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jueves, julio 31, 2025

1,224. Sí, todos actores y la existencia actuación, y de pronto vi mis hilos y todo quedó oscuro.

NnCt 1224 de 1,440 hilos de la creación de todos, y por un instante nos vemos todos vosotros marionetas… y es que en ocasiones todo parece estar manejándose con  una mano invisible los del Maestro de Marionetas. ///




“Pepe este mundo es de rudos, y no lo somos, yo no soy rudo, Pepe…”

Y después te dije: “Pepe, no tentarás al destino.”

Sí, Pepe, concluí que “no tentar al destino” debe ser un mandamiento del que no supimos. ¿te acuerdas? En la película de Mel Brooks, Moisés traía tres tablas y se tropezó y se le cayó una que se le destrozó en el suelo, no supimos que mandamientos dirían. El “no tentar al destino” pudo ser uno de ellos. Nos reímos esa vez. A veces pienso que nos faltó reír mas.

Estábamos en ese antro, ya al final de la noche, quizá en la madrugada, no sé cómo llegamos ahí, como siempre queriendo impresionarse tú y el otro tipo de que eran muy rudos.

El dueño de la mujer o no sé cómo decirlo. Te vigilaba. Yo te dije que no, que no le hablaras, Pepe. Parecía haber un arreglo entre ellos. Sí, era hermosa, Pepe, única, de cine…

Y seguiste hablándole y congelado alterado te dije sin que nadie nos oyera: “el tipo es de cuidado, trae arma o algo así, yo lo vi”.

La pistola.

Me imaginaba lo que pasaría. 

La pistola, los disparos.

El ambiente había empezado hacía horas en ese lugar del bar verde, igual que la casa, y  las luces rojas y los cuerpos sueltos si es que es tu dinero va a estar suelto. Las chicas desenvueltas sabiendo que ellas eran las reinas del lugar como las mariposas de bar que dicen, las “barfly”, así me las imaginaba, ellas volando como palomillas hacia la luz.

Te dije, Pepe, que no sabíamos las reglas, te dije que no debíamos estar ahí. No era conveniente. No era para nosotros. Pero tú, el rudo, decías que sí. Yo no era rudo, Pepe. Nunca lo sería.

Me dijiste que no tuviera miedo, que había billetes.

Eso siempre me impactó de ti, Pepe. Tu confianza en los billetes, te hacía intrépido, te hacía temerario, no conocía a nadie cómo tú. 

Pero teníamos 19 años. Y ese lugar era para gente con lo doble de edad, no éramos competencia.

Parecía una obra de teatro. Irreal totalmente. Te dije que ya que saliéramos no debíamos regresar, pero no, fuiste por más dinero. Y regresamos. ¿Para qué, Pepe? ¿Qué ibas a demostrar? ¿Qué eras más machito que el dueño de esa mujer, el Sombrerudo? 

La pistola, los disparos, la sangre.

Sí, vi a la mujer, hermosísima su sonrisa, sus cejas, su nariz, simétrica, curvilínea increíble, su perfume, hechicera, su todo, su voz llena de miel igual que sus pechos, esplendorosos, maravillosos, con deseos tal vez de ser explorados…

Pero por lo mismo, la vi a tiempo, era una sirena que deseaba solamente que cayeras en la trampa y no está mal, se entiende, Pepe, es el juego que la gente juega aquí, son sus reglas y no sé cómo se aprenden, el hecho de que me lo pregunte es parte de que no sé, es concluir que estamos perdidos en esto, Pepe…

Tú acabas de llegar de Vermont de intercambio donde hiciste mil cosas y donde me contaste de tus mil aventuras con las chicas de allá, lo de la moto, lo del árbol, lo de los arbustos, pero Pepe, allá son otras costumbres.

Veo a la chica acercarse contigo, más y más, te sonríe más y más, creo que la chica tiene algo con el tipo de cuadros, el de bigote y Sombrerudo. A lo mejor esto es de picones, Pepe, y la chica te está  usando, ¿qué no lo ves? Te está usando para los picones y ese tipo parece que estallará, lo veo rojo.

“¡Pepe, vámonos de aquí!”, te lo dije con tiempo.

“¡Pepe, está sacando la pistola, Pepe!”, te lo dije en su instante. En ese instante dividido por los balazos, Pepe, los balazos que no vinieron del Sombrerudo.

Solo veo los hilos, son del Maestro de Marionetas, todo esto es un drama, todo esto es una obra…

La pistola, los disparos. La sangre. Mi sangre.

Sólo alcancé a escuchar, “amiguito, no te preocupes, ya viene la ambulancia”.

Abrí los ojos, la chica estaba ahí, yo sólo con ella y nadie más. El lugar vacío. Todos se habían ido. Y el dolor y las agujas dentro de mí, quemándome por dentro y a Pepe no lo veía ni al Sombrerudo.

“Amiguito, las balas no eran para ti, eran para mi novio, que es un golpeador, pero te atravesaste… te atravesaste… No vayas a decir que fui yo, ¿verdad que no dirás que fui yo? No seas malo, confío en ti, amiguito, vas a ver que todo saldrá bien, di que no sabes qué pasó, a lo mucho que él nos disparó, porque te tuvo miedo de que me llevaras, porque eres bien rudo, mi amor, por eso te atravesaste…”

En eso vi los hilos de la chica, iban hacia arriba. Y traté como en un sueño, ver los míos, y los vi en el suelo, caídos, mis hilos estaban cortados, mis hilos, de marioneta, estaban cortados…  

Yo no era rudo, Pepe, nunca lo sería./// 1224




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