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viernes, agosto 08, 2025

Las Gatas en la Oscuridad ----por Luis Eduardo García ---Cuento tres del libro “Veinte cuentos dispersos y uno de terror desesperado” -- 2022




A las 7 AM el humano sintió una opresión grande en el pecho. Le faltaba aire. Sin saber cómo se dio cuenta del porqué de la opresión. Su gran gata blanca con negro estaba arriba de él. Una vez más. Abrió los ojos con dificultad. Los ojos de la Gata Uno lo veían penetrantes. Ella empezó a ronronear. Quizá para recompensar al humano para que éste sintiera el llamado a la acción literal.

Gata Uno: Humano, hazlo ya, yo ya estoy ronroneando. ¡Y no tengo todo el tiempo!

El humano obediente, siempre, hizo el ritual. Empezó a acariciarle el lomo. Una vez, dos veces, tres. Cuatro. Se detuvo. Cerró los ojos.

La Gata Uno le dio un zarpazo lento, el humano no era malo, era inepto, era todo. El humano abrió los ojos y siguió acariciando, sin saber por qué, solo que debía cumplir con el ritual de acariciar el lomo de la Gata Uno. Cien veces.

La Gata Dos se apareció en la recámara: Uno, ¿ya nos va a dar de comer? Tenemos hambre.

Gata Uno contestó: No sean impacientes, ya acabará. Imperfecto que es, lo hace bien, a su manera.

El humano se movió al llegar a cien y la Gata Uno se retiró al piso. Lo primero que el humano hizo fue levantarse de la cama. Había tenido sueños inquietos. Seres negros que lo rodeaban. Horrible.

A las 7:30 AM el humano miró al piso y vio el cuadro de cuatro gatas, Gata Uno, Dos, Tres y Cuatro, esperándolo para desayunar. Sin saber por qué con claridad y pensando que era su voluntad fue a la cocina con las cuatro caminando a su lado a servirles de comer a cada una en su plato. 

El humano lo hizo como siempre, y se retiró a hacer lo suyo.

Gata Uno preguntó: ¿Alguna novedad?

Gata Dos y Tres dijeron al mismo tiempo, no por algo eran hermanas:  Nada. 

Gata Cuatro dijo: Ocurrió en la noche, sentí un viento raro en la puerta, como si una ráfaga de aire negro cargado de polvo malo avisara que algo espantoso ocurriría pronto.

Gata Dos miró a Cuatro: ¿Crees que será hoy en la noche?

Gata Cuatro respondió: Todo indica que sí.

Gata Uno: Nunca nos hemos llevado bien entre nosotras, Cuatro, pero eso no es algo mortal. Lo que sí es mortal es que vengan las Sombras por el inútil humano que nos tocó de proveedor.

Gata Uno continúa explicando: Las dos compañeras de afuera no nos podrán ayuda. Quizá sería muy arriesgado. Entonces somos primera y última línea de defensa, Gata Cuatro, tú estarás en la cocina, avisarás en cuanto quieran entrar, yo estaré al frente, en la puerta, Gata Tres, estarás en el patio, Gata Dos, estarás en todos lados tratando de apoyar a la que enfrente la primera andanada. Sostendrás la línea.

A las 4 PM Uno estaba dormida, tenía que reposar, lo necesitaba mucho. Cuatro estaba escondida en sus oscuridades, tímida como siempre, Tres estaba comiendo, Dos estaba en su baño.

A las 7 PM las sombras cambiaron. El relax y el descanso fueron relegándose lentamente. El humano no se percató, normal en su vida. Sólo observó a Gata Cuatro con su cola curva de Gato Félix viendo a la sombra de la puerta trasera, mirando sin mirar a la madera, donde no había nada.

A las 2 AM, las luces de la casa ya apagándose, las gatas estaban sin disimulo alertas, se movían de un lugar a otro con toda ligereza y fuerza. Gata Dos siempre con su carita negra quijada blanca, ojos dormilones, al borde de soltarse a echarse al piso. Gata Tres, hermana de Dos, cara totalmente negra y al pendiente de alguna cucaracha desafortunada, moviendo la cola, sin cesar, como si no lo hiciere fuera motivo directo e inmediato de la desaparición del mundo. Siempre en su mal humor.

El humano, ya a punto de dormir, confundido por la hora y la inusual conducta de ellas, solo las veía moverse de un lado para otro, a lo largo de la casa, a toda velocidad de manera vigorosa y ágil.

-Nunca he entendido que ven o miran u observan, qué cuidan, porqué juegan, qué persiguen, por eso prefiero un perro, ellos nos dicen con más claridad como se sienten y al menos ladran.

Gata Uno lo miró, con solemnidad, tal vez con curiosidad. En sus ojos de pupilas verticales con esa mirada que parece despreciar al mundo y a sus habitantes, también parecía retarlo.

