Nanocuento 905 de 1,440 virtudes que deberíamos seguir si se pudiera en un planeta lejos de las tentaciones posibles y solo pensando en llegar a ese nirvana de paz y armonía con el universo, total, esa integración de cuerpo con lo astral, con lo divino, con lo espiritual que es capaz de crear la sensación de plenitud, de que nada nos falta, pero en este cuerpo imperfecto, en esta superficie que engloba a células organizadas con conciencia, a este gran número de moléculas que piensan, reaccionan, explotan, como la célula, tienen ansias de conocer los mundos que son representados de manera ultrasimplificada con los pecados capitales, pero a la hora de la hora, el tiempo todo lo aplaca y da la oportunidad para alcanzar ese nirvana, de preferencia, de día, porque la noche, es la noche... y las virtudes virtudes y lo que no se sabe, nunca se sabrá. /// 12 de agosto de 2025
DUELO AL PONERSE EL SOL EN EL CAFÉ MAGRITTE.
La mujer dueña del lugar, Ofelia, les trajo el café. Humberto lo pidió negro, Trinidad con leche deslactosada. Les sirvió con precisión y diligencia. Atención a todos los detalles.
Humberto miró los cuadros de Magritte, el señor de la manzana, el del caballo en el bosque que era igual que la portada de aquél disco de Styx. Los demás no los conocía, el del tren saliendo de en medio de la pared arriba de la chimenea se le hacía demasiado absurdo.
-No te comprendo, Humberto. Para eso son las virtudes. Para seguirlas. Eso es el estoicismo.
-Pero no todos somos perfectos, Trinidad. Yo he tenido mis tentaciones. Lo que pasa es que no quiero que se entere la gente, soy persona pública. Nunca me deben ver que caigo. Como todos los humanos. Además, es mi vida privada. El estoicismo es para santos.
-Haces mal, es posible que tengas mas popularidad si te declaras con errores. Si te ves humano. Más de vez en cuando. Digo, no decirlo todo, lo sé… esto es política, demasiados depredadores. La gente se va con gente como ella.
-Jamás, Trinidad. Cuando eres político jamás lo harías. Sabes que tengo muchas personas a las que les he hecho daño, imagínate si me vieran con debilidades, por decir, no soy de casinos, pon tú que supieran que lo fuera. Ya hubieran hecho mil investigaciones sobre mi conducta. A qué jugaría, cuanto perdería, cuanto tiempo… Todo quieren saber de uno. Por eso, tú y mis amigos me son riesgosos, y nada más porque confiamos entre nosotros aquí estamos, son nuestros pactos de confianza total…
Humberto hizo una pausa.
-Mis hechos hablan. Si ha habido justicia, la justicia se dio. La justicia es suficiente. Y sin relatividades. Aun con el mundo como está.
-Sí, Humberto, pero ha habido mujeres también, me imagino que eso nos preocupa siempre, en el lugar donde estamos, por decir, yo no tengo tu perfil público, el tema de las mujeres no se me da muy bien. Nunca se termina bien con una mujer. Siempre está el caso de que, por algún lado, algo falla. Pero uno siempre le gana al otro. Pero lo que me queda claro es que en estos tiempos hay que hacer las cosas bien. No es competencia con nadie, ni con ellas, ni entre nosotros.
-Así siempre has sido, siempre en competencia, mi estimado.
-Bueno, somos un caso especial. Pero eso es porque conocemos a los mismos, a las mismas, también durante ya muchos años… somos viejos lobos de mar. Tantos años, victorias, derrotas, empates… futbolito, tenis, canicas, balero, juegos que ya nadie conoce, backgamon, póker… basquetbol…
-Trinidad, tenemos nuestros espacios queridos y nuestras queridas. -volteó con discreción hacia la barra del café, a unos buenos metros de distancia-. Ves a la chica del Café, Ofelia, ¿quién se la podría llevar primero?
-Ofelia es inexpugnable, Humberto…
-Lo sabes porque…
En eso Ofelia se acercó con una jarra de café, ambos cambiaron de posición, se sintió un aire de tensión repentino.
-Hola, Ofelia, este, ¿me puedes servir un poco más de café?
Ofelia asintió con amabilidad y hablo con voz suave:
-Mis amigos, se escucha todo, levantan demasiado la voz. No, no soy pista de carreras, nadie compite en mí, si yo no lo quiero. Nunca olvidarlo…
Ambos enrojecieron.
-Hey, Ofelia, es solo una broma… una broma de amigos… nada serio…
Ella se volteó y dijo:
-No pasa nada… mis amigos, no pasa nada…
Se retiró.
