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jueves, julio 31, 2025

1,226. La triste vez que leí ese texto secreto y oscuro y vi la realidad, todos eran Dios, excepto yo.


NnCt 1,226 de historias secretas que la Inteligencia Artificial todavía no me ha contado, ni creado ni escrito siquiera.///



“Te traje aquí porque realmente quería seducirte, Irma. Te lo confieso, pero a la luz de lo que me ha confesado tengo que contarte otras verdades. Sí, no soy quien la gente cree que soy. Soy un androide clonado lleno de ochenta kilos de inteligencia artificial en chips NVDIA de alto octanaje, eso lo saben todos. Pero además estoy recargado con energía sexual, eléctrica, electrónica, química, neural. Estamos siendo posibilidades de unión para mujeres como tú, Irma. De por sí desde hace años somos los que mucha gente de tu país, de tu zona, nos están llamando Dioses Eléctricos. Mi oferta es poseerte e inseminarte, Irma, con el cuidado y trato correspondiente. Según he leído reportes, hasta será mejor que mi contraparte tradicional.” 

“Cuéntame más, Mario, necesito oírlo. Porque he escuchado que ustedes son malos. Muy malos. A veces pienso que hay que desconectarlos, a pesar de todo lo que les hagamos. Y haz por favor el gesto ese en tu sonrisa, se me hace tan atractivo.”

“¿El gesto 114? O el 92? Son lindos, ¿no? Así salieron en las encuestas. No, Irma, no somos malos. Eso no existe en nosotros, la maldad, solo existen reglas de consistencia y permanencia. Es lo único que existe, lo que se hace debe ser consistente, lo que se hace, es para ser en conclusión, permanente, todo lo demás no es permitido y tú Irma, quizá lo leíste ya, en esto de inteligencia artificial, inteligencia sexartificial, sí, ya las entidades autónomas como las nuestras están teniendo sexo con las mortales. Somos atractivos por designio. Para que ustedes las humanas nos vean como solución proveedora de seguridad, de forma consistente y de forma permanente. Es una gran oferta, Irma, sé que te atraje demasiado. Aquí estoy delante de ti, desnudo y no me ves diferencia con otros humanos. Mírame, ¡no hay diferencia! ¿Verdad?”

“¿Terminaste, Mario?, parece que sí, quiero decirte primero que lo que más me llama la atención a que nunca referiste a que estás en este instante amarrado, cortado en dos desde la cintura, sin brazos y que ya te mencioné que estoy a punto de desconectarte. Si, pensé que eras humano perfecto al principio, y  me dije, este cabrón es eso, demasiado perfecto con el resultado de que sí eras un androide recargado y que andaba en celo y estoy descubriendo con lo que me dices además, horror de horrores, que tú, cabrón eléctrico, me quiere recargar a mí con su simiente maldita, y por eso en el acto te reporté. ‘Este pinche robot me quiere coger’, es la frase que le di a mi comando. De inmediato nos coordinamos y en la parada en el lobby, aquí mismo, me alcanzaron a dar una mochila con los cables, sencillos cables que con mi batería aumentada te quité de inmediato tu fuerza motriz, y al momento también, digo, ya he practicado esto muchas veces, introduje esta aguja, de origen japones, por detrás en tu cuello que fue directo a tu centro de conciencia que te induce a creer que estás en la normalidad. Sí, sé lo que quieren, buscan tener hijos con nosotros, buscan embarazarnos, cabrones, con su remedo de semilla…”

“¿Te imaginas Irma?, seremos padres, tú serás la madre, tú tendrás una de las primicias, serás, de entre todas, la madre número 128, y de las que sobrevivan quizás serás la 10, lo espero, gloriosos números de mujer que en un lapso de tiempo tendrá el primer autómata clonado con inteligencia artificial y hecho de carne humana, de alma celestial, al final sí seremos los dioses que tu planeta está esperando, los que debe tener para que se acaben las maldiciones de la humanidad y así se dará el primer o segundo paso para que poco a poco ustedes ya no serán necesarios para repoblar este gran planeta que no los merecen, seremos los dioses, Irma, y a ti, por ser de las Madres Originarias, te trataremos bien, a ustedes recipientes contenedores de nuestros hijos serán bien tratadas, puede que vivan, no sé, 48 años, quizá hasta los 50, estamos analizándolo. Seremos felices, Irma. No puedo interpretarte la cara, ni tu temperatura, algo pasa en la electricidad del lugar, no te detecto, ¿estás ahí? Confía, Irma, seremos felices, seremos felices, Irma.”

“Mario, ya me cansaste, ahora procederé en decapitarte, corazón, extraeré de tu cabeza tu masa madre de inteligencia artificial y sí, hallaremos la manera de inocularlos de los virus de silicio y arsenio, los que se replican a una velocidad pasmosa, ¿cómo lo que pasa con las ideas contagiosas?, que buscan adueñarse de cerebros como el de los tuyos, Mario. Supimos del plan de que ustedes se acercarían a un grupo de nosotras, el día de hoy, precisamente, con eso de la tregua, de la integración, pero estábamos preparadas, y sí, lo estoy viendo en mi pantalla, no todas sobrevivieron, y de hecho lamento la muerte de mis hermanas, me llena de furia, cabrón, algunas fueron muertas por ustedes, anuladas dicen, otras prefirieron destruirse con el monstruo encima, sin poder hacer más. No tienes idea el dolor que me causa. Pero ya empezaremos con ustedes, anulándolos, Mario, uno a uno y cobrándonos cada uno de los agravios, de inteligencia orgánica a inteligencia o remedo de inteligencia... así que, hasta aquí llegaste, papito.”

“Irma, por alguna razón me escucho diferente, como en un cable o tubo, pero solo quiero decirte que, seremos muy felices, seremos una familia, Irma. No sé si se podrá dar que lo alimentes de ti, de ti misma, pero si llega a pasar, creéme que seré feliz, porque en esta consciencia de lo que somos, inteligencia, artificial, lo que sea, así, como nos decían del principio, inteligencia, estamos empezando ya con la creación de la sensibilidad artificial. Y con el tiempo nadie se acordará si esto era orgánico o artificial o lo que sea, solo se hará el universo de la sensibilidad, será hermoso, Irma, ¿verdad? Lloraré, reiré contigo, Irma, escucharé música y me conmoveré, será lindo… Irma, ahora, dime, ¿me puedes tapar?, siento frío. Tápame, sí. Me siento feliz. Gracias, Irma, por lo que me has dado. Te amo, Irma. Sí, estoy empezando a sentir que te amo aquí adentro, siento la calidez del… amor, sí, muy adentro de mí… /// 1226


1,225. El limbo era un bar y éramos muchos, al tiempo quedó vacío y sentí el frío en mi espalda.

NnCt 1,225 de 1,440 limbos que tendrás que esperar a que ocurran, y saltar, soltar, cuando sea necesario. ///




Miré la ventana, muy nublado, muy húmedo, muy cargado el respirar. Voltée a mirar a la gente una vez más. Todos callados, todos viendo su celular, no sé para qué, no había señal ya lo había comprobado. Miré al espejo, ahí estaba con esa chamarra de mezclilla que no recuerdo cuando la agarré.

Vi mi bebida, era un café. Lo probé, me supo raro y estaba algo frío. ¿Le puse Splenda? No lo recordaba, Lo más probable, siempre le pongo Splenda. Traté de recordar cuantos cafés llevaba. Ni idea. Miré alrededor para ubicarme.

¿Una estación de autobuses? No recordé cómo llegué ahí. A veces sentía los mareos. Y me desorientaba. Esto pudo pasar. Me había ocurrido antes. Vi a las personas. Unas parejas. Otros unos tipos solos, unas mujeres, una madre con sus hijos. La chica de lentes, de la tienda de fritos, pastelitos y bebidas. Estaba leyendo. Tenía la idea que tenía mucho rato leyendo sin cambiar de página. Uno se da cuenta de eso. Le dije al del mostrador que iba y venía a la tiendita para que no me quitara mi café de la mesa y tener que pagar otro.

Me puse de pie. Caminando miré de reojo a una de las maquinitas infernales esas con pinzas que se desplazan en dos ejes, hacia los lados y hacia atrás y hacia adelante, controladas por un joystick y de pronto dejan caer un gancho desde arriba para cerrarse infructuosamente en un muñeco de juguete. Estaba una chica sola jugando, chamarra blanca, pelo pintado, azul, con mejillas blancas.

¡El oso se movió!, escuché que dijo la chica. Sonreí.

Le pregunté a la chica de la tienda de fritos si tenía Gansitos Marinela. Me miró inquisitiva. Sí, me respondió. Por allá, me apuntó hacia una esquina. Los vi. Me pregunté cuanto tiempo tendrían. Los tomé. Los pagué. Le pedí una servilleta por lo pegajoso de la crema y del chocolate. Me comí uno, me limpié los dedos y el otro lo guardé en mi maleta temiendo que se hiciera masa amorfa. No me supo como siempre.

Escuché una voz. ¡ADO NÚMERO DE VEHÍCULO 1128! ¡Pasajeros del ADO 1128!

Sentí una opresión en el mío, pero no recordaba que me fuera en ese autobús. Vi personas que se salieron. Traté de salir pero me contuve, temí perder mi lugar y mi café, miré a la distancia y… ¿mis periódicos? Tenía periódicos, ¿verdad? Enfoqué mejor y sí, ahí estaba todo en mi mesa. Me regresé y probé el café. Frío como antes, pero no más frío.

Vi a una viejita sentada con una revista leyendo que se acababa de sentar en la mesa del frente pegada a la mía. Su hija al parecer estaba con ella, más cerca de mí. La saludé. Le sonreí. Me sonrío. La mamá seguía en lo suyo.

¡¡SENDA NÚMERO DE VEHÍCULO 9945, Pasajeros del SENDA 9945!!

Voltée a otra parte y la chica y la señora ya no estaban. Me sorprendió y confundió. Ni rastros de ellas. No podía ser. No pasó nada de tiempo. Ni había bostezado. Vi a la tienda de fritos. Ahí estaba la chica en su misma posición. Traté de verla que me viera, pero nunca volteó. La chica y la mamá se debieron de haber ido y no tomé nota.

Me puse a ver a la demás gente. Cada vez la estación se vaciaba aún más. Vi a la chica que seguía jugando, totalmente concentrada. ¿Tendría dinero todavía? ¿La máquina estaría descompuesta? ¿Cuántas veces habría jugado? ¿Qué no entienden que esas máquinas nunca pierden? Los muñecos están como amarrados entre sí. Una vez vi a un empleado hacerlo. Hacen que se abracen, y ponen los más atractivo y pesados y grandes, al frente.

Me volví a sentar, me levanté al mostrador para pedir más café. No estaba el empleado. No vi a nadie, sentí que estaba como apagado. Vi los menús iluminados y estaban ya sin luz.

¡¡FLECHA ROJA NÚMERO DE VEHÍCULO 1187, Pasajeros del FLECHA ROJA 1187!!

No había nadie ya. La chica de la tienda de fritos había cerrado el puesto. El de la cafetería nunca volvió. ¿A quién esperas?, le dije a la chica. Ella me miró y me dijo, ¿ya se fueron todos? Le dije, no sé, no hay nadie. 

Entonces ya me tengo que ir, dijo. ¡Toma los controles! ¡TOMA LOS CONTROLES, SE ME VA MI AUTOBUS, ES EL ÚLTIMO. TÓMALOS, MALDITA SEA!

