NnCt 1,016 de 1,440 cuartos de esta zona que solo son como ataúdes japoneses glorificados con aire acondicionado y sin espacio para levantarse siquiera.///
NO TAN MICRORRELATO 1016 EL DE LA EXPLORACIÓN DE MIS LÍMITES CORPORALES
Hilda, todo porque ya no hay espacio porque, o lo contaminaron todo o lo llenaron de agua y hay espacios donde uno se puede quedar sin problemas conectado y seco, con la biblioteca enorme de los dieciocho libros que podemos leer una y otra vez hasta cansarnos, lo que es maravilloso, porque el conocimiento está a nuestro alcance, el conocimiento que siempre ha probado ser resbaloso, diluido como agua en tus manos que deseo besar y lamer tus dedos, del que no sabemos que sea el correcto o que sea el suficiente, o el que deseamos que nos diga qué son esas sombras en la luna, qué son los sonidos del bosque, si son de ranas diminutas verdes exponencialmente venenosas, o el que nos quite o reduzca o dé luz a lo misterioso que hay en la oscuridad porque sí algo hay en la oscuridad, Hilda, se escucha que algo ahí repta, repele, repugna, respira, que algo tiene ansiedad ahí dentro y hambre, mucha hambre y desesperación que le causa rabia probablemente y es uno de mis mayores temores, que todo lo que imagino aunque sean segundos sea verdad o se haga verdad por una magia que yo posea desconocida, cómo lo que me pasó hace cuarenta años cuando iba a ver a Carmen a su casa y pasaba por el parque de Mississippi Poniente, el feo, el solitario, el que está cerca de donde dicen que hubo un cementerio de chinos, cerca de donde Salvador o Sebastián no recuerdo el nombre y que era de los peores villanos del CUM que hubiera escuchado y creéme Hilda, sé de los Bullyes malditos del Regio, sobre todo Bortoni el Oscuro que cuando caminaba salía humo negro a su paso, tétrico, lóbrego, umbroso, malvado, mefítico, tenebroso y así era Sebastián, que me dijo que de pasatiempo se cortaba las venas con navaja de rasurar Gillette, de las antiguas y me sonreía, y me dijo que para salir del paso con Carmen a la que consideraba todavía su novia y yo ni sabía, Hilda, ni sabía, de haber sabido ni me metía con la loca, así hubiera descubierto sus estándares, claro que yo cumplía con ellos y en eso no había nada que yo pudiera salir bien en esa comparación insana, e Hilda, sí me lo dijo, que si nos la jugábamos al ajedrez, y que el que perdiese se fuera para siempre de la zona, no sé qué tamaño sería la zona, no entendía nada.
Obvio, gané porque nunca supe más de él, pero a resultas de lo que ocurrió debí haber ganado, Sebastián, tú ganaste, ¿dónde estás?, ¡tú ganaste, maldito, me echaste a perder la vida, maldito Sebastián!
Pero, Hilda, no te vayas, no te quería decir de esto, perdona mi exabrupto, no, quédate, lo que te quería decir de ese parque, porque no queriendo había en medio un Árbol del mal al centro, al lado de una viejita tienda que nunca vi funcionando, no sé cómo es que sabía que era un Árbol del mal, pero lo era, y así fue, invoqué que algo, un ser, un muerto, no sé qué creatura, se abría paso dentro del árbol, un ser del que primero vi que aparecía su mano de un agujero donde hubiera habido una rama queriendo salir, luchando con todo para salir, posiblemente ese brazo estaba lleno de sudor y de tierra de árbol, y posiblemente hubiera estado enterrada ahí, pero algo pasó y precisamente cuando pasé quiso aparecerse, sí, demasiada sincronía, fue mi culpa y la de Sebastián probablemente y me encantaría decirte que realmente fue lo que pasó después, si salió un cuerpo del árbol ese, pero tuve tanto terror que mejor me quedé en la duda, Hilda, pero no sé, porque corrí muchísimo y en eso llegué a casa de Carmen a quien yo me la había ganado al Sebastián maldito!! ¡Ojalá te estés pudriendo en el infierno, te lo deseo, maldito perdedor!
Pero, Hilda, no te vayas, ya me calmé y el tema es que algo se rompió o se tronó o falló en este refugio y entró el agua y no sé qué ocurrirá, ni cuanto nos tardaremos en secarlo todo... Los gatos como siempre nunca se enteran de nada porque ellos viven en los niveles superiores y ahí nunca pasa nada, pero Hilda, te prometí un lugar donde vivir porque el tuyo, Hilda, está demasiado lejos y así no puedo, nuestro amor tiene un límite geográfico y temporal. No puedo ir a tu lugar en donde vives porque lo que tardo yo en llegar hasta tu casa rodeada de montañas, lo que tardo en regresar desde tu casa rodeada de montañas, pues, antes de llegar contigo a que me abras la puerta, con tu ventana abierta con esa hermosa vista desde tu casa rodeada de montañas y en eso mirar tus propias montañas y vados y colinas y cavidades y valles y montes, ¡porque Venus lo quiso! y así sentirte, acariciarte, sentir las oleadas diabólicas y angelicales del más profundo de los deseos, la lujuria y la necesidad absoluta de posesión y desnudarte y amarte, y cuando llegase a ese momento antes de siquiera pensar ese deseo, de tan lejos tu casa con esa vista de las montañas de la cual está rodeada, ya me tendría que estar regresando, en ese tiempo negativo, porque se comprende que los dioses del amor son burlones, traicioneros desleales. Y este tu espacio, Hilda, o el mío, seco, cálido, amoroso, que podría oler a esencias de sándalo y a oleadas húmedas, olas de tormenta de tu sexo, no aguantamos mucho por mucho tiempo y porque nos hemos prometido que seríamos medidos, pero las acrobacias, Hilda, las acrobacias son para hacerlas a todo galope, pero en mi pequeño espacio, en el que a duras penas caben dieciocho libros de un conocimiento del que no sé qué es cierto, y que no me convence, y esas nuestras acrobacias en mi lugar, refugio, es como planeadas y como si fueran telegrafiadas lo cual eso mata la aventura y la aventura muerta mata al amor y pues si ya no hay amor, Hilda, no quiero importunar, pero, ¿no tendrás alguna amiga cálida por este mi rumbo en donde solo caben dieciocho libros? Antes de que salga el afecto, Hilda, antes de que salga el amor, porque el amor todo lo traba, Hilda, todo lo traba. Recojamos pérdidas, seamos sabios, seamos amigos por siempre y alegrémonos que la tormenta no llegó. Sabía que serías comprensiva, cielo, perdón, Hilda. Lo sabía.
Pero Hilda, no te vayas, , solo decirte que de Sebastián no sé nada, chance ande jugando por ahí golf con sus amistades del Sierra Madre en algún torneo de beneficio de no sé qué terremoto o inundación o incendio y haya dejado de cortarse los brazos con las Gillette. Al final aprendí que creces, maduras y perdonas. Ya lo perdoné. Creo. Te aviso, me falta por crecer y madurar. Sí, me buscas. Comprensiva, eres comprensiva. Soy afortunado por tenerte de amiga. Hilda. ¿Hilda?/// 1016
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