son los monstruos de la razón o al revés: los monstruos son los sueños de la razón, ¿o será el sueño de la razón produce monstruos?, yo por eso no veo películas de terror, ¿para qué? ¿qué sentido tiene? ¿para asustarme, yo?, para asustarme, solo abro los periódicos, ¿qué más terror quieres, Ofelia, que eso? Lo bueno es que mis gatitas no saben leer, pero eso nos hacen creer, es lo más probable... Las tuyas, Ofelia, tus gatitas ¿sí saben? Las mías nunca aprendieron, supongo. O no sé.
Mejor, mejor sigamos observando, Ofelia, y siguiendo tus consejos, busquemos que más hacen los pulpos de la razón que producen a Goya... y ella se llamaba, no importa, ella, y él se llamaba, no importa, él, y ella de 19 y él de 14 y de pronto sus lenguas se encontraron y él nunca había sentido una lengua, nadie se lo había explicado, nunca había visto una revista o visto una película o un programa de televisión que le hubiera explicado la sensualidad, ¿te imaginas, Ofelia? ¡Su primera vez! La impresionante maravilla de sentir una lengua en la suya, en sus labios, en la tormenta, el torrente de sensaciones de recibir la lengua de ella que lo quería todo de él, que se lo quería comer, devorar, que cometió el pecado grande de abrirle los reinos del demonio de la carnalidad, que él explotó su cabeza con la lengua de ella, que era impetuoso el deseo de jamás terminar, de jamás respirar, que todo lo que quería era seguirle pasando su lengua por la de ella, y al parecer ella, Ofelia, tú debes saber de esto, aunque no lo quieras confesar y es natural, es territorio secreto, íntimo, hermético, en su conocimiento de chica mayor algo había logrado en él, un hechizo, un embrujo, un conjuro del que veía las chispas que estaban rodando a partir de donde estaban, para que se hiciera el infierno en esa casa en la que no había nadie, absolutamente nadie y él solo pensaba con sorpresa mientras olía de ella el sudor natural, a perfume barato, a jabón y a esa esencia mágica que nunca pudo explicarse ni explicar a nadie más en cómo los labios lo poseían, la chica carnal, la chica demonio, que él sentía lentamente como le salían pezuñas, cómo se le ponía roja la piel literalmente, sin abrir los ojos, pero sí sentía la piel a su espalda mientras le salían las alas de vampiro, de murciélago, del mal de la sensualidad y él, a sus catorce años, tuvo suerte de que no sabía qué hacer con mujer, y de ella, la chica demonio, nunca sabría por qué, él lo ignoraba, de parte de ella, porque saldría de su vida en poco tiempo solo dejando el recuerdo del ardor el calor la intensidad la maldad la malicia la caricia la delicia, la nula distancia en su alma transformada, queriendo solo quedarse solo para volver a besar a esa mujer, porque la chica demonio era una como de tantas las que había visto en el cine, en la televisión, en las revistas y jamás se había imaginado que en ella o ellas, o en ella y en ellas, hubiese tanto poder como para imperar en su vida e imaginación, ahí percibió él del poder real de los besos, de los labios, de la lengua maldita, de la lengua que devora, de la lengua que absorbe tan integral a la tuya, entrelazadas ambas de manera totalmente pecadora, que ella de seguro en su vida, habrá besado a muchos, habrá iniciado a varios, él nunca lo sabría, pero a él jamás le importó en ese momento un nunca porque la gente mucha va y viene a través de los corredores de la vida y algunos sus caminos sí se intersectan brevemente, otros corren paralelos y jamás se juntan y unos más, jamás, pero jamás se vuelve a saber de ellos porque corren hacia otras dimensiones y esos labios de ella, mas que el rostro, más que nada, esa lengua que atrapaba, que hechizaba, que dominaba, lo hizo por mucho tiempo, Ofelia, con consecuencias jamás previstas al menos en la imaginación de él y con el pasar de los años él llegará a los ochenta, Ofelia, estoy seguro, y cuando haga el recuento, ella, la de lengua de fuego, de pecado, de infierno, aparecerá en su mente y él le traerá una sonrisa y de nuevo que salgan sus alas de murciélago.
Por cierto, Ofelia, qué rico perfume traes, ¿cuál es? Ah, jabón. Jabón y shampoo. Bien, bueno, huele rico.// 1009
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