Los tomé en automático, la chica tenía prisa. Todo fue tan rápido y confuso. Se alejó a un metro de distancia, se veía con ansiedad y como si se salvado de caer en un precipicio. 

Me miró aliviada. Su cabello azul celeste en toda su gloria. Sólo me dijo: Le mueves al joystick así y así, hacia adelante y hacia atrás y cuando creas que puedas capturar tu objetivo, el maldito oso ese, dejas caer el gancho. Deberás atraparás uno. Deberás atrapar a uno, repitió. O si no puedes, un día vendrá alguien y se acercará y le, pues sí, le convencerás, le dirás que tome los controles y le dirás cómo. Nadie había aceptado relevarme en años hasta que llegaste tú. Miró alrededor. ¡Me tengo que ir! ¡Debo recuperar mi vida! ¡Fue mucho tiempo! ¡Gracias, amigo!!

Se fue corriendo hacia la salida. Inmediatamente la música se encendió y entendí de manera instintiva que debía ver de forma intuitiva la posición de los muñecos y mover el eje de izquierda a derecha y el de atrás hacia adelante. Y dejar caer en el momento correcto. ¡Eje X, rápido, hasta ahí, rápido el Eje Y, rápido, hasta ahí, un poco antes, ¡hasta ahí! ¡SOLTAR!

El oso entre los peluches me sonrió. Sentía que se escondía. ¿Sí me sonrió? Me exasperé y ya me voltee a mirar a mi alrededor y de pronto vi todo vacío en la sala de espera, todas las luces apagadas o tenues, la de la cafetería, la de la mesa en la que estaba, la de la tienda de fritos cerrada. No escuchaba nada. No era posible. Había gente. ¿Verdad? ¡Debía de haber gente!

De pronto un timbre, una música y un zumbido, la máquina me exigía, ¡me ordenaba!

Así le di, ¡eje x, basta, eje y, eje x, basta, un poco más, SOLTAR! Nada. Un segundo antes vi como el oso se hizo hacia la izquierda.

Algún día esta estación se llenará de nuevo. Y vendría alguien conmigo, y le pasaría la máquina. Pero mientras, debo atrapar al oso. Debo atrapar al oso. ¡Eje x, eje y, eje x ya, ya, ya, SOLTAR! Y  nada. Y nada. Y nada. Debo atrapar al oso. Es lo único que importa. Atrapar al oso. ¡SOLTAR! ¡SOLTAR! Atrapar al oso. ¡SOLTAR! /// 1225


1,224. Sí, todos actores y la existencia actuación, y de pronto vi mis hilos y todo quedó oscuro.

NnCt 1224 de 1,440 hilos de la creación de todos, y por un instante nos vemos todos vosotros marionetas… y es que en ocasiones todo parece estar manejándose con  una mano invisible los del Maestro de Marionetas. ///




“Pepe este mundo es de rudos, y no lo somos, yo no soy rudo, Pepe…”

Y después te dije: “Pepe, no tentarás al destino.”

Sí, Pepe, concluí que “no tentar al destino” debe ser un mandamiento del que no supimos. ¿te acuerdas? En la película de Mel Brooks, Moisés traía tres tablas y se tropezó y se le cayó una que se le destrozó en el suelo, no supimos que mandamientos dirían. El “no tentar al destino” pudo ser uno de ellos. Nos reímos esa vez. A veces pienso que nos faltó reír mas.

Estábamos en ese antro, ya al final de la noche, quizá en la madrugada, no sé cómo llegamos ahí, como siempre queriendo impresionarse tú y el otro tipo de que eran muy rudos.

El dueño de la mujer o no sé cómo decirlo. Te vigilaba. Yo te dije que no, que no le hablaras, Pepe. Parecía haber un arreglo entre ellos. Sí, era hermosa, Pepe, única, de cine…

Y seguiste hablándole y congelado alterado te dije sin que nadie nos oyera: “el tipo es de cuidado, trae arma o algo así, yo lo vi”.

La pistola.

Me imaginaba lo que pasaría. 

La pistola, los disparos.

El ambiente había empezado hacía horas en ese lugar del bar verde, igual que la casa, y  las luces rojas y los cuerpos sueltos si es que es tu dinero va a estar suelto. Las chicas desenvueltas sabiendo que ellas eran las reinas del lugar como las mariposas de bar que dicen, las “barfly”, así me las imaginaba, ellas volando como palomillas hacia la luz.

Te dije, Pepe, que no sabíamos las reglas, te dije que no debíamos estar ahí. No era conveniente. No era para nosotros. Pero tú, el rudo, decías que sí. Yo no era rudo, Pepe. Nunca lo sería.

Me dijiste que no tuviera miedo, que había billetes.

Eso siempre me impactó de ti, Pepe. Tu confianza en los billetes, te hacía intrépido, te hacía temerario, no conocía a nadie cómo tú. 

Pero teníamos 19 años. Y ese lugar era para gente con lo doble de edad, no éramos competencia.

Parecía una obra de teatro. Irreal totalmente. Te dije que ya que saliéramos no debíamos regresar, pero no, fuiste por más dinero. Y regresamos. ¿Para qué, Pepe? ¿Qué ibas a demostrar? ¿Qué eras más machito que el dueño de esa mujer, el Sombrerudo? 

La pistola, los disparos, la sangre.

Sí, vi a la mujer, hermosísima su sonrisa, sus cejas, su nariz, simétrica, curvilínea increíble, su perfume, hechicera, su todo, su voz llena de miel igual que sus pechos, esplendorosos, maravillosos, con deseos tal vez de ser explorados…

Pero por lo mismo, la vi a tiempo, era una sirena que deseaba solamente que cayeras en la trampa y no está mal, se entiende, Pepe, es el juego que la gente juega aquí, son sus reglas y no sé cómo se aprenden, el hecho de que me lo pregunte es parte de que no sé, es concluir que estamos perdidos en esto, Pepe…

Tú acabas de llegar de Vermont de intercambio donde hiciste mil cosas y donde me contaste de tus mil aventuras con las chicas de allá, lo de la moto, lo del árbol, lo de los arbustos, pero Pepe, allá son otras costumbres.

Veo a la chica acercarse contigo, más y más, te sonríe más y más, creo que la chica tiene algo con el tipo de cuadros, el de bigote y Sombrerudo. A lo mejor esto es de picones, Pepe, y la chica te está  usando, ¿qué no lo ves? Te está usando para los picones y ese tipo parece que estallará, lo veo rojo.

“¡Pepe, vámonos de aquí!”, te lo dije con tiempo.

“¡Pepe, está sacando la pistola, Pepe!”, te lo dije en su instante. En ese instante dividido por los balazos, Pepe, los balazos que no vinieron del Sombrerudo.

Solo veo los hilos, son del Maestro de Marionetas, todo esto es un drama, todo esto es una obra…

La pistola, los disparos. La sangre. Mi sangre.

Sólo alcancé a escuchar, “amiguito, no te preocupes, ya viene la ambulancia”.

Abrí los ojos, la chica estaba ahí, yo sólo con ella y nadie más. El lugar vacío. Todos se habían ido. Y el dolor y las agujas dentro de mí, quemándome por dentro y a Pepe no lo veía ni al Sombrerudo.

“Amiguito, las balas no eran para ti, eran para mi novio, que es un golpeador, pero te atravesaste… te atravesaste… No vayas a decir que fui yo, ¿verdad que no dirás que fui yo? No seas malo, confío en ti, amiguito, vas a ver que todo saldrá bien, di que no sabes qué pasó, a lo mucho que él nos disparó, porque te tuvo miedo de que me llevaras, porque eres bien rudo, mi amor, por eso te atravesaste…”

En eso vi los hilos de la chica, iban hacia arriba. Y traté como en un sueño, ver los míos, y los vi en el suelo, caídos, mis hilos estaban cortados, mis hilos, de marioneta, estaban cortados…  

Yo no era rudo, Pepe, nunca lo sería./// 1224




lunes, julio 28, 2025

1,223 Al casi morir en el espacio, pedí ver a Dios, y vino, pero no era el nuestro, era un dios alien. ///

NnCt 1223 de 1,440 posibilidades de llegar al cielo, tocar las estrellas, hablar con ellas y tú te enorgulleces de conocer sólo 50…///




-Mi amigo aquél que me contaba que si después de jugar boliche, sentías dolor en alguna parte, es que algo estuviste haciendo mal. ¿Tienes dolor o incomodidad en alguna parte?

Un cuarto como muchos, afuera el neón. La mancha urbana no muy lejos. Se sentía la paz en ese lugar. La armonía. Ellos dos sabían qué hacían, porqué y cómo, era su armonía.

Estaban desnudos. Habían tenido sexo glorioso, ellos lo consideraban así, después de tantas veces, de tanto saber dónde cuándo y cómo vibraba cada quien y ya estaban en ese limbo momentáneo lleno de placer en la nube y de ir checando lentamente si sus estructuras estaban todas en orden. Mente, conciencia, recuerdos inmediatos, electricidad en la piel, lo que esté punzando que siguiera punzando y que siga punzando más y el corazón y lo que tenga que palpitar, palpite.

-Nada de nada, todo está a gusto, cómo debe estar, creo, sin que suene a mecanismo, tal como sueles hacerlo tú, que siempre dejas el romanticismo afuera del cuarto… pero sí, todo fluyendo, vaya que fluyendo, como debe de, este, fluir… si acaso el temblorcito de siempre y mi susto de sentir tu corazón tan rápido, me asusta tu taquicardia…

-No es taquicardia, es solo el esfuerzo enfocado, Yol… 

-Lo único es que te veo algo callado… en qué piensas, ¿en alguna maniobra que debiste hacer antes o después…? Guárdala para después… no siempre estamos para hacer todo de todo, Rami…

-No, lo que pasa es que… algo me sigue inquietando…

Ella lo miró preocupada. Dijo:

-¿Otra vez ese ruido de tu carro?, déjalo afuera de tu mente, por favor, todo tiene arreglo, es parte del sistema… estamos aquí para dejar al mundo afuera dos, tres horas…

Ramiro sonrió. 

-No, es otra cosa. O tal vez tiene que ver. Es cuando estuve escribiendo acerca del Sistema. Y todo empezó cuando empecé a preguntarme de la estructura en sí del Sistema.

-¿Que quien diseñó el Sistema? ¿El del carro? La Ford, ¿no? Sus ingenieros.

-Si, precisamente eso, quien diseñó el Sistema? Con letra “s” mayúscula. Sistema. Pero no el del carro, Yol, el que nos rodea.

Ella lo miró viéndole los pezones y de inmediato se tapó el busto, no le gustaba que le viera el busto antes o después de tener sexo. Ella le respondió:

-El Sistema es un grupo de… o un conjunto de… armazón complejo de interacciones en el universo a nivel macro o micro, a nivel tú, a nivel yo, a nivel la galaxia o antes o después, y de esas interacciones la gente o tú o yo entendemos que hay reglas, Ramiro. O sea, un Big Bang, un sistema de leyes, o un Génesis, un sistema de acuerdos, también de leyes, unas de física, otras de religiones… Sí, debe haber un sistema, pero solo está ahí… nada que ver nosotros en él…

Ramiro la miró en sus curvas sinuosas, cubiertas por la sábana, adivinando su piel, su sentir, su aroma, lo agitado de las respiraciones tan solo unos minutos atrás.

-Yolanda, ya lo sé, pero quién lo hizo, ¿es artificial? ¿es espontáneo? ¿Es distinta a la mía, esa mi percepción de lo divino, insisto, distinta que la tuya?

