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lunes, julio 28, 2025

Nanocuento o nanofabula 1,211 de 1,440...

 1211. Pusimos el candado rojo en la reja. Al mes, en la tienda, ahí, mi candado del amor. Sí, rojo.

NnCt 1211 de 1,440 candados que te puse puerta a puerta para que no entraras en mi mundo porque sabía que lo ibas a destruir, mujer poderosa, empoderada que tomas decisiones fuertes, lógicas, pero que no sabía que yo estaba en la mira, habíamos hablado, como siempre, pero nunca mostraste tus cartas y yo jamás mostré las mías, siempre en las alturas, siempre en las orillas, pero siempre te admiré, siempre te tomé en cuenta y pasaron los noviazgos y pasaron los maridos y yo, acá, en la lucha de las Bestias, en la lucha con los Seres de la Oscuridad, siempre en el tema de los hechizos, y tú, en el de las pociones, tratando de conquistar corazones uno a uno, lo que sí te dije es que yo era un brujo muy poderoso que todo lo puedo… casi, lo que tú sí me dijiste que eras una hechicera, y que lograbas lo que querías… casi, siempre en lo tuyo, yo en lo mío, y estuve a punto de desaparecer, después de que te acepté a ti bruja poderosa otra que me invitaste a tu castillo desde el cuál nunca pude salirme porque me pusiste las cadenas mas poderosas, hechas del metal más irrompible y aseguradas con un candado enorme, masivo, pesado, con una cerradura para una llave pequeña, forjada en un horno de orcos, seguramente, y ahí estaba yo en un calabozo oscuro con una sola ventana desde la que vi pasar lo mejor de mi vida y yo encadenado, y una vez, creo que te vi, feliz, volando desde el sol o la luna…

Me desperté y ahí estabas, hermosa, bella, como siempre, como la eternidad misma.

-Por fin despertaste -me dijiste con tu rostro de labios rojos sonriendo en burla.

-Tenía y tengo hambre. No me has alimentado desde… no recuerdo…

-No te hace falta, eres brujo, puedes hacer comida de los insectos y de los roedores. No me impresionas con tus quejas. 

La que era impresionante era su voz.

-No debí haber creído en ti.

-Nadie debió haber creído en mí. Pero ustedes los hombres lo hacen seguido.

Se rio con su magia en la última sílaba, de manera hermosa que estremecía la espalda. Respiré profundamente.

-Tú tuviste la idea de los candados. Ahí te deposité mi amor entero. Atarlos en ese barandal de Nueva York. Fui un cursi. Creído tonto cursi de pacotilla.

-De Paris, brujo, y ese fue tu error, brujo, nunca debiste hacerlo, pero qué podía esperar de alguien que ignora la diferencia entre Paris y Nueva York. No valías la pena de darte mi amor, ni mi cuerpo, dicho sea de paso. Ahí entendí lo que era estar equivocada.

-Lo sé. Me confié, tu belleza máxima... Nunca hice el check correcto de fuerzas, de poderes… Fui un tonto.

-Lo lamento por ti. Y no sé qué es un check. Pero ya te liberaré... a la mejor me aburro. O te liberarás algún día. Solo necesito que cumplas una labor…

-¿Cuál?

-Espera…

Abrí y cerré los ojos. De pronto estábamos en ese lugar como bodega impresionante, cavernosa, oscura, llena de columnas, que olía a humedad de los siglos, solo alcanzaba a verla, ahogué un suspiro, ¡llena de candados, miles, cientos de miles, tal vez millones de candados, al parecer todos diferentes! Noté al mismo tiempo que mis cadenas ahora eran más largas pero seguía pegado a la pared y a ese candado extraño forjado en Minas Moria, las del Señor de los Anillos, para más señas.

-Me impresionas… -te dije-. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué los cuente, que los cargue, que los abra…?

-No has visto para allá… -lo dijo mientras me señalaba a otra bodega. Era una montaña extraña.

Ahogué un grito.

-Sí, así es, brujo, esas son las llaves, miles, cientos de miles, tal vez para sus millones de candados correspondientes. Al parecer, todas diferentes, una llave abre su candado. Lo único que tienes qué hacer es encontrar los pares. Y la llave que sobre esa, la última llave, te dará tu libertad.

-Una llave por candado, pero la… tengo que probar en todos los candados… ¿verdad? Son millones de oportunidades, de combinaciones. Es aterrador.

-Algo así. No confíes en mujeres empoderadas, brujo… Aquí estarás siglos. De sólo imaginarte que estarás ahí, llave y candado y dudando si ya la habías puesto o no, y luego probando otra y otra y otra, me llena de gracia y delicia. Te mereces el castigo más grande imaginado por ser tan tonto e insensible. Y este será tu infierno. Siglos, brujo, siglos.

Te vi y me dije una vez más: “qué bella es…”.

Pensé por un rato, tu silueta contrastaba con la luz de una antorcha en la pared. Sólo te pude decir:

-No. No vuelvo a confiar. Y me da gusto verte. Pero ya me cansé y tengo hambre. Tengo invitación a comer con mi mamá. Te veo después. Y regresa esos candados y llaves a las ferreterías a las que se las robaste. Y qué correspondan, ¿eh? No seas tramposa.

En eso me despojé de las cadenas, las dejé con cuidado en el piso, igual que el candado raro ese, no quería maltratar nada. Y en eso salí de la sala  hacia la salida principal. Ya estaba muy fastidiado.

Me imagino que me miraste salir con una cara de asombro y decepción, tanto, que me hubiera gustado subirla a Facebook. Cara que traías todavía cuando me viste desde la ventana salir en el carro hacia Paseo de los Leones.

Pero no todo se consigue ni siquiera para un brujo que todo lo puede… casi, y no todo se obtiene para una bruja, por más hermosa, caprichuda, que sea, que todo lo logra… casi. ///1211


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