El humano, aceptando que dijo algo impropio, tal vez, mencionó en voz alta:

-¡Claro que no, estoy bromeando, las amo a todas ustedes, reina! ¡Y más a ti, hermosa!

Fiel a su costumbre el humano se agachó a acariciarle el lomo blanco con corazón negro. Gata Uno lo evitó, elegante y sinuosa.

-¿Quieres comida, reina?

Gata Uno: Vamos, pues.

A las 4 AM ni un humano despierto. 

Gata Uno se repitió: Sí, vamos, pues. Todas a sus puestos.

A las 4:30 AM empezó el zumbido. Gata Cuatro completamente aislada del mundo mirando cualquier movimiento a nivel mota de polvo. De pronto emitió un bufido. Las demás gatas se pusieron todas tensas. Músculos endurecidos, uñas a punto de aparecer, pelo erizado. Pupilas abiertas en forma circular lo más posible en condiciones de oscuridad. Las orejas apuntando hacia delante. Cuerpos agachados, las patas traseras replegadas, podrían saltar dos metros en caso de necesidad.

A las 4:40 nada parecía ocurrir. 

Gata Uno ordenó: ¡Concentración y enfoque! ¡Vienen con todo!

Los seres oscuros entraron en estampida través de las puertas de entrada, de lavandería y de patio de manera ordenada, inmediata y como si fuera ataque coordinado. Las gatas respondieron con bufidos y escupidos, abriendo la boca y expulsándolo de manera brusca todo en menos de un segundo. Las creaturas empezaron fuerte contra Dos en su puesto y contra Cuatro, pero ambas resistieron el primer embate. Sombras oscuras como ratas con dientes largos, ojos rojos, deseando invadir, adueñarse de todo, sin que los humanos supieran y sin que se enteraran de quienes serían sus nuevos dueños. 

Las gatas dominaban si eran luchas de una en una, pero en grupo, los seres oscuros creaban mayores peligros. De pronto entendieron de manera extraña que Uno era la líder y la mayor, por ende, la más débil, y fueron tras ella. Los seres obscuros que caían muertos se disolvían poco a poco. Dos en su puesto móvil atacó con toda la fuerza y dientes y músculos, destruyendo furiosa sin dar cuartel.

Gata Cuatro: ¡No son tantas!

Gata Tres: Acá igual, ¡creo que puedo sin ayuda!

Solo se escuchaban los terribles crujidos de los cuerpos de los seres siendo destrozados por todas.

Gata Cuatro: Uno, ¿cómo te está yendo…? ¿Uno? ¿Necesitas?

Gata Tres: ¡No está contestando!

Gata Dos: ¡Se fueron contra Uno! ¡Voy a ayudarle, rápido!

Dos se movió por los pasillos de la casa lo más veloz hacia el frente y vio como una manada gigante de sombras se ensañaba contra Uno, quien apenas se defendía con dificultad visible.

Gata Uno miró y dijo casi desfalleciendo, su lomo arqueado, buscando aire: ¡Ya era hora! 

Gata Uno, la mayor, con sus mejores días detrás, aún era capaz de dar saltos a la mesa de la despensa de ahí a las alacenas y de ahí al refrigerador. Pero las creaturas eran demasiadas y feroces. 

Gata Dos empezó con la destrucción de todo lo que vio a su paso destrozando con manotazos abiertos con sus garras filosas y violentas. Parecía disfrutarlo. Llegaron Cuatro y Tres a ayudarla con destreza y habilidad total de cazadoras natas. Los crujidos infernales y los bufidos de rabia y combate fueron disminuyendo. 

Gata Uno, protestó: ¡Hey! ¡Ya las tenía!

Las demás gatas se miraron. Ya no había cuerpos de los seres oscuros, todos habían desaparecido. No querían pensar lo que hubiera ocurrido si no llegaban a tiempo en ayuda a Uno.

Gata Dos preguntó con respeto: ¿Estás herida? Parece que sí.

Gata Uno: No es problema, las heridas desaparecerán. Las creaturas volverán, pero pasará tiempo. No se imaginaban que esta casa tenía cuatro gatas. Bueno, ya, todas de regreso a sus lugares. Ya a dormir. El humano se despertará temprano. Ya nos dará hambre… Y gracias a todas.

Todas asintieron. Cuatro se durmió al final. Se quedaría a ver la puerta de la cocina, por si acaso.

A las 7 AM el humano sintió una opresión grande en el pecho. Su gran gata estaba arriba de él. Una vez más. Pero esta vez estaba dormida, como cansada, fatigada. Sin exigencias de reina.

Su humano la acarició, obediente, cien veces, como siempre. Ella parecía sonreír. Y ronroneaba.

El humano solo dijo, con curiosidad: 

-¿En qué soñará?



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