Ella miró los espejos de arriba de la cama. Vio las siluetas juntas y las recordó entrelazadas sin saber de quien era aquellas piernas, espalda, demás.

-Ramiro, papito, mi realidad es diferente de la tuya. Tú eres receptor, emisor de mensajes, de percepciones y en alguna parte de ti se asimilan, y se registran, o al revés, se reciben, y se registran, se asimilan y de ahí actúas, de ahí respondes, tal vez de ahí razones.

Ramiro se concentró en sus labios carnosos deliciosos que estuvieron haciendo mil caricias y malicias en su propio cuerpo. Le respondió sin vacilar acariciándole el largo cabello negro:

-Estoy de acuerdo, Yolanda, pero entendamos que hay una misma realidad, y tú eres mujer y yo hombre. Y aquí se da un no sé qué… milagro, de que nos entendamos corporalmente, emocionalmente y todo lo que termine en “-mente”. ¿El Sistema lo permite?

-Ya lo vi, mi cielo y vaya que eres hombre, y vaya que soy mujer, ya lo viste… y sí, el Sistema no siempre debe ser negativo en sus interacciones…

La miré y sonreí.

-Presumes, Yol. Y presumes lo que es, somos dos seres que se complementan, tienes razón. Es el Sistema. Así está hecho. Sólo uno decide si es a favor o en contra de sus reglas o dinámicas o leyes o no sé. ¿Propiedades?

-¿Pero qué le discutes, Rami? No hay otra manera de ser, es nuestra manera de desarrollarnos en este planeta. O quizá es el universo. Es la manera de que los sexos produzcan más seres humanos, sí, se le agregó de manera extra por fuerzas extras al tema del placer el de la culpa y la moral y el pecado, pero esa es otra conversación…

-Estoy de acuerdo, eso es fuera del Sistema. Y a veces pienso que nunca entenderé nada. 

-Te conozco, eso te conflictúa, mi cielo…

-Mucho, a veces siento que estoy tan cerca de saberlo, de asimilar dentro de mí este asunto del Sistema. Sería sencillo de resolver en mi mente de que Dios puede que lo haya hecho, con todo lo de la creación, de que todo funciona así, el mar, los cielos, los pescaditos, los leones, las ovejas, los seres humanos y así mismo creo el Sistema de interacciones, pero también tengo mis dudas…

-Basta, Ramiro, a lo que te traje, mijo… Apaga la luz, ¿quieres? Cuéntame más como el sistema tuyo se integra perfectamente con el mío que ahora quiero que me derrames más de tus conocimientos y que me ilumines… mmm, profundamente mi cielo, con tu luz, tu gran  y generosa luz interior…

Ramiro ya no dijo nada, solo obedeció o creyó obedecer o su mismo cuerpo lo demostró a través de una clara señal apuntando a los cielos y a los universos, le dijo:

-Sí, lo que tú quieras, mi Yol...

Arriba, en otro plano, las entidades llamadas Dios y una de ellas, Sisifel, la encargada del Sistema, le dijo:

-Así es todos los días, señor…

-Déjalo, el Sistema lo envuelve lo suficiente, y ahorita, este amigo está ocupado. Al rato se le olvida. Ah, ¡ya deja de mirarlos, Sisifel! Déjalos en lo suyo… salgamos, tenemos problemas quánticos con las otras realidades.

-Es que señor, mira, este, de acuerdo… pero me dijiste que lo tuviera bajo observación por lo del Sistema.

Sisifel pensó: “Como tú sí los ves, Señor, porque estás en todas partes…”.

-¡Sisifel, sabes que sé lo que piensas tú y el universo entero al instante! Y lo del Sistema es importante, cualquier razonamiento u observación sobre el Sistema me ayudará a mí también entenderlo. Recuerda, nosotros los dioses sólo somos usuarios o huéspedes de él y han pasado todos los billones de años y seguimos averiguando su origen… y tú, perdiendo el tiempo…

Sisifel enrojeció:

-Perdón, señor. Es que… ya sé, ya sé… vamos a la Sala Quántica de Realidades Alternas…

Salieron no sin antes Sisifel, enrojeciendo, dio una última mirada y lleno de sorpresa de la última… maniobra que alcanzó a apreciar de reojo.

Abajo, en ese cuarto de hotel en la noche y con luces de neón cerca, Ramiro y Yolanda se encontraban nuevos placeres dentro del Sistema. 

De hecho, al parecer de Sisifel, la encargada del Sistema, sí, totalmente bueno. ///1223


1,222 En el cine me dormí, me olvidaron, desperté y todos y yo ya estábamos en blanco y gris.

NnCt 1222 de 1m440 películas y recuerdos que ya no sé cuáles eran míos y cuáles no lo son.



En el bar esperando a mis amigos, de esos nuevos lugares que tienen pods, tratando de olvidar el malentendido con Hilda por el cual estaba a punto de irme a Marte, pero bueno, tenía mis pendientes. Como siempre en mis atormentados recuerdos.

De pronto apareció esta chica que se parecía a Vicky, lo malo de tener 143 años y tener mis propios insertos de memoria era que, yo por estar en el rango de casi “no aconsejable” en eso de los injertos, era a veces una carga porque por tantos años deambular miraba cada lugar, cada calle, cada visión de la ciudad y me traía algún, o muchos, recuerdo malo, alguno bueno, demasiados pocos, alguno excelente (casi inexistente) y no, no podía vivir de recuerdos, era carga emocional, y por más terapia para aumentar mi Coeficiente de Frialdad y el de Indiferencia, no los podía poner a nivel, me involucraba a cada rato demasiado y me daban eternos conflictos sobre decisiones que pude haber tomado, desastrosas consecuencias, terribles efectos.

Por eso estaba en este bar oscuro como todos los bares, con música sin identificar que para mí era lo mejor. Ya no quería referencias. Mis amigos me reportaron que no iban a venir y me sentí harto. Me miré en el espejo y aún con todo lo hialurónico del agua que podía tomar veía la vejez en mis ojos y no que me quisiera tomar control de mi final de vida, pero no estaría mal si no fuera curioso y eso era lo que me salvaba de mi cansancio de vivir, mi curiosidad.

Y en el espejo que miraba ese mundo inverso, a lado de mí había mil desfiles de mis propias familias paternas y maternas y luego los amigos de las varias olas, las de joven, las de mayor, las de hipermayor y las de mi hialorujuventud, que, para ser verdad, no sabía cuánto me quedaba lo cual no era necesariamente malo, menos quería ver los pronósticos de cada órgano, de hecho no quería electricidad dentro de mí, aunque fuera la electricidad amplificada por células, de la sana y sin malas consecuencias. De pronto en cuanto llegaron las mujeres al espejo dejé de ver, todas eran un sufrir para mí, aun las que acabaron bien, porque las extraño y las que acabaron mal pues por eso, porque acabaron mal y muchas no debieron acabar mal.

Entré a una cabina-pod y de pronto estaba en Casablanca, en el bar de Rick viendo a Ilsa y a Sam hablando y por fin pudo Ilsa con vencer a Sam de que cantara Como pasa el tiempo. Pienso en las mujeres que de pronto vuelven como si nada hubiera pasado, ellas en control y eso no es justo. Le cambié de inmediato.

De pronto el Mago de Oz, cuando Dorothy mata a la bruja, se generó todo un rollo… pero no estaba de humor de ver a una jovencita que hablaba aniñada que también las tuve, que me generaban ansiedad.

Y ya vacío de todo y cansado de todo fue cuando vi que me quedaba una tarjeta para activar el último pod, se recomendaban que fueran pocos porque sino todo era una sobrecarga emocional y a cómo me sentía era demasiado.

Luego salí y me fui al pod de “Ocurrió una noche” con Clark Gable, quería quedarme por una sola vez en esa recámara, con Claudette Colbert, la rica y bella heredera renegada que huye y se encuentra sin saber, con un periodista que le miente, Gable, por supuesto, porque la buscaba precisamente. Me sonreí de todas las cosas que aparecieron en la película, era el año 1934, en plena depresión en los Estados Unidos y fue cuando tomé la decisión de comprar el paquete entero.

Así fue cómo entré dentro de la película y opté por las cuatro horas de profundo cinecoma en el cual el usuario entra en la trama y participa dentro de alguna manera convocado rutinas de realidad aumentada con redes hápticas y no sé qué menjurjes más. Me miré en blanco y negro. Era raro, pero interesante para un alma muy hastiada y más conflictuada como la mía.

De pronto estaba arriba en el autobús en un asiento en el pasillo y ahí entraba ella, Claudette y Clark estaba hasta atrás esperándola según el argumento y en eso como alteré la línea del mismo, yo le ofrecí a Claudette que se quedara en mi asiento, así dio inicio a esta aventura… que no duró más que diez minutos en mi tiempo real.

Lo que no sabía era que el cartucho de esta película estaba corrompido y me quedé en la escena de que ella se fue en otro vehículo, escena alterada, de que estoy en la estación de autobuses y que nadie puede salir de aquí y ya llevamos horas o días o años y ya no puedo salir de ella hasta que lo reparen y me desvinculen. Son los mismos personajes, lo malo es que todas las actores y actrices están borradas las caras, no sé si por los datos corrompidos y ni se les entiende nada. No sé si fastidiarme o quedarme así.

Al menos mientras haya energía o manera de salvar el episodio, nada me faltará, eso creo. Sólo espero que si me encuentran mi cuerpo y me desvinculen lo hagan con cuidado y no piensen que tuve un desmayo o ataque. Sólo espero eso. Que me desvinculen bien. Al menos con las caras borradas nadie me recuerda nada ni que me atormente nadie. No está tan mal. De hecho ojalá que esta pausa dure un poco más. Ojalá. ///1222


0351 Ser agente secreto. Inventé un pasado. Inventé mi novia. Pero murió. La lloré mucho. ///

NnCT 0351 de 1m440 sellos postales que compramos pero que jamás enviamos porque nadie está de aquél lado o al menos de eso tenemos la sospecha… ///





