Nanocuento 907 de 1,003 padres posibles a escoger... Aquí no es la idea que los padres elijan a los hijos sino al revés, la posibilidad de que escojas a tus padres, eso le da al Día del Padre otro punto de vista en qué pensar, ah, si fuera así de fácil la vida... /// 12 de agosto de 2025
A LA OTRA ASEGÚRATE DE ELEGIR BIEN A TUS PADRES
-Nunca te dije, Trinidad, pero con eso de los cambios de la administración puede que nos separemos y esto de estar trabajando en los filos de la Antártida, aislados, llena la mente de fantasmas.
-¿Fantasmas?
-Sí, fantasmas que rondan tu cabeza, viejas ideas… viejas inquietudes. Como si repasaras toda tu vida por los pendientes de la edad media que te tocó pasar o vivir. Es tremenda la soledad. Estás al pendiente de cada célula de tu cuerpo porque bien sabes que nadie te va a curar. Estás en la búsqueda de lo ideal, de la casa ideal, del auto ideal, del país ideal, de la chica ideal. De todo lo que se te ocurre. Cuando acabas con lo de afuera del mundo sigues a lo de tu cuerpo…
Hizo una pausa. Humberto prosiguió:
-Por ejemplo, estuve haciendo análisis de mí persona, recuerda que en la soledad se te ocurre cada cosa. Mil cosas hice, te cansas de leer, de jugar, de ver. Estuve recorriendo todos los eventos familiares, cada tío, abuelo, todos. Ya estaba en lo de genealogía.
Respiró hondo para ver su libreta. Continuó:
-Me tocó ver un anuncio de “Checa tu pasado”. Le vi posibilidades y entonces, pues tenía un sobradito y pagué por un análisis y ya vi los resultados.
-Humberto, ¿no me habías dicho que querías lo del clima acondicionado allá?, que a veces te asas en medio de la Antártida y a veces te enfrías como si no hubiera paredes. Te gastas el dinero en lo que no te deja, mi amigo.
-Trinidad, espera, fue una buena decisión. Lo del aire puede esperar.
-No tengo idea de porqué. Todo lo que sea mejorar tu calidad de vida debe ser primordial.
-O sea, en los resultados se me han aparecido tres padres.
-Tres padres.
-Así es, tres padres, cuando lo normal son dos, lo sabes. Pero hicieron genética de más en mi caso. Lo de la ingeniería genética. Eso pasó, tres padres.
-No sé qué pensar. Y nadie te dijo nada de eso…
-Es que es un tema antiguo. El de la ingeniería de genes. Pues así nos armaron, Trinidad. Eso lo sabemos desde que tenemos uso de razón. Digo, para entender lo de la armada genética, que para hacernos más resistentes, de hecho fue una de las razones para ser elegido para trabajar en la Antártida fue cierta resistencia, por eso puedo aguantar lo del desajuste del Aire Acondicionado y sus divagaciones un poco más que lo normal.
-Te entiendo y aun así…
-Bueno, Trinidad, olvídate, el tema es que a mí lo que me dijeron es que con el tiempo se firma un papel de que los temas de herencia física son unos, los de herencia de dinero otros.
-Y…
-Con la novedad de que me enteré de que dos de mis tres padres eran millonarios y estoy sabiendo que pues estoy ya en el tema de reclamar mi herencia…. Así es, ni más ni menos, mi herencia.
Trinidad se quedó atónito.
-Nada más por eso tú me invitarás el café. ¿Y qué sigue, cuando vamos por el dinero?
-Bien, primero, no me tengas rencor que soy el afortunado de está historia. En segundo lugar, es un tema de una buena abogada. Pero ya sabes cómo son. Tengo que andarme con cuidado. No debería haber problema, pero se tiene que averiguar que mis dos padres fallecidos, dios los tenga en su santa gloria, no tengan personas con las cuales compartir la herencia. O al menos no mucha. Recuerda que todo es un lío, si ellos se casaron dos veces, si tuvieron hijos con diferentes, que si una o dos viudas o tres, no sé nada. Sólo sé que tenían mucha lana. Y si me toca una milésima de mucha lana sigue siendo mucha lana que no tengo y bienvenida sea.
-Pues vendremos a celebrar con el café. Te felicito, Humberto….
-Muchas gracias, Trinidad. Esperemos que las cosas salgan como deben ser.
