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lunes, julio 28, 2025

Nanocuento o nanofabula 1,209 de 1,440...

 1209. Papá, trillonario,  yo y mis 399 hermanos lo enterramos. Uno se disgusta con sus papás.




NnCt 1209 de 1m440 inconformes con su fortuna porque debimos haber nacido envueltos en sábanas de seda, papá, nos lo prometiste, pero dio la casualidad de que ni a saco de algodón llegamos pero no es queja porque esta es la cultura del esfuerzo y ni qué le hacemos, pero un día nos enteramos de que estábamos prestados en una familia que quise mucho, con quien dormíamos en piso de tierra y que nos decían que a lo único que teníamos que temer era a los alacranes. Yo soñaba con aire acondicionado. Pero cuando sí nos comprobaron que no éramos nada de familia, solo pudimos respirar de alivio, a mí no me gustaba la escuela rural a la que íbamos a estar. Sonaba muy sombría y la idea de darnos ahora sí lo que merecíamos era lo mejor del mundo, era esperanza. Soñábamos, papá, con comer pasteles, postres, dulces. Yo soñaba también con un espacio para mí solo con el que pudiera trabajar en ese aire acondicionado. Pero cuando en lugar de mandarnos a una casa maravillosa con cocina y despensa a plenitud, y llevarnos a estudiar a una escuela moderna nos trasladaron a un páramo desértico peor que donde estábamos y comenzamos un adiestramiento complicado, arduo y que ponía a prueba nuestras capacidades, nos pusieron en una fragua, yunque, martillo, llamas violentas alimentadas con fuelle, a ayudar a un herrero que nos ponía a manipular láminas de acero más allá de nuestro peso con violencia y fuego y metal al rojo blanco y también a hacerla de ayudante de mecánico en la insana reconstrucción de vehículos viejos tales como tractores y camionetas que habían visto mejores vidas. Soñaba con trabajar con números, con información, con conocimiento. Ambientes elegantes en los que se trabajase en armonía. Hay que recordar que éramos niños, jóvenes, pero así estuvimos, de pronto nos avisaron, papá, que nos iban a cambiar a un lugar mejor y de esa forma nos cambiaron a una selva densa, verde totalmente, verde que dolían los ojos de tanta clorofila y lo mismo, nos pusieron a ir creando caminos con talache, azadón, hacha, pico, machete, para cortar la maleza, los matorrales, el monte, como le llamaban, en medio de animales salvajes, ponzoñosos, con colmillos, con cascabel, con agujones, peligrosos, calores tremendos, climas torrenciales, millones de moscas, billones de mosquitos hambrientos, trillones de garrapatas y el huracán que nos visitaba de vez en vez destrozándolo todo de manera indiferente. Soñaba con gente educada haciendo cosas educadas, con luces de neón hermosas y clima controlado todo el año. Luego, papá, nos volvieron a prometer que nos iban a cambiar y nos pusieron en un desierto en el cual nos pusieron a limpiar extensos terrenos llenos de arena, polvo, sal, quitar huizache, nopal, mezquite, a hacer pozos con pozeras, alambre de púas, y luego a hacer presas, y luego a sembrar sorgo y luego a cosecharlo al sol ardiendo los cuellos y la cara y las ampollas en ampollas. Fueron días pesados, terribles, las águilas negras nos miraban desde arriba en el cielo azul teniéndonos lástima. El calor improcedente, el agua ardiendo, las vacas mirándonos con desprecio muchas de las veces. El cielo sin nubes, el sol con plomo en sus rayos. Y así estuvimos y luego de pronto algo ocurrió que nos cambiaron a oficinas con aire acondicionado, con mil cubículos, donde nos enseñaron a capturar hojas y hojas con números negros con lectores de código de barras a terminales conectadas con un lejano host que solo quería más y más y más sus millones de cifras, sus millones de claves, sus millones de datos y ya no sabíamos cuando salía el sol porque comíamos en un comedor sin ventanas, dormíamos en pequeños catres, el fin de semana vivíamos en casas alejadas todas iguales, pintadas iguales las 17,649 de ellas pegadas a otro bloque con 16,320 de otras. Lo que hice fue soñar que estaba en el desierto y mientras descansaba con sudor y cansancio, cortes de púas en una de las manos, espinas de nopal en la otra, y arriba veía y contaba las águilas negras que pintaban con sus vuelos números desconocidos, en el aire, números que yo sólo quería capturar en esa pantalla gigante que hace un segundo era un bello cielo azul, sin nubes. Y todo, incluso tú, papá, reverberabas en mi mente y te deshacías en mi memoria para nunca más volver… ///1209


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