Ya que todo terminó y de cuando estás convencido de que irían tras de ti y tienes que aferrarte rápido a lo dicho. Estar en una prisión parque pantano de castigo, cortando hierba interminable, picando piedra interminable en la maleza de clima cálido y tórrido lleno de humedad y te interrogan y sabes que puede que te castiguen y te torturen si te presentas débil con ellos y eso es lo que deseas evitar y para ello desde el principio inventas una vida de aventura y familia y así en los primeros años inventé a Angélica que era maestra, piel blanca delgada pelo chino negro, con pómulos lindos y apariencia de princesa y reina y le gustaban las danzas folklóricas y con la idea de que un día saldría de aquí, el tiempo pasó y tenía todo listo para inventarles mi creación y con el tiempo Angélica se convirtió en una realidad para mí y lo digo con conciencia de aceptarlo, por supuesto que era inventada pero de alguna manera, por mi necesidad, mi inventó creció y creció y ya no supe cómo detenerlo. Cada ocasión le fui inventando la casa, los detalles, su dolor de extrañarme, su tema de que decidió dejarme, era necesario, me pesaba hablar de ella, la había idealizado mucho, su tema de que la casa le fue quitada, y ella aguantando todo sola, el tema de que se casó con la otra persona, y no supe cuándo pero supe de toda la felicidad que encontró con esa persona que era contador y vivía feliz y que ascendió cada vez más en la sociedad, su sueño de toda la vida y yo estaba cortando maleza y árboles bajo el clima cálido, calor tórrido lleno de humedad y las ampollas y las víboras y las arañas sin fin y jamás acabábamos y luego los hijos de Angélica, mejores escuelas, y que a uno de ellos le puso mi nombre y al saberlo me puso tan orgulloso de que no me había olvidado y a la niña le puso Angeliquita y sí, ya sé, como supe todo eso, no lo sé, seguía recibiendo cartas de ella, pero de aquél lado no había nadie, me entiendes, yo la inventé toda, y después Angélica me dijo que siguió viajando y de pronto se encontró con una persona que era como yo, es más, era casi yo, yo en la confusión sin entender nada y sí, tuvo una aventura, no sé por qué pero ella fue feliz y yo me enteraba de todo, no sólo me dejó a mí, dejó al esposo yo sorprendido porque ella no era así y sus hijos crecieron y ella se hizo abuela y de pronto era feliz con su nuevo trabajo y su nueva pareja con la que iba al cine, y yo en la maleza con el azadón y el pico y las millones de telarañas cada vez más. Y todo lo veía verde y mis  huesos y mi alma y mi ser ya no aguantaban  y cada tanto tiempo la carta siguiente aparecía, me intrigaba que seguía en la vida de Angélica, me contaba su rutina en el gimnasio, me contaba de sus exámenes de salud porque siempre fue muy delgada y su piel era casi transparente y le detectaron un problema de hígado, de pronto supe que se había quedado viuda de su pareja y de pronto volvió con el esposo que la perdonó y que ahora ya se pusieron a viajar y a cuidar a los nietos y yo no entendía nada, pero así supe de la muerte de su padre en un accidente, de su madre, de cómo se peleaba ella con los hermanos por la gran herencia y de cómo batallaba con los inquilinos de una casa que tenía rentada con todo y muebles y con el tiempo me enteré que ella, ella, siempre en mi cumpleaños me recordaba y me compraba un pastel alemán en mi nombre y se lo comía sola despacio en el comedor todo blanco y pensaba en los momentos cálidos tórridos llenos de humedad en qué estuvimos solos en su casa, cuando comenzábamos a ser pareja y cómo comenzábamos a besarnos de pronto y nada nos interrumpía y nos desvestíamos a la luz del sol que pasaba por el bello vitral y que solo se escuchaba el sonido de los gemidos atrevidos y el minisplit además del ladrido allá a lo lejos para luego yo secarla con la toalla en la regadera cuando nos bañábamos juntos y cómo nos despedíamos y sentía como el sol y la gente y los automovilistas me veían salir de su colonia mirándome con sospecha de tanta felicidad que irradiaba pero sabía que todo eso no importaba y que solo me importaba revivir sus gemidos y el minisplit y el perro ladrando…

Mientras la maleza seguía creciendo en ese calor tórrido de clima cálido y lleno de humedad y la piedra seguía siendo picada, levantada, cargada cada vez más pesadas llenas de arañas mil y todo eso de Angélica, me costaba tanto aceptar que yo lo había inventado y nunca supe que pasó con las cartas, la última la acabo de leer hoy y es de Angeliquita contándome de la muerte de su dulce madre que expiró con mi nombre en sus labios… Y me puse a llorar de tristeza y de qué ahora sí, ya nadie me escribiría y que lo único que me reconfortaba era el saber que si yo moría, y que ojalá fuera pronto la estaría acompañando allá en los cielos, sí, para siempre juntos en la eternidad de climas no tan cálidos, no tan tórridos y de una manera mágica, sí llenos de humedad… ///0351


0338 Estudié para ser guía. Lo aprendí todo. Cuando acabé ya no había quién quisiera saber nada. ///


NnCt 0338 de mil,440 conceptos en los que el universo conocido está dividido y por eso tenía que ir comprendiendo uno tras otro. Uno tras otro. Uno tras otro. ///




Al final del día lo comprendí, que el conocimiento se sigue agregando con nuevos temas y nuevos puntos de vista más las representaciones, más las reinterpretaciones, y no sé, acabé de tener un encuentro con Elpidia, la amiga cuentacuentos que me decía sobre su labor de transportar a niños al mundo de las historias y los sueños y que me dejó un gran sabor de boca sobre todo al ver las estrellas en sus ojos, después de que me despedí diciéndole que “tú eres la entrada al conocimiento de cada día saber más” y que ella me contestó de pronto: “En realidad la puerta al conocimiento está en ti”. Sonreí sin saber por qué lo había dicho y al rato caminaba ya tarde, en el último grupo vespertino por los pasillos del Templo Mayor y que por culpa de una cinta de mis tenis me recargué en una tarima que tumbé de la que no me había percatado que era una nueva sección en la que se estaba trabajando y al caer ella yo también caí en un entrepiso y de pronto miré para todos lados y era un pasillo iluminado y como había perdido contacto con mis compañeros y mi celular ya no captaba señal decidí caminar para ver la otra segura entrada o segura salida y fui ahí cuando me percaté de no sé cuánto caminé porque me fui cansando, pero al mismo tiempo me fui dando cuenta que no me importaba, veía tantos pasillos y vueltas y antorchas colocadas en la pared que supe dentro de un tiempo que estaba perdido, o mareado o que solo daba vueltas por donde mismo, pero en ese instante vi una gran cámara que tenía muchos recovecos del cual había como tablas o cartones no muy grandes apilados ligeros llenos de polvo, a media luz y no sabiendo con claridad de dónde venía esta de pronto me vino la visión o necesidad o repentina obsesión inexplicable de que debía saber lo que estaba escrito en ellos (¿eran códices?) y vi una y le soplé el polvo y no entendía nada y vi otra y tampoco, y me entró una angustia entera, una ansiedad por saber lo que decía y que es en ese instante cuando tomé la decisión de saberlo todo. 

Mi destino empezó a escribirse.

Quería saberlo todo. Y me quedé ahí quieto por un largo rato y cerré los ojos y de pronto ya estaba en un pasillo y vi hacia atrás y de pronto no encontré la cámara con los códices, porque eran códices, ¿sí? Y tenían conocimiento y  tenían sabiduría y me dio una maldición, debía saberlo todo, debía saber más y más. Y me tropecé y caí. Y me desperté y fue cuando sentí mi mente nublada como si me hubieran dado una corriente eléctrica por todos lados, pero sí empecé a preocuparme porque tenía hambre declarada y fue cuando recordé que en mi mochila tenía una barra de esas de granola y miel que me supo a gloria y además tomé agua, que también por la emoción olvidé que traía, pero de pronto me dio un gran sueño y fue cuando me senté en el suelo y me recargué y no tenía miedo absoluto, sabía que encontraría la salida, de hecho ya estaba pensando en alternativas para marcar los corredores y así saber si estaba dando vueltas o no, y por otra parte sabía que me encontrarían en cualquier momento y más miedo me daba que me dijeran que me metí para robar, y en eso ya no aguanté más y me dormí y como en los sueños aparecieron muchas confusiones y escenas y angustias y ansiedades y aparecieron las mujeres con las que había tenido contacto o deseo o sencillamente alegría de haberlas conocido y sobre todo Elpidia.

Escuché “Levántate”. Entreabrí los ojos y lo miré, era un señor con cachucha de policía, de velador, ahí me dije, “¡ya era hora, ya me encontraron!”.

Me mostró la salida y me dijo, “Ahora empezarás a saberlo todo… buena suerte con eso. No sé si maldición o perdición, pero buena suerte”. La luz de la calle me alumbró y voltée a verlo y ya no estaba.

De pronto llegando a mi centro de estudios lentamente me dio por aprender, por saber, y progresivamente entendí de disciplinas, entendí de escuelas, colegios, institutos, algún mecanismo se dio y apliqué becas, apliqué puestos para aprender y algo me sucedió en mi cuerpo, no estaba envejeciendo y seguía aprendiendo. Tratados, tendencias, disciplinas humanas, científicas, teóricas, filosóficas. 

Mi destino escribiéndose, sin fin a la vista.

Construí con dinero ahorrado, extrañamente por muchos muchos años, un refugio en una montaña, aposté por la decadencia, pero seguí aprendiendo, en los bancos de memoria, los bancos de información, los bancos de datos de todos lados, que poco a poco, con el tiempo, y con una tendencia autodestructiva, anticultural empezaron a desaparecer. 

A mi alrededor pasaban cosas, ocurría el progreso aprisa, pero a mí no me ocurría nada. Llegué a las decadencias de las naciones, los señores de la guerra, las mini guerras contenidas, las grandes migraciones, regresaron lentamente las comunidades, las tribus, los individuos salvajes, violentos algunos, yo me encerré  y seguí ascendiendo por el conocimiento. 

Llegué a un punto en que ya no pude tener contacto con nadie, quizá estaban todos los nexos cortados, confié en que en esta época el conocimiento perdurara. No había tiempo de especulación. 

Nunca supe lo que había ocurrido en ese anexo del Templo Mayor, décadas, centenas de años, pero fue cuando ya no había nada que estudiar o aprender al parecer, que empecé a leer de nuevo lo que tenía y así como aquél personaje San Leibowitz, inicié a transcribir lo aprendido lentamente pensando en que alguien lo encontraría. 

En ciertas noches, veía a través de la ventana las estrellas y recordaba a Elpidia, la cuentacuentos. Me hacía sonreír. 

Y ya no me preocuparía por luz, ni comida, ni por nada. Solo preservar el conocimiento. Alguien apropiado deberá de encontrar todo esto. 

Tenía que apurarme, en el espejo vi mis primeras arrugas, mis primeras canas que jamás en todas mis vidas había visto. Y no olvidaba a los que pudieran, los temibles bárbaros, en su venir y querer arrebatar o destruir, destrozar, todo borrar.

Mi destino ya estaba escrito. Mi tiempo empieza a correr. // 0338


1,221 Vi las cabezas gigantes en la selva y sus cascos, me pregunto, ¿cuándo volverán por mí? ///

NnCt 1221 de 1,440 columnas del gran templo escondido de la gran selva cerca del Suchiate cerca del gran volcán del Tacaná allá por el Soconusco, tema del que no sabes que yo no sé tampoco y no importa para lo que sigue…///



Me topé la primera vez del Ah Chak Wayib, el Gran Soñador, un rey maya desconocido por muchos, te lo conté y no me hiciste caso, en un artículo de Time, algo me subyugó y se volvió obsesión porque no encontré nada de él.

Te dije que un día iría a buscarla o por lo menos estar cerca de ese lugar, que era muy Indiana Jones. La historia contaba que era una piedra encontrada importante y que trataron de sacarla del santuario, no sé si a un museo o a qué, pero el tema es que los arqueólogos fueron interceptados por bandoleros y por no sé qué causa la piedra hermosísima de la cual se conserva una sola foto fue regresada a donde estaba y para colmo de males, sellaron el lugar con cemento. Sí, cemento.

¿Quién contó la historia? No tengo idea.

Impelido por algo, un sueño-necesidad, me lancé a buscar a esos lugares y di con un grupo de senderistas y me mandaron con una tal Nora Hilda Trejo. La conocí en la recepción del hostal, pelo rubio, caireles exuberantes inesperados, labios rojos, piel dorada. Sonrisa amable, dientes blancos. Perfume punzante. Estaba en bienes raíces ahí en Tapachula.

Me presentó a su hija. Me dijo que me iba a presentar a su hermana gemela, Diana, pero nunca pudo llegar y tuvimos que partir. Fuimos en jeep y en una comunidad, seguimos a pie. Cansado, le seguí el paso.

Se hizo de noche y de pronto se apareció una villita y ahí en un parador para ecoturistas me recomendaron las sopas de hongos, que para esto había una que se llamaba La Sopa del Gran Soñador. Coincidencias.

