LAS CARENCIAS DE LA VIDA, LOS EXCESOS DE LA IMAGINACIÓN, LOS DESBORDES DE LA NECESIDAD
Hace 11 días era autor, escritor, de 30 libros. Hoy ya podría decirse que soy autor de 31.
¿Porqué fui de 30 a 31 en 11 días?
Porque escribí tres historias: una de ellas de 6,000 palabras y la otra de 3,000, las dos en cuatro días y en siete días más, escribí la tercera, esta de 6,400, en total, 15,400 palabras.
Y según mis medidas eso ya superé lo del Patrón Oro en lo que mide un libro para mí, y que ya hablé de eso, el Patrón de Batallas del Desierto de José Emilio Pacheco, que es su novela que mide 11,200, y como dije, la supero por 4,200 palabras.
Los libros no se cuentan, su calidad, por palabras, ya me la sé, etc., etc.
Pero por algún lugar tienes que empezar a dimensionar las cosas.
El tema es que los libros, todos los libros, son separados por otros por el tema de la edición. Bueno, se separan también en los buenos, los malos, los caros, los baratos, los inmortales, los efímeros, los bellos, los espantosos, los favoritos, los ¿cuáles?
En mi caso desde hace quince años nadie me edita mis libros.
Mi nombre es Luis Eduardo García, y soy autopublicado.
No tengo presupuesto. Son muchos, arriba de 8 ya son muchos. O arriba de 10 son muchos. O arriba de 12 son muchos. Yo tengo 31. No es presunción, es sólo asumirlo. 31 son muchos.
¿O ya no puedo escribir el 32, o autopublicarlo porque no tengo editor?
Y tengo amigos, amigas, que me han podido editar. Me lo han ofrecido, se los agradezco mucho.
Pero no tengo presupuesto para hacerlo. ¿Cómo pagarles? No sé pedir favores, ya lo he dicho públicamente. Sé hacer favores, incondicionales. Pero no sé pedir para que me hagan favores aunque me sean incondicionales. He ahí la raíz de mi problema. De mis múltiples problemas.
Sí, puedo aceptar que mis libros necesitan un mucho o un poco de edición. No lo sé con claridad. Ok, sí se necesita, lo acepto.
Tengo mi auto estilo de edición, y probablemente no es suficiente. La teoría de la Ceguera de Taller.
No vemos el herror.
O el horror, o el error.
Tiene que haber visión de fuera. Alguien te tiene que decir, "¡Eh! Ahí está mal!"
Y con humildad y agradecimiento aceptarlo, o contextualizarlo más.
Nunca ignorarlo.
Lectores beta, es una manera de editar. Pero es que te den su tiempo. Y los que lo hacen lo agradecemos. Leerlo uno mismo en voz alta, también.
Siempre recuerdo que entregar un libro alguien lleva un gran poder y al mismo tiempo Spider-Man style, gran responsabilidad, gran respeto.
La gente paga con su atención, su dinero, su tiempo, su memoria, su recuerdo de si invirtió su dinero y tiempo, ¡en un libro, en tu libro, en mi libro!
Recurriendo a mi manera de explicar la vida, la que la vida es de rangos, o la teoría de Ricitos de Oro, de que vivimos o convivimos donde es correcto, si no, nos quejamos de lo poco o de lo mucho, de lo frío, de lo caliente del plato, de lo incómodo por malo a lo cómodo por…, no ahí no funciona la teoría de Ricitos de Oro, lo que es cómodo ahí te quedas, no hay repulsión por super cómodo. Es la Zona correcta.
Mi edición es… cerca de suficiente, tal vez. Porque estamos del extremo en el rango o escala de la edición insuficiente-ilegible-insultante-insolente-irrespetuosa-deficiente-ignorante, hacia la edición suficiente-correcta-justa-excelsa-maravillosa-clásica-precisa.
No pasa nada, si en mis libros se encuentran errores, se corrigen y ya.
A veces me sorprende eso de… solo fijarse en la estructura, en la redacción… (sí, ya sé también, redacción insuficiente a veces es respeto insuficiente por el lector y su tiempo, ideas y dinero), no en las ideas, o en la chispa, como que sí, alguna gente se detiene por el ocasional “mas sin embargo”, y sí, eso es primer obstáculo para seguir avanzando la lectura. Lo acepto.
Y hay grados y grados de problemas de redacción, de los ligeros a los realmente graves.
No que se hagan las ediciones de mil ejemplares y todo se va al desastre junto con los sueños, decenas de miles de pesos. En mi caso son ediciones de 10, o 20 ejemplares, muy a la segura, si se quiere, si se me acaban y si hay errores graves y me piden más libros, hago la corrección en los siguientes 20 y así. Nadie te avienta un libro por un “más sin embargo”.
He hecho libros de los que solo imprimo seis ejemplares. Y los hago, maqueto, imprimo, porque se puede hacer y listo. Se hacen.
