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lunes, agosto 18, 2025

1232. Huíamos y huíamos de las pantallas, los pasillos, las escaleras, y al final, más pantallas.///

NnCt 1232 de 1,440 espejos que los pones mitad enfrente del otro y en esos reflejos sales tú en todos hasta el infinito excepto en el segundo o tercero en el que aparece de pronto la imagen de la bestia que eres y que ignoras excepto cuando aparecen esos espejos y te reconoces y dices “¡que inteligente era Charles Addams cuando hacía esos cartones como el recién descrito!” Y eso fue antes de que fundaras a tu familia tan querida, la Familia Addams, Charles…”

Y eso estábamos discutiendo precisamente de tecnología cuando apareció un gato negro y detrás de eso apareció una mujer gritando, “¡Max, no te vayas…!” Siempre una mujer tras su gato Max…/// 15 DE AGOSTO DE 2025





LA IGLESIA DE EVELIA QUE CASI FUE

Evelia se hubiera reído como loca.

Y es que Evelia estaba loca. O tenía muchos rasgos de locura. Pero nadie le hizo un inventario.

Como cuando no quieres comprar más tiempos compartidos o terrenos o casas o joyas, pero ellos te localizan porque estás en su presente de prospectos y solo buscas un tiempo en el que nadie sepa de ti y ahí estás en tu jardín y la persona esa te está busque y busque en tus redes porque desea fervientemente que le compres un terreno con dos árboles, una hamaca y un pedazo de tiempo además de una cortina o un domo del silencio para que estés ahí, por tiempo indefinido offline, solo con un perro, un sol, un sonido de arroyo, un sonido de viento y caracolas además de los bellos recuerdos de un bello amor que tuviste, que tienes o que tendrás. O que inventaste. O que compraste. O que rentaste. O que te soñaste. O que se te apareció en la noche. En ese espacio que te vendió el tipo, el que viene incluido un pedazo de olvido para todo lo anterior, para que olvides lentamente que el tipo te lo vendió por mil semanas hasta que terminaras de pagar. 

Evelia se subía a un tanque de agua con todo peligro y sin protección para ver la carretera hasta que llegaban las estrellas. Porque ella quería saber precisamente de dónde nacen las estrellas. Y ese lugar era un excelente punto de partida hacia arriba muy arriba.

Ahora solo anhelas esas diez horas para pasar en línea, en medio de la metrópoli en los momentos más conectados de la historia en el que hasta las hormigas están siendo monitoreadas para que no hagan más hormigueros de más, para que las flores sigan creciendo a una tasa calculada y la que no sirva se deseche y para que las hojas de los árboles se desprendan en la sucesión correcta primero la que debe, luego la segunda designada, luego la tercera. El gran orden de la…

Vida de un derrochador de tecnología, de un idólatra que afirmaba que las idólatras eran otras y lo que ocurría a final del día y al final de todos los días era que tal vez se había equivocado de secta.

Evelia, en uno de sus talentos sensoriales y sensuales desarmaba la lavadora y la volvía a armar sin manual y ¡funcionaba!, ¿el esposo? no sabía tomar un desarmador si se lo pidieran con una pistola en la misma sien.

Así descansas las diez horas, una tras otra tras otra… hasta que al final te transfiguras y eres feliz de tanto que cuando vas, o que cuando te toque estar yendo hacia la luz tienes la plena, la plenísima seguridad de que no te pasará nada…

Evelia un día ya no estuvo sobre la tierra.

Un día me empezaron las alucinaciones. Y navegaba en un mar oscuro y era la náusea constante y era el desconsuelo de porqué me tocan las cosas y sentía que el Maligno podría venir por mí esa noche en medio de las olas malas, las aguas malas, y la sombra era mala y de pronto pensé que si no me aferraba a un ancla, a una pesa suficiente podría el señor de la Negritud de Maldad volver por mí y arrancarme de este lugar antes de tiempo e iría a donde no quería, a donde no debía pero ¿cómo hacerlo? y así pensé en mi gato, porque lo sentí de manera tan extraña, y es que mi gato negro no debía aparecer pero sí ahí estaba y lo abracé y él como buen gato me hisseó y me arañó y así reconfortado con una línea de sangre de un centímetro que no estaba y es cuando recordé a Evelia. 