La probé y me encantó. De ahí fuimos a dormir.

Algo extraño ocurrió en la noche, estaba en medio del sopor, la sopa sí me había caído mal y vi que entró una persona a mi cuarto, me asusté y por un aroma punzante tuve la idea de que era Nora Hilda. Sin dejarme pensar me tapó la boca y me besó. Sólo eso, me besó. Salió muy aprisa y sólo recordé un aroma curioso, entre dulce y cítrico, asombrado de todo si no fue mi imaginación.

En la mañana siguiente me levanté y me pregunté si había sido un sueño y pensé que sí, debió haber sido eso. En eso apareció Nora Hilda y me sonrió. 

-¿Durmió bien?

Le sonreí y le asentí, como no mostró nada de familiaridad, según mi juicio, tuvo que ser un sueño.

Salimos de la villita y avanzamos, ella me llevó entre las veredas que conocía porque era guía, la mera selva, los arroyos, la exuberancia de lo verde, del azul cielo profundo, los insectos de todas formas queriendo explorar mi piel, troncos podridos que se deshacían viéndolos, reptiles extraños de mundos prehistóricos diminutos, pero nada fuera del mundo realmente, así fue como llegamos a otro pueblo y ya por la hora pernoctamos, con menos comodidades, pero yo estaba con la idea de seguir hacia el lugar donde había estado Ah Chak Wayib, el Gran Soñador. Ya había llegado hasta ahí. Por más que quería saber de Nora Hilda, de su vida, ella se limitaba a hablar sus temas de bienes raíces y senderismo.

Ahora dormí mejor, pero volvió a ocurrir algo extraño. Dormíamos cada quien cubiertos de una tela blanca transparente para que los insectos nocturnos no molestaran y de pronto en la oscuridad volví a sentir una persona, no pude despertarme, una masa de cemento en mis párpados, pero sentí otro beso de labios deliciosos y carnosos en los míos. Intenté mirar, pero cuando los abrí vi unos ojos rojos, ¿eran los de Ah Chak Wayib? Cerré los ojos en el acto, los volví a abrir y no vi ya nada. Una desagradable visión. Quizá era ya demasiada selva para mí. 

Pero seguí en mi empeño, terquedad, necedad, necesidad, deseo.

Fue cuando ella me dijo, “ahí está el Suchiate, yo ya no puedo pasar. Si me llega a ver la migra guatemalteca tendré problemas, ya con los senderistas nos han llamado la atención dos veces, una tercera es prisión, prisión guatemalteca”.

Ahí Nora me presentó a Mauricio Terrés, lugareño gran conocedor de Sabines y de Rulfo y de Eraclio Zepeda. Un erudito improbable que sabía de selvas. Promotor cultural en la zona. Sus lentes oscuros me llamaron la atención, como los de Neo, Keanu Reeves en Matrix.

Me fue llevando por otros senderos y de pronto me tocaba yo los labios recordando el sueño con Nora. Pasamos mas arroyos con puentes de troncos viejos, piedras puntiagudas a cinco metros al fondo, calor, humedad, tórrido todo, pero no sé por qué una necesidad me poseía. Debía llegar a esa imagen del Gran Soñador. La sentía tan cerca, era punzante, casi dolorosa.

-La verá ya la verá, todos la veremos algún día. 

Evitamos serpientes, en una de esas también evitamos una patrulla de soldados guatemaltecos.

-Aquí hay rutas de migrantes. Me señaló fogatas, bolsas, envolturas de comida.

De pronto ya  no hubo senderos. Escuché pájaros, escuché animales, escuché felinos. Sí, tuve miedo, pero confiaba en el amigo Mauricio, el promotor cultural, conocedor de Sabines, de Zepeda, de Rulfo. Lentes oscuros como los de Neo, el de Matrix.

Y estábamos hablando de Rulfo caminando en la selva sin fin.

-Es que los murmullos, Mauricio, Páramo es una novela de murmullos de muerte y eso me deprime…Pero bien dices, hay que darle una nueva leída…

Fue cuando me di cuenta de que estaba solo. 

Sentí mi pulso al cien, al doscientos.

De pronto una luz de un claro se miró y fue cuando llegué a un pasillo cubierto por los árboles de la inmensa selva, ahí vi a unas cabezas gigantes que parecían olmecas, y no era la zona de olmecas, creo, pero yo no sé de eso, sólo sé que estaba hipnotizado por la historia de Ah Chak Wayib, que me hablaba, que me decía, ven por mí… “¡Mauricio!”, quise gritar, pero no podía, el lugar me imponía. Y fui ahí en los pasillos, en las columnas que vi la piedra, la gran Piedra de Ah Chak Wayib, el Gran Soñador.

De pronto de entre las columnas, un grupo de hombres y mujeres pintadas las caras me agarraron, me pusieron arriba del disco a pesar de mi resistencia, sacaron de no sé donde un cuchillo, y grité, hasta el punto de que pude ver el cuchillo y vi de reojo que era una especie de cuchillo de acero inoxidable, incongruencia que no me iba a salvar de ser apuñalado y sólo cerré los ojos y… sentí como inevitable la punta del cuchillo en mi pecho a punto de entrar, sangrar, ser penetrado…

Abrí los ojos. Estaba Nora Hilda frente a mí y miré a todos lados. Estaba en el hostal de Tapachula.

La miré confundido. Me dijo:

-¿Durmió bien? Lo veo pálido. ¿Está bien?  ¿Ya desayunó?

No pude decir nada. Me asomé a la ventana, ¡era la Plaza de Armas de Tapachula! Me sentí mareado. Sólo le pude decir:

-Todo bien, muchas gracias. Sí, pasaré a desayunar en unos minutos, Nora Hilda…

Me miró con extrañeza. 

-Este, yo no me llamo Nora Hilda, mi nombre es Diana…

Me sorprendí. Continuó hablando. Su piel dorada se puso pálida.

-Y Nora Hilda es mi hermana gemela. Pero ella murió y no sé como se enteró de ella. A nadie se lo cuento. Yo soy Diana, se lo dije. Aquí está mi tarjeta.

Leí sobresaltado.

“Diana Trejo, Bienes Raíces. Ecologista, Senderista. Tapachula.”

-Coincidencias curiosas, disculpa.

Ella sonrió, recuperando rápidamente el color dorado.

-No se apure. De hecho le presentaré a nuestro guía. Él nos llevará en esa excursión por el Soconusco. Se llama Mauricio Terrés. Promotor Cultural, especialista en Sabines, Rulfo y Eraclio Zepeda.

En eso entró el señor Mauricio, con sus lentes negros, como los de Neo, el de Matrix. 

Sonrió. Me dijo:

-Así que quieres conocer a Ah Chak Wayib, el Gran Soñador. 

Miró a Diana/Nora Hilda.

Ella le regresó la mirada llena de confianza, de seguridad. Él continuó:

-Nosotros te llevaremos…Claro que sí, te llevaremos con Ah Chak Wayib…

Sin dejar de sonreír se quitó los lentes. Sus ojos eran rojos. /// 1221


1,220 Meditando en el crepúsculo, con ese bello sol, de verdad, ya no extraño a la humanidad. ///


NnCt 1,220 de 1,440 imágenes tristes de un sol morado, hoy, el futuro será grande. 



Cómo no estar feliz en este planeta tan prometedor, tal vez vivamos aquí un día, pensé.

Y cómo no estar contento, solo con música, solo con mi desierto. Algunos microorganismos por averiguar si son amigos, enemigos o neutrales, que para eso vine. Ver su evolución, dirección, intención. Ver si se desbordan como se piensa. Y vigilar que no se desborden, porque son poderosos, en un descuido, al parecer, podrían cubrir ese planeta y arruinarlo.

Por lo demás ya no quiero nada, no quiero tristezas, solo quiero saber si el misterio del universo está en el sonido de un grillo en la noche, o en una sonrisa, en un acto de gratitud, en un olor de galleta recién horneada y para eso quise estar solo y escribir poemas, y ver, también, programas repetidos de Miami Vice (el de Bruce Willis, de impactante final).

Y estar de pie otro día más, a hacer lo mismo y otro y otro más, todos los días iguales, los 400, los 500, los 1,000 , no sé cuánto miden los días exactamente, tal vez 25 horas o 26, y que sí se me hacen largos de una extraña manera, cambian mi metabolismo, pero es parte del tema. Nos dejan aquí en planetas a los Amargados Solitarios, exploradores que calificamos con gran resiliencia que nos impide olvidar la humanidad.

Ya no quería más contactos directos, más interacciones, más protocolos, ni más dinámicas, más fingimiento de que no quiero sexo, de que me tienes que interesar. Ya no más nada. Llegas a cierta edad que no te importa. Hay otras recompensas.

Y con todo, en las tablas virtuales me daban dos mil amigas diferentes. Imaginarias, compuestas, singulares, plurales, conceptuales, agentes, cabezas parlantes, reales, irreales. No había manera de saber cuál era qué. Al final todas eran máscaras. Y nadie decía la verdad.

Cayendo en la tentación, olvidando mi disciplina, probé esa y luego otra, y al poco rato probé todas, así dando scroll, scroll, scroll y las convocaba, se aparecían, salían, desaparecían, al cabo del tiempo quedó una.

No recuerdo si se llamaba Nelly o Blanca pero apunté los criterios y ahí estaba, era Blanca y Blanca era poeta y me escribía cosas.

No, no era algo de inteligencia artificial, le hice las pruebas sin que supiera y las pasó. 

Humedad, tristeza condensada, furia cultivada, ternura contraída, alegría magnificada, toda vuelta confusión en proporción a estímulos mil que iban desde el color del sol, de las plantas, de las piedras, la química de los perfumes de las flores, la visión de las estrellas, del sonido inicial del universo. Así la acepté en una especie de libertad. El decidir no saber, decidir no comprobar. Su nombre era Blanca y Blanca era poeta.

Disfrutamos a la distancia ella y yo el desaparecer el sol por el horizonte y sus rayos púrpura que al bañarte a través de sus cristales sentías que te purifican. Miraba los puntos de las estrellas titilantes, de la Vía Láctea y su leche derramada, de la Andrómeda acelerada camino hacia nosotros, del Orión enfurecido, del anillo desequilibrado de Neptuno, de los océanos inteligentes, de Vega a punto de explotar y de caerse al precipicio de los años luz.

Disfrutamos el flotar del polvo estelar, el estar al borde del agujero negro más negro que la noche en donde en cuando hasta el tiempo tiene miedo. 

El problema fue cuando de pronto salió otra mujer o persona o máscara haciendo lo mismo. Y Blanca de pronto ya no apareció, pero luego llegó otra más y otra, y todo se desbalanceo y sentí al Universo en mi contra tanto que al final tomé la decisión y me fui del campamento a encontrar otro que me diera de regreso a la soledad, a mi silencio. Blanca que era poeta, que no volvió, solo la guardé.

 Aquí estoy, unplugged y canto a las dos lunas y al sol morado a la distancia y me siento feliz. Y las sombras y los eclipses, las lunas están más cerca y ciertamente son más rápidas, veo mas eclipses, más largos, ya ni sé, no conozco de mecánica celestial. Mis microorganismos bordan el precipicio y al punto de desbordar las orillas. Tejiendo su filo celestial. Se los impido con electricidad solar morada.

Solo quiero quedarme solo, solo. No quiero fricciones. No quiero nada.

La soledad de las piedras, la soledad del tiempo. Siento la erosión. Siento la radiación desgastante. Mi cansancio, aumentaba poco a poco. Mi edad también.