-Trinidad, ¿ya viste?, ahí viene Cordelia. ¿Siempre se le dirá que su nombre es shakesperiano?
Cordelia, mujer que exuda confianza, autoridad, poder. Propiedad, siempre propiedad.
-¿Qué dices, Cordelia?, ¿tienes tiempo para un café?
Ella se sentó. Miró para todos lados como lo hacen las personas inspectoras de Protección Civil que buscan de rutina que exista con claridad la ruta de salida.
-No, tengo prisa. Ya lo pedí para llevar. Ofelia es mi amiga de prepa, ¿se los había dicho? Bueno, basta de plática… Sólo para recordarles que habrá una presentación de la diputada Treviño en la noche, por si quieren ir. Creo que ya les habían enviado una invitación…
-Yo no voy, Cordelia, de eso estamos discutiendo Humberto y yo. De momento no nos agrada la gente, la multitud, vaya, ni la virtuosa, ni la viciosa. -sonrío.
-No te agrada cuando no es tu evento, Trinidad, lo imagino… pero bueno, eso es cierto, no se trata de quitarle luz a la diputada… Ni virtuosa ni viciosa, dices… ¿y yo qué soy? ¿Colega?
Ambos amigos se miraron.
-Cuidado con lo que vas a decir, Humberto, te conozco -dijo Cordelia con cuidada nula expresión en el rostro. Podía haber sido una amenaza.
-Bueno, tú eres… siempre virtuosa, por supuesto…
Trinidad intervino:
-Eres una gran persona, Cordelia, admirada por muchos, yo entre ellos. Una trayectoria política en el congreso de siempre. Impecable. Tu voz es escuchada…
Humberto dijo:
-Sí una gran mujer. Siempre…
Cordelia los miró a ambos.
-Ambiguos. Hombres ambiguos. Mejor dejen de hablar de virtudes públicas, en este momento ya nadie puede garantizar que los vicios queden guardados y resguardados por siempre…
La chica del café, Ofelia, se lo trajo con una empanada en una bolsita de papel.
Dijo:
-La empanada, la que siempre te ha gustado. De cortesía. Mi cortesía…
Cordelia le sonrió.
Trinidad aprovechó el momento:
-La cuenta, Ofelia, te la encargo… ¿sí?
Ella sonrió y se retiró.
-Trinidad, interrumpes momentos especiales… Bueno, dicho lo anterior me retiro. El café llegó y ya me voy. Por cierto, no vayan andando por ahí hablando de sus vicios, ¿eh? Luego llega el tiempo de la Rendición de Cuentas. Les mando un beso desde acá porque luego se me corre el labial. Tantas cosas en la vida que la gente, la viciosa o la virtuosa jamás deberán saber. Por su salud mental…
Cordelia miró a Trinidad y le tomó de la mano unos segundos. La soltó y luego hizo lo mismo con Humberto. Sonrío con picardía. Tomó su bolsa y Cordelia se fue. Se llevó el aire fresco.
Los dos guardaron silencio. Miraron si Ofelia estaba cerca. Su comentario de que todo se escuchaba los mantuvo en alerta.
-Algo que te quería preguntar desde hace mucho… ¿tuviste algo que ver con… Cordelia? ¿Alguna vez?
Trinidad se quedó callado. Sin decir un gesto, sin mostrar nada, respondió:
-Bueno. Pensándolo bien… Yo también te quería preguntar lo mismo: ¿tú tuviste que ver con Cordelia… alguna vez?
Llegó Ofelia con la cuenta. Pero hizo una pausa y se agachó un poco. Dijo:
-Dirán que soy metiche. Perdón que interrumpa. Por segunda vez escuché algo de su plática… lo que ustedes ignoran es que… a veces una chica, una mujer, puede tener, por así decir, dos juegos de baraja donde aparenta haber solo una… Nadie dice que se debe tener solo una. Y nunca sabrá nadie, cual fue el primero a quien le repartió o a quien después ni qué juego tiene ella guardado o pensado o estrategia pendiente. Sólo la dueña de la baraja. Les dejo la cuenta. Tengan buena tarde.
Ambos callaron con el pretexto de revisar el celular, el reloj marcó otra canción y otra, y otra más.
Pagaron. Agradecieron a Ofelia sin mirarla.
El señor de la manzana de Magritte desde su pared los vio, con sus ojos detrás de la manzana, retirarse en silencio y solo con las despedidas de rigor.
Ofelia recogió la propina y solo sonrió. ///905
 
 
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