Porque el gatito fue el mensajero de Evelia.

Evelia amaba los gatos, amaba a los niños, lo amaba todo y todos la amaban y todas también la amaban y fui testigo de cómo ella tenía sus dos tres cuatro vidas escondidas que nadie conocía más que yo, según sospecho, al menos una que le regresaba cuando ella estaba bajo el influjo de una droga que le ayudaba al corazón, tema que nunca me fue claro lo de su salud, si era endeble o qué y que ella llegaba a afirmar que esas drogas le hacían decir la verdad que de alguna manera ocultaba tal como todos la ocultan sobre hechos particulares de responsabilidad dudosa.

“Malditas drogas”, decía sonriendo, porque en ese momento le podrías preguntar lo que fuera y como si fuera el suero de la verdad o el lazo dorado de la Mujer Maravilla ella te decía la verdad. La verdad de los hechos como fueron porque sabía que no había juicio, que el juicio no importaba a nadie. A ella menos. Son otros misterios, ¿así era con todo el mundo? ¿O sólo así era conmigo? ¿O por qué conmigo? 

“¿Tuviste sexo en la mañana con tu amiga cuando dijiste que sólo fue un café con ella?”. Nunca lo sabría en su estado de conciencia y sí, yo me preguntaba, mi consciencia en deficiencia, todos tenemos derecho a no saber nada de nuestro prójimo y a no contestar y a lo que quieras que eran los derechos humanos de las personas, pero ella bien sabía que todo era por algo. Por más indefinido que eso fuese. Ella necesitaba decirlo. Tal vez era su manera de necesitar decirlo.

“No te diré, no te lo diré… bueno”, hacía una pausa, y seguramente hacía un gesto de que todo le era gracioso y agregaba “sí lo tuve y estuvieron deliciosos, el café y mi amiga”. Y se reía, y eso me hacía pensar, ¿estaría fingiendo? Era una manera de decir la verdad sin comprometerse a que no era ella la que hablaba sino su otra voz, su otra personalidad, la que podría decir en cualquier momento: “todo eso que te dije hace minutos, fue mentira, solo era una manera de divertirme contigo, de ti y contigo… porque eres un tonto crédulo”.

Ahí entraba la duda, pero yo preferí creer. Sencillo, preferí creer.

Era la lujuria diabólica, sin culpa, sin maldad. Solo el placer de existir tal cual el sol existe porque sí y la lujuria también y la bondad y la alegría y el amor.

En otro momento le pregunté:

“¿Fuiste a comer con aquella persona? ¿Sólo a comer?” Esa persona era una de tipo de clasificación todas las X posibles porque hacía, según sus chismes que siempre fueron fantasiosos, y eran de fantasía de buen calibre, irresistible a no saberla, que ella, la amiga, tenía aventuras especiales con su esposo que infringían todas las reglas morales de convivencia de este siglo y de las que habrá dentro de tres siglos más, a como estuvieron y estarán las medidas de lo que es bueno y conveniente de esta sociedad que nos oprime y nos seguirá oprimiendo en el año 2325.

“No quiero decirlo, pero sí, lo hice. Comimos e hicimos más y más, cosas, llenas de maliciosos pecados y vino su amiga Carmen y las tres tuvimos un encuentro de pieles bellas, hermosas, sinuosas, deliciosas, sudorosas curvas de mujer, redondeces en forma de corazón que afirman y firman que mientras haya vida habrá placer”.

Todo me sorprendía, eran nuevos mundos, era una puerta a la sensualidad, pero ella estaba curiosamente cerrada a mi placer como una puerta de hierro, me decía que yo era como su amigo Benito, de la carrera que quiso tener algo con ella, pero ella decía que los amigos son para un solo objetivo y que a mí me usaba para desahogar tanta culpa, tanto pecado, tanto castigo que tendría ella en esta vida y en la que seguía. Y me usaba y me usaría.