-Solo, una cosa, Humberto, te conozco, un consejo que no me pides, solo te diré que no te dejes llevar por tus pasiones. Eres muy impulsivo y ve y revisa bien lo que firmas o lo que te hacen firmar. Siempre debes estar frío. Y formal. Nunca des mucha información a nadie. Y recuerda, te he dicho que en tu pantalla tu ambiente o entorno se ve como de taller mecánico. Puras chicas de esas de poca ropa. No des señales de que vives en tu sana y tardía soltería. Aparenta que eres alguien metódico y serio. Y formal. Siempre formal.
-Muchas gracias, sí, las quitaré llegando. Sabes de mi gusto especial, o más bien, nuestro gusto especial o el de todos, caramba, solo que nadie lo admite y como nadie me ve, pues… Por lo demás, me siento bien, siento que iré muy bien aconsejado y no habrá nada de impulsividad, sabes que no soy así. Me sé controlar. Muy bien. A tomar decisiones frías y con decisión y visión al futuro. Es mi herencia. Y ser formal.
Estando en la Antártida de nuevo la conferencia llevaba ya algo de tiempo. Afuera los incesantes vientos de cien kilómetros por hora estremecían todo a su paso y bajaba la temperatura a 45 grados bajo cero. Adentro estaba a diez bajo cero. El aparato de clima seguía dando de bandazos escuchándose un zumbido grande sí un momento y el otro también.
-A ver, licenciada Cordelia, el tema es que pues… lo de la ingeniería de la compañía Imamura, pues, no quedó muy claro. No hay más que tres esposas en dos de mis padres. ¿Verdad?
Por la pantalla se veía nítidamente que era el despacho de una abogada con renombre. Muy sobrio, muy propio. Tenía diplomas de cursos, de conferencias, se notaba que la licenciada era una persona formal.
-Mire, Humberto, a mí me queda claro que usted es el heredero principal de dos de sus padres fallecidos. En lo del tema de la sucesión testamentaria pues, es cuestión de acuerdo. Ellas ya estaban enteradas de que ellos, sus padres de usted habían sido participes en su diseño genético, era algo que se usaba hace treinta años y que se dejó de usar por esto, por las complicaciones legales. Bien, ya que de esto qué estamos hablando, ¿consiguió la información que le pedí?
-Sí, viene en esa celda de memoria. La que le mandé.
-Ah, ya la tengo. Déjeme rastreo bien esto. Tendrá que venir acá a la ciudad, ¿cuándo viene? Se tienen qué hacer análisis físicos. Deje miro su celda.
La examinó. Guardó silencio durante minutos. Al final sonrió. De una manera curiosa, a pensar de Humberto.
-Creo que en un mes y medio aproximadamente.
Ella miró la pantalla. Se quitó los lentes. Se soltó el pelo, solo un poco.
-Deje veo mi calendario.
Hizo una pausa. A Humberto le hizo pensar un poco el cambio de tono de la abogada. Muy sinuoso, sí, la palabra es sinuoso.
-Perfecto. Muy bien, lo espero. El tiempo pasa rápido. Sí, lo espero, señor Humberto.
Los ojos de la licenciada echaban luceritos de la tarde. Los ojos de la licenciada no echaban luceritos de la tarde.
-Bueno, aquí estamos, un gusto, Licenciada Cordelia.
-Dígame Cordelia. ¿Gusta un café?
Humberto no daba crédito. Cordelia era de pelo largo color miel con puntas amarillas, era de cejas hermosas, de rojos labios, recordó que no era así en la pantalla, como que era un tanto más mesurada. La licenciada Cordelia iba de falda corta. De hecho, muy corta. Y su escote…
Y descubrió algo que lo desestabilizó.
Humberto no supo como pudo firmar tanta cosa sin desconcentrarse.
Hasta donde pudo.
-Me desestabilizó, Man.
Humberto lo miró con extrañeza.
-¿Qué cosa?
-Su escote, sus senos, eran redondos, perfectos, pero eso aguanto, claro que lo aguanto. Pero…
Hizo una pausa mirando a la pared de cemento en donde estaba el signo de Infinito y dentro otro signo de Infinito de luces moradas y neón.
-Las medias, Trinidad, las medias. Eran negras, como de seda, Impresionante. Era un monumento. Y se acercó demasiado y -Humberto miró a los lados, no quería que nadie lo escuchara-, estaba tan cerca su respirar que no sé cómo, a los diez minutos me estaba besando y yo a ella, sintiendo mis manos sobre sus medias, esa sensación de que vas navegando los rayos en el cielo mismo y ella por una extraña razón me seguía besando, lengua y todo, sensualidad al máximo y recuerda, estuve en el aislamiento. Y fue fabuloso. Y bueno, una locura.