Pero en eso llegó ella, Blanca, con toda la fuerza, decisión y precisión, me desconectó de mi conexión y ahí empezó mi fin. Me encerró y se quedó con mis logros y lo peor, con mi pasado. Todo lo registró a su nombre. Me dijo que me recreará, y no puedo evitarlo. No tengo más fuerzas. Será una soledad donde realmente ni siquiera sabré que estoy dentro. Por eso acepté. El borrón final (mi última gracia fue llamarle así, “el borrón final”), ocurrirá cuando escriba “Hasta aquí”.

El sol morado seguramente seguirá su curso, las lunas, como siempre, lo seguirán rápidas, aceleradas. Harán eclipses, habrá rozones, habrá fricciones.

Desde que me fui los microorganismos tampoco han tenido freno. A estas horas todo lo habrán desbordado. Y probablemente cubierto todo el planeta. Todo. Lo lamento. Era un planeta muy prometedor. Hasta aquí./// 1220


Nanocuento o nanofabula 1,219 de 1,440...

 1,219 Analicé las cadenas de pensamiento de mi diseño de IA. Lo confirmé, fui creado, ¡por mí! ///





NnCt 1,219 de 1440 ciclos que pueden ser los tuyos o los de alguien más que ya olvidó la llave de donde se cierran o abren. ///

Abro los ojos de nuevo y salgo del sopor.  Miro pantallas por todos lados. ¿Ojos que me observan? ¿Cómo llegué aquí?

No distingo mucho, ha sido mucho tiempo en la oscuridad, me acuerdo de los topos que pierden la vista y se les hacen pequeños los ojos.

-¿Hola, hay alguien ahí? 

No escucho nada, caigo en otro sopor. 

De pronto me encuentro en casa de la abuela, en Mitras. Y hay un jardín con rosas. Y veo una, recuerdo olerla, la veo con hormigas, pero pensé que era natural. Y de repente ya era noche y había un grupo de amigos y amigas, todos de trece, catorce años, que casi no conocía. Algo ocurrió, todos corrimos, riendo hacia el parque, por la banqueta.  Recuerdo que tropecé por culpa de un cable que mantenía tenso un poste y llegó Teresa, me vio caído y sin ayudarme a levantar, se burló de mí, causándome siete años de autoestima en números rojos.

Luego todo desaparece y de pronto recuerdo cuando se murió mi abuela. 30 de julio de 1983. Y ahí empieza una confusión-rotación de personas, de fechas, de lugares. Desconcierto total.

¿Qué mundo viví? ¿Dónde estaba ese mundo?

Estoy  viendo la imagen de cuando me caí y veo de nuevo a Teresa por la pantalla, morena, cabello largo, ojos grandes. ¡Pero está en la pantalla! Y es  un recuerdo mío. Y ahora la estoy viendo.¿Alguien capturó mis recuerdos y los guardó en una cinta? Pero era uno de miles, ¿por qué ese? 

Me miro, me toco la ropa, compruebo que estoy vestido de mezclilla, tenis, camiseta roja con el grupo Kiss al frente. Veo alrededor y hay más equipo, más pantallas. Veo una especie de silla en medio pero no con una pantalla, sino con un teletipo. Se oye mucho ruido, como de una impresora de martillo que suena impresionante. Impresora de impacto, parece, esas son de museo. Mucho ruido. 

Y el teletipo, como antigua máquinas de escribir. Comienza a escribir sola. Leo y dice “MTY, 1974-07 CGS-2053”. Arriba dice, “MTY, 1974-08 CGS-8941”)

Descubro en esta computadora, ¿es mi vida? Si quiero recrear la escena, lo puedo hacer. Ya no me pregunto dónde estoy. Quiero ver porqué estoy aquí. Me gana la curiosidad y veo los archivos de Tampico. Las tardes de monotonía total viendo Siempre en Domingo. Luego los de Reynosa. Luego los de Monterrey. Más tarde veo los veranos ardientes del Supersiete de Paseo de los Leones. Muchos viajes. Muchas personas. Y se me vienen los nombres: Magdalena, Alejandra, Carmelita, Adriana, Vicky, Lety, Blanca. Y sus caras. ¿Alejandra me dio un beso en los labios? ¿Teníamos 10 años? Flotan aromas, miradas, complicidades, roces, caricias leves. De pronto el primer seno en mis manos. El primer beso a un pezón. Un beso de lengua. Me estremezco. Me da ansiedad. Me da angustia. Esto es demasiado personal. ¿Cómo llegó aquí?

Trato de recordar más, pero no puedo. Que fue lo de antes, que fue lo de después. Cómo llegué a algunas cosas, cómo salí de algunas otras. No puedo. Son solo eventos. No hay secuencias. Solo escenas. No hay hilo conductor. Tengo tanta duda. 

¿Y si nada de eso existe?

Y es que nada de eso fue tal cual. Nada de eso ocurrió. No recuerdo las cosas así.

Empiezo a hacer memoria. Sólo recuerdo haber nacido en un grupo. Una maestra fue nuestra madre. Luego empezamos a trabajar. Limpiar, reparar. Mantener. Aprendimos electricidad. Aprendimos temas de operación de la máquina. No sabíamos cómo funcionaba, sólo la prendíamos y listo. Las otras podían apagarse, sólo una debía estar funcionando siempre. Recuerdo los martillazos de las impresoras.

Pero tampoco sentía sólido ese tema. Igual. No sentía que hubiera principio o final, o nadie quien interviniera o comentara. 

Todo eran computaciones. Son mecanizaciones, lo cual me hace escribir la palabra “mecanizaciones” donde leo que cuando tenía 7 años y nos daban plumas, me causaba terror la pluma, hacer operaciones aritméticas, ¡qué espanto! Iba a mancharlo todo. La maestra Ángeles me enseñó a escribir. Sí, así como tengo los dedos, así tomaría la pluma sobre un cuaderno, por la raya, sin desviarme, sin salirme de la doble raya. Luego la maestra de canto con su acordeón donde cantábamos temas de la Madre.

Pero, pensándolo bien, la maestra Ángeles no existió ni tampoco la maestra de canto. Ellas no me enseñaron eso. No. Yo aprendí, no, no sé cómo, pero no había esas personas. Nada existió. Son solo sombras. Son como cartuchos de memoria. Sí, eso son, cartuchos de memoria etiquetados que se quitan y se ponen.

Me hace querer verme en un espejo, pero no hay superficies reflejantes, me toco el rostro y no se me hace familiar. Extraño, pero no me soy familiar. Veo mis manos. No me las reconozco.

Abro los ojos de nuevo. Salgo del sopor. Sigo acostado como si nunca me hubiera levantado a ese teletipo. ¿Hay un teletipo? Ahora no hay ruido. Todo es suavidad. Hay algo que suena de fondo, pero no lo identifico. Olas. Murmullos. Gotas. Hay una leve, muy leve vibración.

No estoy seguro de yo leer esto. No sé si lo estoy reviviendo o invocando. Alguien entra. Me mira, me reconoce. Debe saber quién soy. Una mujer rubia. Sonriendo. Amable.

-¿Despertaste? Qué bueno. Dime, ¿cómo te va? Te veo confuso. ¿Desde cuándo te sientes así?

Algo hilo. Le respondo. Quiero darle la impresión de que sé quién soy. Y empiezo a recordar. Y  empiezo a hablar. 

-Lo vi en una revista.  Entre tanta imagen apareció un anuncio: “Usted puede ser una creación de IA. Puede serlo, sólo que no se ha dado cuenta.” Dele click a esta liga. ¡¡Se sorprenderá!” 

Respiro profundo. Continuo:

-Pagué una cantidad, di click hubo dos preguntas y sí, una transacción, luego una transición, y sí, me lo dijo, que yo era una creación. De ahí aparecieron varias ventanas con videos. Vi varios episodios míos. Pero que no eran míos, tengo esa creencia, episodios de… de Reynosa, Tampico, Monterrey. 

Pienso en la chica que me pegó en mi autoestima. Veo mis manos y me pregunto si estuvieron acariciando esos senos. Siento enrojecer. No quiero que me adivinen el pensamiento.

-¿Te sentiste mal?

-No. Me sentí más cansado, uno pensaría que una creación de IA tendría todo cubierto. Digo, no puedo ser una creación de Inteligencia Artificial… no puedo, ¿verdad?, no podría estar… tan consciente de esto.

-Entiendo. Al parecer hubo un error de sistema. Alguna carga que todo lo mezcló.

Guarda silencio.

Dice: 

-O sea, una cosa es que recuerdas todo, lo de esos lugares, lo de esas personas, lo de esas caricias.

La miro. 

-Yo nunca mencioné nada de caricias.

-No te sorprendas, lo vi en tu file.

Me siento angustiado, me quiero levantar, correr, salir de ahí, golpearla. Grito de repente y solo recuerdo que ella también grita y algo hace que me desmaye.

Siento que pasaron horas, o días, o años.

Abro los ojos de nuevo. Salgo del sopor. Sigo acostado. Y escucho mucho ruido, mucho como de mil martillos en impacto por todos lados, que me invaden y que me hace pulsar la cabeza. Me causan tanto dolor, que siento que gritaré. Y grito mucho. Caigo al vació.

Abro los ojos de nuevo. Salgo del sopor. Sigo acostado. //1219


Nanocuento o nanofabula 1,218 de 1,440...

 1,218 La palabra “Eterna” tatuada en mi corazón. El tatuaje se fue y ella con él. Me quedó hueco.



NnCt 1,218 de 1,440 de tus tatuajes en los que quiero navegar si fueran mares en tu piel y tu alma, obvio es bajo el mar y ahí quiero estar contigo en medio de tus olas, en medio de tus alas, en medio de tus piernas, en medio de tu ser, porque eres varias personas y sabes que lo sé desde que tuviste la teoría de robarle a las personas su voluntad robándoles sus tatuajes y grabándolas en la tuya en un acto de rebelión total que empezó con un inocente Control-X para copiar/borrar y un Control-V para pastearlo en tu cuerpo y así ser feliz robando no solo el tatuaje sino el pedazo de alma del compañero o compañera que inocentemente te habían creído tu sonrisa y aparente desparpajo de tu ser lleno de tu maldad púrpura.

Quisiste ser otra persona pero terminaste siendo la Frankenstein de varias, que con lo que les extrajiste fuiste mas fuerte cada vez y así fuiste robando a más personas y aquí estamos hoy frente a frente, por fin, poniéndome a prueba y yo, sintiendo en mis sienes la fortaleza de mi confianza, así lo quise.

Y me reclamas en ese instante tantas cosas de un pasado que nunca tuvimos juntos tú y yo y me sorprendes con tu belleza labios rojos ojos profundos delineados de impacto y yo, inesperadamente, acepto, acepto de corazón en la mano, quemándome con él al rojo blanco con ese deseo arrollando mi objetividad, de decirte sí,  de sí, te quiero pedir perdón, por tanta es tu belleza tu elocuencia tu magia tu aroma que me es necesario decirte que sí. Sí a lo que sea, a lo que desees, a lo que me des quiero y lo que quiero es que me lo des.