Porque dentro de ella sabía que la muerte no estaba lejos, afirmaba, no sé de dónde, que personas como ella de las que todo mundo afirmaba en su cara: “es que eres muy luminosa”, muy pronto se les acababa el combustible y se quedarían oscuras, piedras negras que serían olvidadas pronto por todos acabando en algún irremediable negro rincón fuera de la vista y memoria del mismo Dios.

¿Para qué preguntarle tanto? Solo por saber qué hacía, cómo lo hacía, porqué lo hacía, persona única como cada persona es única en la vida, y siento que en este compartir su sabiduría y conocimiento no había maldad en nosotros, y así fuimos descubriendo de lo que ella decía, que la gente habla de la buena maldad y de la mala maldad, la que es por tu bien y la que es por la venganza… aunque nunca pude entender del todo, ¿por qué puede existir una maldad por su bien, aunque suene a contradicción? Nunca lo entendí.

Evelia no que fuera la protagonista de las Tres Caras de Evelia, sino en que en este caso sí había otras dos caras, por eso siempre se me hizo que el caso de Evelia era para que la estudiaran, la metieran a un laboratorio, no por mal, sino por lo extraordinario de su caso.

No creo en las dobles personalidades, pero en este caso era triple personalidad. O alguna que ella nunca me contó. No sé si ella pudiera cometer en un momento determinado un crimen y negar que lo pudiera haber hecho afirmándolo bajo juramento, bajo detector de mentiras, bajo interrogadores de la Gestapo, porque eran distintas personas, diferentes, las personas dentro de ella eran de mundos extraños, cada una independiente, cada una con sus propias ideas, propias opiniones. Mundos de circunstancias, dimensiones distintas en las que la puerta, la bisagra, el vaso comunicante, el mismo túnel, el conmutador, o lo que sea, era Evelia. Su ser era la conexión a varios mundos.

Porque había otra situación con Evelia, si alguien la regañaba fuertemente, y eso ocurría a menudo, a ella le daban regresiones a cuando estaba en la adolescencia, o en la prepa, o en la carrera.

Fue así que me enteró de viva voz de su vida loca tremenda impresionante, desde que logró hacer hazañas de depravación deliciosa femenil versus la depravación deliciosa femenil de la otra u otras compañeras en la misma carrera o cuando fue ayudante de una dentista y hacía maravillas en lo que las labores de higienista oral corresponde, como en aquél libro de Stephen King, a su chica, la de Evelia, le tocaba ser más oral que higienista, o cuando acompañaba a sus amigas a la modista y el verificar cómo les quedó la ropa era el delirio, o a la florista y era el juego total, o a la peinadora o estilista que era la exploración de la hidratación profunda. 

Esa regresión de la que ella padecía estaba fuera de todo radar, como si de pronto ya con sus hijos dormidos, a cuestas prefería tomar su mochila para ir a la escuela, una que ya no existía para poder llevar el proyecto de Ciencias Químicas de primero de prepa, todo eso a mitad de la noche imaginando que iba por el camión de una ruta que ya no existía y de ahí a bajarse en una esquina lejana que había desaparecido por el urbanismo gentrificado desbocado y caminar dentro de su mente hacia su escuela olvidada buscando portones imaginarios, pasillos ilusos, reflejos de espejos que ya no están. Voces que ella escuchaba perfectamente, me imagino las miles de caras que ella veía que la veían y que ninguna de ellas existía mas que en su mente atormentada. Y de pronto, regresaba y se preguntaba porqué la mochila, porqué los tenis, porqué los shorts, porqué la libreta, los apuntes, porqué el cabello pintado, los caireles, la falta de maquillaje y porqué la noche.

Evelia tenía a su novia amor que era la oficial. Mujer experimentada mayor que ella, su confidente, su valedora, dirían los amigos chilangos, su dueña, su decisora, que de lo que supe era que su odio, gran parte me lo dedicaba,

Ella, la dueña, la cuidaba en los gimnasios o en todos los eventos sociales cercanos a los que ella, su novia, cuidaba a Evelia de la que ya sabía que era un alma libre y sin cadenas que pudiera volar a la menor provocación hacia esas otras luces, otras estrellas de la Gran Tentación.