Trinidad no quería preguntar.
-¿Qué tan locura fue?
-Nunca se quitó ni los zapatos, ni las medias negras.
-¿Sólo con eso se quedó?
-¡Sólo con eso se quedó! ¡Entiende que era la primera vez que la veía!
-¿Y después?
-Era una atleta, ella, no pude seguirle el ritmo, era una diosa, de esas que o son muy caras o son de sueño magnífico. De idealismo total. De esas que dices, ¡esto no existe!
-¿Y después? Porque algo más pasó. No te noto así que tú digas, satisfecho completo…
Humberto respondió lentamente:
-Ni supe, todo fue como intoxicación al cien. No supe cómo salí de ahí, ni como llegué a mi casa. El tema es que pues… no sé cómo pero pasó lo que tenía que pasar, y que sepas que no era mi intención.
-Este, ¿qué cosa? No me lo imagino…
-Me fui a la Antártida de nuevo. Lo único que sabía era que los trámites de la herencia estaban avanzando. Yo preguntaba, Licenciada Cordelia, cómo va todo y ella decía, todo muy bien, como debe de ir…
-¿Y después?
-Pasó el tiempo y me empecé a sentir nervioso y angustiado, ya era algo de tiempo. Y se daban las islas de silencio.
Trinidad le apuraba a su amigo. Presentía que la estupidez se haría presente en cualquier momento.
-¿Y después?
-Pues se comunicó conmigo una amiga de ella, una tal Ofelia, quien me dijo que Cordelia estaba muy afectada, pero que todo iba a salir bien. Que el bebé llegará tal cual, y que según la monitorización, está muy sano. Y…
Trinidad ya tenía cara de estupor. Le tomó un sorbo a su café.
-Bebé, escuche. Muy sano, escuché… ¿Y, bueno, qué más…?
-Que nuestra demanda con los abogados de mis dos de tres padres va viento en popa, que todo estaba seguro para que tuviéramos suficiente los tres y viviéramos en paz.
-Los tres, dijo.
-Sí, los tres.
-…vivieran en paz, los tres… ¿Y qué más?
-Agregó, cada quien por su lado, según acuerdo…
-¿Según acuerdo? ¿Pero a qué te comprometiste? ¿Cuál acuerdo? ¿De qué hablas?
-No sé, y te digo, soy bastante claro. Yo no buscaba comprometerme con nadie. Además me daba pena preguntar, o sea, ¿qué le puedo preguntar? ¿Cómo le puedo preguntar? Ya traía problemas con mi conciencia por lo de la celda de la memoria.
-¿Cuál celda de la memoria? ¿La de tus papeles, exámenes y análisis paternales?
-Sí, lo que pasa es que ahí venían en dos o tres carpetas con mil o dos mil fotos de chicas de todas partes del mundo en todo tipo de posiciones, ropa o no ropa, tú sabes, temas de solteros. Muy buena colección, la verdad. Pues cuando me di cuenta de que se la mandé sin fijarme, pues salió peor.
Trinidad se puso a pensar.
-Humberto, sabes que soy positivo, optimista siempre, pues… bueno, no creo que todo sea malo. Acepta de una buena vez que será la madre de tu hijo, hija. No todo puede ser malo…
-No lo sé exactamente porque parece que me hizo firmar lo del divorcio anticipado. O divorcio prepagado, con mi anuencia y conciencia…
Trinidad cerró los ojos. Como no queriendo ver a su amigo que en ese instante estaba deslizándose en lo del precipicio negro en el que se estaba cayendo y que él mismo había excavado…
Suspiró. Dijo:
-Bueno, Humberto, amigo mío. Ya, basta, es por demás, estás frito. Muy frito. Vamos, mejor pedimos otro café más y nos olvidamos de todo. Recuerda lo que dicen, el dinero no te lo llevas, pero ¿qué tal la experiencia?
Humberto solo pensaba que tendría que pedir el aire acondicionado a crédito. Otra vez.
-Ah, Humberto, una pregunta, ¿quitaste los posters de tu cabina esa de dónde transmites como te dije?
-No, lo olvidé, Trinidad. ¿Qué tiene que ver con qué?
-Nada, Humberto, nada…/// 907
 
 
No hay comentarios.:
Publicar un comentario