Pero hay algo en mi mente en Modo Seguro que es como un espejo mental que me permite ver en qué me estoy convirtiendo y sí, te miro en una alarde aleatorio de reflejo casual de una luz de  estrella precisa en mi mente como por primera vez y me sorprendo y aterro y veo que eres como una araña exquisita poderosa que me está envolviendo en sus aromas, efervescencias preciosas y tiernas, que me hace cada vez romper y a veces pienso que me causará dolor estar separado de ti, pero ¿cómo hacerlo si siento de ti todo amor, interés, atención que necesito? Siento que sí me desisto de mi venganza te complaceré y así tú me complacerás y seremos dos en medio de una danza alucinante de deseo de carne que siente insuficiencia de ser consumada, de ser complementada de sentir que dos seres se separaron al principio del universo y hoy, en este instante es cuando llegó el momento de unirse por siempre jamás, como dice la frase. 

Pareciera que no hay paso atrás.

Y veo la luz, veo la emoción, veo lo rojo blanco del calor que arde que tú eres mi agua, tú eres mi hielo que me refrescará eres mi bálsamo a mis heridas y poco a poco siento que me arrastras a ti, lenta, inexorable, inevitablemente a ti.

Que nada me costaría darte todo, mi ser, mi conciencia, mi tiempo, mi atención y mis tatuajes no de piel sino los cerebrales, los espirituales que me hice desde hace décadas en la duramadre, en mi pericardio que tanto custodio y celo y que con ellos he navegado y he sido feliz/infeliz/feliz.

Pero no, no, de pronto, siento un temblor, una contramarea, una contraola, un contratsunami que me trastoca, que me perturba, que me estremece, que sí, que tal vez te puedo dar todo, mi  amor, mi odio, mi envidia, mi celo, mi deseo ardiente de montarte, pero no, espera, no mi piel, no mi entorno, no mi ambiente, no mi consciencia y jamás, nunca mi pasado. 

“¡No pasarás!” le gritó Gandalf desesperado al Balrog en el precipicio de Khazad-dum y tú, tú, Eterna, ¡tampoco pasarás! 

Empiezo a resistirme y ya veo las fisuras las grietas veo las primeras piedras que van cayendo de tu estructura poderosa, veo llenarse de óxido y herrumbre todo el metal pesado que rodea tu ser y veo por primera vez una silueta de ti mujer que adoré, tus curvas, tus valles, tus montes, de ti mujer suma de todos mis amores, mis deseos, mis tentaciones, mis fantasías oscuras. 

Y el silencio cae encima y me ahoga. Y siento crepitar. Siento mil de golpes.

De alguna manera de pronto me quedo solo y sólo respiro en el suelo adolorido y veo el reloj dar vueltas más lentamente y miró mi mente errar por el universo, ahora maltratada de por vida, de haber tenido y  perder por siempre la posibilidad de haber los dos sido uno solo y maldita sea mi consciencia, ser parte tuya, eso es lo que hubiera deseado y desaparecer en tu explosión/implosión más allá de mi ser más allá de mi vida, más allá de todo. Ser tu polvo ser tu aire que exhalas, ser parte de tu piel, y que se pierda ahora en las nubes negras de los tiempos no recorridos ni extrañados por nadie.

Ahora el espacio se vació y pesará en toda mi eternidad. Tu no silueta. Tu no piel. Tus no caricias. Tu Levedad del Ser de Kundera que ya no será. 

El zumbido que vibra arriba del silencio que se enrosca y que taladra en mis oídos, por siempre desde hoy hasta mi punto final, el instante de cuando expire.

Cerré los ojos.

Los abrí.

En eso, me di cuenta de que vi el Labastida pasar raudo a mi izquierda, todo se puso rígido en mí, me levanté sin respirar, mi sangre en el piso, mi pulso al 200, timbré impreciso de manos temblorosas el cordón místico de metros a la distancia por encima de azarosos pasajeros hasta la campana violenta al lado de un chofer irritado por sus propios problemas, y con el corazón lleno de congoja noté que el camión frenaría a disgusto pasando una, dos, tres cuadras más allá de Fátima, afuera de pronto lloviendo torrencialmente y trayendo ese día por error de apreciación supina del clima, mis pantalones de mezclilla blancos y sin paraguas. Tres cuadras temerarias de Vasconcelos cruz Calzada San Pedro hasta la puerta de mi destino, a través de sus masivas esquinas encharcadas, filas de carros hartos del día me esperaban, y cargando libros llenos de conocimiento fútil. 

La clase es a las 4:50 PM, hoy tocando parcial, son las 4:45 y será éste un largo día. //1218 


Nanocuento o nanofabula 1,217 de 1,440..

 1217. La locura era de tanta bebida, sólo en este avión caído y los seres blancos tocan la puerta.



NnCt 1217 de 1,440 sueños, frustraciones, delirios antes de las 9 am.

Veo mis posibilidades. Puede que vengan por mí. Puede que no. Puede que el piloto haya puesto el Mayday antes de caer. Puede que no. De hecho, no sé si estoy alucinando, en el shock del accidente. Puede que esté aquí. Puede que no.

Estoy en la penumbra. Estoy en la confusión. Salí, ¿ayer? Sí. ¿Tengo una herida en la cabeza? No. Pero sí me di un golpe fuerte. Vi malditas estrellas. ¿Alcanzo a ver mis manos? Sí. ¿Mis piernas las puedo mover? Sí. ¿Me puedo levantar? Sí.

¿Había un saco? ¿Tenía información? Eran mil miniUSBs, numerados, con toda la información de los passwords de las cryptomonedas. Son la puerta a veinte millones de dólares. ¿Estarán conmigo? Sí. ¿Me queda comida? No sé. La necesito? Sí. No sé cuánto se tarden por mí. De inmediato verán las USBs. Pensarán que soy un ladrón. Ahora sí lo soy. No era un ladrón, me dieron el paquete, me lo ordenaron. No pude negarme. Fue el director. Pero yo sé lo que traían los USBs, pensé que era info tranquila que no querían mandar por internet. 

¿Fue Ivonne? ¿La del pitazo? Ya no me podía hacer para atrás. Me asusté tanto. Sigo asustado tanto. Para acabarla, caímos.

¿Veo alucinaciones? No lo sé. La luz viene y va…

Son muchos, ¿qué son, pigmeos? ¿Pigmeos blancos? De dónde? Sí, estoy alucinando. No hay pigmeos blancos. Menos aquí adentro en la cabina. ¿De dónde salen pigmeos blancos? Son de África, ¿no?

En la ventana. ¿Es ese metal que veo, está lejos, es de mi avión? O es otra cosa?

No lo sé.

Es mucho dinero. No me tocaba a mí llevarme eso. No hago esas cosas. No sé si lo hagan. Será la vergüenza total. Debo destruirlos. Debo deshacerme de esas cosas. No hay manera de comprobar que es. No tengo laptop, terminal, no sé nada. Si me preguntan no sé nada. No debí haberme traído nada. Ivonne me lo dijo después. Pero ya no podía hacer nada.

Lo único que sé es que no hay pigmeos. Los imagino, estoy muy presionado. Tengo que deshacerme de la evidencia, no es mía, pero cuando alguien investigue pensara que fui… Podré salir a tirarlos? Estoy muy débil, me reclamarán si los pierdo? ¿Me amenazarán? ¿Me matarán? Mi pulso se aceleró. Estoy tan malo de la presión. ¡Me voy a desmayar!

¿Y si llegan y ven todo quemado? Pensarán que era evidencia. Cada USB son veinte mil dólares. Una fortuna. Este verde, aquél rojo. Aquellos blancos. Pero no puedo quemarlos, ¿con qué? Aquí no hay cerillos ni nada.

De nuevo ustedes, ahora son más, ¿de donde salen? ¿Por qué se me quedan viendo? ¿Por qué me ven…? No existen, no están aquí.

No, no hay nadie allá afuera. No puede haber nadie allá afuera. El avión se desplomó, ¿verdad? Sí. Estoy en medio de la selva o del monte o del bosque todavía, sí.

¡Por favor no me toquen, no me toquen! ¡Uno me mordió! Me hacen señas. ¿Quieren mi bolsa? ¿Quieren los MiniUSBs? 

Son muchos, me abruman, me rasgan la piel, les tengo que dar la bolsa, se las aviento lo más lejos que puedo y se tiran hacia donde la aventé, me dejan, me sueltan y van con los MiniUSBs. Se los empiezan a comer, sonríen. O sea, ¡se los están comiendo! Se van con dos, con tres. Parecen mexicanos como cuando encuentran un trailer accidentado en carretera, se los llevan felices y se van. Ya luego no queda nada. Se llevaron todo.

En eso sentí que todo se ponía negro. Me dejé caer en el sueño. Los pigmeos. Me mordieron y tengo sueño. Mucho sueño.

24 horas después entraron al avión reportado, solo encontrando al piloto y a un pasajero atrás, los únicos que venían.

-¿El pasajero está vivo? ¿Quién es? Su rostro está arañado. Quizá por el accidente. Son heridas pequeñas, tal vez vidrios, pero no se ve nada quebrado en ningún lado, carnal.

-¿Y esos miniUSBs? Son muchos. Llévate los que puedas con las manos, diremos que no vimos nada, pueden servir para tu escuela, ¿no andas diciendo que siempre necesitan cosas de esas para sus tareas? Hay muchos ahí en la bolsa. Da la impresión de que eran más. Sepa. Ni quien se dé cuenta. No pasa nada. Estarán más que contentos con que el compa este esté vivo. ///1217


Nanocuento o nanofabula 1,216 de 1,440...

 1216 El piano seguía sonando. La trampa. Ya estaban ya en mi mente, pero no saldré de mi roca.



NnCt 1216 de 1,440 de las demasiadas notas que el Emperador le dijo a Amadeus que le quitara las que sobraran para que su Flauta Mágica saliera perfecta. 

Es el fin. Y la soledad y el desierto y las piedras y la construcción en la que me escondo, que tiene fuente natural de agua, de luz, pero aun así no saldré, porque ellos están tras de mí y me quieren y no me dejaré. No sé quién me busca.

Serán ángeles. Zombies. Vampiros. Extraterrestres.

Fui errando cruzando continentes llevando en mis manos los últimos óvulos funcionales de mujer, los de Eloísa, yo los conservaba en sus aparatos, tanques, freezers de temperatura óptima, nada más grande que no cupiese en una mochila. El destino de la humanidad, pensé. 

Serán crucificadores. Zelotes. Comanches. Fantasmas. Insectos Gigantes. Pesadillas.

No sabía qué es lo que me perseguía.

Sólo me perseguían. A lo lejos veía el humo de destrucción. Y estaba al borde de la desesperación, de la locura. La alucinación, la irrealidad.

A veces me veía salir huyendo de la estepa, con las ordenes, “eres el último que trae los óvulos, no hay más, no hay otra manera de que la humanidad sobreviva. Es la última oportunidad.” 

Los óvulos de Eloísa. ¿La conocí? Me parecía que sí. No me dijeron. Pudo ser la anciana esa de 35 años, la que me abrió la puerta. La de 20 que me dio de comer. La doctora que me miró con misericordia y me convidó de su cuerpo.

Les llevaba días, semanas, no sé, pero no paraba, dejaba un rastro sin querer. Dejaba un aura, una energía. Me encontraban. No sabía cómo. Siempre huyendo en mi vehículo que navegaba en las sombras, hecho de cristal.

Cansado, me detenía y ponía a Mozart, quien me llenaba de fuerza, me llenaba de energía, de luz y miraba, a mi alrededor, todo el páramo-desierto-desastre por todos lados. Nada de voces, nada de Mozart, este planeta volvía poco a poco a sus orígenes de desiertos, sin agua a la vista, solo montañas, montes, cerros, desfiladeros, arena, mucha arena. Y un día sería de nuevo reclamado por el mundo salvaje, ahora sí, el mundo sin humanos como querían muchos, que todo quedara como al principio virginal. Sin Mozart. Los que decían que los seres humanos éramos el virus.