Por eso sorprendía por la rapidez de cómo a pesar de su novia la dueña, ella, Evelia, conectaba con otra mujer, y esto era un sexto sentido que a los hombres se nos escapa que eso puede existir, ese mundo de sensualidad y de lo sensorial sin ambigüedades donde solo el roce mínimo pero preciso de yemas de dedos con otras yemas de dedos o dedos casuales/no casuales recorriendo por en medio del cabello de la chica de enfrente y decir al mismo tiempo: “¡qué bonito se siente tu cabello!” Chica de enfrente a la que le salían luces y brillos en los ojos y que entraban en polaridad positiva y que en un lugar público en medio de la nada, porque pudo ser que la novia dueña de Evelia había ido al baño, y esta se daba un beso profundo en la boca, en los labios sensuales, con esa mujer a la que tenía solo cinco minutos de haberla conocido al son de “¿Te puedo dar un beso?” 

Se lo pedían, imploraban, suplicaban. “¡Claro!”, contestaba. Ella se entregaba así. En eso podía llegar la novia dueña y verlas a las dos mujeres separadas socialmente tranquilas por un metro y preguntarles sonriendo con falsedad pero sospechando que por algo no debía dejar sola a Evelia: “¿Todo bien?” Y escuchar la respuesta casual general llena de dudas y sospechas: “¡Todo bien!”. 

Así si la tensión sexual fuera humo, ya hubieran llegado los bomberos. Así, el crimen perfecto.

Todo tan, repito, casual, causal, fenómenos de lo femenino, o de lo femenino de la mujer ella solo ella y nadie más.

Fue cuando me contaba esas cosas cuando sospeché que había mundos de sensualidad que no conocíamos ni conoceremos como si fueran sus ojos los de un gato que ve en la noche en longitudes de onda diferente a las nuestras y fue por entonces cuando me dijo esa frase mágica o sentencia o lema o clave de la vida o conclusión, que me dejó pensando tantos días y meses y años: “la vagina es hipnótica” o la de ”los hombres no tienen idea del diluvio de sensaciones las nuestras en mil capas que sentimos en mil momentos diferenciados sin que ustedes sepan cuando están dentro de una”.

Nunca supe si se metió a temas del Zen o de la Armonía del Universo o al concepto de lo que es mujer pero si hubiera querido o podido Evelia hubiera sido la Suma Sacerdotisa de una nueva religión o secta o comunidad de Iglesia de La Buena Vagina, tal como en estos últimos años han aparecido algunas en ese sentido en Nueva York en donde ella, de seguro, hubiera sido muy feliz.

Hoy por hoy sólo sé que Evelia desde que me mandó a su gato negro a salvarme en mi alucinación casi mortal, hablamos por las noches y me cuenta lo que ocurre en sus oscuros dominios, a los que ella conecta su luz e ilumina con su sonrisa, además de que cuida de su hija que está con ella, y así mismo también cuida de su hija que está acá de este lado y quizá cada tanto tiempo baja a estos planos dimensionales en donde se posesiona de alguien, otra mujer divina, un súcubo tal vez, y tiene el mejor de los sexos binaurales del mundo y a ese alguien hace feliz a través de los mil orgasmos que ella afirmaba que era capaz uno tras otro uno tras otro y luego con sus respectivas réplicas horas después tales como los que provoca un terremoto cualquiera decente que se precie de serlo.

O quizá todo es mensaje dentro de una caja de resonancia de mí mente que sucede cuando me deslizo en un mareo tsunami escala 10 de Richter y con una fiebre de 40 que a todos asusta y que en medio de todo eso de pronto caigo en esas alucinaciones de las cuales uno no distingue o percibe cuál es la realidad.

Pero para ello, la próxima vez, a consejo de Evelia, pediré que mi gato esté cerca para aferrarme a él como faro de luz blanca para que luche contra la luz negra que desea que ya me quede abajo lejos del mundo de los vivos, y estar, antes de tiempo, en el Reino de los Muertos Queridos, o de las Muertas a las que todos o más bien, todas, siguen amando después de todos los años, como así fue, es, será, la Gran Evelia. ///1232


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