Todo suma.
Recuerdo aquella ocasión que en 1997, antes de terminar mi primera novela, iba a la mitad, se la mostré a una chica que me la pidió, así, casual, lo primero que me dijo al ver la primera página fue, “No la has tallereado, ¿verdad?”. Me sentí confundido. Y con ganas de no enseñarla nunca jamás a nadie. Te quita seguridad, te quita confianza. Solidez.
No le dije nada, pero el tono de decepción de ella fue total, en mi sentir, tanto que no recuerdo su nombre ni nada de ella. Pero sí me sentí así como ofendido. También decepcionado. No pedí que me juzgara. Yo no buscaba que me dijera qué genial era. O qué original. O qué magnifico.
Quizá esperaba solo un “qué interesante idea”. “¡Qué planteamiento!” “Súper, ¡qué gran esfuerzo!” Ego que tiene uno siempre.
No, no conocía de talleres, no tenía intención de ir a talleres, no que no necesitara mi novela uno, ni idea, el caso es que me la estaba llevando por la libre. Sólo supe con el tiempo que existió el taller de mi amigo Rubén Soto del que salieron Toscana, Montes, Parra, Valdés, Ramón, hasta Ramos, creo. Brillantes todos. Nunca me hubiera hallado ahí, creo. Ni me hubieran invitado. Eran camaradas ellos entre sí. Otro tema.
Con el tiempo me encontré con Argentina Argelia Santa Ana, brillante mujer, que me ayudó muchísimo con la primera novela, me dio muchas observaciones, ideas, agradabilísimo trabajar con ella. Siempre apoyando, siempre positiva. No me cobró, creía en mi proyecto. Hasta que ya no pudo ayudarme. Fue natural, Pero siempre me animó sobre que estaba haciendo las cosas bien.
Después gente notable, uno de ellos, veterano amigo en este Facebook, me llenó de confianza al leer esa mi primera novela, larguísima, tanto que me sugirió quitarle 40,000 palabras. Cosa que hice, por supuesto. Soy muy necio, hasta cierto punto.
Luego siguió otra amiga de CDMX, otra mujer brillante, quien me orientó, le dio una reeditada a mis primeros tres libros, porque para 2002-2008, ya llevaba tres libros, dos novelas seguidas de 190,000 palabras y un libro de 26,000.
Y así se han hecho esos 31 libros, libro tras libro, miles de palabras tras miles de palabras, unas tras otras.
El tema es que así sigo. Cada edición profesional cuesta dinero. Son meticulosas. Son detallistas. Son excelentes.
Sí, pero por eso hay que ver qué hace el verdadero editor. Muchas ocasiones lo que hacemos es solo corrección de estilo.
¿Te imaginas lo que me costaría escribir al tener la obligación de ser editado cada uno de mis libros?
Para eso, para eso, existen las editoriales. Sí, pienso que los autopublicados en el pecado llevamos la penitencia. No las vemos, no nos ven. Hay muchas personas que quieren estar dentro. Hay muchas que nunca querrán estar. Muchos nunca podrán estar.
Hay que entender ¿en dónde reside la labor del editor profesional? ¿Hasta donde interviene en tu libro?
Y así llegamos a las preguntas de siempre.
¿Qué tan “terminado” está tu libro? ¿Qué tanto tu editor modificará tu libro? ¿Qué tanto aceptarás sus sugerencias?
Y eso me lleva a esas preguntas que siempre me hago…
¿Cómo escribo? Se siente mi voz, ¿poco, mucho, suficiente, deficiente?
¿Cómo es mi ortografía-gramática? Correcta, justa, bueno, en esa no tengo muchos problemas.
¿Cómo es mi redacción? Mmm, a veces pienso que la gente sabe de lo que hablo, a veces detallo de más, como en mi primera novela, a la que un contacto que tengo en Facebook que denominó a mi novela, hace 20 años, como “churrigueresca”, quizá por el exceso de detalles, pero no recuerdo que la haya leído. Yo lo hubiera sabido, yo sabía a quién se la vendía. Yo controlaba eso. Ventaja de autopublicado.
¿Cómo es mi congruencia de ideas? Ah, esa es complicada de responder. El orden, congruencia, suficiencia, delicia.
¿Cómo es mi contenido? Trascendente, intrascendente, valioso… sepa. Eso solo el lector después de leerlo.
Bueno, algo se ha de responder en estas imágenes, la de los sellos, la de las páginas que puse anoche del libro de “La labor del editor, el arte, el oficio, y el negocio de la edición” coordinado por Peter Ginna, en el capítulo 9. “Sólo necesita un poquito de trabajo - Sobre la edición de contenido” de George Witte.
Ya me externé demasiado. A la otra hago una conferencia, un video motivacional, un TikTok, un congreso, un simposium, un seminario, un taller, o nos tomamos un café.
Pasen lindo día.
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