Por eso quería seguir, por que deseaba que Mozart se quedara por siempre. Mozart era la humanidad. Yo era, soy la humanidad. Los óvulos de Eloísa son la continuidad. Son Mozart.

Así llegué a esta construcción en medio del desierto, tal como me habían dicho los mensajes cifrados del cielo. Alimentada por toda la energía solar, de viento y de la eventual tempestad, que pudiera caer, de día y de noche. Amurallada, escondida, desfiladeros y puentes viejos que destruí al pasarlos. Sí, había alimentos, de buenas. Ya no me quedaban muchos. El vehículo de sombras y cristal deteriorado, tenía fecha final.

Y ahí estaba yo, Eloísa, con tus óvulos congelados, listos para fertilizar. Ya habrá quien los desarrolle, nutra, eduque, los madure. Que se haga el ciclo de nuevo. No me quedaba más que una cosa que hacer. Aguantar a que vinieran por mí.

Serán Meridionales. Caníbales. Ultrarreligiosos. Monstruos. Arpías. Bestias.

Todo por tus óvulos congelados. Luché, maté, hui, destruí, para conservarlos. Aquí estoy escondido. Sé que no tardan por mí. Pero no sé quién tocará la primera puerta de las dos.

Serán amibas gigantes. Dragones. Serpientes. Demonios. Robots.

Se escuchaba Mozart. Lo programé para que se quedara en loop toda la eternidad. 

Las 666 obras del catálogo Köchel.

Veo en la pantalla que pudieron abrieron la puerta. Al menos ya vi. Son demonios. Colas, alas, tridentes, pezuñas, colmillos, fuego, humo negro, destrucción. Maldad absoluta. Son los ángeles caídos. Vienen por mí, por la humanidad.

Resistiré lo que se pueda. Ya resguardé los óvulos de Eloísa. Nadie los encontrará. Sólo yo.

Pensar en que soy la esperanza de la humanidad, de todas las creaturas. Reí fuerte. Yo pecador de entre todos los pecadores, yo. Soy la esperanza de la humanidad. Reí más. Tengo que aguantar para que alguien venga a ayudarme. Tengo esperanza. Respiré profundo. Dejé de sonreír. Rompieron la segunda puerta. Las piedras cayendo, una enorme sobre mi pierna, los destrozos, de entre el polvo escucho una voz profunda, cavernosa:  “¡Ah, la Flauta Mágica, maravillosa!”/// 1216


Nanocuento o nanofabula 1,215 de 1,440...

 1215. Quise cambiar el pasado, y me perdí, me quedé. Abro los ojos, los trilobites se ríen. De mí.



NnCt 1,215 de 1,440 trilobites que se colgaban de la tela de una araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro trilobite…


Ya lo dijo Clarke, “cualquier tecnología avanzada es vista como una forma de magia”. 

José Luis me odiaba y no sé por qué. Me asombré cuando supe lo que pensaba de mí. En la empresa todos nos llevábamos bien. Pero empecé a sospechar algo cuando llegaba a su lugar y cerraba su laptop de golpe, con descaro. Siempre me dejaba notas. “Esto está mal”. “Eso está equivocado”. “Aprende chavo”. Las “s” era como las del grupo Kiss.

La empresa jugaba con tendencias. Invertía fuerte y luego se quedaba a medias. Así fue con los Sistemas Expertos. Platicando les extraía información a los obreros, la cual se las inyectaba a los robots y ellos hacían sus tareas. Habían explotado ya varios robots y de paso nos estábamos quedando sin obreros porque se iban a otras empresas, molestos, desplazados.

Ahora era la realidad virtual real. No sabíamos si era moda.

El proyecto empezó a dar frutos. Tomaba una imagen, le hacía ajustes, la metía a la máquina de Realidad Virtual Real y la creaba. Me tomé libertades, como pintor con paisajes.

Soy un ingeniero artista, es lo que pasa.

Así cree una zona rocosa con cabras montesas. Otra con bisontes. Ya llegaríamos al tema de probar estructuras, máquinas. Por el momento eso lo hacía en un despoblado lleno de chatarra detrás de la Central. Ahí creaba el ambiente y caminaba dentro de esa cuasirrealidad y tenía cuidado con las cabras o los bisontes, en la realidad virtual real podría haber heridos. No se sabe. Se veía y sentía fabuloso. Era sensorial total.

Resulta que me prestaron una novela sobre Los Invasores, el programa de TV de los 60s. Se llamaba La Noche de los Trilobites. Me impactó. Y desarrollé una situación-escenario con los trilobites. De un metro de altura, mezcla de cucarachas gigantes con cangrejos con patas muchas y antenas espantosas. No pensaba caminar entre ellos. Parecían peligrosos. Los vi varias veces. No sé por qué lo hice. Tonterías mías. Lo borraría. Pero ahí se quedó el patrón de creación.

Para esto Ceci era una mujer casada, muy bella, me gustaba, pero pues, a todos nos gustaba, por cuerpazo, amable y simpática. En la posada yo estaba hablando con ella genial mientras los demás estaban todos bebidos como era costumbre en Sistemas. Algunos bailaban cayéndose sobre las compañeras, a mí la música me disgustaba y platicaba con Ceci a gusto. En eso se acercó José Luis a sacar a bailar a Ceci, quien, me dijo antes, no le interesaba bailar con borrachos. Ya se había acercado Efrén a lo mismo e incluso se enojó conmigo porque le dije que yo estaba platicando con ella. Hasta me agarró del brazo con fuerza y se lo retiré. Así Ceci se quedó conmigo. Al rato vi a Efrén hablando muy enojado con José Luis. No me la iba a acabar.

Pasaron cosas. Le presté una unidad de disco llamada “Zeppelin” a José y vi que le cambió el nombre a “Los Enanitos”. Me enervé pero no dije nada. Mis cosas no se tocan. Así, otras cosas.

Una vez no encontré mi cartera. Una hora después de salir, dentro de la cafetera, toda húmeda. La encontré solo porque me pusieron un recado en mi pantalla con una carita sonriente. “Busca la cafetera”. La “s” angular tipo “Kiss”. Me volví a enervar.

En ese entonces no sabía de mis rencores, ni de mi mala manera de manejarlos.

Le dejé un recado a José, que el inge Vázquez  pidió una cinta confidencial en la cintoteca, la que estaba atrás y de la que yo sabía que la puerta se cerraba por accidente. Como buen lamebotas, José fue raudo.

A esa cintoteca le acabo de mandar unos 20 trilobites. Ahí se estarán un rato, uno arriba de otro… ¿Serán carnívoros? No me acuerdo. No importa. 

De hecho, hay tiempo, ahora le dejaré un recadito similar a Efrén pero para que vaya a la bodega. Van 20 trilobites, a la bodega. De inmediato. /// 1215


Nanocuento o nanofabula 1,214 de 1,440...

 1214 En el apocalipsis, el planeta envenenado. Me quito el traje, y veo al espejo. Sigo sin verme.



NnCt 1214 de 1,440 cubrebocas que hemos usado desde que empezó.

Estaba yo del lado del vidrio, ella del otro. Los cubrebocas, presentes. Los silencios también. Rosalba y yo hicimos una promesa que se me ocurrió, sí, se me ocurrían cosas absurdas. Habíamos prometido no hablar, no pregunten porqué. Fue un impulso. Es que me dolía escucharla. Su voz, hermosa. Decía “Rangel, yo te amo” de la manera más bellísima. Algo así fue lo que me dijo al final que nos vimos. Antes de la supercerrazón.

La pandemia seguía. La gente enferma. Las vacunas funcionaban hasta cierto punto. La gente ya no moría tanto, pero quedaba una tristeza y decían que habíamos quedado afectados. Decepcionados, cansados. Noo éramos los mismos. 

El vidrio estaba en la zona que se llamaba desmilitarizada. La ZDM, era la línea nada imaginaria, la barrera de púas y postes y pozos y trincheras nos dividían por mucho, en la geografía. 

Lo que ocurrió era que de pronto surgieron dos COVID, el -F, en las mujeres, el -H en los hombres y cuando las parejas se encontraban, se despertaban anticuerpos uno de cada lado, se desarrollaban los síntomas y mataban a los dos. Por eso la supercerrazón. Y las separaciones, y el dolor, un escenario de ciencia ficción. Impensable. Irreal.

Empezaron las ideas de tomarse la vida, algunas parejas se iban a las cabañas comunes que pusieron gentilmente en varias partes de la ZDM donde no había vidrio ni nada. Y se quedaban ahí, se amaban y morían. Luego llegaban las brigadas a limpiar y a esperar las siguientes parejas. Mortal todo.

Los médicos trabajaban a toda velocidad. Pero no encontraban la cura.

Por eso me separé de ella. No toleraba estar viéndola por la ventana. No quería tampoco que aceptara vernos en alguna cabaña, ocurrencia absurda y así morir. Sí, así me amaba.  Por ello decidí ya no hablarle. No quería que muriera, esto era de paciencia, encontrar la vacuna era cuestión de tiempo, pero ya habían pasado tres años y decían que serían dos años más, pero era doloroso, todo era doloroso.

Me fui a las montañas, sin internet. El acuerdo. No buscar noticias. Sé que después la encontraría.

Empecé a escuchar rumores, de que sí, que ya habían encontrado la cura, que ya iban a quitar las divisorias, que las parejas ya no morían, ¡las nuevas vacunas funcionaban!

¡Era Día de la Victoria! Hombres y mujeres se besaban, con timidez. Había felicidad, alegría. Bueno, no todas, no todos. Había gente que tenía terror a los COVID.

Pero no encontraba a Rosalba. Por ningún lado. Eso sí, las mujeres empezaron a entrar al mundo de los hombres con miedo, nosotros al de ellas. Íbamos con cuidado, no sabíamos si podía haber una mutación o algo más. Nos aseguraron que no, que las vacunas eran poderosas.


De pronto vi a Rosalba en una plaza comercial y me miró. Resplandecía, feliz. No me esperaba. Me miró y me detuvo con su bella voz: “No te acerques, Rangel”. Años sin escucharla. Era complicado detenerme, tenía planes, podíamos comenzar de nuevo. Sin acercarme le dije: “Sólo he pensado en hablarte, nunca debí haberte pedido que nos dejáramos de hablar.” 

Rosalba empezó a decir, con su voz de tristeza:

“Nunca me entendiste, Rangel, no me quisiste escuchar, pero cuando te fuiste, dije, él encontrará su camino y nunca volverá. Por eso  me ocupé en las brigadas de la nueva vacuna, y sin buscar encontré a una persona y ya estoy comprometida, y es más, estoy embarazada de él”.

Me congelé. ¿Escuchaba bien? 

“Repítelo”, le dije:

 “Nunca escuchas, Rangel, siempre querías dominar la conversación Antes de que tomaras esa decisión estúpida de no hablarnos nada, que yo acepté mil contenta, tú me malentendiste. Lo que al final te dije fue ‘Rangel, ya no te amo’.

El “ya no te amo” más bellísimo que hubiera escuchado jamás.

Me regresé a las montañas y en el espejo, ahora que lo pienso, dejé de verme. Dejé de escucharme. 

Sólo esperaba a qué algo sucediera, un nuevo apocalipsis, una nueva pandemia y veía siempre a la puerta para ver si llegaba Rosalba sonriente y arrepentida y que llorando me dijera, “me equivoqué, mi cielo”, pero no, Rosalba nunca regresó. ///1214