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viernes, octubre 31, 2025

1001. Dios es quien me dijo que estaba esquizofrénico porque escuchaba mi voz. No lo presumo. ///


NnCt 1,001 de los nueve mil millones de nombres o mil cuatrocientos cuarenta, no recuerdo bien, de Dios que según Clarke en su historia homónima se tenían que completar en una flamante computadora IBM de aquellos años 50s///

CUENTO CORTO 1001 EL DE ¿TE PLATIQUÉ DE MI ESQUIZOFRENIA?, SENTÉMONOS, LE DIJO A SU SOMBRA

-Te decía, Trinidad, esa historia, sorprendente, de miedo, de respeto, de locura. Hay que amar a Clarke.

-No capto porqué tu amor por un escritor que escribió muy por los años por los que vivió, sí, ya lo sé, descubrió la idea de los satélites. Y no cobró por ello. Muy tonto, supongo. Ah, y aunque en los sesentas habló de algo que sería como la gran biblioteca mundial, no previó Internet de costo casi nulo. Además de…

-Olvida eso. Deja termino de contarte, entonces, los técnicos cuando se enteran del para qué la están usando, la computadora, ¿te imaginas? Se asustan. Porque los clientes, los monjes, están muy comprometidos. Los papeles que salen de la impresora, los encuadernan, todos los papeles, se están ocupando bodegas y bodegas.  Llenas de bulbos, de cables, una computadora muy muy masiva, tremendamente masiva, típica de su tiempo, y no sé de dónde consiguen electricidad, o bulbos que se pueden ir quemando, no sé cuánto dure un bulbo, tengo años de no ver un bulbo, pero probablemente todo eso era muy delicado, no? Bueno, están en Tíbet, quizá en donde sea la capital, que no recuerdo, pero ha de ser lejanísima, de todo. No hay Amazon. No hay Mercado Libre. No hay Steren cerca. Son los años cincuenta. No hay ni Radio Shack. ¡Qué atrevimiento!

-Se llama Lhasa. La capita del Tíbet es Lhasa.

-Me caes gordo. Bueno, los técnicos tienen que huir de inmediato, no diré más, solo que al final te quedas leyendo la última frase por varios segundos sin alcanzar todavía el mazazo en tu cabeza. Es cósmico, es lo que te puedo decir, es final literalmente cósmico. 

-Suena al final de ese cuento que le acaban de filmar a Stephen King. El de Chuck. Con Tom Hiddleston.

-No lo he leído. Siempre me desconciertas.

-Léelo, vale la pena. Y por lo demás, de acuerdo, cómo digas. Ahora, el tema inacabable de Dios que fue creado como apoyo para la existencia del ser humano, y que le ha ido de maravilla en ese sentido… pero como dice aquél programa de los setentas, ¿Mary Tyler Moore? ¿Para qué querría un señor tantas iglesias? ¡Lo acepto, en este caso nueve mil millones de nombres, son una barbaridad! Y esa necesidad de que esos nombres sean impresos. Una locura total. Una alucinación. Será un tema del Tercer Ojo. Ah, no, Lobsang Rampa, el inglés, escribió esas en los sesenta, ¿no?

-Y sé lo que te refieres, Trinidad, el tema de Dios es tan complicado, lo de la oración, lo del logro de algo específico por orar. Pero sí, lo vi en los X Files en uno de tantos casos de Scully y Mulder cuando este último dice lo de que si le hablas a Dios es oración… y si Dios te habla, es esquizofrenia... lo demás, es material de discusión. 

-Es como nuestro caso, en este instante, soy tu gato y no hay nadie aquí más que tú y yo. Y crees que estás hablando conmigo. Y sabes que los gatos no hablamos, ¿cómo explicas eso?

-No sé, Trinidad. Creo que lo que pasa es que no me gusta hablar solo y pues, tú siempre traes buena plática.

-Eso siempre. Y mientras haya salmón.

En eso, el gato se durmió pensando en los nueve mil millones de nombres de Dios. Y a esa cantidad, pensó, le podrían agregar, uno más, el de Trinidad. ///1001 


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