NnCt 1,220 de 1,440 imágenes tristes de un sol morado, hoy, el futuro será grande.
Cómo no estar feliz en este planeta tan prometedor, tal vez vivamos aquí un día, pensé.
Y cómo no estar contento, solo con música, solo con mi desierto. Algunos microorganismos por averiguar si son amigos, enemigos o neutrales, que para eso vine. Ver su evolución, dirección, intención. Ver si se desbordan como se piensa. Y vigilar que no se desborden, porque son poderosos, en un descuido, al parecer, podrían cubrir ese planeta y arruinarlo.
Por lo demás ya no quiero nada, no quiero tristezas, solo quiero saber si el misterio del universo está en el sonido de un grillo en la noche, o en una sonrisa, en un acto de gratitud, en un olor de galleta recién horneada y para eso quise estar solo y escribir poemas, y ver, también, programas repetidos de Miami Vice (el de Bruce Willis, de impactante final).
Y estar de pie otro día más, a hacer lo mismo y otro y otro más, todos los días iguales, los 400, los 500, los 1,000 , no sé cuánto miden los días exactamente, tal vez 25 horas o 26, y que sí se me hacen largos de una extraña manera, cambian mi metabolismo, pero es parte del tema. Nos dejan aquí en planetas a los Amargados Solitarios, exploradores que calificamos con gran resiliencia que nos impide olvidar la humanidad.
Ya no quería más contactos directos, más interacciones, más protocolos, ni más dinámicas, más fingimiento de que no quiero sexo, de que me tienes que interesar. Ya no más nada. Llegas a cierta edad que no te importa. Hay otras recompensas.
Y con todo, en las tablas virtuales me daban dos mil amigas diferentes. Imaginarias, compuestas, singulares, plurales, conceptuales, agentes, cabezas parlantes, reales, irreales. No había manera de saber cuál era qué. Al final todas eran máscaras. Y nadie decía la verdad.
Cayendo en la tentación, olvidando mi disciplina, probé esa y luego otra, y al poco rato probé todas, así dando scroll, scroll, scroll y las convocaba, se aparecían, salían, desaparecían, al cabo del tiempo quedó una.
No recuerdo si se llamaba Nelly o Blanca pero apunté los criterios y ahí estaba, era Blanca y Blanca era poeta y me escribía cosas.
No, no era algo de inteligencia artificial, le hice las pruebas sin que supiera y las pasó.
Humedad, tristeza condensada, furia cultivada, ternura contraída, alegría magnificada, toda vuelta confusión en proporción a estímulos mil que iban desde el color del sol, de las plantas, de las piedras, la química de los perfumes de las flores, la visión de las estrellas, del sonido inicial del universo. Así la acepté en una especie de libertad. El decidir no saber, decidir no comprobar. Su nombre era Blanca y Blanca era poeta.
Disfrutamos a la distancia ella y yo el desaparecer el sol por el horizonte y sus rayos púrpura que al bañarte a través de sus cristales sentías que te purifican. Miraba los puntos de las estrellas titilantes, de la Vía Láctea y su leche derramada, de la Andrómeda acelerada camino hacia nosotros, del Orión enfurecido, del anillo desequilibrado de Neptuno, de los océanos inteligentes, de Vega a punto de explotar y de caerse al precipicio de los años luz.
Disfrutamos el flotar del polvo estelar, el estar al borde del agujero negro más negro que la noche en donde en cuando hasta el tiempo tiene miedo.
El problema fue cuando de pronto salió otra mujer o persona o máscara haciendo lo mismo. Y Blanca de pronto ya no apareció, pero luego llegó otra más y otra, y todo se desbalanceo y sentí al Universo en mi contra tanto que al final tomé la decisión y me fui del campamento a encontrar otro que me diera de regreso a la soledad, a mi silencio. Blanca que era poeta, que no volvió, solo la guardé.
Aquí estoy, unplugged y canto a las dos lunas y al sol morado a la distancia y me siento feliz. Y las sombras y los eclipses, las lunas están más cerca y ciertamente son más rápidas, veo mas eclipses, más largos, ya ni sé, no conozco de mecánica celestial. Mis microorganismos bordan el precipicio y al punto de desbordar las orillas. Tejiendo su filo celestial. Se los impido con electricidad solar morada.
Solo quiero quedarme solo, solo. No quiero fricciones. No quiero nada.
La soledad de las piedras, la soledad del tiempo. Siento la erosión. Siento la radiación desgastante. Mi cansancio, aumentaba poco a poco. Mi edad también.
Pero en eso llegó ella, Blanca, con toda la fuerza, decisión y precisión, me desconectó de mi conexión y ahí empezó mi fin. Me encerró y se quedó con mis logros y lo peor, con mi pasado. Todo lo registró a su nombre. Me dijo que me recreará, y no puedo evitarlo. No tengo más fuerzas. Será una soledad donde realmente ni siquiera sabré que estoy dentro. Por eso acepté. El borrón final (mi última gracia fue llamarle así, “el borrón final”), ocurrirá cuando escriba “Hasta aquí”.
El sol morado seguramente seguirá su curso, las lunas, como siempre, lo seguirán rápidas, aceleradas. Harán eclipses, habrá rozones, habrá fricciones.
Desde que me fui los microorganismos tampoco han tenido freno. A estas horas todo lo habrán desbordado. Y probablemente cubierto todo el planeta. Todo. Lo lamento. Era un planeta muy prometedor. Hasta aquí./// 1220
 
 
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